viernes, 27 de enero de 2012

Gustavo Rol, un Hombre extraordinario (Experimentos)




                                                        Casa de Rol en Turín




La fenomenología de Gustavo Rol se divide básicamente en dos categorías: por un lado aquellos que él llamaba experimentos, y por otro una vasta antología de prodigios de cualquier tipo. Los experimentos se desarrollaban entorno a una mesa, en su casa o en casa de otras personas. El número de los asistentes oscilaba, normalmente, entre las cinco y las diez personas. Los “instrumentos” generalmente se constituían de folios blancos extra fuertes y por barajas de cartas normales. Bien sea los folios que las cartas normalmente eran nuevos, todavía confeccionados en sus respectivos envoltorios. Algunas veces alguno de los presentes (con frecuencia, un escéptico) traía de su casa, o recién comprados, sus barajas o sus folios. A través de sólo estos dos instrumentos, de los que hacían uso todos los presentes de manera casual dependiendo de los temas que se trataban, Rol realizaba numerosas variantes de un esquema de fondo preestablecido, como podría hacer un músico de jazz que improvisa un motivo inédito pero que tiene como base el inconfundible ritmo del jazz.


Las veladas estaban divididas normalmente en dos partes: primero una charla, después los experimentos. Se discurría al menos durante una hora; y era sobre todo Rol quien orientaba la conversación afrontando un tema filosófico o de actualidad. O recordaba los años de juventud.
Pero había veladas en las que también le gustaba bromear, se olvidaba de los temas serios y se ponía a contar chistes. Y sabía ser muy divertido. A un cierto punto, generalmente hacia las 23, terminaba la primera parte de la velada. Rol proponía que se abandonaran los sillones y se pasara a la mesa, que siempre estaba cubierta por un mantel verde, su color favorito, el que le había dado inspiración en sus primeros experimentos.

La atmósfera, digamos paranormal, se preparaba con las cartas. Delante de él había alineadas al menos ocho barajas de póker, cada una con el dorso de un color y con un diseño distinto, casi siempre nuevísimas, porque el uso intenso las deterioraba fácilmente, o había que conservarlas porque se habían convertido en “testigos” de un experimento en particular con una o más inscripciones que aparecían entre los palos sin su directa intervención. Podía suceder que, ante una baraja aún envuelta en su celofán tuviera la inspiración de empezar la velada justo a partir de ahí: establecida una carta, en la homóloga aún empaquetada hacía aparecer una marca a lápiz dejando el envoltorio intacto y sin tocarlo. Los mazos los manejaba poco, los hacía barajar y levantar a los presentes.



Los experimentos de Rol con las cartas de juego – eran experimentos y no “juegos”, esto hace falta recordarlo – se hacían a veces en secuencias rápidas como una explosión pirotécnica. Hermosísimos, elegantes, viéndolos te dejaban anonadado pero al mismo tiempo con la impresión de que fuera una cosa natural, fácil. Por ejemplo: hacía mezclar siete barajas de cartas y de una octava baraja hacía elegir una carta, pongamos el siete de picas. Pasaba una mano por el dorso de las siete barajas alineadas y después daba la vuelta a la primera carta de cada baraja: ¡eran todas siete de picas! O apoyaba en la mesa una baraja abierta a modo de abanico con el dorso en alto y pasaba el dedo índice por encima, como un arco o la aguja de un reloj. “¡Decidme cuándo paro!”. Cuando se decía alto, el dedo descendía hasta la carta que quedaba debajo que se extraía. Pongamos que fuera el tres de tréboles. Delante suya estaban alineadas las siete barajas precedentemente mezcladas, todas con las figuras cubiertas. Cogía una y con un gesto rápido la lanzaba sobre la mesa de tal manera que las cartas se extendieran alineadas a lo largo de una recta. Aparecían todas giradas, excepto una que mostraba la figura: y era el tres de tréboles. Aún no se habían apagado las exclamaciones de los presentes, maravillados, cuando Rol lanzaba, una a una, las restantes seis barajas y todas las filas se alineaban mostrando cada una la carta girada: el tres de tréboles.

“Doctor Rol, no le pedimos que nos presente sus experimentos. Explíquenos de qué se trata. ¿Qué queréis que os explique? Mandad a comprar algunas barajas de cartas. Una vez traen las barajas nuevas Rol le dice a uno de ellos: póngase usted una baraja de cartas en el bolsillo, la que le parezca. Abotónese el bolsillo. Abra la otra baraja, elija una carta cualquiera. Mírela. Y ahora, con su lápiz y con su bolígrafo, dibuje en el aire una palabra, o su firma, o una cifra. Sobre la carta aún cerrada dentro de la baraja, en el bolsillo abotonado, es la correspondiente a la que ha elegido, encontrará la palabra que usted ha escrito en el aire con su bolígrafo o con su lápiz. La persona que se presta elige una carta, el cuatro de tréboles, dibuja en el aire una firma; abre el paquete; busca el cuatro de tréboles; la firma, realizada con el lápiz, atraviesa la carta.»


«Una tarde estábamos en casa del periodista y pintor Enrico Gianieri-Gec. Después de algunos experimentos, Rol dijo: “Gec, usted me resulta simpático; hasta ahora ha visto experimentos de primer y segundo grado. Le ofrezco algo más. Tome una baraja de cartas cualquiera, téngala fuerte entre sus manos. Repita las palabras siguientes” (y le recitó una fórmula que no transcribo). El periodista repitió la fórmula y todas las cartas de la baraja fueron proyectadas en abanico como si contuvieran explosivo. "Elija una".
“Diez de picas”, respondió Gec.
“¿En qué carta quiere que lo transforme?, preguntó Rol.
“En el as de corazones”, respondió el periodista.
“Mírela fijamente y diga estas palabras”, y Rol pronunció una frase.
Gec la repitió, empalideció y tuvo que sentarse. La carta que tenía entre las manos se decoloró, se volvió gris, una pálida mancha rojiza se delineó en el centro, se hizo roja, y se dibujó un corazón. Llamamos a todos los amigos que jugaban al bridge en la habitación contigua y a la dueña de la casa que, en su dormitorio le enseñaba a una amiga sus últimas adquisiciones. Nadie sabía nada del experimento, pero todos a la pregunta “¿Qué carta es?” concordaron en afirmar que se trataba de un as de corazones; exactamente como el as de corazones que estaba presente en la serie.»




Una buena descripción de experimentos con las cartas la encontramos en el periódico Quaderni di Parapsicologia del 26 de enero de 1970, dirigido por los Doctores Piero Cassoli y Massimo Inardi.
 

«Rol me hace que escoja, que mezcle y que corte una baraja que está delante mía. Él está distante, a más de un metro; hace coger una carta de la baraja al hermano del Dr. B. “¡Láncela al aire y déjela caer!” le dice. La carta cae con la figura cubierta. “Póngala sobre la mesa así como está”. “Coja otra y láncela al aire”. Esta cae al suelo con la figura visible: es el diez de corazones. Rol me dice: “¡Lance sus cartas sobre la mesa, venga, vamos, así como están!” Las lanzo deslizándolas una sobre otra. Todas están cubiertas. Justo en medio de la baraja solo una carta aparece al descubierto y visible: el diez de corazones.»
«Rol me da una baraja para mezclar y cortar. La pongo delante mía. Con la otra baraja y con varias técnicas se indica el cuatro de corazones. Rol me dice que ponga la mano sobre mi baraja, que cierre los ojos, que intente ver, visualizar un cuatro verde y que pronuncie “Hamma Hemma”. Una vez hecho esto me dice: “Corta la baraja”. Abro los ojos y corto. Corto exactamente por donde está el cuatro de corazones boca arriba, es decir, con la figura visible, mientras todas las demás están como era normal boca abajo.»

«Rol le pide dos libros a la propietaria de la casa a su elección. Se los traen: Cesare Pavese: Cartas 1924-1944 y La bella estate. Desde el principio él no parecía muy convencido de la posible consecución del experimento; ojea un libro, el primero, como para tomarlo en “posesión”, todo durante poquísimos minutos; después me pide que exprese un pensamiento, lo que yo quiera, o un deseo. Yo digo en voz alta “Desearía volver a Turín”. Entonces Rol cogió una baraja, la abre encima de la mesa y la extiende con las figuras boca arriba, bien visibles. Después desde la izquierda con el dedo índice tenso comienza a extenderla hacia la derecha bastante rápido, después de haberle pedido a la señora B que lo parase cuando ella quiera. Durante tres veces se repite la carrera del dedo sobre las cartas y durante tres veces la voz de alto de la señora detiene el dedo sobre la carta cuatro, ocho, cuatro. Rol entonces dice: “Mirad en la página 484”. Hago lo que me pide y leo en voz alta la primera página indicada: ¡¡¡“Vosotros deseéis volver a Turín”»!!! (la frase completa, desde la página anterior era: “¡Me maravilla mucho, me impresiona que vosotros deseéis volver a Turín!”).


Poco tiempo después, estábamos charlando durante una brevísima pausa y el Dr. Inardi estaba diciendo “Son las tres y yo me tengo que ir a Bolonia a las seis, es inútil que me vaya a dormir, si no, no conseguiré despertarme a tiempo para partir. Prefiero pasar tres horas en la estación”. Rol dice: “Intentémoslo con una palabra que se ha dicho ahora mismo, por ejemplo “dormir”. “Veamos si esta palabra está en el otro libro de Pavese (e indica el segundo, El hermoso verano). La misma técnica que en el experimento precedente, con cifras que salían de la baraja en el orden as, dos, as. En la página 121 del libro, en la primera línea, se podía leer: “-dían dormir” (en la página anterior estaba escrito “no po-dían dormir”).»

«Una tarde, en el estudio de la abogada Lina Furlan, Rol invitó al profesor Marco Treves, docente universitario y director del manicomio de Turín.
“En esta caja” dijo Rol “yo pongo un folio de papel doblado en cuatro partes y un trozo de grafito de lápiz (le enseñó el papel en blanco y el grafito). Cierro la caja. Todos vosotros apoyad las manos. Y ahora usted, profesor, diga una frase cualquiera.
El profesor citó un verso de Dante: Amor que no perdona amar a amado alguno.
“Alzad las manos, abrid la caja y leed”, dijo Rol.
Sobre el folio estaba escrito el verso de Dante.»


 En" Universo prohibido" Leo Talamonti cuenta algúnos episodiosde su encuentro con Rol:
«Fue en marzo de 1961 que encontré por primera vez al dr. Rol. Lo había llamado desde Milán un miércoles por la tarde, habíamos acordado que nos veríamos en su casa dos días más tarde, es decir, el viernes siguiente, a las 21,30. Pero yo anticipé mi partida y llegué a Turín a primera hora de la tarde del jueves. Acababa de llegar a un hotelito escogido por casualidad entre los numerosos hoteles de la zona de Porta Susa, cuando me llegó su llamada completamente inesperada: “He cambiado de idea: venga si quiere esta tarde, a la misma hora que habíamos quedado para mañana.”
“¿Pero usted cómo sabía que ya he llegado y que me alojo en este hotel?”
“Estaba pintando a carboncillo y la mano ha escrito automáticamente su nombre, añadiendo la indicación: hotel P., habitación 91”.
Elementos, dentro de lo normal, ignorados por el sensitivo.

Cuando me presenté en su casa...traía conmigo una de las usuales carpetas de cuero con varios expedientes... Me apostrofó con estas palabras: “Veo que su carpeta contiene dos artículos sobre la telepatía, ya listos pero aún si publicar. Un tema interesante”. “Era verdad, pero ¿cómo podía saberlo? Sin dejarme tiempo para que continuara, dijo: “Pero le advierto que el episodio que trata de Napoleón, del que habla en el segundo artículo, contiene una inexactitud. Le puedo dar una prueba.”» Y de hecho Rol le dio la prueba mostrándole algunos textos de historia y documentos específicos".

En 1975 Talamonti publica Gente de Frontera, con un capítulo entero dedicado a Rol. Aquí narra cuando, en 1961, fue a verlo para hacer un servicio periodístico acompañado de un fotógrafo:
 
«Mi improvisado colaborador no sabía nada del enigmático señor que íbamos a entrevistar; imagínense, pues, cómo reaccionó cuando el doctor Rol se dirigió a él con estas preguntas, después de habernos conducido al estudio: “Usted está casado desde hace pocos meses, ¿verdad? ¿Y su mujercita es morena con los ojos negros?”. “Sí, pero como diablos...” “Espere. ¿Cómo es que se siente siempre medio dormido? Como ahora, por ejemplo. Usted padece astenia, ¿y sabe por qué? Yo se lo diré. Son muchos los motivos, pero en primer lugar está la apendicitis crónica que padece: ¿no es verdad, tal vez?”. “Sí, ¿pero usted cómo puede saber todas estas cosas? ¿Me ha mandado espiar?” Ahora dígame: es verdad que usted ha ganado 37.000 liras en el totocalcio? Pero ha perdido mucho más, si tiene en cuenta todas las cantidades de dinero que ha jugado durante tantos años. Pero créame: no insista.
 
Esta vez el estupor había incluso bloqueado las facultades de reacción verbal del joven, el cual no miraba ya a Rol, sino a mí, sus ojos descolocados, llenos de preguntas sin expresar... después de lo cual nos condujo a su bien fornida biblioteca, y nos pidió que eligiéramos a placer todos los libros que quisiéramos, para cierto experimento.
Cogimos por casualidad unos volúmenes en varias lenguas, después lo seguimos hasta una habitación más grande, donde nuestro anfitrión se situó a siete u ocho metros de nosotros; y aquí se verifican algunas cosas que ningún espíritu positivista podrá creer jamás.
Yo indicaba al azar – con el dedo, sin precisar el título – alguno de los libros que el joven sostenía bien cerrado bajo el brazo, pidiendo al mismo tiempo que nuestro anfitrión “leyera” tal página y en tal línea, y la misma cosa hacía cuando le tocaba al fotógrafo, en relación con los libros que había traído conmigo. A cada petición, el doctor Rol, con seguridad y precisión leía en el punto indicado del libro bien cerrado, y justo después controlábamos la exactitud de la lectura. No conseguimos que se equivocara jamás. Para evitar la posibilidad de que él nos impusiera mentalmente la elección de las páginas, establecimos los números sobre la base del valor de ciertas cartas escogidas al azar de las barajas bien mezcladas. Nos alternamos en la elección de textos; repetimos la misma experiencia hasta que nos cansamos; al final nos rendimos a la evidencia».

«Poco antes de que nos despidiéramos de nuestro anfitrión, éste se sentó un momento en la escribanía, garabateó algo en un folio y tapó lo escrito con la mano; entonces llamó al fotógrafo y le pidió que dijera un número cualquiera. “¿De cuántas cifras?” preguntó el fotógrafo. “Como usted prefiera”, dijo Rol. “Entonces digamos 753”, dijo el joven. “Qué extraño: ya lo había escrito”, respondió Rol mostrándole el folio. Era verdad.»

Son innumerables sus muestras, ante todo tipo de personas, literatos, pintores, médicos, cineastas, científicos... todos se rendían ante la evidencia, aunque no pudieran explicar cómo lo hacía.

 

El primer libro dedicado exclusivamente a Gustavo Rol es el del periodista Renzo Allegri, “Rol, el misterio” de 1986. He aquí algunos fragmentos:

«Un día invité a mi casa a Rol para enseñarle un cuadro que acababa de comprar. Sé que no es un apasionado de cierta pintura contemporánea, pero, ya que es un gran entendido de arte, consideré importante su opinión. Acompañándolo al salón le dije: He aquí el cuadro. “No me gusta” dijo en seguida Rol, y añadió: “Te lo garabateo”. Extrajo su famoso lápiz y apuntó al cuadro haciendo unos signos en el aire. Por favor, no lo hagas, grité yo. Me ha costado muchísimo dinero. Corrí hacia el cuadro para ver si Rol me lo había arruinado, pero no noté ninguna marca. Menos mal que no has hecho ningún desastre, exclamé aliviado. “Intenta quitar ése cuadro”, dijo aún. “Lo quité y en la pared había un gran garabato a lápiz. Rol se había ahorrado el cuadro; pero había manifestado su disconformidad escribiendo en la pared detrás del cuadro».

«A veces Rol “escribe” en las servilletas de las personas que están en las mesas cercanas. Lo hace sólo cuando se lo piden los amigos, que se quieren divertir. Me han contado que uno de estos es Federico Fellini. Cuando está en Turín, el referido director de cine va siempre a saludar a Rol. Después lo invita a comer e infaliblemente le pide que “escriba” a distancia, sobre las servilletas de ciertos comensales. Rol lo rechaza porque dice que no consigue hacer algo que otros quieren, pero al final cede. Fellini elige ciertos señores corpulentos, que almuerzan con la servilleta remetida por el pecho sobresaliente. “Escribe algún epíteto gracioso”, le sugiere a Rol. El sensitivo hace unas marcas en el aire y en la servilleta blanca del tranquilo comensal aparecen las frases más extrañas, normalmente hirientes. Cuando el “blanco” se da cuenta se queja a los dueños del restaurante, se enfada, amenaza...  y Fellini se divierte muchísimo".

"Un médico me enseñó un mantel con una rosa dibujada encima, una rosa en un jarrón de cristal. “Rol dibujó la rosa”, me dijo el médico “que estaba en nuestra mesa, y me regaló el mantel” añadió. Le indiqué que faltaba el jarrón. “Eres imposible de contentar”, dijo Rol “Ten bien alzado el mantel” añadió. Así, a un metro de distancia, ante los ojos de las personas que estaban en la mesa con nosotros, el jarrón se trazó en el aire y apareció inmediatamente en el mantel, completando el dibujo".

«Otra persona me enseñó un cuadro y me dijo: “Me lo regaló Rol. Aquí, en la esquina, estaba la dedicatoria que yo enseñaba a todos mis amigos. Un día Rol y yo discutimos por teléfono. Él se enfadó bastante, y después de haberme reñido duramente, me dijo: “Me he equivocado contigo. Lo que te he escrito en la dedicatoria del cuadro ya no es cierto, y por eso lo retiro”. Creía que con estas palabras quería decir simplemente que repudiaba el contenido de la dedicatoria; sin embargo, como hacía normalmente, lo dijo en sentido realista. Una vez terminada la turbulenta conversación telefónica, pasé por delante del cuadro y con enorme maravilla constaté que la dedicatoria de Rol había desaparecido. No había quedado ni rastro de lo escrito”».

Allegri narra la dinámica de uno de los experimentos más típicos de Rol:

«Distribuyó unos folios de papel completamente blancos. Los observé atentamente: eran folios blancos normales, extraídos de un montón intacto. Nos invitó a que los dobláramos algunas veces y a reponerlos en el centro de la mesa. Uno de aquellos folios, aislado y marcado, y me fue entregado a mí con la propuesta de metérmelo en el bolsillo. Lo miré e hice lo que me pedía.
En este momento, Rol pidió a los presentes que dijeran un tema. Consultamos entre nosotros y decidimos hablar de arte. “Está bien” añadió Rol. “Hablemos de arte”. Se empezó diciendo que el arte proviene del pensamiento, que es posible dividirlo en arte antiguo y arte moderno, arte clásico y arte abstracto. Una señora dijo: “El arte clásico proviene de la impresión del pensamiento”. “No es una definición estrictamente ortodoxa” dijo Rol, de todas maneras está bien. Ahora pidamos a la Enciclopedia Treccani una definición del arte abstracta. A través de las cartas, en el caso en el que haya que decidir, elegiremos dos números de dos cifras cada uno. El primero indicará el volumen de la enciclopedia, y el segundo la página del volumen. Y bien, la primera línea de la página que indicarán los números escogidos al azar, deberá empezar con una frase que sea una respuesta lógica a la pregunta: ‘¿De dónde proviene el arte abstracto?’”.
La primera carta que se extrajo fue un 2 y la segunda un 3: el primer número, entonces, era el 23; el segundo resultó ser el 22. “Entonces”, dijo Rol “tenemos que mirar en el volumen 23 en la página 22”. Se trajo el volumen vigésimo tercero de la Treccani: en la primera línea de la página 22 se leía:
‘de la metafísica del pensamiento’.
“Es una buena definición”, dijo Rol. “El arte abstracto proviene de la metafísica del pensamiento. Es un concepto que no me desagrada. Muéstreme el folio que tiene en el bolsillo”, dijo dirigiéndose a mí. Me había olvidado. Lo cogí, y en el centro a lápiz estaba escrito: ‘de la metafísica del pensamiento’: la misma frase indicada en la enciclopedia por los números escogidos al azar. Rol sonrió mirando mi estupor. Después quiso firmarme el folio como recuerdo de ése experimento».

En otra ocasión, Allegri iba acompañado de un colega periodista, muy escéptico, que recibiría una buena lección:
«Con el procedimiento habitual, Rol hizo escoger uno de los folios blancos que habíamos doblado y puesto sobre la mesa, cogí uno y se lo di a mi colega diciéndole que se lo metiera en la cartera. Mi amigo lo cogió, lo observó bien y después dijo: “En lugar de este folio, ¿puedo meter este otro?” y enseñó un folio de papel encabezado de nuestro diario Gente.
Rol sonrió. “Usted no se fía de mí” dijo. “El paquete de folios de la que hemos cogido los folios se ha comprado hoy en un supermercado de Turín. No hay ningún truco. De todas maneras ponga en su bolsillo el folio del periódico que usted ha traído.”
El experimento continuó más o menos con el esquema de los que he referido anteriormente. Llegados al momento en el que Rol alza el lápiz de bambú y traza unos símbolos en el aire hubo un momento de pausa. Rol lo pensó mejor. “Venga aquí conmigo” le dijo a mi colega. Le puso el lápiz en la mano e hizo el gesto de trazar unos símbolos en el aire guiando la mano de mi colega. Después lo mandó a su sitio. “Coja el folio que tiene en el bolsillo y  examínelo”, dijo Rol.
Aquel amigo mío tenía en la cara una sonrisa de satisfacción. Era completamente cierto que sobre “aquel” folio, aquella tarde, no aparecería nada escrito. Sacó la cartera del bolsillo. Extrajo el folio doblado. Lo examinó para verificar que estuviera doblado como cuando lo había metido. Lo abrió, lo observó y empalideció tremendamente.
“¿Qué pasa?”, pregunté preocupado.
Casi balbuciendo, mi colega dijo: “Pero esta es mi letra”.
En el centro del folio, que era el auténtico, de papel encabezado de periódico, aparecía la frase pronunciada por el "espíritu inteligente" que, poco antes mientras habíamos estado sentados, se había manifestado ante Rol. La frase estaba escrita con la grafía inconfundible de mi colega».


  
Para terminar  este repaso incompleto a su figura, el 20 de junio de 2003, con ocasión del centenario del nacimiento de Gustavo Rol, se  constituyó una asociación llamada Società Europea di NeuroTeologia (de cuyas investigaciones hablamos en una entrada anterior). El siguiente fragmento tomado del estatuto define su finalidad:
«La Sociedad Europea de NeuroTeología representa el proseguimiento ideal del espíritu que caracterizó la constitución de la Asociación Científica Gustavo Adolfo Rol". El término “Neuroteología” fue acuñado por Franco Rol sobre la base de los estudios relacionados con la vida, la experiencia y la doctrina de Gustavo Adolfo Rol, y también para proponer una síntesis capaz de representar, por una parte, la esencia metafísica que caracteriza cada Religión y cada Enseñanza Tradicional, y, por otra parte el proceso de transformación realizado por la conciencia activa de tal metafísica.

En este cuadro, las posibilidades de Gustavo Adolfo Rol se introducen como conquista y superación de los grados de un riguroso recorrido espiritual, posibilidades desligadas de cualquier contingencia profana y de cualquier interpretación de carácter heterodoxo que no esté en línea con las Tradiciones consolidadas, teniendo igualmente presente la originalidad aplicativa de los Principios propia de medios y símbolos de los que solía servirse. La demostración de la existencia de tales posibilidades, el reconocimiento de su labor funcional y no de final que éstas tienen, su integración en un cuadro teórico de tal manera que permita, en calidad de Ciencia Sagrada, una comprensión bien sea objetiva que subjetiva, su reproducción y su “replicabilidad” en un contexto puramente ético y para el beneficio de toda la comunidad humana, su función de instrumento cognoscitivo de otros estados de manifestación, expresión de las Superiores Posibilidades de la Inteligencia Divina, cual ulterior ayuda para la superación de los mismos, representando el objetivo y la finalidad de esta asociación.

1 comentario:

  1. Holá, el año pasado fue publicada la primera biografia en español:
    http://www.amazon.com/El-extraordinario-Gustavo-Rol-Spanish/dp/1291552588/ref=sr_1_2?s=books&ie=UTF8&qid=1393071651&sr=1-2

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