lunes, 19 de marzo de 2012

Antonio Machado y la impronta de su ciudad natal


Dejo aquí un pequeño homenaje a este poeta sevillano que supo adueñarse de nuestros corazones sensibles. Pasaba todos los días camino del colegio ante la casa que le vio nacer, junto al Palacio de las Dueñas; calles fragantes de azahar y blancura, de reminiscencias de un pasado que quedó anclado en el tiempo: “tengo recuerdos de mi infancia, tengo imágenes de luz y de palmeras, y en una gloria de oro, de lueñes campanarios con cigüeñas, … bajo un cielo añil, plazas desiertas donde crecen naranjos encendidos con sus frutas redondas y bermejas, y en un huerto sombrío, el limonero de ramas polvorientas y pálidos limones amarillos que el agua clara de la fuente espeja, un aroma de nardos y claveles y un fuerte olor de albahaca y hierbabuena…”. Tal vez el limonero al que canta se encontraba junto a la capilla de San Andrés, donde vivió más tarde, hasta que su familia marchó a Madrid. Es parte insustituible del Alma de Sevilla, como la inocente anécdota que contaba sobre el tamaño de su caña de azúcar comparada con la de otro niño, que su abuela aseguró que era mayor que la suya, quizá mientras daba de comer a las palomas en la Plaza de América, o paseaba junto al río: “Parece imposible que este trivial suceso haya tenido tanta influencia en mi vida. Todo lo que soy _bueno y malo_, cuanto hay en mí de reflexión y de fracaso, lo debo al recuerdo de mi caña dulce”.



Retrato

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
¿ya conocéis mi torpe aliño indumentario?,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo
¿quien habla solo espera hablar a Dios un día?;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último vïaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.




Anoche cuando dormía

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.
Dí: ¿por qué acequia escondida,
agua, vienes hasta mí,
manantial de nueva vida
en donde nunca bebí?

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;
y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas,
blanca cera y dulce miel.

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.

 

Coplas mundanas

Poeta ayer, hoy triste y pobre
filósofo trasnochado,
tengo en monedas de cobre
el oro de ayer cambiado.

Sin placer y sin fortuna,
pasó como una quimera
mi juventud, la primera...
la sola, no hay más que una:
la de dentro es la de fuera.

Pasó como un torbellino,
bohemia y aborrascada,
harta de coplas y vino,
mi juventud bien amada.

Y hoy miro a las galerías
del recuerdo, para hacer
aleluyas de elegías
desconsoladas de ayer.

¡Adiós, lágrimas cantoras,
lágrimas que alegremente
brotabais, como en la fuente
las limpias aguas sonoras!

¡Buenas lágrimas vertidas
por un amor juvenil,
cual frescas lluvias caídas
sobre los campos de abril!

No canta ya el ruiseñor
de cierta noche serena;
sanamos del mal de amor
que sabe llorar sin pena.

Poeta ayer, hoy triste y pobre
filósofo trasnochado,
tengo en monedas de cobre
el oro de ayer cambiado.

El mañana efímero

La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu burlón y alma inquieta,
ha de tener su marmol y su día,
su infalible mañana y su poeta.
En vano ayer engendrará un mañana
vacío y por ventura pasajero.
Será un joven lechuzo y tarambana,
un sayón con hechuras de bolero,
a la moda de Francia realista
un poco al uso de París pagano
y al estilo de España especialista
en el vicio al alcance de la mano.
Esa España inferior que ora y bosteza,
vieja y tahúr, zaragatera y triste;
esa España inferior que ora y embiste,
cuando se digna usar la cabeza,
aún tendrá luengo parto de varones
amantes de sagradas tradiciones
y de sagradas formas y maneras;
florecerán las barbas apostólicas,
y otras calvas en otras calaveras
brillarán, venerables y católicas.
El vano ayer engendrará un mañana
vacío y ¡por ventura! pasajero,
la sombra de un lechuzo tarambana,
de un sayón con hechuras de bolero;
el vacuo ayer dará un mañana huero.
Como la náusea de un borracho ahíto
de vino malo, un rojo sol corona
de heces turbias las cumbres de granito;
hay un mañana estomagante escrito
en la tarde pragmática y dulzona.
Mas otra España nace,
la España del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una España implacable y redentora,
España que alborea
con un hacha en la mano vengadora,
España de la rabia y de la idea.



PARABOLAS

PROFESIÓN DE FE
Dios no es el mar, está en el mar, riela
como luna en el agua, o aparece
como una blanca vela;
en el mar se despierta o se adormece.
Creó la mar, y nace
de la mar cual la nube y la tormenta;
es el Criador y la criatura lo hace;
su aliento es alma, y por el alma alienta.
Yo he de hacerte, mi Dios, cual tú me hiciste,
y para darte el alma que me diste
en mí te he de crear. Que el puro río
de caridad que fluye eternamente,
fluya en mi corazón. ¡Seca, Dios mío,
de una fe sin amor la turbia fuente!

VI
El Dios que todos llevamos,
el Dios que todos hacemos,
el Dios que todos buscamos
y que nunca encontraremos.
Tres dioses o tres personas
del solo Dios verdadero.

VII
Dice la razón: Busquemos
la verdad.
Y el corazón: Vanidad.
La verdad ya la tenemos.
La razón: ¡Ay, quién alcanza
la verdad!
El corazón: Vanidad.
La verdad es la esperanza.
Dice la razón: Tú mientes.
Y contesta el corazón:
Quien miente eres tú, razón.
que dices lo que no sientes.
La razón: Jamás podremos
entendernos, corazón.
El corazón: Lo veremos.


Sueño

Desgarrada la nube; el arco iris
brillando ya en el cielo,
y en un fanal de lluvia
y sol el campo envuelto.
Desperté. ¿Quién enturbia
los mágicos cristales de mi sueño?
Mi corazón latía
atónito y disperso.
...¡El limonar florido,
el cipresal del huerto,
el prado verde, el sol, el agua, el iris!
¡el agua en tus cabellos!...
Y todo en la memoria se perdía
como una pompa de jabón al viento.



Si es bueno vivir, todavía es mejor soñar, y lo mejor de todo, despertar.

La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos.

Tras el vivir y el soñar, está lo que más importa: el despertar

La verdad es lo que es, y sigue siendo verdad aunque se piense al revés.

Poned atención: un corazón solitario no es un corazón.

Ni el pasado ha muerto
ni está el mañana,
ni el ayer escrito.

Benevolencia no quiere decir tolerancia de lo ruin, o conformidad con lo inepto, sino voluntad de bien.

Los que están siempre de vuelta de todo son los que nunca han ido a ninguna parte.

Ayudadme a comprender lo que os digo y os lo explicaré mejor.


2 comentarios:

  1. Me ha encantado este homenaje a uno de nuestros mejores poetas. hago mi contribución con un poema suyo que me gusta mucho.

    RECUERDO INFANTIL

    Una tarde parda y fría
    de invierno. Los colegiales
    estudian. Monotonía
    de lluvia tras los cristales.

    Es la clase. En un cartel
    se representa a Caín
    fugitivo, y muerto Abel,
    junto a una mancha carmín.

    Con timbre sonoro y hueco
    truena el maestro, un anciano
    mal vestido, enjuto y seco,
    que lleva un libro en la mano.

    Y todo un coro infantil
    va cantando la lección:
    «mil veces ciento, cien mil;
    mil veces mil, un millón».

    Una tarde parda y fría
    de invierno. Los colegiales
    estudian. Monotonía
    de la lluvia en los cristales.

    Un abrazo, amigo.

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    Respuestas
    1. Pues sí, los de nuestra generación vivimos en el colegio una situación parecida, cuando el maestro tenía aún toda la autoridad y nos hacía repetir como loros las mismas cosas infinidad de veces. Algunas nos sirvieron y otras no, pero sí aprendimos respeto a los mayores, educación y buenas maneras, esfuerzo aún sin conocer su sentido, maneras que hoy se pierden aceleradamente. Lógicamente, esa monotonía llegaba a producir en algunos fracaso en los estudios; incluso el propio Machado fue un estudiante mediocre, lo que no le impidió ser uno de los mejores poetas de la historia.
      Me alegra que coincidamos de nuevo en nuestros gustos.

      Un abrazo, amiga!

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