martes, 20 de marzo de 2012

Construcciones Megalíticas, un pulso a la historia oficial




Demos un repaso a los esquemas de varias alineaciones megalíticas de nuestros antepasados, en las que descubrimos una perfecta correlación con ciclos planetarios que sin duda los antiguos habitantes dominaban a la perfección, así como sirvieron para la determinación de eclipses lunares y solares; también debían ser utilizados para conocer exactamente el comienzo de solsticios y equinoccios. Al mismo tiempo eran esenciales para saber el comienzo de cada ciclo de la precesión de los equinoccios, asociados a configuraciones muy importantes respecto del movimiento de la Tierra por nuestra galaxia, influjos cuyas consecuencias podían terminar con la civilización. Es difícil admitir que estos ciclos se conocieran después de observaciones constantes y precisas de decenas de miles de años, ya que estas culturas parecen surgir de la nada en el transcurso de pocas generaciones, y desaparecer de igual forma. Más lógico es llegar a la conclusión de que les fueron transmitidas por otras civilizaciones no terrestres con avanzada tecnología.

Mientras la ciencia oficial siga manteniendo que evolucionaron por sí mismas y que hace quince o treinta mil años estos pueblos a duras penas conseguían fabricar hachas de silex, el absurdo se mantendrá eternamente, y no solo por dilucidar el colosal problema del pulido y traslado de estas enormes piedras, a veces a cientos de kilómetros del emplazamiento definitivo, sino sobre todo por la finalidad de las mismas. Es seguro que, una vez perdido por las generaciones siguientes el significado astronómico de tales construcciones, los pueblos invasores incultos las utilizaran como enterramientos y otros ritos mágicos, ignorantes de su verdadero significado. Todas ellas se encuentran en lugares de fuerte irrupción de energía telúrica, para que en el momento y posición precisa sus constructores transformaran esa energía en auténtico poder, sitios donde los hombres se convertían en dioses y alcanzaban otra dimensión espiritual, tanto en esta vida como tras ella, al igual que nos detalla el Libro Egipcio de los Muertos sobre la función ultraterrena de la Gran Pirámide y otras excavadas bajo el suelo.




Este primer esquema corresponde a la que los indios Crow  y Cheyennes denominaban Medicine Whell, en Wyoming. Aunque circular y trazada con piedras, no es un templo megalítico como Stonehenge, ya que las piedras son mucho más pequeñas. No es exactamente circular, sino que forma un semicírculo y una semielipse; está dividida en 28 sectores, de unos 13º cada uno. Esta división nos recuerda a Tiahuanaco, cuyo codo se dividía en 28 dedos, y donde el templo de Kalasasaya estaba dividido en 28 intervalos iguales. De la forma se deduce que sus constructores sabían que los astros se desplazan a velocidades y distancias variables sobre órbitas que parecían elípticas más que circulares, con lo que trazaron un semicírculo para observar al Sol, cuya diferencia de diámetro aparente es sólo de 1/60, y una semielipse para observar la Luna, cuya diferencia es de 1/18. Seguidamente habrían dividido la curva así obtenida en 28 partes iguales, para que cada una representara un día, pero ¿por qué, cuando hay 365 ¼ días en el año solar y se necesitan 1.461 vueltas para hacerlos coincidir? Puede que lo que les interesaba sobre todo era predecir los eclipses, que pueden llegar cada 173 días; así, cien de estos ciclos corresponden a 619 vueltas. Por otra parte, 59 vueltas de la rueda mágica hacían 56 ciclos de 29 ½ salidas del Sol, y 57 vueltas hacían 56 ciclos de 28 1/2 salidas de la Luna. Hemos de reconocer que no está mal para unos rompedores de piedras que aún no habían inventado la carretilla.

Ahora bien, estos números de 56 y de 1.461 nos recuerdan el círculo de 56 agujeros Aubrey de Stonehenge, del famoso ciclo céltico de 56 años, que representa 59 años lunares y 118 ciclos de eclipse. Además, 56 vueltas completas al círculo también representan exactamente 35 ciclos de Venus. Y también coincide con el calendario egipcio de 1.461 años civiles de 365 días.

Otro dato sorprendente es notar que su emplazamiento está situado a 44º de latitud, donde la longitud de un grado de latitud es de 111,111 metros, es decir, 1/360 de la circunferencia polar terrestre, y la longitud de un minuto de latitud es exactamente la de una milla marina actual, e igual a 6.000 pies babilonios. Además del conocimiento preciso de la forma y dimensiones de la Tierra, sería imposible de determinar sin mapas exactos de las coordenadas terrestres. La mejor manera de obtener esta información es cuadricularlo desde lo alto, igual que hacen hoy nuestros satélites artificiales.



Se conocen una treintena de otros “medicine wheel” en las vertientes de las Montañas Rocosas, y otros en Canadá, por ejemplo el de Majorville, en el centro de una vasta llanura sin árboles en Alberta. Se halla también constituida por un círculo de piedras con radios que parten de un montón de piedras central, en el cual se han descubierto varios objetos que han permitido estimar su edad en más de cinco mil años. Pero el más interesante de ellos es la Medicine Wheel de Moose Mountain; todo lo que se sabe más ó menos a ciencia cierta es que debía ser utilizado aún hace 1.700 años para determinar las fechas exactas de los solsticios y de los equinoccios, según las posiciones relativas del Sol y de las estrellas Sirio, Rigel y Aldebarán, y que parece haber sido construido con el pie prehistórico de 360 mm.. Estaba orientada justamente hacia las tres estrellas más brillantes del cielo de verano.



En Rumanía, se encuentra el espectacular círculo de Sarmise Getusa Regia, cuyas dimensiones y métodos de cálculo recuerdan los de Stonehenge. Este observatorio comprende, ante todo, un gran círculo de 29,4 mts. de diámetro y una circunferencia de 92,4 mts. Según la regla del factor “pi” antiguo de 22/7, este círculo debió ser trazado con un pie de 280 mm. La circunferencia resultante fue dividida seguidamente en 104 intervalos regulares, con ayuda de 104 estelas. Esta medida corresponde muy misteriosamente al pie céltico de Stonehenge de 276,35 mm. y al pie micénico de 277,77 mm. Los intervalos, corresponden a 3 pies de 296 mm., similar al pie romano de 295,95 mm. Este pie corresponde a un pie cúbico de 25.920 m3, o sea, equivale exactamente al ciclo de precesión de los equinoccios de 25.920 años. El número de 104 intervalos que hemos hablado también equivale al ciclo de 37.960 días de los mayas, o sea, 104 años solares de 365 días.


 
Nos trasladamos ahora a la madre de todas las construcciones, la Ciudadela de Teotihuacán en México, literalmente "el lugar donde los hombres se convierten en dioses". Las antiguas leyendas aztecas nos afirman que este espléndido complejo ciclópeo ya estaba allí cuando llegaron sus antecesores, los cuales desconocían completamente quién ni cuándo los pudo construir.

Harleston, tomando los cálculos de Stecchini sobre las pirámides egipcias y sumerias, demostró que la pirámide de Quetzalcóatl, como la torre de Babel y el zigurat de Ur, había sevido probablemente de mesa triangular, donde las fracciones representan las relaciones entre los pisos correspondientes a los senos, cosenos y tangentes de los ángulos más importantes. Por otra parte, se encuentra en Teotihuacán, como en todos los monumentos antiguos, los factores “pi” de 22/7, raíz de “phi” de 14/11, amén de otras, como la fracción 11/12, que es el coseno de 23 ½ grados, ángulo de inclinación del eje de la Tierra con relación al de la eclíptica. Otro hecho extraordinario es el de que, si se divide la anchura de la ciudadela por 1.296 u 864, que están en la base de todos los cálculos de nuestros antepasados para medir el tiempo y el espacio, se obtienen las longitudes del pie y del codo babilonio, también utilizados por los egipcios. 

Por otro lado, la medida de terreno llamada “kan”, de 1.296 yardas cuadradas, exactamente 80 “kan”, dan 11,6 hectáreas, que era el mínimo vital para cada familia en lo tocante a asegurar su subsistencia en maíz. Estas medidas también se encuentran en la pirámide cuadrada de Tula, que tiene una base de 1.296 yardas cuadradas, y en la pirámide circular de Cuicuilco, que tiene una base de 12.960 yardas cuadradas.
En la ciudadela hay grandes cantidades de triángulos de lados 3,4 y 5 (triángulo rectángulo por excelencia, base del Teorema de Pitágoras), incluso uno que tiene de lados 165 y 216, y una hipotenusa de 271,81, que se parece mucho a 2,718, qe es la constante “e” y base de los logaritmos naturales. Se encuentra asimismo la relación 144/89 (¡números Fibonacci!), es decir, 1,618, que era el factor “ph” ó Número de oro de nuestros antepasados, así como la fracción 4/3 de “pi”, que les permitían calcular el volumen de la Tierra. Se encuentran, asimismo, los números 37 y 27, cuya relación de 1,37 se parece mucho al número 137, que es una constante del hidrógeno y del deuterio, lo cual demuestra, una vez más, que nuestros lejanos antepasados conocían la Física Nuclear.

A Schlemmer se le ocurrió establecer una relación matemática entre los temblores de tierra, la revolución de la Tierra alrededor del Sol en días y su rotación sobre sí misma en minutos, dos valores que son fracciones exactas de la constante de Nínive de 2.268 millones de días. Dividiendo 365,2422, el número de días del año solar, por 1.440, el número de minutos de un día, obtuvo el valor de 0,25364 que, multiplicado por distintos coeficientes planetarios, se obtenían constantes de los movimientos particulares de cada planeta. Se descubren 19 de estos números entre las medidas efectuadas en la Gran Avenida. Según estos números, habría por lo menos un planeta entre el Sol y Mercurio, y por lo menos 3 más allá de Plutón, el último de los cuales estaría 150 veces más alejado del Sol que la Tierra, con un periodo de revolución de 1.800 años, que se parece extrañamente a la del planeta Marduk de los sumerios, del que hablan las tablillas de Nippur.



La pirámide del Sol estaba construida de tal forma que, en la parte inferior del cuarto piso, sólo las caras Norte y Oeste estaban en sombra a mediodía en los equinoccios de primavera y otoño. Este fenómeno, que duraba sólo sesenta segundos, permitía determinar el instante exacto en que el Sol atravesaba el ecuador celeste. No es posible que esto sea una coincidencia. Subiendo la Gran Avenida hacia el Norte, a partir del eje Este-Oeste de la Ciudadela, encontraron mojones a las distancias de 36, 72, 96, 144, 288, 520 y 945 yardas, que son proporcionales a las distancias respectivas del Sol de los siete primeros planetas, incluido el asteroide Ceres. Subiendo más hacia el Norte se encuentran mojones a 1.845, 2.880 y 7.200 yardas, distancias que son proporcionales a las de Urano, Neptuno, Plutón y Proserpina, y el último de ellos a 22.680 yardas, lo cual representaría la distancia del Sol al famoso planeta Marduk, de órbita muy excéntrica y que, según se desprende de algunas inscripciones, hará de nuevo su aparición en direccion a la tierra al final de los tiempos.

!Esos brutos primitivos... no tenían nada mejor que hacer! 



2 comentarios:

  1. Te dejo el enlace del resumen de 24 paginas del estudio de canones anatomicos que pude desarrollar gracias a las medidas de Teotihuacan, se relaciona con el canon de da vinci y tambien con el ombligo griego y cordobes (el primero exactamente y el segundo con una imprecision de 5 millonesimas de la altura humana)
    http://www.editorialrove.com/index.php/biblioteca-menu/no-ficcion/academicos-menu/1039-canones-anatomicos

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    1. Gracias por el enlace, sorprendente e interesante estudio.

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