jueves, 7 de febrero de 2013

Un encuentro con la poesía de José Hierro



Me regalaron hace varios años este libro de poemas de José Hierro “Quinta del 42” (1953), pero en ese momento no prestaba demasiada atención a la poesía y solo le eché un vistazo. Ahora lo he leído detenidamente, con satisfacción, y agradecimiento a mi benefactor, encontrado bellos y profundos pasajes que trascienden la época en que fueron escritos, verdaderos monumentos poéticos. He seleccionado los siguientes:





Aparición

A pesar de todo
yo te vi, Belleza.
Cuando ya dudaba
que jamás te viera.
Cerrados mis ojos
te busqué, Belleza,
naciendo en las olas,
clavando tu flecha
divina en la gota
que enjoya la hiedra.

Y a pesar de todo
te nombré, Belleza.
Y a pesar de todo
creí en ti, Belleza.
Y al abrir los ojos
te tuve, Belleza.

¿No serán tus nombres
“pasado”, “perdido”,
“remoto”, Belleza?

¿No serán las cosas
tu nido, Belleza,
la sangre y los huesos
que el tiempo dispersa,
y tú,  su perfume
inmortal, Belleza?
Al abrir los ojos
te tuve, Belleza.
Luego te perdiste,
misteriosa y súbita,
sin que ya te viera.



Armonía

Quise tocar el gozo primitivo,
batir mis alas, trasponer la linde
y volver, al origen, desde el fin de
mi juventud, para sentirme vivo.

Quise reverdecer el viejo olivo
de la paz, pero el alma se me rinde.
¿Quién es sin su dolor? ¿Quién que no brinde,
sin pena, su ayer libre a su hoy cautivo?

Y ¿quién se adueñará de la armonía
universal, si rompe, nota a nota,
grano a grano, el racimo, los acordes?

¿Quién se olvida que es cuna y tumba, día
y noche, honda raíz y flor que brota,
luz, sombra, vida y muerte hasta los bordes?




Los tibios

I

Lo teníais todo: las almas
sin dolor, la vida apacible.
Alrededor, los huracanes
os sabían inconmovibles.
Como torres, os levantabais.
Como chopo de hondas raíces,
como viejas sabidurías
que iluminaban los confines.
Aves fuertes de altanería.
Aguiluchos de vuelo firme.
Os despegasteis de la tierra,
volasteis por los cielos grises.
No llorasteis con los que lloran,
ni cantasteis con los que cantan,
ni reísteis con los que ríen.

Nos dejasteis, de cara al cielo,
frente al signo de lo imposible.

II

Pero ahora todo es distinto.
(No es verdad que muchos ciegos
no aciertan con el camino).

Día a día,
segundo a segundo, fuimos
aprendiendo la verdad.
Casi la aprendimos.
a luz de las estrellas
descifrábamos lo signos.
Día a día,
segundo a segundo…

Hilos
maravillosos, Ariadnas
secretas nos conducían
a través del laberinto.

Día a día.
Ahora ya es todo distinto.

Ahora sabemos que el hombre
vive mientras está vivo
su recuerdo, aunque él se muera.

El hombre es llama, encendido
cántico, y el tiempo, leña
olorosa, pasto rico
para el fuego que alimenta
el pecho en su abismo.

Segundo a segundo,
día a día lo aprendimos.



Junto al mar

Si muero, que me pongan desnudo,
desnudo junto al mar.
Serán las aguas grises mi escudo
y no habrá que luchar.

Si muero que me dejen a solas.
La mar es mi jardín.
No puede, quien amaba las olas,
desear otro fin.

Oiré la melodía del viento,
la misteriosa voz.
Será por fin vencido el momento
que siega como hoz.

Que siega pesadumbres. Y cuando
la noche empieza a arder,
soñando, sollozando, cantando,
yo volveré a nacer.


2 comentarios:

  1. No soy de leer poesía y entono el "mea culpa", pero no me pegó nunca por ahí.
    Soy más de aprender algunas a base de escucharlas en canciones (sobre todo si las entonaba Serrat).
    Pero mira tú por dónde que las que has puesto de José Hierro me gustan. Igual tengo que plantearme que, de vez en cuando, debería coger algún libro de poemas que tengo por casa.
    Un abrazo

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  2. Me gustan especialmente aquellas que tocan algún punto trascendente o metafísico, en pocas y bellas palabras en las que es fácil sumergirse unos momentos, vivir con el autor lo que sintió dentro de lo inexpresable...

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