lunes, 30 de septiembre de 2013

Transparencia y Credibilidad (Carlos G. Vallés)


Me gusta pronunciar la palabra en voz alta. Transparencia. Que llene el aire con su sonido mientras me llena el alma con su sentido. Transparencia. Dejar que lo que es, se vea. Dejar que lo que pienso, se sepa. Dejar que lo que siento, se sienta. Eso es sinceridad, es realidad y es verdad. Todo en uno. Y todo con la sencillez de dejar ser a las cosas lo que son, sin aires solemnes de grandes logros o heroicas virtudes. Ser limpiamente lo que soy. Sin disfraces, máscaras ni cumplidos. Parece tan sencillo, y sin embargo resulta tan difícil…




En la medida en que no soy transparente, soy opaco. Y ser opaco es no ser. Es insensibilidad, oscuridad y dureza. Cuando disimulo, cuando finjo, cuando me río sin querer reír y doy palmadas sin querer aplaudir, dejo de ser yo. Cuando repito lo que otros dijeron sin sentirlo yo, cuando digo que sí con la cabeza y que no con el corazón, cuando digo que estoy encantado cuando estoy fastidiado, cuando expreso pesar sin sentirlo y entusiasmo sin conocerlo, dejo de ser yo. No ser transparente es sencillamente no ser. Transparencia es visibilidad.

La transparencia más difícil es la transparencia conmigo mismo. Dejarme ver a mí mismo lo que yo mismo siento. El censor más dañino es el que llevo dentro y tacha mis sentimientos antes de que yo pueda sentirlos. Para cuando llegan a expresión consciente los sentires internos de la primera impresión, llegan cambiados, retocados, censurados. Y mientras no sea transparente conmigo mismo, ¿cómo voy a serlo con los demás?

¡Qué alegría me da el saber que no estoy a gusto y el atreverme a pensarlo y a decirlo! Es liberación bienvenida de la cautividad de la rutina. Y es progreso decidido porque ahora, cuando me pregunten y yo diga que sí, ese sí tendrá valor ya que al fin he aprendido a decir que no. Hace falta valor para dejarse ser uno miso, y más aún para dejarse ver ante los demás. La recompensa es la paz del alma. Solo la verdad da descanso. Transparencia para con los demás, es decir, para decirles a ellos lo que pienso de ellos.

La transparencia es un acto de fe. Cuando me escudo en la opacidad es porque temo que no me acepten como soy, y cuando me atrevo a dar la cara es porque confío en que les gustará a los demás. La confianza en mí mismo es la base de mi sociabilidad. Aceptarme a mí mismo es la condición para que me acepten otros. Todo rincón mío que trato de esconder es vergüenza, rechazo y temor. No tener nada que ocultar es el secreto para la paz en el alma y la facilidad en el trato. La medida de mi transparencia me da la medida de mi fraternidad.

Mi falta de transparencia me revela las oscuridades que temo descubran otros en mí porque yo mismo las temo y las evito. Por eso la transparencia resulta una guía bienvenida de autoconocimiento. Me interesa notar los ángulos que escapan de mi transparencia, y seguir los hilos invisibles que desde ellos llevan a la inseguridad, la mezquindad, la duplicidad que oscurecen los paisajes de mi alma. Cuando no quiero enseñar algo es porque me duele a mí mismo. Mi falta de transparencia me da la lista de mis flancos débiles. Mi opacidad me alerta de mi flaqueza. El esfuerzo por la transparencia es el esfuerzo por la conducta plena. Cuantos menos puntos oscuros queden en mí, más noble será mi vida.




La transparencia que más cuesta es la transparencia del hombre libre. Yo me siento libre por dentro, pero ¿hasta dónde puedo comunicar mi libertad a los demás sin que resulte o una presunción mía o una amenaza a los demás? No hay mayor amenaza para el grupo que un hombre o una mujer libre en su seno. Yo no me siento atado por las costumbres o sometido a las tradiciones. Observo, eso sí, las reglas del juego, ya que todo grupo de personas que viven juntas tiene derecho a cierta unidad, disciplina y convergencia, pero lo hago con ánimo de libre convivencia agradecida, no como obligación intrínseca de carga de conciencia.

La credibilidad viene de la transparencia. Cuando soy transparente, soy yo, y cuando soy yo, soy creíble. La transparencia es la mejor presentación, porque engendra credibilidad. Tendré razón o estaré equivocado, me dejaré llevar de la exageración o del prejuicio, seré justo o injusto, pero soy yo el que siento, el que pienso y el que hablo, y allá va mi pensar con la totalidad de mi ser. Si cuando no sé les digo que no sé, cuando les digo que sí que lo sé, me creerán también y sabrán que lo sé. Si quiero aparecer como un sabelotodo, acabaré por no saber nada, o al menos por que nadie se fíe de mí para nada. Me puedo equivocar, y cuando caigo en la cuenta lo digo, y eso mismo me hace ser más de fiar cuando digo que veo claramente lo que claramente veo.

El precio de la credibilidad es la vulnerabilidad. Para ser humano hay que ser vulnerable. Y lo soy, pero ahora me toca el saberlo, aceptarlo y reconocerlo, y el dar un paso más y constatar que no solo puedo ser herido, sino que lo soy de hecho, y me llegan y se me clavan todas las flechas y las lanzas con las que entran todas las debilidades del ser humano. También ese soy yo: mi yo vulnerable, vulnerado, desbocado. Que me vean tal como soy. Si me han visto cuando me enojo, me apreciarán más cuando sonrío, pues ahora saben que tengo genio pero sé controlarlo. Si me ven siempre buenecito y manso no van a caer en la cuenta del fuego que llevo dentro y de la doma de instintos que he llevado a cabo en la vida. Sin sombras ni contrastes no hay retrato que valga. Que vean las sombras para valorar las luces. El que vean mis facetas oscuras me da credibilidad cuando ven las claras. Eso no se paga con nada.


Carlos G. Vallés – Las Siete Palabras

lunes, 23 de septiembre de 2013

Despertar a Kundalini, el arte de la transformación espiritual (Sri Aurobindo)


Pero Savitrí contestó al radiante Dios:
“En vano tientas con solitario deleite
dos espíritus salvados de un mundo afligido;
mi alma y la suya indisolublemente unidas
en la sola tarea por la que hemos nacido,
Para elevar el mundo a Dios en luz inmortal;
Para que descienda Dios a la Tierra vinimos,
Para cambiar la vida terrestre en vida divina.

Sri Aurobindo - Savitrí, Libro XI Canto 1








La conciencia del “yo” compromete a la mente en pautas continuas de búsqueda del placer, y esas experiencias del placer desarrollan en ella un afecto por la conciencia sensoria. Entonces la mente deambula y pierde su foco central; la mente que “no está centrada”, queda atrapada por los objetos del mundo sensorio, que es un juego de elementos y gunas, moviéndose sin objetivos por placer y codicia en el océano del samsara. Una mente impura –o una mente no centrada atrapada por los deseos- crea ataduras, y si no se consigue la pureza de la mente mediante la práctica constante de la concentración, permanece la conciencia del “yo”, incluso después de abandonar el cuerpo. Habita entonces en diferentes planos. Estos planos están directamente conectados con el cuerpo humano por medio de los chakras.

Cuando mediante la práctica de cualquier tipo de yoga se va más allá de los elementos, se realiza tapas (austeridad) y se purifica la mente, se produce la transformación de la conciencia sensoria…; se experimenta el otro aspecto del ser, en el que la mente está totalmente distanciada del mundo sensorio y no piensa, desea ni quiere. En este aspecto, la “yoidad” se fusiona con la conciencia suprema y permite alejarnos del ciclo de nacimiento y muerte. Esa aspiración a la Liberación será función del descubrimiento y de la "realización" del atman presente en lo más íntimo de nosotros mismos, aspiración a la Unidad, al Absoluto.

El Ser se vuelve no adquisitivo, limpio, contento y observador neutral de la vida y su psicodrama. La piedad, la honestidad, el perdón y la firmeza enriquecen su vida, que experimenta una fuerza interna esplendorosa y divina que elimina la carga de la conciencia corporal. Consigue un control completo de su respiración y su mente, pero, sin embargo, puede volver a nacer si la tarea de la autorrealización –que es la función de la “yoidad” con la conciencia suprema– no se ha conseguido. Se nace entonces como asceta, yogui, avatara, bodhisattva o profeta. Se ha ido más allá de los elementos; pero todavía hay que ir más allá de los gunas, y esto solo es posible mediante la práctica de despertar a KundaliniKundalini es la energía espiritual que yace dormida en el chakra muladhara, también llamada “fuego serpentino” ó “serpiente ígnea”. 




Kundalini es la energía que apoya la vida y la conciencia mientras está enroscada, pero cuando se despierta produce una supraconciencia espiritualizada. La mente sensoria se transforma en mente pura, absorbida por la corriente que fluye en la forma de “Kundalini shakti”. La mente va más allá de todos los contrarios y realiza el ser puro, sin cambios, la única verdad en la forma del “nirvikalpa samadhi”.

La principal función de la serpiente ígnea es que al pasar por los centros dinámicos, los vivifica y constituye en puerta de tránsito entre los cuerpos físico y astral. Cuando la serpiente ígnea llega al sexto centro confiere al hombre la facultad de oír la voz del Maestro, que en este caso significa la voz del ego o Yo superior; despierta la Visión astral y, una vez en plena actividad, la Clarividencia. Así, el cuerpo pituitario forma un perfecto enlace con el vehículo astral, de modo que por él pueda percibirse toda comunicación interna.


El gran problema va a ser despertar a esta serpiente, lo que, en lenguaje simbólico, significa tomar consciencia de la presencia en nosotros de la potencia cósmica (shakti) y comenzar a utilizarla para el progreso espiritual. Para lograrlo, el yogin va a tener que movilizar toda la fuerza de que es capaz desde que ha alcanzado el estadio en que puede practicar la meditación trascendental. Adoptando la postura que sea mejor para él, cierra una tras otra las ventanas del cuerpo y concentra la atención en un solo punto. En este momento, la actividad mental está totalmente suspendida, y toma su relevo la buddhi que refleja la luz del Atman. Así iluminada, la voluntad supraconsciente del adepto se aplica sobre el aliento inhalado y es conducido hasta la base del tronco e introducido, por el canal de Ida o de Pingala, en la caverna que mora la Kundalini. La llegada del prana provoca un brusco avivamiento del fuego interior; debe, pues, ascender ese aliento, vivificado por ese mismo fuego interior, avivando y despertando el funcionamiento de los distintos chakras. El ascenso de la Kundalini hará abrirse los lotos y permitir a las energías latentes manifestarse con todo el poder de que son capaces. También se puede decir que la Kundalini debe “romper” o “atravesar” los chakras (obstáculos) para llegar hasta el séptimo centro.

Esta plena realización de una virtualidad es, al mismo tiempo, su aniquilamiento, ya que se trata de superar un estadio en el que se correría el riesgo de complacerse y olvidar el fin último, que es la Liberación. En el Ajna-chakra es donde se realiza la unión del Atman con la shakti. La perfección de esta unión, en el transcurso de la cual la Kundalini acaba resorbiéndose en el Atman-Purusha constituye el símbolo mismo del Amor.



El proceso del despertar de kundalini en el momento en que el adepto llega al final, obliga a la shakti a comportarse de una manera que es contraria al curso natural de su existencia. En último término, podría decirse que la shakti debería rebelarse contra una empresa que tiende nada menos que a su propia destrucción. En efecto, el fin buscado es el aislamiento del Atman, que absorberá en sí la energía divina, la cual cesará literalmente de existir, ya que la liberación es disolución de todo lo que, en el compuesto humano, no es el propio Atman. Y, de hecho, los textos insisten en la dificultad de la empresa, en la resistencia “natural” (es decir, de la shakti) del cuerpo y del pensamiento animados por el instinto de conservación. Pero, al mismo tiempo, se añade que la shakti colabora a su propia destrucción porque es diosa y, como tal, aspira a la unión con su esposo; desea poder acercarse a él, unirse a él, fundirse en él, aun a costa de su vida.


La sílaba OM que figura en este sexto centro expresa la perennidad de esta unión, su perfección, su carácter beatífico, y anuncia que su realización permitirá a la “pareja unitaria” (purusha-prakriti, Atman-kundalini, Espíritu-Naturaleza) llegar al chakra sahasrara donde, reintegrándose a la Esencia, subsistirá para siempre en bendito aislamiento. Esta situación de las “bodas eternas” del Espíritu y la Naturaleza justifica el nombre dado al Absoluto: Ser-Consciencia-Beatitud. La pareja es para siempre, en el plano de la Esencia, sin ninguna de las limitaciones de la existencia; tiene plena Consciencia de sí misma, sin la menor distracción, y este conocimiento pleno y completo que tiene de sus bodas eternas es en sí mismo alegría perfecta, beatitud.

Cuando alcanza esta paz definitiva, retornando al Principio de todas las cosas, el adepto ha realizado el objetivo que se había fijado al comienzo de su búsqueda: el premio valía los esfuerzos que le había consagrado.





Vocabulario:

Ajna-chakra: El sexto chakra, donde se abre “el tercer ojo”, Autoridad, asimilado al poder creador del Demiurgo.

Avatara: El descenso y encarnación del divino en una forma humana encargada de salvar el Dharma.

Bodhisattva: Hombres que, en el curso de su larga evolución planetaria, se han liberado de todo apego a la existencia, y desprendido de todos los deberes del karma, pero que optan por permanecer en la Tierra, sacrificándose así en beneficio de la Humanidad.

Chakras: Ruedas, estructuras de radios múltiples, centros psicológicos y energéticos del cuerpo sutil, representados en siete flores de loto y escalonados desde la base del tronco hasta la coronilla, son puntos de confluencia de energías vitales, ponen en movimiento el cuerpo grosero, pero permanecen sustancialmente distintas de él, incluso después de la muerte.

Gunas: Cualidades, modos de existencia de la Naturaleza que, según su posición en relación con el Absoluto, se jerarquizan en: tamas (tinieblas, inercia), rajas (energía, dinamismo) y sattva (luz, conformidad con el Ser).

Ida: uno de los tres nadis (canales) principales,izquierdo, femenino, asimilado al Ganges y la Luna.

Karma: Cada acto realizado por el individuo produce un efecto y deja un residuo psíquico que encadena el alma al mundo de la existencia.

Kundalini-Shakti: El poder o potencia cósmica, presente en todo ser viviente, que está enrollado en el centro inferior; es despertado por el yoga y asciende para unirse con la Presencia o con el Poder divinos en el chakra sahasrara.

Muladhara: Primer chakra, situado al final de la espina dorsal, sede de la Kundalini.

Nirvikalpa Samadhi: Último grado del éxtasis del cual, en principio, no se retorna.

Pingala:Uno de los tres nadis principales, derecho, masculino, asimilado al Yamuna y al Sol.

Prakriti: La Naturaleza en cuanto es opuesta al Espíritu (Purusha), forma con él la pareja Dios/Diosa.

Prana: Plenitud, nombre dado al aliento vital y, accesoriamente, al aire inspirado.

Purusha: El Espíritu, en cuanto opuesto a la Naturaleza.

Sahasrara: Séptimo y último chakra de 972 pétalos en la cúspide de la cabeza.

Samsara: Curso común, ley universal de la transmigración del alma de cuerpo en cuerpo durante todo un ciclo cósmico.

Shakti: La fuerza consciente del poder divino, la Madre, Potencia divina encarnada en nuestro cuerpo.

Tapas: Austeridad, virtud ascética, ser capaz de dominar los deseos a fin de superar la dialéctica de los contrarios.




Fragmentos y datos conjugados principalmente de las siguientes obras:

Harish Johari – Los Chakras, Centros energéticos de la transformación
C.W Leadbeater – Los Centros de Fuerza y el Fuego Serpentino
Jean Varenne – El Yoga y la tradición hindú

Sri Aurobindo – Cartas (Guía del yoga integral)


miércoles, 11 de septiembre de 2013

Proporción Divina en las Catedrales (C. Jack y F. Brunier)



En aquellas civilizaciones en las que la espiritualidad parecía tan indispensable como la producción económica, se presentía siempre al símbolo como el instrumento de medición que permite comprenderse y comprender al mundo. Para el hombre medieval, este último procede del Uno y retorna al Uno; la multiplicidad, la dispersión, constituye la trampa mortal; nuestro primer esfuerzo consiste en salir del follaje, en salir del entrelazamiento de ramas que nos ahogan. Tan pronto como veamos con claridad, el comprender que somos el símbolo de una realidad inmortal, conocemos un gozo indescriptible y seremos una piedra de la catedral que se edifica hasta el fin de los tiempos.

El simbolismo no está reservado a los eruditos. Es un auténtico pan cotidiano que no se encuentra en las bibliotecas ni en los viejos pergaminos, sino en la Naturaleza y en nuestra propia conciencia, ya sea científica, política o intelectual.

Todo símbolo es una mano tendida, un universo por conquistar, un rostro de luz cubierto por un velo. Si el símbolo se encuentra en el corazón del arte sagrado es porque se trata del único medio de comulgar auténticamente con la armonía del universo del que el hombre es una ínfima parte. Mediante la práctica del símbolo avanzamos por el laberinto de los grandes misterios y ponemos en movimiento el conjunto de nuestras facultades.

El símbolo más grande de los arquitectos medievales era la divina proporción, clave de las relaciones armónicas entre las partes del templo. En realidad, la vía espiritual es la conjunción del símbolo y del arte de vivirlo. Las teorías se desecan, las ideologías languidecen y mueren. El símbolo, incluso antes de transmitir ideas, ilustra una manera de ser. El símbolo constituye la más auténtica riqueza, la que no se devalúa al paso de los años. Todo se ilumina cuando se le considera con cierto estado de ánimo, que consiste en sentirlo y no en analizarlo.

"Que nadie se conturbe si al tratar de la creación del mundo, invoco el testimonio, no de los Padres de la Iglesia, sino de los filósofos paganos ya que, aun cuando éstos no figuren entre los fieles, algunas de sus palabras desbordantes de fe deben incorporarse a nuestra enseñanza. A nosotros también, que hemos sido místicamente liberados de Egipto, el Señor nos ha ordenado despojar a los egipcios de sus tesoros para enriquecer a los hebreos. Así, pues, despojemos de acuerdo con el mandamiento del Señor y con su ayuda a los filósofos paganos de su sabiduría y de su elocuencia, despojemos a esos infieles de tal manera que con sus despojos nos enriquezcamos en la fidelidad." (Daniel de Morley)


Si se desea una prueba tangible y "mensurable" de las transmisiones artesanales, bastará con estudiar las proporciones de los templos regipcios, de los griegos, de las iglesias bizantinas y de las catedrales cristianas. En todos ellos nos encontramos con la ley del Número Aúreo y comprobaremos la presencia de la Proporción Divina que hace de cada edificio un cuerpo viviente. Indudablemente, se trata de la pepetuación de unos secretos técnicos, que ante todo es una afirmación de la grandeza del hombre-arquitecto que ha de ofrecer el templo, la obra más hermosa, al "Maestro más Alto" según la fórmula medieval. El momento más importante de la aventura civilizadora es aquel en que el artesano, aplicando con escrupulosidad las reglas del arte real aprendido en las hermandades, transforma la piedra natural en piedra que habla. Por su gesto, el Templo se convierte en vida. El pequeño mundo de los hombres se modela a semejanza del Universo, la experiencia cotidiana adquiere un sentido.




Las figuras de piedra no representan escenas costumbristas o divertidas anécdotas. Las epopeyas románicas y góticas no constituyeron modas efímeras porque los constructores no imponían sus impresiones personales en los tímpanos o en las arquivoltas de los frontispicios; en cada momento daban vestiduras de piedra al pensamiento consciente, una indumentaria de claridades al Conocimiento que atravesaba el filtro de las vidrieras.

En un arte tradicional como lo es el de la Edad Media no tiene cabida el mundo profano y de ornamento gratuito. El artesano no buscaba la originalidad, el rutilante intelectual y el escándalo, no sucumbía a sus pasiones de forma sistemática con el pretexto de conferir en sus obras un seudovigor. Sabía, por experiencia, que la ciencia simbólica contiene los secretos de la vida y la aplicaba con el máximo rigor. Le era absolutamente desconocida la idea de un ornamento gratuito, puramente estético.

El artesano no inventa. El inventar se reduce a utilizar la habilidad mental sin desarrollar la inteligencia sensible. Descubre los modelos de sus obras en las esferas celestes en las que están inscritas desde la eternidad. Y como tales esferas se encuentran en el interior del hombre, el operador medieval que sigue el camino del arte, comienza por conocerse a sí mismo.

El arte simbólico hace actual el paraíso de los orígenes, comunicándonos el influjo divino. Cuando el escultor hace nacer una estatua, las fuerzas celestes viven de nuevo sobre la tierra y nos dan ocasión de participar en la obra del Creador prolongándola.

La ciencia es un arte, el arte es una ciencia. Juntos, captan el misterio. Separados, dividen al hombre en "materia" y "espíritu", lo clavan en un sitio. El arte con la ciencia lo es todo. En vez de mirar servilmente la naturaleza, logran conocer el proceso de creación oculto en la Naturaleza. El arte profano es naturalista, se satisface con la apariencia, incluso deformada; el arte tradicional es sagrado, porque propaga a través del tiempo y del espacio la profunda naturaleza de la vida.

Los defectos perniciosos que desnivelan el alma son la ignorancia y la envidia, a menudo representadas en los capiteles. Ignorancia no es falta de Conocimiento, sino negarse a conocer. El ignorante es aquel que se considera superior a la divinidad y adora a su "yo" olvidando los errores. Atraviesa el mundo a manera de un fantasma, de una sombra sin consistencia. El envidioso comete un pecado contra el espíritu al dar de lado su perfeccionamiento; desea robar a los otros lo que ya se encuentra en él y acaba oscureciendo su alma.

La Edad Media no siente ningún aprecio por el recluso que se aísla del mundo. "Quien se amuralla, ama poco", dice el proverbio. Amar poco significa desconocer lo esencial y menospreciar la palabra de Dios. El mundo es un filtro de inmortalidad para quien descubra su sagrada dimensión, un veneno mortal para quien lo concibe como una obra satánica.

La catedral, donde aparecen reunidas las obras de arte, es un mundo infinito que ilustra la génesis eterna del Universo en la que, si lo deseamos, somos capaces de participar. El hombre nuevo es el Verbo en nosotros, porque nos permite nombrar seres y cosas conocedores de su última realidad. Este Verbo creador, esta palabra que es el mundo en que vivimos, está encarnado en las piedras hablantes de la Edad media. Para encontrarnos a nosotros mismos, no tenemos más que encontrarlas y hablar con ellas. El maestro de obras se convertía en el instrumento de la eterna sabiduría. Su amor por la obra perfecta lo incitaba a dar de lado toda contingencia, para volver a encontrar la belleza del origen y transmitirla lo más fielmente posible.

Lejos de pertenecer al pasado, el mensaje medieval es una voz espontánea de la conciencia, una melodía sin principio ni fin  que nos aparta de nuestro saber para permitirnos escuchar la armonía del Conocimiento.

Si el ideal de esta elevada montaña que llamamos Edad Media se considera de acuerdo con una perspectiva simbólica, sin duda lograremos abrir de nuevo, cada uno de acuerdo con sus disposiciones, ese templo interior donde el hombre se olvida por vez primera, se arranca de sí mismo, lo abandona todo para seguir sus voces, confundirse con la ola inmensa que le arrastra. Se pierde y encuentra el Universo.


"Me parece que el logro de la armonía es la condición necesaria para permitir al hombre alcanzar plenamente y a la vez tanto su meta natural, que la de manifestar las perfecciones en sí mismo y a su alrededor por sus obras, como su objetivo sobrenatural, que es el retorno hacia lo Absoluto de donde ha salido". (Maestro de Obras Petrus Talemarianus)



Christian Jacq y Francois Brunier  -  El Mensaje de los Constructores de Catedrales

martes, 10 de septiembre de 2013

Hay un camino interior... hacia el Paraíso (Alicia López)


La cosa más importante que puedes hacer para ti mismo y para el proceso de tu despertar, es reconocer tu Magnificencia. Reconocer que tú eres un Maestro, un Maestro Divino Espiritual. Para darte cuenta que tan impresionante eres totalmente; Para saber que tan amoroso eres; que tan verdadero eres; que tan gentil; que tan bondadoso; que tan fuerte; cuanta compasión tienes; que tan cuidadoso eres con los demás; que tan poderoso; que tan hermoso; que tan real eres; ahora, sin ningún cambio o ajuste, sin deshacerte de todo lo que es parte de tu ser, solo lo que eres ahora tú eres absolutamente Magnifico.

Tú, tu consciencia, y tu característica humana que has desarrollado, son total y perfectamente divinas, intrincada y perfectamente designada para expresar lo que tú eres. Para la expresión de la totalidad de TODO-LO-QUE-ES, Tú eres único, individual, creativo, divino, una expresión de La Fuente Divina, y sin ti TODO-LO-QUE-ES, no podría estar completa ... (Últimos mensajes de los Pleyadianos)



El mundo real sin la creencia en el Plano Astral crea esa especie de vacío que genera preguntas tales como ¿quién soy? o ¿qué hago aquí?, que llegan en su extremo incluso a provocar lo que se denomina vacío existencial. A pesar de que hay seres que viven cien por cien con los sentidos en la tierra, en todos subsiste esa idea sucinta de "!algo tiene que haber!".

A nivel personal creo que todo ser humano tiene una misión relacionada con su grado de crecimiento y evolución. No todas las almas que encarnan juntas, el ejemplo claro de una familia, guardan el mismo entendimiento ante la vida o ni siquiera las mismas o similares pautas de conducta ni creencias.

Es fácil comprender entonces que los grupos de almas se enlazan por otras causas, débitos energéticos o emocionales, tales como la concurrencia (ley del Karma), que sería la forma más sencilla de explicar por qué se han de vivir ciertas pruebas. Por algo también la memoria de la transición de una vida a otra es sutilmente bloqueada, que no borrada. Es posible acceder a ellas por terapia regresiva o apertura de registros akáshicos.

Este planeta encierra una experiencia sin igual... se vive, se nutre y se respira a partir de emociones, y es esta característica la que sirve de timón y guía a la hora de discernir. Tristemente de esto te das cuenta cuando la experiencia ha pasado. El ser eterno que habita en nosotros es el que se comunica mediante la emoción.

Se suele decir "guíate por tu corazón", cuando en realidad nuestro ser se cobija "físicamente" ahí, en el chakra Anahata. Si la intención y la emoción están alineadas nos inunda una especial energía; sentimos que la vida abre una de sus puertas, celebramos y avanzamos seguros porque "sentimos" interiormente que ese es el camino. A eso se llama "Alineación". Esa forma de sentir solo se da en el planeta Tierra. Pero no podemos olvidar nunca un precepto, que ese paso que demos sea para un mayor bien posible, nunca para hacer daño al prójimo. El apasionamiento sería el extremo, por eso es necesaria la dosis de frialdad que aporta el cerebro.

En la No-Casualidad entran en juego personas que en momentos determinados de mi vida aparecen por un tiempo, con un mensaje, una acción primordial o sirviéndome como empuje ante una decisión a tomar.

En el No-Tiempo se alcanza la comprensión absoluta de que el mismo no existe, que por ello es imposible de controlar, y a pesar de que no existe, queda impresa nuestra huella. Es el eterno misterio donde reside el alma incombustible en un presente constante. Cada paso es un instante en la eternidad.

Ambas pautas empujaron curiosamente la creatividad, el paso de una técnica a otra, la sabiduría ancestral de recuperar el conocimiento aprendido, olvidado en medio de los tránsitos.

A todo lo que conlleva la No-Condición se une una comunión con el ser, el que observa en silencio desde el interior, el que espera que la parte humana despierte de la oscuridad y se abra a la luz.

No somos terrenos, aunque sí terrestres, apelativo que se suma a nuestra esencia dadas las encarnaciones humanos por las que hemos transitado. Soy Pleyadiana, del Clan Amarillo y la Raza de la verdad. Los de nuestro Clan somos los que hemos sufrido más encarnaciones... las almas más viejas. A los elegidos se nos hizo entrega de los cristales de cuarzo; cada uno contenía el ADN de nuestra raza (con 12 hélices) y activar así el humano (con 2 hélices). Esto era indispensable para crear la nueva raza que culminaría su vida en la Tierra, devolviéndole la prestancia de su origen... el Paraíso, donde habitará la llamada Raza Arco iris. 

Los minerales de alta frecuencia se comportan como receptores y transmisores de información y de energía. Tienen una poderosísima forma de consciencia, y cada especie de cristal está apoyando a los humanos en cada uno de los distintos niveles en los que puede evolucionar a través de sus propios patrones personales, para así llegar a la maestría de su propio ser.

Otras entidades o habitantes interplanetarios buscan simplemente el sometimiento y supremacía sobre la raza humana; actualmente se les conoce como reptilianos. Hay otras varias, pero todas encarnan en la Tierra desde tiempo inmemorial. Evidentemente, ellos no están interesados en la Evolución del planeta. Seres de otros sistemas, como Sirio y Orión, están pugnando en estos momentos en contra de la oscuridad que estos seres albergan en los corazones y que transmiten en forma de miedo a los habitantes de la Tierra. Es una batalla cruenta que se debate entre el éxito y el fracaso, pero una cosa está clara: es imposible la vida con miedo. 

¿Imaginas un pájaro que canta con miedo? ¿Y una flor que se abre a la mañana con miedo?... es imposible, Es antinatural.



Año 2025 d.c....

Para nosotros ha llegado el momento de abandonar la Tierra. Volvemos a nuestro hogar.
La misión está cumplida... mi ADN se ha perpetuado por dos generaciones, y en los niños y niñas de esta última renacerá la impronta de una nueva raza, como estaba planeado desde el comienzo, hace millones de años... lográndose el equilibrio soñado en el paraíso que una vez fue este hermoso planeta.


Alicia López Tarrida - ¿Cómo empezar? Hay un camino interior...



lunes, 9 de septiembre de 2013

Los Siete Infiernos (J.J. Benítez)



En mi último "sueño" rogué a los dioses que me permitieran visitar los infiernos.
Y me fue concedido.

En el séptimo y más profundo se hallaban todos aquellos que -durante la vida- se consideraron en posesión absoluta de la Verdad.

Los dioses me trasladaron a continuación al sexto infierno.
En él vi a muchos de los obispos y cardenales de la llamada Iglesia católica. Trabajaban y se afanaban sin cesar en las dependencias de un gigantesco "Banco". Allí, tal y como viene sucediendo en el mundo de los vivos, inspeccionaban con grandes lupas los "valores" que ingresaban otros condenados. Pero solo eran aceptados y negociados aquellos "valores" propios de la organización. Y tal como había podido comprobar en la Tierra, cualquier persona que trataba de negociar un "valor" ajeno al Banco era fulminantemente rechazado.

Al entrar en el quinto infierno me llamó la atención una gran multitud que no cesaba de gritar y gesticular.
"Aquí están todos aquellos que siempre encontraron justificación a sus errores".

Y los dioses me condujeron después al cuarto de los infiernos.
En él observé a humanos taciturnos y solitarios. Luego supe que se trataba de filósofos, teólogos, científicos y políticos que, tras formular las más dispares teorías e hipótesis, habían llegado a creérselas.

Con gran desasosiego penetré a continuación en el tercer infierno. Aquellos hombres consideraban el color rojo como la Verdad. El amarillo, en cambio, era tomado por la Mentira. Sus ropajes, rostros, paredes y enseres habían sido embadurnados totalmente de rojo...

Salí presuroso de aquel antro y me dirigí al segundo infierno. Allí, otros hombres aparecían totalmente pintarrajeados de amarillo. La gran cueva había sido pintada con aquel color y hasta la piel de la multitud brillaba como el limón.
Los dioses me explicaron que aquella turba había adoptado el color amarillo como la Verdad, rechazando el rojo como la Mentira.

Y concluí mi viaje asomándome al primero de los infiernos.
Pero, con gran sorpresa, comprobé que se hallaba vacío.
Los dioses, adelantándose a mi pregunta, respondieron:
 -Este, el más tenebroso y cruel de los infiernos, está reservado para aquellos que jamás creyeron en los "SUEÑOS".


J. J. Benítez -  Sueños, 1979 (Los Siete Infiernos)




jueves, 5 de septiembre de 2013

Repensando el destino




Los demás no existen. Ellos son los asesinos de su existencia, sus propios cadáveres, los muertos de toda la eternidad. Sí, en ellos mismos está su cárcel...

Ideaba herramientas para aserrar esos barrotes, señalizaba anárquicamente los esquemas ínfimos hacia la libertad, en la esperanza de conseguir mezclarme con las escasas simientes de futuro de algunos, caídos estrepitosamente por el pozo hondo y abandonado por el que se lanzaban los cuerpos inútiles que el cáncer de la sociedad iba engendrando.

Hacia allí fui, para tratar de identificarlos entre ruinas y esqueletos humanos, entre desperdicios radioactivos que magullaron por completo sus cerebros. Dejando, con cierta impotencia y dolor, que se consumieran los que por voluntad férrea aceptaban intransigentemente su destino. Asímismo, devolver la vida y la luz a los más resistentes, sanarlos, limpiarlos de los tóxicos que empaquetaban sus sentidos e inteligencia. 
Había que confiar en que se afanarían por desincrustar sus dagas, y disponerse a una tarea ingente de sucesivos pasos individuales, colaborando con ellos a desenquistar sus organismos. Volver a la vida sana y heredada en nuestro ser profundo, luchando a muerte hacia la conquista de hombres y mujeres plástico.



He oído antes, dentro de mi cabeza, a un conjunto de charlatanes iniciando una disputa sobre el poder personal, sobre las maravillas recónditas del cuerpo que señalan nuevos preceptos, como títeres sin cabeza, sin manos, sin corazón. Muchas manifestaciones mías, descontroladas y confusas que me asaltaban sin cesar, desembocaban en palabras sin consistencia, me impulsaban a desenlaces insospechados. No sé qué mano mágica hechizaba mi ya natural aturdimiento y me arrojaba por senderos incomprensibles del lenguaje... !qué fatal sensación verse envenenado con frases perdidas en la vorágine del olvido!

Me lancé a prisiones electrificadas; en sus cavernas, voces resonando en mi mente, fiel carcelera de la que no puedes escapar. Estoy dentro y fuera igualmente obsesionado. !Todo es en vano! Salgo de una condena y entro en otra. Desde esta mazmorra de aparente libertad que es la mente, donde nos encerramos los humanos, parece que el mejor destino en la vida es encaminarse ciegamente a conseguirlo todo de la sociedad a cambio de la vida. El fruto sigue siendo amargo e inservible. Esta Sociedad, como cualquier otra por inventar, es un monopolio clasista y financiero oprimente; nos conduce hasta que nos engañamos de que posee senderos verdaderos y posibles de felicidad. Pero están basados en la encadenación material...

Esto es un magno y horrible presidio, enorme y estratificado hasta el más pequeño matiz, con fuertes barrotes que separan al hombre de su auténtico destino: hay que huir. Esta vida, en el sepulcro del absurdo, tiene una losa pesada que dice: día tras día volvemos al principio y nunca veremos el fin. Allá fuera de esta tumba, está la revolución vital, de objetivos ciertamente confusos, pero algo real. Aquí se deposita lo que no se comprende y es pura ilusión, todo lo que tiene un sustento soñador, las ideas. La consecuencia es un natural aturdimiento.



¿Quién puede imaginar sentirse un reloj y ver latir en su ser una impasible cuenta atrás?

Todos los que nos sentimos descontentos, encontraremos siempre un apoyo. Después, a un gran promontorio podremos escalar y, una vez allí, gritar, gritar con todas nuestras fuerzas...

A ti, al leal, te espera el peligro. Te pisotean, te humillan, te aplastan, te embadurnan con sus vicios... !disponte a observar el delirio humano!
Hacia ti elevan sus miradas tanto los borrachos como los buscadores de paz. A veces, lograrás salir de la depresión que produce la adversidad incombatible, sin llegar a saber si debe prevalecer el hombre sin rastro de civilización o el hombre inserto y empedrado en las galerías productivas de la gran máquina.

Muchos en la historia emprendieron caminos en sentido contrario; de brújula, la naturaleza, hacia lo que debe ser totalmente una vida natural, rigiendo cada uno sus propios instintos y capacidades sin coacción alguna, en unión real con el Todo. Hay que otear e ir en búsqueda de nuestra primera Madre, la que se enseña buscándola, hasta que se reintroduce uno en ella (comprender que el Todo es Uno que se define).



Todas las formas creadas de componentes artificiales, útiles mágicos de cemento, dinero, humo, rascacielos, facturas, electricidad..., efectos de la humanidad sin vida, tienen una cotidianidad que me asquea por completo. Aquí nos azotan, nos oprimen con sus anuncios engañosos, con el empalago de sus ofertas, con falsas reglas y consejos. Han maltratado nuestra integridad sin que nos sea posible culpar a nadie. Somos, en fin, todos los asesinos, todos los que esgrimen armas en vez de sentimientos; artificios metálicos y plásticos en lugar de pureza de espíritu. Todos aquellos que elogian y protegen sus posesiones, sus frutos obtenidos en robos lícitos, mediante la explotación de otros, una inocente plebe masificada, estructurada de por vida en estamentos productivos aniquiladores de la conciencia.

Todo un mundo, una civilización pasando por encima, viviendo, destruyéndose, reproduciéndose a su vez en otros miles de habitantes, más consumidores y aún más destructores, cerca del fin y a la vez conectados con el principio de una nueva era, de la regeneración, de la fusión de cuerpos en una única mente, intemporal de vida superior, indestructible hasta por su propio deseo.



La respuesta está en la búsqueda de la razón de ser partiendo de nuestro interior innato y medio dormido que espera ser avivado.

De todos modos hay que alejar la angustia a la fuerza, deshacerla hasta dejarla herida de muerte  en cualquier parte del camino. Hay que hacerlo ya. Cargar con ella es absorber su debilidad, su descomposición, convertirse en sustancia moribunda.  La sucia humanidad puede desvariar tu destino aunque estuviera predeterminado por uno mismo, puede hacernos explotar sin mecha previa, morir sin haber nacido, vivir sin haber muerto. Quizá no haya respuesta a esta aniquilación, pero debemos recuperar la libertad para arrasarlo todo.

Estamos uniéndonos y la fuerza resultante va tensando los nervios, va desbordándose la ira contenida, nos va levantando del polvo de la ignorancia. Sí, levantándonos con firmeza, sin que la tierra pueda abrirse entonces, sin que nada pueda detenernos.


Manuel Cintado - La Llamada del Destino (1980); Citas revisadas y repensadas: 2013