martes, 8 de abril de 2014

La más Alta Ciencia: Recordar existencias anteriores (Reencarnación) (Mircea Eliade)



Entre las Altas Ciencias figura siempre la capacidad de recordar las existencias pasadas. Esta ciencia mística forma parte de la tradición oculta pan-india. Patanjali la incluye entre las “perfecciones” y Buda mismo reconoce en repetidas ocasiones que los samanas y los brahmanes son capaces de recordar hasta un número considerable de existencias anteriores. “Sucede, monjes, que tal o cual religioso, samana o brahmán, merced a su ardor, gracias a su energía, a una perfecta atención de espíritu, alcance una absorción de pensamiento tal, que una vez absorbido su pensamiento (completamente puro, completamente limpio, sin manchas, exento de impurezas) recuerda sus diversas residencias en la vida anterior – a saber, una existencia, dos existencias, tres…, cuatro…, cinco…, diez…, veinte…, cincuenta…, mil…, cien mil existencias…– en tal forma que dirá: en aquella época yo tenía tal nombre, tal familia, tal casta, tal régimen de comidas, experimentaba tal placer y tal sufrimiento, llegué a tal edad. Cuando perdí esa existencia, entré en esta otra… Al perder esa existencia llegué a mi actual existencia. Así es como recuerda sus diversas residencias en la vida anterior con sus características, con el detalle de los hechos. Entonces dice: el Yo y el mundo son eternos, estériles, erguidos como una montaña, se mantienen estables como un pilar…”

Pero el Buda rehúsa aceptar las conclusiones filosóficas sacadas por los brahmanes del recuerdo de sus anteriores existencias; a saber: la eternidad del Yo y del mundo. Más exactamente, se niega a extraer conclusión alguna: “Ahora bien, monjes, esos puntos de doctrina, así tomados, así tratados, tienen tal o cual salida, encierran tal o cual destino. Esto lo sabe el Tathagata, y sabe más aún, pero no habla de ese saber, y no hablando de él, conoce la paz merced a sí mismo”. El negarse Buda a discurrir sobre las consecuencias metafísicas que podrían deducirse forma parte de su enseñanza, pues los brahmanes encontraban siempre una existencia en el tiempo, y el problema del Buda, el problema del Yoga, eran justamente la “salida del Tiempo”, el acceso a lo incondicionado. De las observaciones hechas en el interior del cielo infinito de las transmigraciones, nada podía deducirse en cuanto a la “realidad”, que comenzaba más allá del ciclo kármico.



Tal como los samana y los brahmanes, los monjes budistas se esforzaban por recordar sus existencias anteriores, se trata de la misma Alta Ciencia. ¿En qué consiste esta ciencia? Parece que en los sutras de los antiguos, la memoria de las existencias anteriores queda concebida en el espíritu del yoga, como un “simple conocimiento sobrenatural”; posteriormente, se especifica que el provecho que un monje budista puede sacar de esta Alta Ciencia es la repugnancia de la intermitencia (no-permanencia). Pero esta justificación tardía no parece ser correcta; revela el triunfo de los “teóricos” contra los “experimentadores”, de la teoría contra la mística yogui. El Buda otorgaba gran importancia a la memoria en función de tal: los dioses pierden su condición divina y caen de los cielos cuando “su memoria se confunde”. Más aún: la incapacidad de recordar todas las existencias anteriores equivale a la ignorancia metafísica. Algunos de ellos, una vez hechos hombres, se retiraron del mundo, practicaron la ascesis y la meditación y han obtenido, gracias a su disciplina yogui, la capacidad de recordar sus existencias anteriores, pero no todas, de tal forma que no recuerdan el principio de la serie de existencias, y a causa de este “olvido”, tienen una idea errónea de la eternidad del mundo y de los dioses. Así pues, el Buda colocaba en un lugar privilegiado la capacidad de reconocer las existencias anteriores. Merced a esta capacidad mística, se podía tener acceso al “comienzo del Tiempo”, lo que implicaba la “salida del Tiempo”.



Ananda u otros discípulos eran de “los que recordaban los nacimientos (jatissara)”, que recuerda el epíteto de Agni, pues también Agni “conoce todos los nacimientos y es omnisciente”. Vamadeva decía refiriéndose a sí mismo: “encontrándome en la matriz he conocido todos los nacimientos de los dioses”. También Krisna conoce todas las existencias. Así pues, la memoria (en resumen, el conocimiento) era una facultad “divina y sumamente valiosa”: “el que sabe”, “el que recuerda, prueba que está concentrado; distracción, olvido, ignorancia, caída, son comportamientos y situaciones en cadena”. En los textos budistas escolásticos se nos ofrecen datos más precisos sobre la técnica utilizada. “Es la facultad consistente en remontar (a contrapelo) por medio del recuerdo, el curso de los días, de los meses y de los años para llegar hasta la permanencia en la matriz y, finalmente, a las pasadas existencias. Según Abhidharna “el asceta que quiere recordar sus antiguas existencias comienza por estudiar el carácter del pensamiento que acaba de fenecer, y partiendo de ese pensamiento, remonta su curso considerando los estados que se suceden uno tras otro hasta el pensamiento de la concepción.

Se trata, pues, de partir en un momento dado, el más próximo al momento presente, y de recorrer el tiempo desandando camino, para llegar a los orígenes, cuando la primera existencia “estalló” en el mundo desatando el Tiempo, y acercarse a ese instante paradójico más allá del cual el Tiempo no existía, porque nada se había manifestado aún. Se obtiene así la verdadera Alta Ciencia, pues se consigue no solamente re-conocer a todas las existencias anteriores, sino que se llega al “comienzo del mundo”; el que vuelve atrás debe necesariamente encontrar el punto de partida que, en última instancia, coincide con la Cosmogonía, con la primera manifestación cósmica. Revivir las vidas anteriores propias equivale a comprenderlas, y hasta cierto punto, a “quemar” sus “pecados”, es decir, la suma de los actos efectuados bajo el dominio de la ignorancia y trasmitida de una existencia a otra por la ley del Karma. Pero hay algo más importante aún: se llega al comienzo del Tiempo y se reúne uno con el No-Tiempo, el eterno presente que precediera la existencia temporal, fundado por la primera existencia humana caída. En otras palabras, se “llega” al estado no condicionado que precedió a la Caída del Tiempo y a la rueda de las existencias. Lo cual quiere decir que, partiendo de un momento cualquiera de la duración temporal se puede llegar a agotar esta duración recorriéndola al revés, y desembocar finalmente en el No-Tiempo, en la eternidad. Pero esto es ya trascender la condición humana y penetrar en el Nirvana.



Podemos darnos cuenta de la importancia que el recuerdo de las existencias anteriores tiene en la práctica yogui, la que perseguía “la evasión del Tiempo”. Pero Buda no pretendía que ése fuera el único medio. Según él, se podía muy bien Sobrepasar al Tiempo, es decir, abolir la condición profana, aprovechando el “momento propicio”, obteniendo la “iluminación instantánea” que “quemaba el Tiempo” y permitía “salir de él” merced a una ruptura de niveles.

Textos consultados por el autor para estos fragmentos: Dighanikaya; Digha; Rig-Veda; Upanishads (Bhagavad Gita).


Mircea Eliade – Yoga, inmortalidad y libertad




(Hemos de reconocer, por tanto, la revelación y verdad de esta Alta Ciencia como algo indiscutible. Nadie está en condiciones de poder refutar este Conocimiento trascendental expresado por el Buda, que implica la “persistencia de la Mente” de una existencia a otra. En otras palabras, la realidad de la reencarnación en la existencia cíclica, que sucede casi infinitamente, mientras no se consiga la “liberación” y purga del karma acumulado. Este hecho, más allá de restar valor a cada una de las existencias, las pone en su justa medida, como un proceso de regresar al Uno, la Mente universal, de donde surgimos al comienzo del Tiempo).

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