martes, 8 de septiembre de 2015

Presencia sagrada en el corazón (Shivapremananda)



Por la práctica se puede encontrar una serenidad interna. Cuando se tienen aspiraciones espirituales, habiendo comprendido los valores espirituales de nuestra vida, la práctica significa poder aplicarlos en distintas circunstancias, formando nuestra actitud más sana y fuerte hacia los desafíos que se presentan. Por ejemplo, con la restricción de nuestras expectativas excesivas, apegos que sofocan nuestras relaciones con los demás por la posesividad, deseos exagerados, y también educando y sublimando nuestro egoísmo, vanidad y prepotencia.

Al fin vivimos para tener un sentido de vivir, ya que vivir es la manera en que formamos nuestros valores, cómo los realizamos y experimentamos en nuestra vida cotidiana. Vivir es realizar al máximo nuestro ser. Vivimos en una familia para sentir una satisfacción espiritual con sus integrantes, tenemos amigos no solamente porque nos sirven para entretenernos, sino que debemos satisfacer nuestro corazón compartiendo valores espirituales con ellos.

Cuando nuestro ego quiere poner su peso sobre otros egos se necesita restricción, lo cual no quiere decir represión, sino que debemos respetar el derecho de pensar de otras personas. Nos podemos comunicar bien con otra persona solamente si respetamos su opinión. No es correcto querer imponer nuestro ego. Debemos educarlo practicando la modestia, sabiendo que tenemos mucho por aprender. Es un proceso que se va dando a medida que hay valores superiores al del beneficio personal.

Cuando actuamos, cuando hacemos un trabajo, se puede sentir una satisfacción, pero eso no es felicidad. Cuando nos involucramos en la sensación de posesión, en la sensación del cuerpo, del éxito, del poder, no sentimos felicidad sino placer. La felicidad es una plenitud espiritual. Ella se logra en una meditación profunda, en una unión con nuestro ser espiritual, o sea, con la presencia de Dios en nuestro interior.



La verdadera paz espiritual es una nobleza del espíritu, y cuando se logra esa serenidad interna, se es una persona productiva, se es capaz de concretar los ideales en el trabajo, en la relación con los demás, se piensa en cómo ser útil y en cómo compartir esos mismos ideales con todos. Ésta es la meta real de la paz espiritual. Pero cuando algunos la buscan en grupos de meditación, se aíslan, no se quieren involucrar en responsabilidades; esto es escapismo.


La meditación es un proceso de búsqueda de la serenidad interna, pero su valor real es el de hacer sentir la identidad del yo con su fuente original, es decir, llegar a amar esa presencia sagrada en el corazón. Meditación no es meramente relajar la mente en un proceso autohipnótico repitiendo un mantra, unas letras, una palabra o un grupo de palabras sagradas. La mente es un campo de energía, y cuando existen varias pulsaciones de energía dispersa en distintas direcciones, se produce un conflicto en la mente y ésta pierde energía. Cuando capturamos estas pulsaciones a través de la repetición continua de un mantra, la energía se mueve en círculo y se produce un equilibrio que sería un pequeño grado de autohipnosis. La mente siente así calma y serenidad y descarga tensiones*.



Pero esto no es suficiente. Lo más importante es amar esa “presencia”, sentir el cuerpo como un templo, la mente como un altar, y sobre este altar sentir la esencia espiritual de nuestro ser. La meditación es mucho más que repetir un mantra, ya que sobre todo debe existir un cultivo de los ideales espirituales, una autosugerencia sobre las cualidades para la formación del carácter, y un llegar a sentir al yo unido con su fuente espiritual, que es Dios.

La realidad es que el hombre no ha encontrado la felicidad que busca, y en este proceso de búsqueda ha creado un Dios, producto de su imaginación. Si la imaginación es primitiva y dedicada a conseguir protección, los huesos de sus miedos y prejuicios resonarán en la estrechez de sus escrituras. Si la imaginación del hombre se amplía y eleva, transformándose en aspiración espiritual, encontrará la realidad de la paz y de la plenitud, y hará del mundo, dentro de su capacidad, un mejor lugar para vivir.


Swami Shivapremananda – Cómo comprendo yoga




(*Podemos hacer un ejercicio de autosugerencia para sembrar en nosotros ideales espirituales, repitiendo, por ejemplo, las siguientes afirmaciones:
   Al inhalar, sintiendo la respiración, se repite mentalmente de manera lenta y con una profunda convicción: “paz es mi naturaleza real”, y al exhalar “no el conflicto”, varias veces tratando de absorber el significado en silencio. Se continúa con: “amor es mi naturaleza real”, “no el egoísmo”; “la verdad es mi naturaleza real”, “no la falsedad”; “felicidad es mi naturaleza real”, “no la infelicidad”; “fortaleza es mi naturaleza real”, “no la debilidad”; “libertad es mi naturaleza real”, “no la atadura”.)