lunes, 5 de diciembre de 2016

Dios y Alma existen... virtualmente (Deepak Chopra)




A nivel cuántico nada perteneciente al mundo material queda intacto, todo el cosmos es como una luz intermitente, todo el universo es un espejismo. No hay estrellas ni galaxias, sino solamente campos de energía vibratoria que nuestros sentidos, demasiado embotados y lentos, no pueden captar, dada la increíble velocidad a la que se mueve la electricidad. Los destellos cuánticos son millones de veces más rápidos de lo que podemos registrar, por lo que nuestros cerebros nos engañan haciéndonos ver objetos sólidos que son continuos en el tiempo y el espacio, de la misma manera que las imágenes de una película parecen moverse constantemente.

Existimos en tanto que protones destellantes en un vacío negro entre dos destellos, y este espectáculo de luz incluye todo nuestro cuerpo, cada uno de nuestros pensamientos y deseos, y cada uno de los acontecimientos en los que tomamos parte. En otras palabras, estamos siendo creados una y otra vez, constantemente. El génesis ocurre ahora y siempre ha ocurrido, pero ¿quién está detrás de esta creación sin fin? ¿De quién es el poder mental o la visión capaz de desintegrar el universo  y volver a integrarlo en una fracción de segundo?

El poder de la creación está más allá de la energía, una fuerza con la capacidad de convertir nubes gaseosas de polvo en estrellas e incluso en ADN. En la terminología de la física, nos referimos a este nivel precuántico como virtual. Cuando vamos más allá de toda la energía no hay nada más que un vacío. La luz visible se convierte en luz virtual, el espacio y tiempo reales se convierten en espacio y tiempo virtuales. En el proceso se desvanecen todas las propiedades. La luz ya no brilla, el espacio no cubre una distancia, el tiempo es eterno. Éste es el útero de la creación, infinitamente dinámico y vivo, al que no pueden aplicarse palabras como vacío, oscuro y frío. El campo virtual es tan inconcebible que sólo el lenguaje religioso parece tocarlo todo.



A cada persona se le permite tener alguna versión de Dios que parezca real. ¿Quien es Dios? ¿No puede que sea sólo impersonal, un principio o un nivel de realidad, o un campo? En nuestra búsqueda del único Dios perseguimos lo imposible. Seleccionamos una deidad basada en nuestra interpretación de la realidad, y esta interpretación esta arraigada en la biología. Si aceptamos que el mundo es como somos nosotros, es lógico aceptar que Dios es como somos nosotros. Si no aceptamos que somos multidimensionales no podemos comprender la noción de Dios. Dios no puede ser solo lo que queremos, sino solamente la porción de él que percibimos debe ser como deseamos, porque utilizamos nuestro propio cerebro, sentidos y memoria.
     Como somos el observador, es correcto verlo a través de una imagen que para nosotros tenga sentido. La misma realidad puede ser solo un símbolo para las obras de la mente de Dios y, en este caso, la creencia primitiva que habla por todo el mundo antiguo pagano de que Dios existe en cada brizna de hierba, en cada criatura e incluso en la tierra y en el cielo, puede contener la mayor de las verdades. Llegar a esta verdad es el fin de la vida espiritual, y cada fase de Dios nos lleva a un viaje cuyo punto final es la total claridad, una sensación de paz que nada puede perturbar.

El hecho de que no estamos confinados a nuestro cuerpo físico y a nuestra mente nos da razones para creer en la existencia de una inteligencia cósmica que deja pasar la vida y nos acerca a la mente de Dios. Pero como estamos hablando de fenómenos cuánticos, no es correcto decir que hemos encontrado a Dios de la forma que encontraríamos un libro perdido en el lugar donde olvidamos buscarlo. En el modelo cuántico no hay interior ni exterior, y Dios no está más en nosotros que en cualquier otra parte, ya que es sencillamente ilocalizable. Decir que vamos dentro a meditar, a rezar o a encontrar a Dios es solo un convencionalismo. El lugar intemporal en el que Dios existe no puede ser reducido a una dirección.




Sería imposible conocer a Dios si él no quisiera que se le reconociese. Nada puede evitar que cada fase de la espiritualidad sea un engaño. Según Aurobindo, Dios puede enviar flechas de luz a nuestro mundo, pero van solamente en una dirección y podemos recibirlas como impulsos de inspiración, aunque nuestros pensamientos no puedan remontar su camino. Para volver al origen de los mensajes de Dios tendríamos que utilizar la segunda atención, que es nuestra capacidad de saber una cosa sin ningún tipo de información física, como la intuición, pero antes tenemos que desprendernos del autoengaño. Para conocer a Dios personalmente tenemos que penetrar en un límite que los físicos llaman "el horizonte de los acontecimientos", que es la línea que divide la realidad netamente en dos. Si el cerebro humano contiene su propio "horizonte de los acontecimientos", también lo tiene el cosmos, debemos traspasarlo para encontrar la casa del espíritu.



A nivel cuántico la objetividad y la subjetividad se funden. El punto de fusión es el alma; por lo tanto conocer a Dios se reduce a esto: nuestra mente choca contra una pared cuando intenta pensar sobre el alma, del mismo modo que un fotón cuando se acerca a un agujero negro; el alma se siente cómoda con la incertidumbre y acepta que podamos estar en dos sitios, tiempo y eternidad. Simultáneamente, observa cómo trabaja la inteligencia cósmica y no se preocupa por el hecho de que la fuerza creativa esté fuera del universo.

     La mente se va acercando lentamente al alma, que reside en el límite del mundo de Dios, en el horizonte de los acontecimientos. Puede llegar a darse el caso de que lleguen a acercarse tanto que la mente y el alma no tengan otra opción que fundirse, y, cuando esto sucede, para la mente será como si el caer en el mundo de Dios fuera para siempre, una eternidad en consciencia de éxtasis. Desde el punto de vista de Dios, esta fusión tiene lugar en una fracción de segundo y, desde luego, si estamos por completo dentro del mundo de Dios, donde el tiempo no tiene significado alguno, entonces resulta que este proceso nunca ha tenido lugar, sino que la mente ha formado parte del alma desde el principio, aunque sin saberlo.


Deepak Chopra - Conocer a Dios

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