lunes, 2 de abril de 2018

Incertidumbre, nuestro supremo consuelo (Miguel de Unamuno)




 Ni el anhelo vital de inmortalidad humana halla confirmación racional, ni tampoco la razón nos da aliciente y consuelo de vida y verdadera finalidad a ésta. Mas he aquí que en el fondo del abismo se encuentran la desesperación sentimental y volitiva y el escepticismo racional frente a frente, y se abrazan como hermanos. Y va a ser de este abrazo, un abrazo trágico, es decir, entrañadamente amoroso, de donde va a brotar manantial de vida seria y terrible. El escepticismo, la incertidumbre, última posición a la que llega la razón ejerciendo su análisis sobre sí misma, sobre su propia validez, es el fundamento sobre el que la desesperación del sentimiento vital ha de fundar su esperanza.

La fe en la inmortalidad es racional. Y, sin embargo, fe, vida y razón se necesitan mutuamente. Tienen que apoyarse uno en otro y asociarse. Pero asociarse en lucha, ya que la lucha es un modo de asociación. La voluntad y la inteligencia se necesitan. Si la fe, la vida, no se puede sostener sino sobre razón que la haga transmisible –y ante todo transmisible de mí a mí mismo– la razón a su vez no puede sostenerse sino sobre fe, sobre vida, siquiera fe en la razón, fe en que ésta sirve para algo más que para conocer, sirve para vivir. Y, sin embargo, ni la fe es transmisible o racional, ni la razón es vital.

La fe no es en su esencia sino cosa de voluntad, no de razón, como creer es querer creer, y creer en Dios ante todo y sobre todo es querer que le haya. Y así, creer en la inmortalidad del alma es querer que el alma sea inmortal, pero quererlo con tanta fuerza que esta querencia, atropellando a la razón, pasa sobre ella. Mas no sin represalia. Y la trágica historia del pensamiento humano no es sino de una lucha entre la razón y la vida, aquella empeñada en racionalizar a ésta haciéndola que se resigne a lo inevitable, a la mortalidad; y ésta, la vida, empeñada en vitalizar a la razón obligándola a que sirva de apoyo a sus anhelos vitales.



Y la vida se defiende, busca el flaco de la razón y lo demuestra en el escepticismo, y se agarra de él, y trata de salvarse asida a tal agarradero. Necesita de la debilidad de su adversaria. El escepticismo vital viene del choque entre la razón y el deseo. Y de este choque, de este abrazo entre la desesperación y el escepticismo, nace la santa, dulce, la salvadora incertidumbre, nuestro supremo consuelo.

La certeza absoluta completa, de que la muerte es un completo y definitivo e irrevocable anonadamiento de la conciencia personal, o la certeza absoluta, completa, de que nuestra conciencia personal se prolonga más allá de la muerte, haciendo entrar en ello la extraña y adventicia añadidura del premio o del castigo eternos, ambas certezas nos harían igualmente imposible la vida.

En un escondrijo, el más recóndito del espíritu, sin saberlo acaso el mismo que cree estar convencido de que con la muerte acaba para siempre su conciencia personal, su memoria, en aquel escondrijo le queda una sombra, una vaga sombra de incertidumbre, y mientras él se dice: “ea, ¡a vivir esta vida pasajera que no hay otra!”, el silencio de aquel escondrijo le dice: “¿quién sabe?”. Cree acaso no oírlo, pero lo oye. Y en un repliegue también del alma del creyente que guarda más fe en la vida futura, hay una voz tapada, voz de incertidumbre, que le cuchichea al oído espiritual: “¿quién sabe…?” ¿Cómo podríamos vivir sin esa incertidumbre?
   El “¿y si hay?” y el “¿si no hay?” son las bases de nuestra vida íntima.

 


Y la más fuerte base de la incertidumbre, lo que más hace vacilar nuestro deseo vital, lo que más eficacia da a la obra disolvente de la razón, es ponernos a considerar lo que podría ser una vida del alma después  de la muerte. Porque aún venciendo, por un poderoso esfuerzo de fe, a la razón que nos dice y enseña que el alma no es sino una función del cuerpo organizado, queda luego el imaginarnos qué pueda ser una vida inmortal y eterna del alma. En esta imaginación las contradicciones y los absurdos se multiplican y se llega, acaso, a la conclusión, y es que si es terrible la mortalidad del alma, no menos terrible es su inmortalidad.

Pero vencido el obstáculo de la razón, ganada la fe… ¿qué dificultad, qué obstáculo hay en que nos imaginemos esa persistencia a medida de nuestros deseos? Sí, podemos imaginárnosla como un eterno rejuvenecimiento, en un eterno adecentarnos e ir hacia Dios, hacia la Conciencia Universal, sin alcanzarla nunca… ¿Quién pone trabas a la imaginación, una vez rota la cadena de lo racional?
    Y no soy yo, es el linaje humano todo el que entra en juego; es la finalidad última de nuestra cultura toda. Yo soy uno, pero todos son yo.

Y hemos llegado al fondo del abismo, al irreconciliable conflicto entre la razón y el sentimiento vital, y hay que aceptar el conflicto como tal y vivir de él.

   Esta desesperación religiosa, y que no es sino el sentimiento mismo trágico de la vida es, mas o menos velada, el fondo mismo de la conciencia de los individuos y de los pueblos cultos de hoy en día. Y es ese sentimiento la fuente de las hazañas heroicas. Los más locos ensueños de la fantasía tienen algún fondo de razón, y quién sabe si todo cuanto puede imaginarse un hombre no ha sucedido, sucede o sucederá alguna vez en uno o en otro mundo. Solo falta saber si todo lo imaginable es posible.


Miguel de Unamuno – Del sentimiento trágico de la vida

2 comentarios:

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  2. Muchas gracias por tus comentarios, me alegro de esa sincronicidad que ha permitido encontrarnos en este mundillo un poco renqueante del blog. Como comenté en tu página, el valor lo tienen todos esos pequeños tesoros en forma de reflexiones que nos atañen a todos, y que nos van legando los mejores maestros. Mi trabajo se limita a reunir fragmentos de cada uno de sus libros que leo y estudio, y enlazarlos en un todo coherente, resaltando algunos de los aspectos más interesantes. Realmente desconozco bastante el efecto que este trabajo tiene entre los lectores, y es precisamente por respuestas como las de Águila Solitaria por las que creo que esto tiene sentido. Recomiendo visitar su blog para oír de propia voz algunos pasajes que él selecciona adecuadamente; el mensaje llega con más fluidez.

    Gracias a tod@s!

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