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jueves, 18 de septiembre de 2014

Solo la compasión conduce a la felicidad (Dalai Lama)



Estamos hechos para buscar la felicidad. Todos posemos la base para ser felices, para acceder a los estados cálidos y compasivos de la mente que aportan felicidad. Aunque nuestra naturaleza es fundamentalmente apacible y comprensiva, no es suficiente, tenemos que desarrollar una aguda conciencia de esa condición, cambiar la forma de percibirnos.
   Todos buscamos algo mejor en la vida; así pues, el movimiento primordial de nuestra vida nos encamina en pos de la felicidad. Ésta se puede alcanzar mediante el entrenamiento de nuestra mente, que incluye intelecto y sentimiento, corazón y cerebro. Al imponer una cierta disciplina interna podemos experimentar una transformación de nuestra actitud, perspectiva y enfoque de la vida.

Hablar de esta disciplina interna supone identificar aquellos factores que conducen a la felicidad y los que conducen al sufrimiento. La clave se encuentra en el estado de ánimo. Si utilizamos de forma positiva nuestras circunstancias favorables, éstas pueden transformarse en estados que contribuyen a alcanzar una vida más feliz. Cuanto mayor sea el nivel de calma de nuestra mente, tanto mayor será nuestra capacidad para disfrutar de una vida feliz.
   Cuando se carece de disciplina interna que produce la serenidad mental no importan las posesiones o condiciones externas, ya que éstas nunca proporcionarán a la persona la sensación de alegría y felicidad que busca. Pero si se posee esta cualidad interna es posible tener una vida gozosa, aunque falten las posesiones materiales que uno consideraría normalmente necesarias para alcanzar la felicidad.

Primero tenemos que aprender cómo las emociones y comportamientos negativos son nocivos y cómo son útiles las emociones positivas. Si se desea buscar la felicidad, se deberían buscar las causas que en otras ocasiones la han producido, y si no se desea el sufrimiento, debería procurarse que no vuelvan a presentarse las causas y condiciones que dieron lugar al mismo. Saberlo fortalece nuestra determinación de afrontarlas y superarlas, así como ser conscientes de los efectos beneficiosos de las emociones y comportamientos positivos.



Nuestra siguiente tarea consiste en identificar los estados mentales que experimentamos, identificarlos con claridad en función de que nos conduzcan o no a la felicidad. Por ejemplo, el odio, los celos, la cólera, son nocivos, los consideramos estados negativos de la mente porque destruyen nuestro bienestar mental. Cuando los experimentamos, todo nos parece hostil, hay más temor, una mayor inhibición e indecisión: una sensación de inseguridad.
   Por otro lado, los estados mentales como la afabilidad y la compasión son definitivamente muy positivos, muy útiles. Si tienes sentimientos de compasión y deseas ser amable, hay algo que abre automáticamente tu puerta interior, ese sentimiento de cordialidad  ayuda a abrirse a los demás.

Se descubre entonces que todos los seres humanos son como uno mismo, que podemos relacionarnos más fácilmente con ellos. Eso genera un espíritu de amistad, hay menos necesidad de ocultar las cosas y, como resultado, desaparecen los sentimientos de temor, las dudas sobre uno mismo y la inseguridad.

Alcanzar la verdadera felicidad exige producir una transformación en las perspectivas, en la forma de pensar, y eso no es tan sencillo, no podrá conseguirse rápidamente. El cambio requiere tiempo: se trata de un proceso de aprendizaje. Cada día, al levantarse, se puede desarrollar una sincera motivación positiva al pensar: “Utilizaré este día de una forma más positiva. No lo desperdiciaré”. Luego, por la noche, antes de acostarse, analizar lo que se ha hecho y preguntarse: “¿Utilicé este día como lo tenía previsto?”. Si todo se desarrolló tal como se había deseado, deberíamos alegrarnos por ello. Si alguna cosa salió mal, lamentar lo que se hizo y examinarlo críticamente.



No obstante, pueden surgir ciertos sentimientos, como cólera o apego debido a la costumbre o a muchas vidas anteriores. Al principio, la utilización de las prácticas positivas es muy débil, porque las influencias negativas siguen siendo muy poderosas. Finalmente, a medida que se intensifican las prácticas positivas, disminuyen los comportamientos negativos. Así que, en realidad, es una batalla constante dentro de nosotros.
   La práctica repetida nos permite llegar a un punto en el que los efectos negativos de una perturbación no pasan más allá del nivel superficial de nuestra mente, como las olas que agitan la superficie del océano, pero que no tienen gran efecto en las profundidades. Eso es lo que se logra mediante la práctica gradual.

Aunque puede haber agresividad, no proviene del sustrato humano fundamental, sino que es más bien el resultado del intelecto, de la inteligencia desequilibrada, del mal uso de ella, o de nuestra imaginación. En cierto modo brota cuando nos sentimos frustrados en nuestros esfuerzos por lograr amor y afecto.
  Así que, por mucha violencia que exista y a pesar de las penalidades por las que tengamos que pasar, la solución definitiva de nuestros conflictos consiste en volver a nuestra naturaleza humana básica, que es bondadosa y compasiva.

La compasión es una actitud mental basada en el deseo de que los demás se liberen de su sufrimiento. No obedece tanto a que tal o cual persona me sea querida como al reconocimiento de que todos los seres humanos desean, como yo, ser felices y superar el sufrimiento.

   Sobre la base del reconocimiento de esta igualdad, se desarrolla un sentido de afinidad, al margen de considerarlo amigo o enemigo. Tal compasión se basa en los derechos fundamentales del otro y no en nuestra proyección mental. De ese modo se genera amor y compasión, la verdadera compasión, que conduce a la felicidad.


Dalai Lama – El Arte de la Felicidad

lunes, 8 de septiembre de 2014

El maestro: director de orquesta de la educación (Fernando Pastor)




Los educadores tienen su más grave dificultad en el sistema de enseñanza cuando éste no contempla y no defiende que la base de toda ella es la vocación pedagógica del maestro. Solo con maestros felices en su labor pueden surgir las nuevas generaciones con una formación técnica conveniente, acompañada por la formación ética y moral imprescindible, impartida por maestros que han enseñado en un clima de relación y comunicación con el alumno, al que han trasladado, además de conocimientos, el humanismo que, por venir de quien tiene vocación de enseñar, ya tiene garantía de generosidad y altruismo.

Los planes de enseñanza, piedras angulares en el basamento de la sociedad, son redactados por los gobernantes desde criterios enormemente politizados, y tienen la posibilidad de educar mentes y ahormar voluntades de futuros seguidores y votantes desde sus primeros años. Los maestros y profesores serán sus instrumentos, sujetos a la disciplina administrativa. Y es aquí donde  los educadores tienen su verdadera misión, su gran reto y su grave responsabilidad. Deberán enseñar por vocación y por profesión lo que convierta a sus alumnos en hombres de provecho para sí y para la sociedad, conscientes de que encontrarán su mayor felicidad en lo que no se mide con la eficiencia, la técnica, la productividad, el enriquecimiento y el brillo social, sino en sus conocimientos y en su sensibilidad para apreciar y disfrutar del arte y la belleza, de la generosidad y la bondad.




La mejor asignatura que el educador debe enseñar es la de desear aprender. Ha de estimular esa natural curiosidad del ser humano, haciéndole saber que este hambre intelectual es una fuente inmensa de satisfacción, de felicidad, que ayuda a serenar el espíritu, al tiempo que lo excita ante la nueva aventura que cada interrogante le plantea. Las respuestas las encontrará casi siempre en los libros, pero también preguntando, observando, comprobando y analizando. Todo ello más emocionante que vivir pasivamente, cumpliendo normas sin preguntar el porqué, viendo sin mirar y oyendo sin escuchar.

Si al estudiante se le hace comprender que en su cabeza tiene el juguete más apasionante, increíblemente superior a esos juegos electrónicos en los que pierde su tiempo, se le habrá enseñado la lección básica. A partir de ese momento no necesitará estímulos; los programas de estudio serán para él curiosidades a satisfacer no solo aprendiéndolos, sino comprendiéndolos.



Los pueblos admiran y miman a sus deportistas, a sus artistas, a sus científicos, pero prestan escasa atención a sus educadores. Para vergüenza nacional, nuestro país ha acuñado una triste frase, “pasa más hambre que un maestro de escuela”, que resume la consideración de que en España  tenemos por los que deben enseñar a nuestros hijos escaso aprecio y pobre sueldo. Así nos va.

Cada ministro de Educación procura entrar en la gris historia de la enseñanza española dejando un plan con su apellido. Tenemos infinidad de planes, arrinconados por fracasados, conservadores, renovadores, utópicos y disparatados, pero nada preocupados por fortalecer, potenciar, dignificar y ennoblecer la figura fundamental en toda esa gran orquesta de la educación, el que produce la música de la enseñanza: el maestro.


Este es uno de los más importantes objetivos a conseguir en este país.


Fernando Pastor Álvarez – Reflexiones de un hombre corriente

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Persona: cree en ti (Leo Buscaglia)


  
La vida es un largo viaje y cada uno de nosotros solo posee una existencia para viajar. Ventearemos nuestro camino, continua e incansablemente, moldeando, desarrollando y modificando nuestro indefinido curso, realizando actos irrepetibles, en una senda por la que no volveremos a pasar. Cada momento nos acerca más al final del viaje y, cuando lo alcancemos, perecerá un vago y nebuloso recuerdo en nuestra mente… algo inexplicable, cual un sueño interrumpido, intuido, pero olvidado a medias y, al parecer, sin propósito.

Mientras continuemos del todo conscientes, mantendremos el proceso de asimilar lo que nos rodea y darnos una interpretación del mundo. Éste es un proceso continuo; nos desarrollamos hasta el extremo en que nos vemos forzados, deseamos o somos capaces de adaptarnos a ese alud de nuevas experiencias. En cada estadio de nuestras vidas, seremos requeridos para llevar a cabo reajustes personales en lo referente a nuestro mundo cambiante, a medida que nos enzarcemos cada vez más en el proceso activo de hacerlo nuestro. Nuestro principal desafío en este proceso radica en descubrir, desarrollar y conservar nuestra individualidad. Hacer esto requiere que seamos plenamente conscientes, sensibles y flexibles.

Ahora poseemos suficiente conocimiento del potencial de lo que es el ser humano como para superar el odio, el miedo, el dolor, el hambre, la guerra y la desesperación. No se debe mirar hacia atrás, no somos prisioneros del pasado. Podemos partir del punto en que estamos. Nos bastamos para ello. No existen “otros” a los que echar la culpa: cada uno de nosotros es el otro. Nosotros somos ellos. Cuando las cosas no se hacen, todos somos culpables; cuando domina la incomprensión, somos nosotros quienes no comprendemos; cuando nos encontramos en un estado de dolor emocional o tensión, somos nosotros quienes hemos elegido estar así. Si no nos convertimos en todo lo que somos, es que no estamos cambiando.



Pero la personalidad no realizada reclama nuestra atención. No puede ser ignorada durante demasiado tiempo. Nos fuerza, o bien a marchar hacia delante o hacia atrás, o a vivir en la confusión, la ansiedad y la frustración. Somos conscientes de que nos falta algo y de que sentimos una desesperada necesidad de descubrir qué es. Nos vemos impulsados hacia el desarrollo a pesar del hecho de que, en el mejor de los casos, las recompensas se hallan envueltas en las brumas de la ilusión; que siempre parecemos mal preparados; que hemos fracasado con frecuencia en el pasado; que el intelecto nos engaña; que la emoción nos confunde y que continuamente en nuestro camino se interfieren los otros viajeros.

Como personas en plena realización, sabemos que tenemos derecho a ser lo que somos, incluso aunque lo que seamos no sea compatible con lo que nos han enseñado a ser. Tenemos derecho a elegir nuestra propia personalidad, aunque ésta sea diferente a la de los demás. Tenemos derecho a sentir como lo hacemos, aunque estos sentimientos sean desaprobados por quienes nos rodean. Eso no significa que tengamos derecho a imponernos sobre los demás. Significa que tenemos derecho a elegir, a desarrollar y a vivir congruentemente con nosotros mismos y a compartir sin tener que disculparnos.

Debemos alentar el impulso a la autorrealización de una forma que sea buena, amorosa, dichosa, paciente y disciplinada. Debemos afirmarnos a nosotros mismos. Ya no somos marionetas a las que manipulan unas poderosas fuerzas exteriores, nosotros mismos nos hemos convertido en la poderosa fuerza. Nadie que esté tratando de ser él mismo, se verá libre de experimentar situaciones trágicas: las circunstancias externas continuarán frustrando nuestro camino. Esto es otra forma de decir que las personas en plena realización se sirven por igual del dolor y la dicha para determinarse a sí mismos. Pueden abandonar la responsabilidad de sus vidas a unas fuerzas exteriores, como la sociedad, la familia, amigos o amantes, o bien pueden asumir la agridulce responsabilidad de su propia autocreación.



Sea lo que sea la inmortalidad, queda asegurada por una continua participación en el proceso de producción. Gracias a nuestros actos, las cosas cobran más importancia. Merced a nuestra existencia el mundo se ha hecho más importante. Con ello no queremos decir que estamos obligados a hacer algo grande. Solo debemos hacer aquello para lo que estamos capacitados, pero eso sí, hacerlo bien; algo que conduzca al bien, a la alegría, a la comprensión. Es este conocimiento de la capacidad de uno mismo para contribuir a la universal, continua e infinita productividad lo que añade especial significado a nuestras vidas y alienta nuestra mortalidad.

Dado que no existen límites al potencial de la cualidad de persona, esta obra no tendría fin. La búsqueda de una plena humanidad se halla en el proceso de tratar de llegar a cierto sentido personal en las contradicciones, de intentar desenredar las presuntas complejidades, de forcejear con las imperfecciones, se sobreponerse a las incertidumbres y de revelar la magia de una forma activa. Nuestro deseo consiste en hacernos de nuevo. El poder individual se halla en cada uno de nosotros. Podemos utilizarlo cuando lo deseemos, nunca muere, simplemente yace dormido.

La vida está siempre dispuesta y abierta, y a nuestro lado, para compartir sus recursos. Simplemente aguarda a que la abracemos. En cualquier momento dado permite empezar de nuevo. Intenta siempre guiarnos para que nuestras personalidades sean activas y alcancen la plena realización, puesto que, de ese modo, se puede realizar a sí misma. Solo la vida engendra vida. Armados con la vida de nuestra parte, y de toda una existencia para experimentar, las probabilidades se hallan de nuestro lado. No hay nada que temer.


Tu cualidad de persona es real; es tu más valiosa posesión. Mientras esa cualidad permanece con vida, puede crecer indefinidamente, desarrollarse y cambiar. Se génesis es un milagro, que por un momento toma la forma llamada , y luego sigue su camino. Despreciar ese milagro puede ser un crimen imperdonable. El impedir que se actualice a sí misma equivale a condenar tu papel en el necesario proceso de que la vida se recree a sí misma.


Leo Buscaglia – Ser persona

lunes, 1 de septiembre de 2014

Salida Pablo Iglesias

Salida Pablo Iglesias

Por un angosto y lóbrego túnel inundado de miserias, protegiéndose del acecho voraz de múltiples alimañas, camina una heterogénea muchedumbre. Es una representación del ciudadano medio español: desahuciados del fruto de su esfuerzo de tantos años; jóvenes universitarios sin empleo; jubilados y ancianos estafados por las preferentes; parados de larga duración cuya experiencia ya no cuenta; mendicantes forzados, vagabundos, inmigrantes y otros marginados sin techo; parejas de jóvenes sin acceso a préstamos ni ayudas públicas; indignados de toda edad ante la injusticia de sus políticos; campesinos y ganaderos  obligados a abandonar sus explotaciones; futuras promesas pronto derrotados del arte, la literatura, la ciencia, el deporte; enfermos crónicos que ya no pueden costear su tratamiento; idealistas que una vez confiaron en una democracia convertida en una farsa de la corrupción, del amiguismo, de la evasión de capitales, del desvirtuamiento de principios éticos…

Los perros de presa del capitalismo y del sistema opresor les acosan sin  piedad, empujándolos a un callejón sin salida aparente. No obstante, a cada paso, la multitud iba creciendo de nuevas víctimas de todas las capas sociales, pobres miserables que un día tuvieron dignidad.

El aire se enrarece por momentos, las fuerzas del orden establecido luchan sin tregua frente a la masa desesperada por la defensa de los bienes de los afortunados, de los poderosos, de gobernantes sin escrúpulos…

Sin apenas esperanzas, al límite de su aguante, empezaron a vislumbrar que, de alguna manera, se iba abriendo un hueco al final de esa catacumba, por donde se colaban rayos de luz acompañados de voces amigas que les animaban a unirse a ellos. La muchedumbre aceleró el paso con decisión, la luz se agrandaba, cada vez más cálida, hasta llegar a abrirse una puerta que inundó la oscuridad.


Una voz que destacaba y lideraba la esperanza, alguien salido del pueblo, propugnaba una redistribución justa de la riqueza, aplicar la justicia a los depravados, reescribir una ley más justa acorde con los tiempos, terminar con la casta dominante de una vez por todas, la salida a tanta inmundicia y pesar acumulados. Había que actuar sin más tardanza, poco o nada que perder y un futuro por conquistar estaba en juego…