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miércoles, 29 de octubre de 2014

Mensajes en los campos de cereales



Permanece en el misterio el sentido de las figuras geométricas aparecidas en los últimos decenios sobre campos de cereales en cualquier parte del mundo, especialmente en Inglaterra. Algunas emulaciones realizadas con técnicas sencillas, intentando desacreditar el profundo mensaje de estas figuras, no consiguieron más que un burdo y tosco resultado, muy alejadas de la perfección mostrada por la gran mayoría. ¿Son mensajes encriptados de civilizaciones extraterrestres o un juego sutil de expertos en esoterismo geométrico? Las imágenes parecen estar diseñadas para ser vistas desde arriba y muestran una intensa sensación de volumen. ¿Existe alguna tecnología humana capaz de realizarlas en unas pocas horas de la noche? ¿Quién las ha diseñado? En muchos casos vemos representaciones del sistema solar, de constelaciones, estructuras moleculares, códigos binarios, animales simbólicos, entramados geométricos complejos… Tanto fuera su origen terrestre o no es difícil intuir a quién van dirigidas, ya que la mayoría de la población no las entiende. Si corresponden a un grupo selecto de científicos, ingenieros, políticos, geómetras… ¿Quién los financia? ¿Es un mero pasatiempo de un ricachón aburrido? Hasta ahora no se ha identificado su autor, permanece en el anonimato como los grandes arquitectos y escultores de las catedrales góticas, donde lo que importaba era el símbolo puro en clave de iniciación, rescatado de la antigua tradición hermética. La diferencia principal es su enorme transitoriedad, no han sido elaborados para permanecer en el tiempo; el punto de encuentro es su sentido oculto, su belleza inexplicable que trasciende al método y al origen.


Sin más, nos topamos con el mayor enigma de nuestra época…





martes, 21 de octubre de 2014

El Aprendiz de Sabio (Bernabé Tierno)



Para convertirse en un aventajado aprendiz de sabio el primer objetivo es averiguar cuales son los vacíos, las necesidades ocultas, que ponen al descubierto defectos, actitudes y creencias que debemos cambiar por otras cualidades más saludables, centradas y equilibradoras.

Necesidad de buscar ansiosamente…

Ser importante a cualquier precio
Tener siempre razón a toda costa
Amar y ser amado de forma captativa e insaciable
Expulsar, descargar y proyectar la rabia y la ira
Preocuparse por todo, de ver por todas partes dificultades y problemas
Culpar a los demás, buscar un chivo expiatorio
Sentirse superior a los otros, orgullo y arrogancia
Buscar compasión, ir de mártir por la vida
Que otros se responsabilicen, decidan y tomen el mando
Criticarlo todo y a todos, encontrar defectos
Atesorar riquezas y propiedades y que los demás se enteren
Que todo esté y sea perfecto, ordenado y maravilloso. Tener éxito en cuanto se proponga.


El segundo objetivo es pasar a la acción y cambiar lo que deba cambiarse. ¿Dónde encontrar el verdadero sentido, las columnas sólidas en las que apoyarse?: en los principios o leyes universales que deben sustentar una vida llena de sabiduría…

-Principio de la unidad y potencialidad pura, que se cumple si se dan las circunstancias de paz, quietud, silencio interior y renuncia a la crítica. El Aprendiz de Sabio es consciente de que en la medida en que sintonice su mente con la mente infinita, sin límites y todopoderosa de la naturaleza, mayores serán sus posibilidades de creatividad, eficacia y de plenitud.

-Principio de la interacción dinámica del universo. Ley del dar y del recibir. El Aprendiz de Sabio nunca olvida que es él el primer responsable y causante de su felicidad o su desgracia, por eso no deja de generar acciones nobles y saludables, que producen un gran bien en sus semejantes y se convierten en un bien mayor para sí mismo.

-Principio de la causalidad: toda acción engendra una fuerza de energía que vuelve a nosotros. El Aprendiz de Sabio siempre elabora sus respuestas y opta por las soluciones pertinentes desde la calma y el sosiego interior y exterior. Hace caso a la corazonada inteligente que le habla desde la coherencia y la plenitud del espíritu.

-Principio de la armonía y del equilibrio, del mínimo esfuerzo, de lo natural. Conviértete en mero espectador, disfruta de la aceptación de la realidad, vívela sin lucha, sin queja, y deja que todo suceda con la serenidad y el equilibrio silencioso de que nos da ejemplo la naturaleza. Saborea cada instante, siéntete vivamente en paz, plenitud y armonía físicas y psíquica.

-Principio de la atención-intención consciente. La maravilla de las maravillas es que el sistema nervioso humano no solo es capaz de ser consciente de la información y de la energía de su propio campo cuántico, sino que también puede modificar de manera consciente el contenido informativo y energético que da origen a nuestro cuerpo, ampliando nuestro mundo y haciendo que se modifiquen cosa en él.

-Principio de la no-dependencia, del desapego, de la sabiduría de la incertidumbre. Sin la inseguridad permanente que debemos saber disfrutar seríamos víctimas de nuestro pasado. La sabiduría de lo desconocido nos rescata de la tristeza, del adocenamiento, de la involución y de la desesperanza, pues se convierte en abanico de infinitas posibilidades.

-Principio del propósito de la vida, del “porqué” y “para qué” de la existencia. Todo tiene su porqué y para qué en la vida. Nada es al azar. Cada ser, cada persona es singular, pieza única, ser irrepetible con un proyecto, con un propósito existencial, que debe llevar a cabo en beneficio de los demás y para hacer posible el bien, el orden y la armonía universal.




El tercer objetivo es saber llevar a la vida de cada día esa sabiduría esencial, desgranada en formas concretas de pensar, sentir y obrar, incorporándolas a la personalidad hasta que se conviertan en actitudes, en hábitos…

.Hacerse bien y no daño a sí mismo, e impedir que otros nos hagan daño. Hacer el mayor bien posible a los demás.
.Hacer siempre aquello que teme, tomar sus propias decisiones. Perdonarse y tratarse con ternura, activar todas sus potencialidades.
.No perder nunca el sentido del humor, reírse don frecuencia de sí mismo. Vencer el miedo al qué dirán.
.Cuidar, cultivar y potenciar su mente, la parcela del espíritu, los buenos y nobles sentimientos.
.Responsabilizarse de sus pensamientos, sentimientos y acciones. Saber decir: ¡No! Sin sentirse culpable.
.Tender puentes y establecer lazos, cultivar y potenciar la parcela social y de relaciones familiares.
.Planificar el futuro, pero sin permitir que la inquietud o el estrés anticipatorio nos afecten. Correr riesgos razonables siempre que sea necesario.
.Valorar y disfrutar las cosas más cotidianas, normales y sencillas que le depara el día a día, porque ésas son, en verdad, las grandes y maravillosas cosas de este mundo.
.Pensar y meditar cada día con plena convicción, que la manera más segura y cierta de vivir para sí mismo y ser feliz, no es otra que vivir para los demás y dejar tras de sí una estela de acciones nobles y generosas, contribuyendo a que este mundo sea un poco mejor, más humano y acogedor.
.Convertir el respeto, la empatía, la comprensión, el perdón, el buen entendimiento y la alegría de vivir en sus mejores aliados para una convivencia madura y pacífica con sus seres queridos y con los demás.
.Llegar a entender que la felicidad y la desdicha, la suerte y la desgracia, la riqueza y la miseria, están latentes en el espíritu, en la mente de cada individuo. Pero cada cual tiene en sus manos la posibilidad de despertar, activar y potenciar unas u otras. El Aprendiz de Sabio tiene muy claro que él y solamente él es el dueño de su propio destino.




En definitiva, todas las actitudes y ocupaciones enumeradas, el Aprendiz de Sabio consigue sintetizarlas en algo tan simple y a la vez tan complicado como vivir plenamente la propia vida y dejar que cada cual viva la suya. ¡Nada más y nada menos!


Bernabé Tierno – Aprendiz de sabio

miércoles, 15 de octubre de 2014

¿Su licencia de enseñar, señor maestro? (Edmond Gilliard)



Si la escuela fuera verdaderamente el lugar de donde surge el hombre, no habría más insurrecciones tumultuosamente populares. El “insurgido” por naturaleza sería el iniciador del orden. Solo son buenos profesores aquellos en los que subsiste la revuelta del alumno. Se trata de adivinar el ardor en la recalcitrancia. En la indocilidad se encuentra el fermento de toda disciplina viva. El maestro que recurre al reglamento para hacer respetar el orden, reconoce su incapacidad para hacerse respetar por sí mismo. No está íntegramente consagrado a su tarea. No se atreve a jugarse el pellejo.

Por el momento, la escuela, imperturbable, continúa sus disertaciones sobre momias. Su propia satisfacción la hace totalmente indiferente a la naturaleza del objeto que sirve de pretexto para su charlatanería. La escuela es, por excelencia, un taller de esterilización. Se le dan niños normales, y ella se esfuerza por convertirlos en hombres retrasados. Con el niño no hay que aplicar fórmulas preestablecidas; hay que inventarlo todo. El niño es el que “ve las cosas por primera vez”. El niño deber ser mantenido en estado de admiración; debe permanecer constantemente asombrado. Debe vivir en el mundo de la revelación, estar continuamente en estado de alerta, expuesto siempre a la “sorpresa de ser”.

La escuela le cierra la boca al que valientemente dijera las cosas; hace abrir la boca al que babea las lecciones. Indignada, cierra la boca que bosteza; engrasa, encantada, la boca que grazna. Es escandaloso decir: “Me aburro”. Lo que el niño sí sabe es que se aburre. Esa es su ciencia al respecto. Desgraciadamente, se produce el aburrimiento desde que ya no hay amor. El verdadero amor crea la irresistible evidencia del placer. El amor deja de ser legítimo en cuanto se hace aburrido.



El aburrimiento es más perjudicial, más inmoral que cualquier otra cosa. Arruina cualquier educación debilitando la naturaleza al mismo tiempo, enerva toda disciplina, empobrece toda doctrina, le quita todo sabor a la conciencia, diluye el alma. Los aburridos son inmutablemente parecidos a sí mismos, incurablemente inoperantes, irremediablemente “desocupados”. Así es como la escuela, mediante el fastidio, intenta suprimir todos los asombros de la vida, todas las sorpresas del entendimiento; así es como intenta matar todos los gérmenes de la fermentación que contienen los jugos del lenguaje, enseña a hablar para no decir nada.

En la amabilidad es donde se reconoce al maestro “obligado”, al maestro creador. Los niños no se equivocan en esto. Sienten inmediatamente a los que hay que amar, a los que hay que amar por ley natural: los verdaderos productos del placer vital, los iluminadores de la razón de vivir. Los intérpretes del amor. Existe amor a partir del momento en que “agrada”, y no existe pena, ni sufrimiento que no pueda convertirse en placer de amor. No se hace nada útil sino por placer. Nada leal, nada abnegado, nada desinteresado, nada noble sino por placer. Nunca se aceptaría ni se “cumpliría” verdaderamente un deber si no se encontrara en él una materia de amor, una sustancia de placer.

Porque la escuela no le proporciona placer es por lo que el alumno se escapa en la distracción. Pero no, la lección nunca se encadena con la distracción, y se penaliza a los distraídos. No existen niños naturalmente perezosos. Solo hay niños a los que la “inautenticidad” ha hecho perezosos. Se podrá obtener la obediencia por la fuerza, pero no se habrá vencido a la pereza, solo se habrá impuesto la esclavitud. Únicamente el placer puede vencer radicalmente a la pereza. Los dóciles no son sino perezosos “mecanizados”.



La enseñanza es obra masculina; la educación, obra femenina. El que enseña, anuncia, expone los signos y los propone (o impone). El –la- que educa, se remite al hombre, remueve en lo más profundo de él y, desde lo más profundo de él, por una atracción exultante, seduce, promueve la manifestación de los potenciales e individuales facultades del Espíritu-Alma, según las capacidades y las expresivas aptitudes del cuerpo. La instrucción es la edificación del yo por desarrollo de la iniciativa, de la “voluntad de sí”; es el establecimiento de un orden íntimo por justa autoridad de la “propiedad de sí”. Nunca he aceptado tener discípulos. Mi fe no puede engendrar sino hijos que sabrán prescindir de mí.

Es demasiado fácil callar a un niño.
Es demasiado fácil disponer, en contra del niño, de argumentos de fuerza, del puño de los reglamentos y de la maza de los preceptos.
Es demasiado fácil deshacer con trucos de régimen policíaco las inocentes empresas de su “indisciplina”.
Es, en verdad, demasiado fácil, cometer abusos de poder contra el niño, arrastrarlo al terreno de lo arbitrario en nombre del orden y de los artificios en nombre de la virtud.
Es demasiado fácil imponerle respetos imbéciles.
Es demasiado fácil tenderle todas las trampas de la impostura y la hipocresía social.
Es demasiado fácil el que, so pretexto de autoridad escolar, unos hombres débiles puedan jugar al déspota, el que hombres sin juicio puedan juzgar las razones, el que unos marrulleros falseen valores, el que unos ineptos contraríen las aptitudes, el que unos decepcionados se venguen, que unos maníacos se regodeen.



No se derribará la escuela si no se derriba y se le da la vuelta al mundo. Únicamente una sacudida universal arrancaría sus manos grasientas de la piel de los niños; únicamente el desencadenamiento del huracán cósmico de las resurrecciones podrá luchar contra el viento del estupor que, desde hace siglos, mantienen tantas alas de vampiros sobre la frente de alumnos comatosos.


Lo que quiero no es una reforma. Es una revuelta lo que quiero. No se trata de discutir en los despachos; es en las escuelas donde hay que hacer estallar el tumulto de la naturaleza viva; hay que hacer surgir, desde el abismo de la infancia submarina, en el estanque de las lecciones, una ola de fondo que eche a pique la mugrienta flotilla de barcos de papel. Hay que entregar de nuevo al maestro al peligro real de la tempestad de los orígenes. Es preciso restaurar el juego franco de las fuerzas libres entre el maestro y el alumno; es preciso restablecer la “pureza” del riesgo, la única que puede garantizar la honestidad de los compromisos. Se debería de dejar libre a la clase para “ejecutar” al maestro incapaz o indigno. Reclamo el derecho de la clase al follón. ¿Su licencia de enseñar, señor maestro? Pero, ¿y la verdadera libertad de enseñar? Solo están realmente autorizados para concedérsela los alumnos.


Edmond Gilliard – La Escuela contra la Vida