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martes, 6 de septiembre de 2011

Totalmente Natural

Casi toda la tarde nuestro hijo Martín la había pasado enfrascado en una novela de suspense y espionaje; no recuerdo el título, ya que tiene una colección completa de ellos, pero éste le tenía totalmente ensimismado. Tendido en el sofá y ausente de nuestra conversación, apenas tomó unos sorbos de agua, solo alcanzó a musitar de forma poco audible “luego, luego…” cuando le instamos a que comiera algo. No le vimos probar bocado en todo el día, tanto que le repetimos que se iba a morir de inanición si seguía por ese camino. No hubo manera de convencerlo, y a eso de las 11:30 de la noche cerró el libro con fuerza, se levantó de repente y murmuró entre dientes:
_Me voy a la cama, estoy muerto de sueño, además, mañana tengo clase a primera hora_.
Ya nos tenía acostumbrados a esa conducta, tanto como su desapego por el sustento. Era de complexión vigorosa y a veces engullía de una vez inmensos menús, así que no le dimos mayor importancia al asunto y continuamos con nuestra partida de cartas, que se alargó esa noche bastante más de lo habitual.
Era más de la 1 de la madrugada, estábamos recogiendo el tapete y apagando las luces, cuando comenzamos a oír un extraño galimatías proveniente de su habitación, palabras atropelladas que no alcanzábamos a comprender. De pronto, un chasquido metálico que identificamos con la puerta de la terraza, nos hizo dar un salto y correr hacía allí a toda prisa…
Abrimos de golpe la puerta, aunque una butaca indebidamente colocada detrás chocaba contra la cama, casi nos impedía el paso. Por fin logramos entrar, Martín no estaba en su lecho, un fuerte viento zarandeaba las cortinas que daban a la terraza. Presos del pánico, temiendo un accidente imprevisto, saltamos por encima del desordenado espacio y descorrimos la pesada lona …
Descalzo y sin titubeos lo vimos andar descalzo por la estrecha barandilla, mirando hacia arriba, parecía totalmente sonámbulo y ajeno al lugar por donde transitaba, como hablando con alguien imaginario; nos pareció que decía: “ya está aquí… vamos…cógelo… está ahí, a tu lado …¿no lo ves?


Pude atraparlo por la cintura y arrojarnos al suelo, antes de que diera el siguiente paso desde la quinta planta… al vacío.

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