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lunes, 9 de enero de 2012

Escrito con prisa el 21/12/2011


Éramos una vez... que éramos naturaleza pura y todo a nuestro alrededor parecía maravilloso y mágico; ahora más bien somos semi-mutantes y todo a nuestro alrededor parece trágico y artificial. Parafraseando a Juan Matus… el mundo, el ser humano apenas ha cambiado, pero sí la noción que de nosotros mismos y el mundo tenemos. Lo malo es que normalmente no la forjamos voluntariamente, sucede, y no es sino mucho tiempo después cuando nos percatamos del cambio, ¡qué frágiles resultan entonces nuestros firmes conceptos anteriores! Con el tiempo empezamos a creer que solo lo imposible tiene necesidad e interés de que sea verdadero, que todo aquello que  sea maravilloso y mágico es también real, incluso más real que nuestra realidad acumulada. Por eso la magia y grandeza del símbolo, que nos conduce intuitiva y directamente a lo genuinamente real, sin que nuestra mente pueda llegar a perturbarlo. Imagino ahora este momento de celebración (anunciación-nacimiento-regalos…) como símbolo ancestral de nuestro propio nacimiento en espíritu puro, anunciado e impulsado por lo divino en su expansión, y establecido en la materia hasta su reintegración final, actuando en el eje presente del cuerpo unión de tiempo y espacio. Son otorgadas al ser humano herramientas para vencer el apego de la materia: el libre albedrío, la inteligencia, el amor…

En muchos mitos antiguos, la creación del hombre era considerada para dioses menores y semidioses como una afrenta grave para ellos, un ser decidídamente superior y luminoso ante cuyos dones había que postrarse (quizá hasta que aquel tomó conciencia del bien y del mal). Perdida gradualmente la conexión con la mente universal creadora, esta lucha de opuestos, esta elección permanente nos alejó cada vez más de la verdad. Muy ilustrados en las apariencias, pero sin apenas memoria de nuestro origen, llegamos a defender hoy como única realidad el mundo que hemos inventado, y que todo lo mágico y místico es falso. Nos hemos encasillado en la materia demasiado tiempo, sin la ayuda de los arquetipos míticos el rumbo del hombre es permanentemente como uno de los sentidos de la carta El Loco del tarot, dando un paso inconsciente e inútil sobre el abismo, desdeñando las enseñanzas de la Tradición, sin saber que debe avanzar en su nivel de vibración.

Aunque solo fuera por acercarnos de este modo al misterio de la Creación humana y al origen divino de su espíritu… digo sí a la Navidad.

2 comentarios:

  1. Digamos sí a la Navidad si nos sirve como "herramienta" para ser un poco mejores; que no sea una máscara sólo para estos días. Tampoco vivir una falsa alegría en las navidades para evadirnos de nuestra realidad. Sí a la Navidad únicamente para vivir su verdadero significado.
    Saludos, Manuel!

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