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lunes, 6 de febrero de 2012

El futuro es Ahora (Krishnamurti)



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La verdad no se encuentra a lo lejos, está cerca, se encuentra bajo cada hoja, en cada sonrisa, en cada lágrima, en las palabras, en los sentimientos y pensamientos que uno tiene. Pero está tan cubierta que debemos ponerla al descubierto para verla, o sea, descubrir lo falso.

La verdad es una cosa viviente de instante en instante, no es para que se crea en ella, ni se la cite, ni se la formule. Nuestra educación se basa en el cultivo de la memoria, fortalecerla. ¿Por qué se ha vuelto tan importante la memoria? Porque no sabemos vivir de manera íntegra, completa, en el presente. Usamos el presente como un medio con vistas al futuro, un pasaje hacia el futuro. Debido a que voy a llegar a ser esto o aquello, jamás hay una comprensión de mí mismo, y eso no requiere el cultivo de la memoria. Por el contrario, la memoria es un obstáculo para la comprensión de “lo que es”. La verdad es lo desconocido y una mente que anda en busca de la verdad jamás la encontrará, porque la mente está compuesta de lo conocido, es producto del pasado, solo puede moverse de lo conocido a lo conocido, no puede pensar en lo desconocido. No es posible pensar en Dios o en la Verdad, solo la mente silenciosa verá la verdad.

No se entiende la verdad mediante el esfuerzo, solo la mente quieta, sencilla, no abrumada por sus propios esfuerzos es la mente que comprenderá y verá la verdad. No existe sendero alguno hacia la verdad, no es del pasado ni del presente, es intemporal. La mente que se esfuerza, que se disciplina a fin de alcanzar un objetivo, no puede conocer la verdad, porque el objetivo es su propia proyección, es una forma de autoadoración. Conocerá la verdad sólo aquel que no la busca, que no trata de obtener un resultado.

La verdad no es continua, es siempre nueva, es conocida solo cuando la mente es libre, y está quieta. Uno debe dejar que ella venga, no es posible ir hacia ella. Uno no puede, mediante ningún proceso, ninguna disciplina, ninguna forma de meditación ir hacia la verdad, hacia Dios –o cualquiera sea el nombre que prefieran darle-. No puede ser concebida, ninguna descripción puede abarcarla, ningún libro ni palabra pueden contenerla. De modo que no hay método tortuoso alguno, no hay ningún sacrificio, ninguna disciplina, ningún guru, por medio de los cuales puedan ustedes ir hacia la verdad.

Podemos decir que solo la mente en estado de desesperación puede encontrar la realidad. Una mente por completo descontenta es capaz de penetrar en la realidad; no así una mente satisfecha, respetable, cercada por creencias. Especialmente en tiempos de grandes infortunios cada uno de nosotros tiene que ser el músico, deleitarnos con la canción, vaciar el corazón de las cosas con las que lo ha llenado la mente. Entonces, cuando el corazón está vacío y la mente está quieta, hay una canción, la cual no puede ser destruida ni pervertida, porque no ha sido generada por la mente. Un hombre que se halla internamente en paz no necesita dioses, porque entonces puede penetrar profundamente dentro de sí mismo y llegar muy lejos, ahí donde han dejado de existir por completo las fronteras del reconocimiento. Y esas fronteras deben tocar a su fin antes de que se pueda recibir aquello que es eterno.



Debemos examinar el mundo de la realidad que el pensamiento ha creado. En ese mundo el conflicto es el movimiento de la vida. El conflicto adopta numerosas formas. Si un hombre tiene ideales y trata de vivir a la altura de esos ideales –lo cual implica conflicto-, decimos que es un excelente, maravilloso ser humano. Esos ideales son proyectados por el pensamiento, por lo que hay conflicto entre el ideal y lo factual. Es lo que sucede en el mundo de las tiranías de las dictaduras. Los pocos entienden que lo que ellos piensan es correcto y que los demás deben seguirlos. Si uno tiene una ilusión, una fantasía, una imagen, un concepto romántico de la verdad o del amor, eso es la barrera misma que le impide seguir avanzando. Cuando somos incapaces de enfrentarnos a lo que realmente sucede dentro de nosotros mismos, creamos ilusiones para escapar de ello, para alejarnos de “lo que es”, lo factual, lo que está sucediendo. Así pues, una mente que ya no engendra más ilusión, que no elabora hipótesis, que no desea captar una experiencia de lo que llaman la verdad, una mente así ha originado orden dentro de sí misma.

La Tradición durante los últimos tres a cinco mil años, esta vasta acumulación de conocimiento y cultura, todas las cosas con las que los seres humanos han estado luchando, las que han investigado, sobre las que han dialogado… todo eso está hecho trizas en el presente. El pasado disuelto, modificado, va a ser el futuro. Si no hay un cambio radical en el presente, mañana serán ustedes lo mismo que son hoy. De modo que el futuro es ahora, todo el tiempo pasado, presente y futuro se halla contenido en el ahora. Pueden hablar de la cultura pasada, disfrutar de la fama pasada, pero todo eso ha volado en pedazos, se ha disipado a causa de las exigencias presentes.

Para descubrir qué es lo verdadero, qué es la verdad, es indispensable que haya una gran sensibilidad, un gran sentido de libertad, no solo la idea de libertad, sino auténtica libertad, libertad respecto del miedo, etc. La mayoría de nosotros tiene muchas ilusiones, y esas ilusiones se han vuelto la verdad, lo real. Y el estar libre de ilusiones es la más necesaria y difícil de las tareas, solo entonces puede uno descubrir qué es lo verdadero y qué es lo falso. Todos los seres humanos están atrapados en esta red de deseos,  y se sienten desdichados cuando sus deseos no se ven satisfechos, ya sean ideológicos, religiosos, platónicos, o tan solo físicos. El deseo nace cuando el pensamiento da forma a la sensación, cuando le confiere una imagen. Hemos aprendido a reprimir o a conquistar el deseo, o bien a convivir con él y con todos los problemas que acarrea.

El amor contiene simpatía, generosidad, discreción. Comprender eso requiere gran sentido y apreciación de la belleza. La belleza está donde no está el yo. Para dar con este gran sentido de la belleza, tiene que haber ausencia del yo, del ego, de la actividad egocéntrica del devenir. Tiene que existir en uno el gran silencio. Ese silencio implica vacío de todo. En ese vacío hay un vasto espacio. En ese vasto espacio existe una energía inmensa, no la energía del interés propio, sino una energía ilimitada infinita.

Y… ¿qué puedo hacer yo, el individuo? Enfrentado con una enorme complicación, con las divisiones nacionales y religiosas, los problemas de la miseria, el hambre, la guerra, el desempleo, la rápida degradación y desintegración… ¿qué puede hacer con respecto a todo eso un individuo? Nada. Pero puede poner en marcha una nueva corriente de pensamiento que creará una serie diferente de acciones. Si hubiese media docena de personas que pudieran pensar de un modo completo sobre la totalidad del problema, pondrían en marcha una actitud y una acción completamente distintas.

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Un acercamiento a la enorme figura espiritual de Krishnamurti, enlazando notas del libro "Sobre la Verdad".

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