Desde los tiempos
de las medicinas china, tibetana e india, e incluso desde la época de los
alquimistas medievales, existen técnicas milenarias que nos enseñan que la
materia, efectivamente, se transforma y puede ser moldeada con la intervención
de una energía mayor. La energía es energía; no existe energía mala; solamente
existe energía bien o mal dirigida. En una persona sana, la energía atraviesa
libremente por nuestro cuerpo físico, fluyendo por “caminos”: chakras,
meridianos energéticos y nadis. También rodea al cuerpo energético, al cual
denominamos aura. Esta fuerza energética nutre nuestros organismos y células y
regula las funciones vitales; cuando se bloquea esa energía y se interrumpe su
circulación, ocurre una disfunción en órganos y tejidos, generando nudos y
bloqueos energéticos.
La técnica Reiki
utiliza la energía total, de la cual está constituido todo el universo; es esa
energía original de todo y de todos los seres la que captamos y canalizamos
tras la iniciación (sintonización) y activación de los centros energéticos
(chakras). Después de estar sintonizados, pasamos a ser canales de esta energía
cósmica, pudiendo así dirigirla colocando las manos sobre la zona afectada. Las
manos emiten vibraciones que disuelven los nudos perjudiciales. De este modo,
llegamos a intervenir efectivamente en la materia, en otros campos de energía y
la conciencia, lo que conduce a un estado natural de bienestar, armonía y
equilibrio. El Reiki cura al pasar a través de la parte afectada de nuestro
campo energético, elevando el nivel vibratorio dentro y fuera de nuestro cuerpo
físico, donde se alojan sentimientos y pensamientos en forma de nódulos
energéticos, que actúan como barreras para nuestro flujo normal de energía
vital; son muchos los que conviven con esas barreras a lo largo de toda una vida, reduciendo al mínimo su calidad de vida.
En una sesión de
Reiki, la cantidad de energía recibida por el paciente está determinada por el
propio paciente, toda vez que el terapeuta reikiano se limita a dirigir la
energía y el proveedor –el Cosmos– la entrega de forma ilimitada. La palabra
Reiki puede escribirse con ideogramas japoneses, que pueden ofrecer varias
lecturas y significados, como “lluvia maravillosa de energía vital”, “lluvia
maravillosa que produce el milagro de la vida”, “la comunión de una energía
superior con una de orden terreno, aunque se pertenecen mutuamente”. Su color
simbólico es el verde, que es el color de la curación, así como del amor;
guarda correlación con el chakra cardíaco, responsable por nuestro amor
incondicional y por el sistema inmunológico. Sus ideogramas son hechos en
dorado, pues ése es el color cósmico. Reiki es luz que nos lleva de regreso a
la gran luz. El Reiki tomó de la naturaleza, como símbolo, el bambú que, en su
simplicidad, resistencia al viento, vacío, rectitud y perfección, puede
representar, metafóricamente, el funcionamiento de la energía.
La
sintonización/iniciación del Nivel 1 o físico (el despertar) de Reiki se
centra, principalmente, en la apertura del cuerpo físico para que sea receptivo
a la gran cantidad de energía vital que va a recibir, elevando la frecuencia
vibratoria de los cuatro chakras superiores del cuerpo humano. La primera
armoniza el corazón y la glándula timo, al mismo tiempo que sintoniza el chakra
del corazón con el cuerpo etérico. La segunda afecta a la glándula tiroides y,
en el campo etérico, ayuda a abrir el chakra de la garganta, que es nuestro
centro de comunicación. La tercera afecta al llamado tercer ojo, que
corresponde a la glándula pituitaria, nuestro centro de alta intuición y
conciencia, y al hipotálamo, que actúa en el control y temperatura del cuerpo.
La cuarta aumenta la apertura del chakra coronario, nuestra comunicación con la
conciencia espiritual, que corresponde a la glándula pineal. Esta
sincronización final completa el proceso, sellando el canal abierto, de tal
modo que pueda mantenerse abierto por el resto de nuestra vida, aun cuando no
lo usamos durante un largo periodo.
Durante el proceso
de iniciación, la persona que está siendo activada podrá experimentar una serie
de sensaciones, tales como: sentir mucha paz y armonía, un calor agradable, una
profunda relajación, calor en las manos, tristeza profunda, llanto o amor. La
persona también podrá visualizar maestros, ver luces, ver colores tales como:
el azul celeste, el violeta, el dorado, e incluso proyectarse hacia el pasado.
Tras la iniciación puede parecer que nuestra condición ha empeorado o presenta
mayor gravedad; en realidad, estaremos pasando por un proceso de limpieza que
no puede ser evitado. Ese proceso puede comportar graves crisis, pues estarán
siendo erradicados bloqueos energéticos antiguos; durante esta eliminación
serán desechadas todas las toxinas e impurezas de nuestros cuerpos físico,
mental, emocional y espiritual. El practicante de Reiki podrá sentir reacciones
emocionales (rabia/amor), magnéticas (rechazo/atracción), mentales
(pensamientos/confusiones) y espirituales (construcción/destrucción). Ese
proceso dura un máximo de veintiún días.
La iniciación al
Nivel 2 o mental (la transformación) aporta un salto en el nivel vibratorio y
se introducen tres símbolos sagrados del Reiki, el Choku Rei, el Sei He Ki y el
Hon Sha Ze Sho Nen. Es un grado esencial para quien no solamente se capacita
para participar en curaciones, sino que también desea rescatar sus habilidades
divinas. Se abrirán ante el alumno horizontes vastos, y el espectro de sus
facultades psíquicas aumentará considerablemente. El reikiano pasa a ser un
puente de unión con todas las conciencias vivas del planeta y del cosmos,
interacción que permitirá que mantengamos el flujo de energía, incluso en
condiciones extremadamente adversas. La nueva modalidad de curación es un
proceso singular que permitirá al agente curador llevar al paciente a un nivel
en el que la percepción de éste podrá realizar la transformación del karma,
promoviendo cambios positivos que alcancen hasta las cadenas de ADN. El
elemento principal del Nivel 2 es la curación, a distancia, de personas
ausentes, independientemente del espacio y del tiempo. La amorosa energía
curativa puede enviarse como si fuese un “puente de luz” o una “flecha
energética” que alcanza de lleno en un punto previamente determinado.
En el Nivel 3 o de
la conciencia (la realización) percibimos que tenemos un poder ilimitado,
adquirimos la conciencia de que no somos únicos en nosotros mismos y que estamos
en intrínseco movimiento con el universo; lleva al alumno a encontrar su verdad
más real, a tocar su propio Karma, al aprendizaje consciente y constante. En
este nivel se recibe un cuarto símbolo, el Dai Koo Myo, cuyo significado puede
traducirse como “llevándonos de regreso a Dios”, y permite una conexión
inmediata con el “Yo físico” y el “Yo superior”, con una intensificación de la
captación de energía Reiki. Nos pondrá en contacto con energías de alta
frecuencia, acelerando las partículas energéticas de nuestro cuerpo y de todo
el campo vibratorio. El Dai Koo Myo va derecho a la energía de la divinidad, a
la energía original, a la energía más potente y positiva. Para reforzarlo, se
puede usar conjuntamente otro símbolo milenario de meditación y curación, el
Antahkarana, que es la conexión entre el cerebro físico y el Yo superior. Tiene
su propia conciencia, siempre con efecto benéfico; crea lo que los taoístas
llaman la "gran órbita microcósmica", en el punto en el que las energías
psíquicas, que normalmente entran por el chakra coronario, entran por los pies
y viajan subiendo por detrás del cuerpo hasta la parte superior de la cabeza, y
de ahí descienden por delante hasta los pies nuevamente, conectando a la
persona con la Tierra
y creando continuo flujo de energía a través de los chakras.
Johnny De'Carli - Reiki
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