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Yo Soy Dios en Acción (Saint-Germain)


La tendencia natural de la vida es Amor, Paz, Belleza, Armonía y Opulencia. A ella le es indiferente quien las use y continuamente está surgiendo para manifestar su perfección. La Vida, en todas sus actividades, es Dios en acción. “Yo Soy” es la actividad de la vida. Cuando tú dices “Yo Soy”, sintiéndolo, abres la fuente de la Vida Eterna, para que corra sin obstáculos a lo largo de su curso, le abres la puerta ancha a su flujo natural.




La primera expresión de todo ser individualizado en cualquier parte del Universo, bien sea en pensamiento, sentimiento o palabra, es “Yo Soy”, reconociendo así su propia victoriosa divinidad. Es mucho más que “Yo Existo”. Es después, en su contacto con lo exterior, con actividades incorrectamente calificadas, que él comienza a aceptar cosas menores a “Yo Soy”. A través de largas centurias de ignorancia e incomprensión, la humanidad ha cargado de falsedad e irrealidad hasta la atmósfera que la rodea.

No hay sino un amor actuando, una Inteligencia, Poder y Sustancia en cada individuo, y eso es Dios. Yo Soy la gran opulencia de Dios hecha visible en mi uso continuamente. ¡Si el hombre se volviera hacia su Yo Superior sabiendo que Éste es Dios, sabiendo que Él es toda Perfección y que la apariencia externa no es sino creación humana, por el mal uso del poder Divino! No hay otra forma posible de traer esta perfección a la mente, cuerpo y experiencia, sino por medio de la Aceptación de la Gran Presencia de Dios.

“Yo Soy el Gran Círculo Mágico de protección alrededor mío que es invencible, que repele todo elemento discordante que intenta entrar a molestarme. Yo Soy la Perfección de Mi Mundo y ésta es autosostenida. Yo Soy la supremacía del hombre. A donde quiera que yo me dirija, Yo Soy Dios en acción”.

Cuando uno conscientemente busca alcanzar el Círculo Electrónico Interior de Dios, hace de su expresión y actividad exterior un canal incesante para el flujo de la Esencia pura que le viene de la Divinidad. Aquel que está tratando de alcanzar el interior del Círculo Electrónico llega a ser un manantial continuo, y la propia radiación es una bendición para la raza humana.

¿No es desastroso que los hijos e hijas de Dios se sometan a las limitaciones cuando con un esfuerzo persistente y determinado abrirían la puerta y entrarían en esta gran cámara interior llena de luz, joyas, oro y substancia de todos los alimentos del Universo? Y luego con esta verdad plena frente a ellos, estos individuos vacilan aún por la imposibilidad de creer que pueden dar el paso, tomar este cetro y ser libres.

El camino seguro hacia la comprensión y uso de este poder consciente nos viene por medio del autocontrol. El autocontrol se ejerce pensando y diciendo inmediatamente frente a todo lo inarmonioso que se presente: No señor. Esto no puede ser verdad porque mi Yo Soy es perfecto. Borro, pues, todo lo que esté mal hecho por mi conciencia exterior y no acepto sino la perfección manifestada”. ¿Qué pasa entonces? Que le has abierto la entrada a Dios “Yo Soy”, y Él endereza todo lo exterior.

Absolutamente todo en la experiencia humana puede ser gobernado por la Presencia “Yo Soy”. Cuando tú dices “Yo Soy” pones a Dios en actividad. Cuando sientas y conozcas la enormidad del uso de esta expresión, realizarás el enorme poder del “Yo Soy”. Cuando tú dices “Yo Soy el Poder de Dios Todopoderoso”, no hay otro poder que pueda actuar, habrás libertado y soltado la plena actividad de Dios.

Un pensamiento maravilloso para vivir con él siempre es el siguiente: “Yo Soy el Pensamiento y el Sentimiento creador perfecto presente en todas las Mentes y Corazones de todo el mundo”. No solamente da paz y reposo al que lo envía o al que lo genera, sino que provoca dones sin límites que vienen de la Presencia.

Solo ocasionalmente ha surgido una verdadera comprensión del “Yo Soy”. Jesús fue el primero en darle énfasis en el mundo externo. Cuando haces un decreto de la Verdad y te aferras a él, debes recibir. Tu deber es simplemente el de saber que la Presencia “Yo Soy” está actuando.

Forma el hábito de calificar constantemente tu mundo con la Perfección. El hábito viejo de pensar imperfecciones ha llenado tu mundo en el pasado. Ahora lo importante es el estar consciente de que todo el tiempo estás llenando tu mundo con la Perfección. Lo primero que vas a hacer por la mañana es ponerte en pie y decir con sentimiento: “Yo Soy la Presencia llenando mi mundo con la Perfección este día”.


Plática de Jesús

“YO SOY la puerta abierta que ningún hombre puede cerrar”

“Tu Poderosa Presencia YO SOY es la Verdad, el Camino y la Vida”

“Tu Poderosa Presencia YO SOY es la Luz que ilumina a todo hombre que viene al mundo”

“Tu Poderosa Presencia YO SOY es la Luz, es la Inteligencia que te dirige, es tu Energía Inagotable Sostenedora”

“Tu Poderosa Presencia YO SOY es la Voz de la Verdad hablando dentro de tu corazón, es la Luz que te envuelve en su Presencia Luminosa, es tu Eterno Cinturón de protección a través del cual ninguna creación humana puede pasar. Es tu Eterno Depósito de Energía Inagotable que puede ser liberada cuando desees a través de tu descarga consciente”

“Tu Poderosa Presencia YO SOY es la Fuente de la Eterna Juventud y Belleza, la cual llamas a la acción y expresión en tu forma humana”


“Tu Poderosa Presencia YO SOY es la Resurrección y la Vida de tu cuerpo, de tu mundo de acción, en esa Perfección que todo corazón humano desea”.





Maestro Saint Germain – El Libro de Oro (1935)

(Esta es la Sagrada Enseñanza que el Ascendido Maestro Saint Germain ha dispuesto para esta Su Era de Oro, y que forma el Tercer Ciclo de Enseñanza de la Hemandad Saint Germain, después de lo cual el discípulo queda en conocimiento pleno de su PRESENCIA "YO SOY")

martes, 18 de junio de 2013

Gobernantes: póngannos una ración de Patriotismo Andaluz (Blas Infante)



¡Pongámosla bien aderezada, por favor! Si es posible, esta vez antes de cien años, antes de que el fétido olor del cadáver español nos provoque una indigestión permanente…



Si lo que resta de la personalidad regional andaluza llegase a perecer, acabaría con ella la personalidad, la cualidad original vinculada por cada uno de los hijos de Andalucía, cuyas afinidades, determinan su agrupación natural en un mismo pueblo. A evitarlo debe conspirar el patriotismo de todos los andaluces, teniendo en cuenta lo que dijimos sobre patriotismo y dignidad patriótica. Es decir, en cuanto al patriotismo, que éste consiste en aunar las condiciones de acuerdo con las leyes naturales; esto, es, adecuando el solar a la mejor satisfacción de los ideales, fecundándolo y embelleciéndolo, fortificando la personalidad y purificando sus virtudes y su actividad, multiplicando su eficacia creadora y con ello su capacidad para el triunfo, haciendo que el genio de Andalucía se explaye en las más grandes creaciones.

Y en cuanto a la dignidad patriótica, téngase presente que el mísero estado actual de Andalucía es indigno de la personalidad común; que ésta está compuesta de la personalidad de los individuos que componen la región; que la humillación de la región a cada uno de sus hijos comprende, por lo que la dignidad de cada uno debe responder a la conservación y exaltación de la dignidad regional.

Nosotros, penetrados de la herencia que nos legara la inconsciencia o la culpa o el crimen o la cobardía de nuestros mayores: penetrados de esta herencia de la nación cadáver, cuya historia veíamos solo continuada por el fuego fantástico de aquellos factores inconscientes, escuchábamos tristemente los gritos de ultratumba que anunciaban la crisis de los partidos: la crisis fundamental del Régimen…

Y anunciamos con valor y firmeza: la crisis ha sido más fundamental. Las crisis de ahora son crisis de fantasmas que en la nadidad de la mente se abisman. La Crisis no fue de partidos ni de regímenes: fue crisis de vitalidad. Se operó la gran crisis cuando España murió. Las crisis de ahora son las de tránsito, son las que operan el desmoronamiento de la nación muerta.
Se nos miró con estupor. Se nos tacha de pesimistas primero; de locos de atar, más tarde. ¿España muerta? Era cosa de reír ante una salida seguramente inspirada por el ansia de espiritualidad, de quijotes dislocados. ¿España muerta? He aquí su territorio; he aquí que en él pululan millones de hombres que se llaman españoles. He aquí múltiples instituciones económicas y culturales y políticas que se dicen españolas: organismos de una vida, resortes al servicio de un Poder…

Pero nosotros argüíamos imperturbables: toda realidad viva lo es, en cuanto vincula de imperativos esenciales, dos fundamentales distintos: el de conservación y el de superación. Una nación es una conciencia y un sentimiento, una realidad viva en la conciencia y en el sentimiento de los individuos que la componen. Españoles, ¿en dónde está España? Investigad vuestra conciencia y vuestro sentimiento. ¿se encuentra en ellos esa realidad viva? España es un territorio sin medios defensivos, a merced del primer congreso internacional, que a los hombres de este territorio imponga su norma o su ley. Españoles, ¿cuántos de vosotros y cuántas veces al día os sentís seriamente inquietados por el instinto alarmado de conservación de España? España es un compuesto de hombres paralizados, o mejor dicho, indiferentes, en cuanto a  la superación del conjunto en todos los órdenes de la actividad. Entonces, ¿cuántos de vosotros y cuántas veces al día ansiáis u os sentís capaces del sacrificio, por la superación, por el progreso de ese compuesto nacional? ¿Quién de vosotros es capaz de sacrificar un céntimo de su bolsillo o un instante de su tiempo por esa sombra sin esencia que se llama España? 



La vida del individuo se determina por un ideal, por una finalidad cualquiera de mejoramiento o de cualquier índole. Esto mismo sucede con los pueblos. Pueblo vivo, pueblo con ideal. Españoles, ¿queréis decirnos en dónde está el ideal de España?, ¿en dónde la vida de sus organismos?, ¿en dónde las eficiencias vitales de su poder? Un territorio yermo, unos cuantos millones de hombres que se dicen españoles por el hecho fortuito de haber nacido en un territorio es pañol, no por llevar en sí ni por sentir en sí a España, no por vincular una conciencia nacional agotada para siempre. He aquí lo que de España resta: Realidad sin instinto de conservación; sin instinto de superación; sin concreciones de este instinto en la aspiración de un ideal. Realidad que es apariencia de realidad. Realidad sin esencia. Realidad cadáver.

Y contábamos la doliente historia de la muerte de España; y asegurábamos que creer que vivíamos en España, era continuar en nosotros la fingida historia de un cadáver; historia de interna descomposición; historia de externa quietud; historia que no es historia. No es el tiempo, es la actividad quien viene a fraguar la historia de las realidades que viven…

Entonces nosotros, soldados conscientes y fervorosos de la vida, quisimos luchar por ella en territorio español. ¿Cómo? ¿Acometiendo la empresa estéril de resucitarla? ¿Acaso hay poder capaz de resucitar a los muertos? No; y he aquí nuestro optimismo y nuestra razón, generaciones de abúlicos fantasmas que danzáis alrededor del cuerpo inerte de una patria que murió.


El viejo tronco desmochado apuntaba retoños nuevos. Nacionalidades renacientes, impulsadas por el vigor de una savia, que no llegó a absorber del todo la vida del cuerpo central, se rebelaban contra la muerte. Y nosotros concentramos nuestro vivir en el de aquellos incipientes brotes; y como los faquires indios, pusimos todo nuestro ser en el fervor evocador del crecimiento de la vida nueva. Llegamos a proclamar la muerte de España, no como justificación de nuestra inercia, no como desesperanza que fundamenta la vergonzosa pasividad, sino como espoleo de nuestro coraje contra la victoria de la negación; como hecho norma de nuestro proceder, ordenado a la creación gigante de las patrias que ansiaban vivir. Así llegamos a formular uno de esos apotegmas del regionalismo andaluz, que el tiempo de su promulgación os hacía sonreír: “La vieja España murió. Resta viva una esperanza: la Federación de las nacionalidades de Iberia.”


Blas Infante - El Ideal Andaluz (1915)

lunes, 17 de junio de 2013

Acerca de la Alhambra esotérica: Sala de Dos Hermanas (Antonio Enrique)



En la Sala de Dos Hermanas el ideal hermético, unido al efecto de transparencia y equilibrio, alcanza el cénit de perfección más señero de nuestra Alhambra. Todo aquí se interrelaciona: sus elementos son la consecuencia impecable de una esencialidad uniforme sugerida, más que plasmada, por los ritmos discontinuos, las perspectivas profundísimas y los límites de transgresión con otras dimensiones sensoriales. Esta estancia trasvasa todo lo imaginable: su misterio elemental radica en que: siendo inmóvil su estructura, las líneas que la conforman semejan un movimiento lindante con el vértigo; en que, siendo inerte su composición, sus miles de resonancias la hacen viva y quimérica, casi anatómica; en que, siendo sus motivos geométricos abstractos, sugieren siempre lo concreto y, finalmente, en que, representando el macrocosmos, su repercusión traspasa el signo de lo microcósmico, con lo que el hombre queda oscilante entre los mundos que pueblan este universo, sea en su apariencia vegetal, mineral o animal, estados que aquí carecen de consistencia rígida para fusionarse en la unidad, alma de la cosas.

En la Sala de Dos Hermanas una enigmática fuerza de absorción, debida a su singular arquitectura iniciática nos impulsa a la meditación extática. Es aquí donde se comprende la idea trascendental de la filosofía humana: esto es, que no somos nosotros agentes de la vida, sino que es la vida agente de nosotros mismos. Que se llama vida al tránsito, no de nosotros por el mundo, sino del mundo a través de nosotros mismos, y que este mundo, con los objetos y estados que lo integran, no es sino la proyección de la energía universal de la que nosotros participamos, probablemente en mayor grado que los otros reinos de la creación, y que así como los colores no existen sin la luz que les da vida, las cosas, objetos que nos distraen de la verdad, solo existen en la medida en que son utilizados para la evolución de esa misma energía, que es unitaria tanto para lo animado como para lo aparentemente inerte. El tiempo, entonces, se nos ofrece como los distintos estados en que se nos evidencia la energía, intrínseca a ella, pero proveniente de lo externo, antes bien como desplazamiento espacial, como evolución de sí misma, inmóvil en decurso cíclico. La historia, por tanto, se nos presentará, no como un desarrollo accidental, sino como cristalizaciones de la energía, aplicada a una ignota ley biológica de los acontecimientos. Esta Unidad, manifestada en lo distinto y discontinuo, sea la Conciencia. Una conciencia cósmica que se nos manifiesta como arquetipo máximo de esta sala. Estancia tal sobrepuja en fascinación y armonía a todas las de la Alhambra.



Es en la alusión alquímica de Géminis donde hemos de buscar la trascendencia esotérica de esta sala. Géminis rige la sexta fase filosofal de la Gran Obra: la “coagulatio”, fijación o cristalización. Consiste ésta en la fusión del azufre espiritual sobre el mercurio líquido, constituyendo el cinabrio a partir de esta “boda química”. Como es sabido, el azufre y el mercurio de la hierogamia filosofal poseen un simbolismo hermético innumerable: las rosas roja y blanca, los principios del Sol y la Luna, del oro y la plata, del fuego y el agua, del espíritu masculino (Ave Fénix) y del alma femenina (Águila), cuya fusión se hallaría expresada en los dos triángulos contrapuestos del Sello de Salomón y en el bicefalismo de águilas y leones (Esfinge).

La Sala de Dos Hermanas es el “palacio misterioso”, “el palacio cerrado del rey” que representa el oro vivo o filosófico, oro vil, despreciado por los ignorantes, oculto bajo escorias que lo ocultan de los ojos. En este palacio mora un anciano que los textos alquímicos identifican con Saturno, pues el acto de devorar a sus hijos está en razón simbólica de los leones, Verde y Rojo, esto es, del disolvente (azufre) y del cuerpo a disolver (mercurio), por lo que la coloración resultante será purpúrea.

Sus dimensiones, 8 mts. de lado por 13 de alto, dan por resultado el número aúreo (phi), clave del mundo. En ella vemos insertas las Tres Tablas, o Tríada Hermética que integra, en los distintos planos de su estructura, las dimensiones de la Sala:
El Cuadrado (la Inteligencia, primer arcano del demiurgo: la Paternidad), representado en su planta cuadrada.
El Rectángulo (el Misticismo, segundo arcano del demiurgo: La Filiedad) plasmado en dos losas gemelas del suelo.
El Círculo (la Intuición, tercer arcano del demiurgo: la Omnipresencia) expresado en el perímetro de la bóveda.



Siete son los pisos simbólicos de la Sala hasta culminar en la suntuosa bóveda, tránsito de la piedra filosofal, esto es, el Pelícano, que tiene su trono en la cima de una montaña de siete escalones. Los signos filosofales son bien patentes por toda la Sala: los rosetones, compuesto de seis lóbulos, no son sino símbolos salomónicos, utilizados estos círculos para el sometimiento de los djins; la enigmática flor de lis que sella los mocárabes de la bóveda en dos tonalidades, púrpura y lapislázuli, los dos colores de la sexta fase de la Obra, y que simboliza los cuatro elementos más la quintaesencia o Éter; dos manos camufladas entre la espesura de estuco y que sujetan una flor exótica abierta, el único infringimiento sobre la prohibición coránica de no representar seres vivos. En efecto, no existe infringimiento cuando lo representado supera la razón decorativa: estas manos cerradas representan el poder y la Rosa del Conocimiento, espíritu y materia armonizados.


La Sala de Dos Hermanas bastaría por ella misma a un tratado, tal la armónica estructura de su construcción. Quede, pues, abierta la receptividad del viajero para hallar en la contemplación de sus bellezas aquello a lo que ni siquiera el hermetismo alcanza. Porque escrito en sus muros está que: “sabrás mi ser, si mi hermosura miras”.


Antonio Enrique - Tratado de la Alhambra hermética