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martes, 25 de junio de 2013
Yo Soy Dios en Acción (Saint-Germain)
La tendencia natural de la vida es Amor, Paz, Belleza,
Armonía y Opulencia. A ella le es indiferente quien las use y continuamente
está surgiendo para manifestar su perfección. La Vida, en todas sus actividades,
es Dios en acción. “Yo Soy” es la actividad de la vida. Cuando tú dices “Yo Soy”,
sintiéndolo, abres la fuente de la Vida Eterna, para que corra sin obstáculos a
lo largo de su curso, le abres la puerta ancha a su flujo natural.
La primera expresión de todo ser individualizado en
cualquier parte del Universo, bien sea en pensamiento, sentimiento o palabra,
es “Yo Soy”, reconociendo así su propia victoriosa divinidad. Es mucho más que “Yo
Existo”. Es después, en su contacto con lo exterior, con actividades
incorrectamente calificadas, que él comienza a aceptar cosas menores a “Yo Soy”.
A través de largas centurias de ignorancia e incomprensión, la humanidad ha
cargado de falsedad e irrealidad hasta la atmósfera que la rodea.
No hay sino un amor actuando, una Inteligencia, Poder y
Sustancia en cada individuo, y eso es Dios. Yo Soy la gran opulencia de Dios
hecha visible en mi uso continuamente. ¡Si el hombre se volviera hacia su Yo
Superior sabiendo que Éste es Dios, sabiendo que Él es toda Perfección y que la
apariencia externa no es sino creación humana, por el mal uso del poder Divino!
No hay otra forma posible de traer esta perfección a la mente, cuerpo y
experiencia, sino por medio de la Aceptación de la Gran Presencia de Dios.
“Yo Soy el Gran Círculo Mágico de protección alrededor
mío que es invencible, que repele todo elemento discordante que intenta entrar
a molestarme. Yo Soy la Perfección de Mi Mundo y ésta es autosostenida. Yo Soy
la supremacía del hombre. A donde quiera que yo me dirija, Yo Soy Dios en acción”.
Cuando uno conscientemente busca alcanzar el Círculo
Electrónico Interior de Dios, hace de su expresión y actividad exterior un
canal incesante para el flujo de la Esencia pura que le viene de la Divinidad. Aquel
que está tratando de alcanzar el interior del Círculo Electrónico llega a ser
un manantial continuo, y la propia radiación es una bendición para la raza
humana.
¿No es desastroso que los hijos e hijas de Dios se
sometan a las limitaciones cuando con un esfuerzo persistente y determinado
abrirían la puerta y entrarían en esta gran cámara interior llena de luz,
joyas, oro y substancia de todos los alimentos del Universo? Y luego con esta
verdad plena frente a ellos, estos individuos vacilan aún por la imposibilidad
de creer que pueden dar el paso, tomar este cetro y ser libres.
El camino seguro hacia la comprensión y uso de este
poder consciente nos viene por medio del autocontrol. El autocontrol se ejerce
pensando y diciendo inmediatamente frente a todo lo inarmonioso que se
presente: No señor. Esto no puede ser verdad porque mi Yo Soy es perfecto. Borro,
pues, todo lo que esté mal hecho por mi conciencia exterior y no acepto sino la
perfección manifestada”. ¿Qué pasa entonces? Que le has abierto la entrada a
Dios “Yo Soy”, y Él endereza todo lo exterior.
Absolutamente todo en la experiencia humana puede ser
gobernado por la Presencia “Yo Soy”. Cuando tú dices “Yo Soy” pones a Dios en
actividad. Cuando sientas y conozcas la enormidad del uso de esta expresión,
realizarás el enorme poder del “Yo Soy”. Cuando tú dices “Yo Soy el Poder de
Dios Todopoderoso”, no hay otro poder que pueda actuar, habrás libertado y
soltado la plena actividad de Dios.
Un pensamiento maravilloso para vivir con él siempre es
el siguiente: “Yo Soy el Pensamiento y el Sentimiento creador perfecto presente
en todas las Mentes y Corazones de todo el mundo”. No solamente da paz y reposo
al que lo envía o al que lo genera, sino que provoca dones sin límites que
vienen de la Presencia.
Solo ocasionalmente ha surgido una verdadera
comprensión del “Yo Soy”. Jesús fue el primero en darle énfasis en el mundo
externo. Cuando haces un decreto de la Verdad y te aferras a él, debes recibir.
Tu deber es simplemente el de saber que la Presencia “Yo Soy” está actuando.
Forma el hábito de calificar constantemente tu mundo
con la Perfección. El hábito viejo de pensar imperfecciones ha llenado tu mundo
en el pasado. Ahora lo importante es el estar consciente de que todo el tiempo
estás llenando tu mundo con la Perfección. Lo primero que vas a hacer por la
mañana es ponerte en pie y decir con sentimiento: “Yo Soy la Presencia llenando
mi mundo con la Perfección este día”.
Plática de Jesús
“YO SOY la puerta abierta que ningún hombre puede
cerrar”
“Tu Poderosa Presencia YO SOY es la Verdad, el Camino y
la Vida”
“Tu Poderosa Presencia YO SOY es la Luz que ilumina a
todo hombre que viene al mundo”
“Tu Poderosa Presencia YO SOY es la Luz, es la
Inteligencia que te dirige, es tu Energía Inagotable Sostenedora”
“Tu Poderosa Presencia YO SOY es la Voz de la Verdad hablando dentro de tu corazón, es la
Luz que te envuelve en su Presencia Luminosa, es tu Eterno Cinturón de
protección a través del cual ninguna creación humana puede pasar. Es tu Eterno
Depósito de Energía Inagotable que puede ser liberada cuando desees a través de
tu descarga consciente”
“Tu Poderosa Presencia YO SOY es la Fuente de la Eterna
Juventud y Belleza, la cual llamas a la acción y expresión en tu forma humana”
“Tu Poderosa Presencia YO SOY es la Resurrección y la
Vida de tu cuerpo, de tu mundo de acción, en esa Perfección que todo corazón
humano desea”.
Maestro Saint Germain – El Libro de Oro (1935)
(Esta es la Sagrada Enseñanza que el Ascendido Maestro Saint Germain ha dispuesto para esta Su Era de Oro, y que forma el Tercer Ciclo de Enseñanza de la Hemandad Saint Germain, después de lo cual el discípulo queda en conocimiento pleno de su PRESENCIA "YO SOY")
martes, 18 de junio de 2013
Gobernantes: póngannos una ración de Patriotismo Andaluz (Blas Infante)
¡Pongámosla
bien aderezada, por favor! Si es posible, esta vez antes de cien años, antes de
que el fétido olor del cadáver español nos provoque una indigestión permanente…
Si lo que resta de la personalidad regional andaluza
llegase a perecer, acabaría con ella la personalidad, la cualidad original
vinculada por cada uno de los hijos de Andalucía, cuyas afinidades, determinan
su agrupación natural en un mismo pueblo. A evitarlo debe conspirar el patriotismo
de todos los andaluces, teniendo en cuenta lo que dijimos sobre patriotismo y
dignidad patriótica. Es decir, en cuanto al patriotismo, que éste consiste en
aunar las condiciones de acuerdo con las leyes naturales; esto, es, adecuando
el solar a la mejor satisfacción de los ideales, fecundándolo y
embelleciéndolo, fortificando la personalidad y purificando sus virtudes y su
actividad, multiplicando su eficacia creadora y con ello su capacidad para el
triunfo, haciendo que el genio de Andalucía se explaye en las más grandes
creaciones.
Y en cuanto a la dignidad patriótica, téngase presente
que el mísero estado actual de Andalucía es indigno de la personalidad común;
que ésta está compuesta de la personalidad de los individuos que componen la
región; que la humillación de la región a cada uno de sus hijos comprende, por
lo que la dignidad de cada uno debe responder a la conservación y exaltación de
la dignidad regional.
Nosotros, penetrados de la herencia que nos legara la
inconsciencia o la culpa o el crimen o la cobardía de nuestros mayores:
penetrados de esta herencia de la nación cadáver, cuya historia veíamos solo
continuada por el fuego fantástico de aquellos factores inconscientes,
escuchábamos tristemente los gritos de ultratumba que anunciaban la crisis de
los partidos: la crisis fundamental del Régimen…
Y anunciamos con valor y firmeza: la crisis ha sido más
fundamental. Las crisis de ahora son crisis de fantasmas que en la nadidad de
la mente se abisman. La Crisis no fue de partidos ni de regímenes: fue crisis
de vitalidad. Se operó la gran crisis cuando España murió. Las crisis de ahora
son las de tránsito, son las que operan el desmoronamiento de la nación muerta.
Se nos miró con estupor. Se nos tacha de pesimistas primero;
de locos de atar, más tarde. ¿España muerta? Era cosa de reír ante una salida
seguramente inspirada por el ansia de espiritualidad, de quijotes dislocados.
¿España muerta? He aquí su territorio; he aquí que en él pululan millones de
hombres que se llaman españoles. He aquí múltiples instituciones económicas y
culturales y políticas que se dicen españolas: organismos de una vida, resortes
al servicio de un Poder…
Pero nosotros argüíamos imperturbables: toda realidad
viva lo es, en cuanto vincula de imperativos esenciales, dos fundamentales
distintos: el de conservación y el de superación. Una nación es una conciencia
y un sentimiento, una realidad viva en la conciencia y en el sentimiento de los
individuos que la componen. Españoles, ¿en dónde está España? Investigad
vuestra conciencia y vuestro sentimiento. ¿se encuentra en ellos esa realidad
viva? España es un territorio sin medios defensivos, a merced del primer
congreso internacional, que a los hombres de este territorio imponga su norma o
su ley. Españoles, ¿cuántos de vosotros y cuántas veces al día os sentís
seriamente inquietados por el instinto alarmado de conservación de España?
España es un compuesto de hombres paralizados, o mejor dicho, indiferentes, en
cuanto a la superación del conjunto en
todos los órdenes de la actividad. Entonces, ¿cuántos de vosotros y cuántas
veces al día ansiáis u os sentís capaces del sacrificio, por la superación, por
el progreso de ese compuesto nacional? ¿Quién de vosotros es capaz de sacrificar
un céntimo de su bolsillo o un instante de su tiempo por esa sombra sin esencia
que se llama España?
La vida del individuo se determina por un ideal, por una
finalidad cualquiera de mejoramiento o de cualquier índole. Esto mismo sucede
con los pueblos. Pueblo vivo, pueblo con ideal. Españoles, ¿queréis decirnos en
dónde está el ideal de España?, ¿en dónde la vida de sus organismos?, ¿en dónde
las eficiencias vitales de su poder? Un territorio yermo, unos cuantos millones
de hombres que se dicen españoles por el hecho fortuito de haber nacido en un
territorio es pañol, no por llevar en sí ni por sentir en sí a España, no por
vincular una conciencia nacional agotada para siempre. He aquí lo que de España
resta: Realidad sin instinto de conservación; sin instinto de superación; sin
concreciones de este instinto en la aspiración de un ideal. Realidad que es
apariencia de realidad. Realidad sin esencia. Realidad cadáver.
Y contábamos la doliente historia de la muerte de
España; y asegurábamos que creer que vivíamos en España, era continuar en
nosotros la fingida historia de un cadáver; historia de interna descomposición;
historia de externa quietud; historia que no es historia. No es el tiempo, es
la actividad quien viene a fraguar la historia de las realidades que viven…
Entonces nosotros, soldados conscientes y fervorosos de
la vida, quisimos luchar por ella en territorio español. ¿Cómo? ¿Acometiendo la
empresa estéril de resucitarla? ¿Acaso hay poder capaz de resucitar a los
muertos? No; y he aquí nuestro optimismo y nuestra razón, generaciones de
abúlicos fantasmas que danzáis alrededor del cuerpo inerte de una patria que
murió.
El viejo tronco desmochado apuntaba retoños nuevos.
Nacionalidades renacientes, impulsadas por el vigor de una savia, que no llegó
a absorber del todo la vida del cuerpo central, se rebelaban contra la muerte.
Y nosotros concentramos nuestro vivir en el de aquellos incipientes brotes; y
como los faquires indios, pusimos todo nuestro ser en el fervor evocador del
crecimiento de la vida nueva. Llegamos a proclamar la muerte de España, no como
justificación de nuestra inercia, no como desesperanza que fundamenta la
vergonzosa pasividad, sino como espoleo de nuestro coraje contra la victoria de
la negación; como hecho norma de nuestro proceder, ordenado a la creación gigante
de las patrias que ansiaban vivir. Así llegamos a formular uno de esos
apotegmas del regionalismo andaluz, que el tiempo de su promulgación os hacía
sonreír: “La vieja España murió. Resta viva una esperanza: la Federación de las
nacionalidades de Iberia.”
Blas Infante - El Ideal Andaluz (1915)
lunes, 17 de junio de 2013
Acerca de la Alhambra esotérica: Sala de Dos Hermanas (Antonio Enrique)
En la Sala de Dos Hermanas el ideal hermético, unido al
efecto de transparencia y equilibrio, alcanza el cénit de perfección más señero
de nuestra Alhambra. Todo aquí se interrelaciona: sus elementos son la
consecuencia impecable de una esencialidad uniforme sugerida, más que plasmada,
por los ritmos discontinuos, las perspectivas profundísimas y los límites de
transgresión con otras dimensiones sensoriales. Esta estancia trasvasa todo lo
imaginable: su misterio elemental radica en que: siendo inmóvil su estructura,
las líneas que la conforman semejan un movimiento lindante con el vértigo; en
que, siendo inerte su composición, sus miles de resonancias la hacen viva y
quimérica, casi anatómica; en que, siendo sus motivos geométricos abstractos,
sugieren siempre lo concreto y, finalmente, en que, representando el macrocosmos,
su repercusión traspasa el signo de lo microcósmico, con lo que el hombre queda
oscilante entre los mundos que pueblan este universo, sea en su apariencia
vegetal, mineral o animal, estados que aquí carecen de consistencia rígida para
fusionarse en la unidad, alma de la cosas.
En la Sala de Dos Hermanas una enigmática fuerza de
absorción, debida a su singular arquitectura iniciática nos impulsa a la
meditación extática. Es aquí donde se comprende la idea trascendental de la filosofía
humana: esto es, que no somos nosotros agentes de la vida, sino que es la vida
agente de nosotros mismos. Que se llama vida al tránsito, no de nosotros por el
mundo, sino del mundo a través de nosotros mismos, y que este mundo, con los
objetos y estados que lo integran, no es sino la proyección de la energía
universal de la que nosotros participamos, probablemente en mayor grado que los
otros reinos de la creación, y que así como los colores no existen sin la luz
que les da vida, las cosas, objetos que nos distraen de la verdad, solo existen
en la medida en que son utilizados para la evolución de esa misma energía, que
es unitaria tanto para lo animado como para lo aparentemente inerte. El tiempo,
entonces, se nos ofrece como los distintos estados en que se nos evidencia la
energía, intrínseca a ella, pero proveniente de lo externo, antes bien como
desplazamiento espacial, como evolución de sí misma, inmóvil en decurso
cíclico. La historia, por tanto, se nos presentará, no como un desarrollo accidental,
sino como cristalizaciones de la energía, aplicada a una ignota ley biológica
de los acontecimientos. Esta Unidad, manifestada en lo distinto y discontinuo,
sea la Conciencia. Una conciencia cósmica que se nos manifiesta como arquetipo
máximo de esta sala. Estancia tal sobrepuja en fascinación y armonía a todas
las de la Alhambra.
Es en la alusión alquímica de Géminis donde hemos de
buscar la trascendencia esotérica de esta sala. Géminis rige la sexta fase
filosofal de la Gran Obra: la “coagulatio”, fijación o cristalización. Consiste
ésta en la fusión del azufre espiritual sobre el mercurio líquido,
constituyendo el cinabrio a partir de esta “boda química”. Como es sabido, el
azufre y el mercurio de la hierogamia filosofal poseen un simbolismo hermético
innumerable: las rosas roja y blanca, los principios del Sol y la Luna, del oro
y la plata, del fuego y el agua, del espíritu masculino (Ave Fénix) y del alma
femenina (Águila), cuya fusión se hallaría expresada en los dos triángulos
contrapuestos del Sello de Salomón y en el bicefalismo de águilas y leones
(Esfinge).
La Sala de Dos Hermanas es el “palacio misterioso”, “el
palacio cerrado del rey” que representa el oro vivo o filosófico, oro vil,
despreciado por los ignorantes, oculto bajo escorias que lo ocultan de los
ojos. En este palacio mora un anciano que los textos alquímicos identifican con
Saturno, pues el acto de devorar a sus hijos está en razón simbólica de los
leones, Verde y Rojo, esto es, del disolvente (azufre) y del cuerpo a disolver
(mercurio), por lo que la coloración resultante será purpúrea.
Sus dimensiones, 8 mts. de lado por 13 de alto, dan por
resultado el número aúreo (phi), clave del mundo. En ella vemos insertas las Tres
Tablas, o Tríada Hermética que integra, en los distintos planos de su
estructura, las dimensiones de la Sala:
El Cuadrado (la Inteligencia, primer arcano del
demiurgo: la Paternidad), representado en su planta cuadrada.
El Rectángulo (el Misticismo, segundo arcano del
demiurgo: La Filiedad) plasmado en dos losas gemelas del suelo.
El Círculo (la Intuición, tercer arcano del demiurgo:
la Omnipresencia) expresado en el perímetro de la bóveda.
Siete son los pisos simbólicos de la Sala hasta
culminar en la suntuosa bóveda, tránsito de la piedra filosofal, esto es, el
Pelícano, que tiene su trono en la cima de una montaña de siete escalones. Los signos
filosofales son bien patentes por toda la Sala: los rosetones, compuesto de
seis lóbulos, no son sino símbolos salomónicos, utilizados estos círculos para
el sometimiento de los djins; la enigmática flor de lis que sella los mocárabes
de la bóveda en dos tonalidades, púrpura y lapislázuli, los dos colores de la
sexta fase de la Obra, y que simboliza los cuatro elementos más la
quintaesencia o Éter; dos manos camufladas entre la espesura de estuco y que
sujetan una flor exótica abierta, el único infringimiento sobre la prohibición
coránica de no representar seres vivos. En efecto, no existe infringimiento
cuando lo representado supera la razón decorativa: estas manos cerradas
representan el poder y la Rosa del Conocimiento, espíritu y materia
armonizados.
La Sala de Dos Hermanas bastaría por ella misma a un
tratado, tal la armónica estructura de su construcción. Quede, pues, abierta la
receptividad del viajero para hallar en la contemplación de sus bellezas
aquello a lo que ni siquiera el hermetismo alcanza. Porque escrito en sus muros
está que: “sabrás mi ser, si mi hermosura miras”.
Antonio Enrique - Tratado de la Alhambra hermética