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miércoles, 20 de agosto de 2014

El amor es una reacción emocional aprendida (Leo Buscaglia)


Casi todos nosotros continuamos comportándonos como si el amor no fuese algo que se aprende, sino que parece que esté dormido en cada ser humano y, sencillamente, espera surgir en pleno florecimiento en algún momento místico de clarividencia. De modo que cada persona vive el amor a su modo limitado, y no parece relacionar la soledad y la confusión resultantes con su falta de conocimientos sobre el amor. No se puede vivir aquello a lo que uno no se dedica. Para dedicarse al amor hay que estar siempre creciendo en amor.




La forma en que cada uno aprenda lo que es amor está determinada, de alguna manera, por la cultura en la que se eduque. Pero la mayoría de nosotros nunca aprendemos a amar, aunque el potencial de amor ilimitado existe en cada persona, ansioso por ser reconocido, deseoso de ser desarrollado, anhelante de crecimiento. Nunca es demasiado tarde para aprender algo para lo cual se está capacitado potencialmente. Para aprender a amar hay que descubrir lo que es el amor, las cualidades que hacen a una persona amorosa y cómo se desarrollan. Toda persona tiene su potencial para el amor, pero aquél nunca se desarrolla sin esfuerzos. El amor, especialmente, se aprende mejor en la maravilla, en el gozo, la paz, en el vivir.

La persona amante se deshace de etiquetas. Las etiquetas son un fenómeno distanciador. No hay palabra suficientemente significativa para comenzar a describir ni al más simple de los hombres. Existen demasiadas cosas bellas en cada ser humano para que sea etiquetado con un apodo y arrinconado sin consideración.

La persona amorosa aborrece tanto el desaprovechamiento del tiempo como del potencial humano.
La persona amorosa es espontánea. Si siente algo, deja que la gente sepa que lo siente. Si tiene ganas de reír, ríe. No teme tocar, sentir o mostrar sus emociones. Lo más fácil es ser lo que posee, sentir lo que siente. Lo más difícil es ser lo que otros quieren que seamos.
La persona amorosa es también quien aprecia la maravilla y el gozo continuo de estar vivo. La única realidad es lo que hay aquí, lo que está sucediendo entre tú y yo en este momento. ¡Atrapa la belleza del momento!
La persona amorosa no tiene necesidad de ser perfecta, solamente humana.
La persona amorosa reconoce las necesidades. Necesita a la gente que se preocupa, necesita a alguien que se preocupe por lo menos de ella, que la vea y oiga de verdad. Necesita ser escuchada, ser reconocida por el hecho de hacer alguna cosa bien. Además, para aprender, cambiar y transformarse también necesita libertad, no deja que nadie le imponga su estilo.



El amor es una reacción emocional aprendida. Es una respuesta a un grupo aprendido de estímulos y conductas.  Como todo comportamiento aprendido, se efectúa por la interacción del que aprende con su entorno, la habilidad para aprender de la persona, y el tipo y la fortaleza de los refuerzos presentes; es decir, cómo y hasta qué punto se responde a ese amor expresado. El amor es una interacción dinámica, vivida durante cada segundo de nuestras vidas, está siempre en todas partes. El hombre crece constantemente en el amor, o muere en el amor. La persona aprenderá sobre el amor solamente cuando pueda interiorizarlo, poniendo en práctica con los actos cada fracción de conocimiento, que recibe también su reacción.

No es una mercancía que pueda traficarse, comprarse o venderse, ni puede obligarse a nadie a aceptarlo. Es algo que solo se da voluntariamente. El amor no puede ser apresado, se desliza por entre las cadenas. Si desea emprender otro curso, nada ni nadie podrá impedirlo. Amor significa brazos abiertos. Si cierras los brazos en el amor, te encontrarás finalmente solo con los brazos vacíos. El amor perfecto es, sin duda, una rareza; eso no significa que sea imposible, ni que no debamos esforzarnos por llegar a ese objetivo. El amor perfecto es aquel que lo da todo y no espera nada. Naturalmente, estaría dispuesto y encantado de aceptar lo que se le ofreciera; cuanto más, mejor; pero nunca pediría nada. Solamente cuando el amor exige es cuando produce dolor y aflicción.

El hombre ama porque lo desea, porque eso le proporciona gozo, porque sabe que el crecimiento y el descubrimiento de sí mismo dependen de ello. La aventura consiste en descubrir el amor en ti y en los otros, en contemplar cómo se revela en los otros.
El amor se ofrece como un ágape continuo que nos brinda su aliento. El amor enseña al hombre a demostrar lo que está sintiendo; nunca presupone que pueda ser distinguido o sentido sin expresión.
El amor tiene necesidad de ser expresado físicamente.
El amor tiene significado solamente mientras se vive en el ahora.



El amante ha de decirse a menudo: “Yo amo porque debo, porque quiero. Yo amo por mí mismo, no para los otros. Yo amor por el gozo que me produce –e incidentalmente, tan solo– por el gozo que proporciona a los demás. Si ellos me refuerzan, eso será bueno. Y si no lo hacen, será igualmente bueno, porque yo tengo voluntad de amar”.

Para amar a los demás has de amarte a ti mismo. No puedes dar lo que no has aprendido ni experimentado. De modo que al amarte a ti mismo descubres la auténtica maravilla de tu yo; no solamente tu yo presente, sino las muchas posibilidades de tu yo. Supone la continua realización de que tú eres único, distinto a cualquier otra persona del mundo, y que la vida es, o debería ser, el descubrimiento, el desarrollo y el compartir de esta unicidad. En la proporción en la que te conozcas, podrás conocer a los demás. Cuando consigas amarte serás capaz de amar a los demás en la misma profundidad.


Cuando el amor es verdaderamente responsable, se siente el deber de amar a todos los seres humanos. Ser responsable en amor es ayudar a los otros a amar. Ser ayudado hacia la realización del amor es ser amado por los otros. El amor auténtico siempre crea, nunca destruye. En esto radica la única promesa del hombre. Es él quien pone obstáculos al amor; éste nunca se detiene, fluye como el río; siempre es el mismo y, sin embargo, siempre cambiante, sin reconocer ningún obstáculo.


Leo Buscaglia – Amor

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