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sábado, 17 de enero de 2015

La única religión verdadera es la del Amor (Anthony de Mello)



En los templos solían pronunciarse sermones en los que se afirmaba que los que quebrantaban la ley acababan mal. Ni una sola vez se mencionaba a los que, en igual número, acababan mal a pesar de haber observado fielmente la ley, ni tampoco a los muchísimos que prosperaban a pesar de haberla quebrantado.

Y no podía hacerse nada por cambiar la ley, porque el profeta que había pretendido haberla recibido de Dios había muerto hacía muchísimo tiempo. De haber vivido, tal vez hubiera tenido el valor y el sentido común de cambiar la ley a tenor de las circunstancias, porque habría tomado la Palabra de Dios no como algo que hubiera que reverenciar, sino como algo que debía usarse para el bienestar del pueblo.

La consecuencia de todo ello es que había personas que se burlaban de la ley, de Dios y de la religión. Otras la quebrantaban en secreto, y siempre con la sensación de estar pecando. Pero la inmensa mayoría la observaba fielmente, llegando incluso a considerarse santos por el simple hecho de haber respetado una absurda y anticuada costumbre de la que el miedo les impedía prescindir.




Lo que produce daño
no es la diversidad de nuestros dogmas,
sino nuestro dogmatismo.
Por eso, si cada uno de nosotros hiciera
aquello de lo que está firmemente persuadido
que es la voluntad de Dios,
el resultado sería el más absoluto caos.
La culpa la tiene la certeza.
La persona espiritual conoce la incertidumbre,
que es un estado de ánimo
desconocido para el fanático religioso.




¿Has intentado alguna vez
organizar algo como, por ejemplo, la paz?
En el momento en que lo hagas
verás lo que son los conflictos de poder
y las luchas internas dentro de la organización.
La única manera de tener paz
es dejarla crecer libremente.


Las personas verdaderamente religiosas observan la Ley.
Pero ni la temen,
ni la reverencian,
ni la absolutizan,
ni la magnifican desproporcionadamente,
ni la explotan.


Solo la reconciliación salvará al mundo,
no la justicia,
que suele ser una forma de venganza.


Por desgracia, la mayoría de las personas poseen la religión suficiente para odiar, pero no bastante como para amar.


Anthony de Mello – La oración de la rana




Reflexión:

Si el Dios de las religiones monoteístas existiera verdaderamente y revelara su Ley a algún ser humano, ¿cuál sería el contenido de tal revelación?: Amor. Solo esa palabra sería suficiente para que entendiéramos por qué nos creó, ningún mandato más, ningún otro Libro Sagrado, ninguna religión ni creencia sería necesaria.

Si el Dios de las religiones monoteístas existiera verdaderamente, ¿no sería el mismo y único Dios? Entonces, no habría ninguna justificación para disputarse el privilegio y la exclusividad de su Verdad. No habría lugar para la intolerancia, ni para las cruzadas exterminatorias, ni para el odio.

Si el Dios de las religiones monoteístas existiera verdaderamente y, como dicen, hubiera creado al ser humano en un acto de Amor, ¿qué importancia tendría la fe? Incluso sería irrelevante si una buena parte de la humanidad determinara no creer en Él pero que, sin embargo, practicara la Ley del Amor. Él desearía que esa fuera la única religión.


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