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jueves, 12 de marzo de 2015

El amor pertenece a nuestro estado natural (Wayne Dyer)




La herramienta más importante para estar equilibrado es saber que solo uno mismo es responsable del desequilibrio entre lo que sueña que debe ser su vida y los hábitos diarios que alejan su existencia de ese sueño.  El objetivo de este principio es crear un equilibrio entre sueños y hábitos.
   La mejor forma de empezar es reconociendo los signos de nuestro comportamiento habitual; después debemos cambiar nuestra forma de pensar para que esté en equilibrio con los sueños. Si estamos desequilibrados, es fundamentalmente porque hemos permitido que debido a la energía que invertimos en nuestros hábitos, éstos definan nuestra vida.

Concentrémonos en nuestra conciencia: obtenemos lo que pensamos. Los pensamientos son energía mental, son la moneda de cambio que debemos atraer con su deseo. Debemos aprender a no malgastarla en pensamientos que no se desean. En lugar de centrar los pensamientos en lo que hemos planeado, cambiemos y miremos y veamos, y creamos firmemente en lo que vemos. En cuanto empecemos a pensar así, el Universo se pondrá de nuestra parte, nos enviará precisamente lo que estamos pensando y creyendo. No siempre sucede de forma inmediata, pero en cuanto se inicia la realineación de los pensamientos, ya empezamos a estar en equilibrio.

Todo aquello que hagamos para equilibrar vida y sueños empezará a cocrear nuestra mente. Cocrear es recurrir a la cooperación de la energía del campo invisible del Espíritu. Ello implica que debemos estar dispuestos a contemplarnos como un ser en equilibrio que atrae las condiciones que desea obtener. Es en la contemplación de ese poder donde realmente adquirimos el poder. Esa alineación dará un vuelco a nuestro mundo.



El Universo se basa en una Ley de Atracción. Veremos como el Universo conspira con nosotros para atraer a las personas adecuadas, una situación económica satisfactoria, y acontecimientos aparentemente sincrónicos que harán realidad nuestros sueños, en el lugar y momento adecuados. Cuando estamos equilibrados con pensamientos que nos dicen que merecemos esa cooperación del mundo del Espíritu, participamos en el proceso de hacerlo realidad. Obtenemos lo que pensamos, tanto si queremos como si no.

El secreto de ese principio para recuperar el equilibrio de la vida es: sé la paz y la armonía que deseas. No puedes obtenerla de nada ni de nadie. Ser la paz que se desea para sí mismo es ofrecer una vibración que iguale el deseo de ser un individuo tranquilo y cordial, en lugar de ser una persona que sufre la enfermedad de intentar acelerar la vida. Ser la paz que deseamos supone convertirnos en una persona relajada, cuyo punto de equilibrio no atrae síntomas de ansiedad ni de estrés. Convirtamos en absoluta prioridad en la vida estar en equilibrio con el origen de la Creación.

Cuando se logra el equilibrio entre lo que se quiere ser y la forma en como lo perciben los demás, se tiene la sensación placentera de estar en armonía con la vida. No se trata de buscar aprobación o servilismo en vez de respeto o amor. Es más la sensación de estar en el mundo de una forma congruente con el deseo interior de ser la clase de persona que realmente se es. Uno debe preguntarse repetidamente: ¿Mi deseo intuitivo se ajusta a lo que doy al mundo? Cuando se ajuste, el equilibrio está recuperado, y la satisfacción será su compensación.



En cuanto eliminemos las viejas creencias que fomentaban la ansiedad, la culpabilidad, la preocupación e incluso el temor, nuestro cerebro empezará a producir sustancias químicas que nos devolverán el equilibrio. Dejando conscientemente que el Espíritu intervenga mediante la energía de los pensamientos, hemos decantado la balanza a favor de nuestros deseos. Nuestro ego, que identificamos con el cuerpo, ha sido relegado a un papel menos dominante.

El amor pertenece a nuestro estado natural, pero el ego no forma parte de ese estado. El ego domina porque se ha separado de su yo-Dios, el yo amoroso que llegó aquí desde un lugar de amor divino totalmente incondicional. Hemos llevado tanto tiempo esa idea del ego y de su propia importancia, que hemos caído en el engaño de creer que el ego del yo representa lo que somos. Hemos optado por una creencia basada en esa ilusión; hemos permitido que esa ilusión sea la fuerza dominante creando así, mediante un yo concentrado en el ego, un pesado desequilibrio en nuestra vida.
   Estamos obligados a estar en una conciencia de compasión y de amor, no solo por mantener nuestro equilibrio, sino para ayudar a asegurar la supervivencia de nuestra especie. No puede haber mejor vocación que esa.



Debemos optar por mantener una existencia tranquila con nosotros mismos, incluso cuando los demás fomentan el miedo, la ira y el odio sobre este violento planeta. Al fin y al cabo, el esfuerzo masivo a lo largo de la historia de la comunidad –por parte de los que ostentan el poder– ha enseñado a las personas a quién temer, y pero aún, a quién odiar.

   Podemos ser de esas personas que se niegan obstinadamente a añadir pensamientos de baja energía al odio que nos rodea. Rompamos el ciclo de violencia en el mundo no con la violencia del odio, sino siendo su propio instrumento de paz.


Wayne W. Dyer – En busca del equilibrio

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