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martes, 19 de enero de 2016

La Creación de la Humanidad


 (Esta narración resume y comenta los aspectos de la creación humana incluidos en “El Libro perdido de Enki”, de Zecharia Sitchin, y aparece sin autor expreso en la Biblioteca Pléyades. Después de leer todos los libros de este autor, me he permitido hacer algunos retoques y cortes, y añadir a su vez incisos personales)



Zecharia Sitchin fue uno de los pocos eruditos versados en lenguas antiguas, con conocimiento, hablado y escrito, del sumerio, lo que le permitió traducir el contenido de textos de 6000 años de antigüedad y llegar a la conclusión de que los pasajes conocidos del Génesis del Antiguo Testamento, como muchos otros momentos conocidos de la Biblia Hebrea, que han sido asimilados en nuestra cultura como mitos o parábolas, son en realidad pasajes recogidos de los textos sumerios, su fuente original.

Estos textos recogían sucesos y crónicas de eventos muy anteriores protagonizados por seres inteligentes, considerados por los sumerios como superiores o dioses, llegados de otro planeta. También es sabido que fueron los sumerios los primeros en plasmar por escrito los anales y relatos de dioses y hombres, de los cuales todos los demás pueblos, incluidos los hebreos, obtuvieron los relatos de la Creación, Adán y Eva, Caín y Abel, el Diluvio Universal, la Torre de Babel, etc.

Estos seres tuvieron una influencia directa en los acontecimientos ocurridos en la Tierra a partir de su misma llegada, y su propio planeta, Nibiru, antes incluso de ser habitado, ya había tenido un destino crítico en la formación del planeta Tierra.

Algunas tablillas describen la creación de la Tierra actual a partir de un planeta primitivo, llamado por los habitantes de Nibiru “Tiamat” (“dadora de vida”), que se partió en dos a raíz del choque cataclísmico con Nibiru y sus satélites; un planeta llegado de muy lejos, que por alguna razón desconocida, se vio atraído por la fuerza gravitatoria del Sol. Uno de los satélites de Tiamat, Kingu, dio origen a la Luna y la otra parte del planeta se extendió en lo que hoy se conoce como el cinturón de asteroides, y los sumerios llamaban “el brazalete repujado”.




Uno de esos libros (denominado por Zitchin “El Libro perdido de Enki”), inscrito en catorce tablillas, afirman que un testigo presencial de todos los acontecimientos, y quien dictó a un escriba los más importantes de entre ellos, fue Ea (en sumerio, “Aquel cuyo hogar es agua”), posteriormente llamado,Enki. Explican la llegada a la Tierra de seres procedentes de Nibiru, los Anunnaki (literalmente “los que del cielo a la Tierra llegaron”) con el objeto de buscar el oro necesario para el restablecimiento de su atmósfera dañada, planeta que completa un Shar (una vuelta a nuestro Sol) cada 3600 años y  se acerca, en ocasiones de forma peligrosa, a las inmediaciones de Marte para completar cada órbita, provocando eventos geológicos y climáticos, tanto en la Tierra como en Nibiru.

Por supuesto, los llegados pertenecen a la casa real de Nibiru, son nobles, cuyas normas de sucesión y herencia, y las disputas por el mandato y el lugar en la jerarquía, ocasionan a lo largo de los cientos de miles de años conflictos enconados y violentos donde hay asesinatos, destierros, castigos, diferencias de opinión y algunos conflictos bélicos en la Tierra con armas nucleares incluidas.

Estos seres privilegiados, que tuvieron la ocasión de conquistar un planeta aparentemente no habitado hasta entonces por vida inteligente, pero al mismo tiempo víctimas de un exilio forzoso motivado por el hecho de seguir proveyendo del oro necesario para la supervivencia de la atmósfera de su planeta, no son representados como “malos” ni “buenos”. Son capaces de una entrega extraordinaria, de hazañas increíbles, la culminación de las cuales es la creación de seres inteligentes, concebidos como “ayudantes” en la dura tarea de extraer el tan ansiado oro, a riesgo de saltarse algunas normas y leyes existentes en el Universo y convirtiéndose de esa forma en “creadores”, pero también conocedores de la envidia, la codicia, la ambición, la insatisfacción, la venganza, el odio y otros sentimientos considerados por nosotros como “humanos” y los cuales provocan divisiones entre dos clanes durante cientos de miles de años, el encabezado por Enki y el liderado por Enlil, su hermanastro.




Tres hermanos, Ea (luego llamado Enki), Enlil (señor del Mandato, a quien se asigna la Misión de la Tierra) y Ninmah (luego llamada Ninhursag), son los protagonistas principales de esta historia, los tres hijos de Anu, soberano de Nibiru, de entre un total de 600 que fueron estableciéndose en la Tierra, mas alrededor de otros 300, denominados Igigi (“los que observan y ven desde arriba”), que orbitaban en naves sirviendo de enlace para el transporte del oro.

El relato sencillamente narrado resume la historia de cientos de miles de años (aproximadamente 450.000 a.C.) desde su llegada hasta la entronización de Marduk (alrededor de mediados del tercer milenio a.C. y coincidiendo con la Era de Aries). Su misión y la de sus descendientes en la Tierra comenzó a complicarse seriamente cuando decidieron crear al “Trabajador Primitivo”, no sin antes sortear muchos obstáculos éticos, políticos y técnicos.

Lo importante sobre el origen de la humanidad es que es un hecho absolutamente único. Aparentemente, a juzgar por la crónica de Enki, nunca se había oído hablar del hecho de crear un ser de la nada ya que “todos los seres descienden de una simiente evolucionada a lo largo de eones”. Pero la necesidad de forjar un trabajador primitivo motivó que se diera vía libre a una idea de Enki basada en poner la señal de los Anunnaki a una simiente ya existente en la Tierra: homínidos que caminaban erectos sobre dos piernas hace 300.000 años, y que vivían entre los animales de las estepas.




Enki convenció a su hermano Enlil de llevar a cabo semejante idea con un argumento importante: no se trataba de crear esclavos, ya que la esclavitud había sido abolida en su propio planeta miles de años atrás, sino de crear “un ayudante” (¡Creemos un Lulu, un Trabajador Primitivo, para que se ocupe del trabajo más duro,
que ese ser cargue sobre su espalda el duro trabajo de los Anunnaki!
). No se trataba de crear un ser de la nada, algo en manos únicamente del “Creador de Todo”, sino de favorecer la evolución poniendo la marca de los Anunnaki en seres homínidos propios de la Tierra. La idea de Enki no era crear una nueva criatura, sino “hacer más a su imagen y semejanza a una ya existente”.

No fue una decisión fácil. Se preguntaron si era Hado o Destino llevar a cabo tal plan y si el Dios Creador de Todo daría el visto bueno a dicho plan para salvar de la destrucción a Nibiru o no. Pero al final se pusieron manos a la obra y de esta forma Enki, Ninmah y Ningishzidda, el hijo de Enki, comenzaron el proyecto. Se trataba de mezclar una hebra de la esencia del ser ya existente en la Tierra con otra hebra de ADN del Anunnaki.

Los relatos hablan claramente de un proceso de manipulación genética en el que se planeó el primer bebé probeta de la historia, empleando un óvulo de una madre homínida y fertilizándolo con material genético propio (medido en proporciones exactas con objeto de conferirle la imagen, pero no todas las capacidades ni ciclo vital).

Tal y como se narra en el Libro Perdido de Enki, colocaron un óvulo de la hembra bípeda en un recipiente de arcilla (de la Tierra, después de varias pruebas fallidas empleando material de cristal) y se mezcló con “objetos diminutos”, con fórmulas que contenían la simiente Anunnaki (en una clara referencia al ADN) y posteriormente, una vez fecundado el óvulo de la hembra bípeda, lo colocaron en una matriz Anunnaki, concretamente en la matriz de Ninmah, tras lo cual hubo concepción y ésta dio a luz un varón sano, sin pelo en el cuerpo, con los sentidos perfectos y capacidad para hablar, al que llamaron “Adamu” (el Adán del Antiguo Testamento).

Posteriormente Ninmah se reunió con siete sanadoras Anunnaki de la ciudad y les pidió que aceptaran la tarea de ser “matrices” para otros óvulos fecundados de la misma forma. Pero esta vez, colocaron óvulos de hembras bípedas y los fecundaron con la esencia (material genético) de Adamu, pronunciando una frase de encantamiento, enlazando de esa forma la esencia del Cielo y de la Tierra por parentesco sanguíneo. Insertaron los óvulos en sus matrices y las Anunnaki dieron a luz a siete trabajadores primitivos más.

Viendo que la tarea de crear un ejército de esta manera era demasiado ardua, decidieron crear a la contraparte femenina, a la que llamarían “Tiamat” (con el mismo nombre de la Tierra primitiva antes del cataclismo) y esta vez cambiaron las esencias Anunnaki para ajustarlas a este fin de creación de una fémina (esta vez en la matriz de Ninki, la esposa de Enki). De esta forma, crearon más hembras posteriormente para que éstas se reprodujeran de forma natural con los varones ya creados; sin embargo observaron que no había procreación entre hombres y mujeres primitivos. Ninguna de ellas tenía descendencia; volvieron a repasar las “esencias” Anunnaki empleadas (las hebras y componentes genéticos empleados para el proceso) y vieron que las esencias estaban dispuestas como 22 ramas en un Árbol de la Vida, pero no incluían la capacidad de procrear (¡el par de cromosomas X e Y nº 23!).

Se puede inferir, que se estaba produciendo un rechazo que impedía la procreación. Sin embargo, la presión por crear a “trabajadores primitivos” para extraer el oro de África era cada vez mayor.




¿Qué harían en este momento después de tanto trabajo empleado y de que Enlil aprobara a regañadientes la operación?.

Ningishzidda, el hijo de Enki, experto en estos temas, tenía la solución; tal y como se describe en “El Libro Perdido de Enki” durmió a Enki, Ninmah, Adamu y Tiamat y extrajo de la costilla de Enki (¿o quizá de la médula ósea?) y Ninmah su esencia vital; en la costilla de Adamu insertó la de Enki y en la de Tiamat la de Ninmah, añadiendo al Árbol de la Vida dos ramas más con fuerzas procreadoras. Sin duda, todo ello tiene relación con el relato de la costilla de Adán y Eva conocido por el Génesis y que muchos entendíamos como “mito” o “leyenda”.

Parece estar describiendo algún tipo de implante que permitió que ese rechazo inmunitario que impidió la original descendencia fuera superado por medio de la inserción de material genético de dos seres productivos a dos seres sin capacidad de procreación.

Al igual que en el Antiguo Testamento, el texto sumerio recoge la idea de que a partir de ese momento, en que Adamu y Tiamat se “encontraron” y tomaron conciencia de su desnudez y de su feminidad y virilidad, algo cambió por completo. Todo ello horrorizó a Enlil que creyó que se les había dado a esos seres creados las últimas porciones de la “esencia vital” Anunnaki y que quizás se les había conferido incluso sus ciclos vitales (de miles de años de vida) y la capacidad de autocuración y auto-regeneración.

Fue entonces cuando el hermano de Enki, Enlil, inseguro con el proyecto humano desde el principio, decretó que Adamu y Tiamat se marcharan del Edin, donde hasta entonces estaban alejados del duro trabajo, pues el objetivo original era que permanecieran como “moldes” perfectos de la creación humana, sólo dedicados a la procreación. Enlil ordenó que fueran exiliados allí donde se les necesitaba, al Abzu (África Sudoriental) dedicados de pleno al trabajo de extraer el oro, como todos los demás humanos creados.

De esta forma fueron expulsados del Edin. Las alusiones a una “serpiente” maligna hacen una clara referencia al símbolo con que se representaba el propio Enki, conocedor de los secretos de la manipulación genética y director de todo este proyecto de la creación del Trabajador Primitivo.



Y de esta forma la humanidad comenzó a proliferar. Pero después de decenas de miles de años, Enki observó que los seres creados estaban degenerando hacia sus antepasados salvajes. En ese momento, Enki encuentra en el Edin dos hembras de gran atractivo y ambas procrean de él dando a luz a Adapa (Adán) y Titi (Eva). Adapa, sumamente inteligente, se convierte en el primer hombre civilizado. Adapa y su hermanastra Titi a su vez se emparejan dando a luz a Kain y Abael (en clara referencia a Caín y Abel).

En el Antiguo Testamento podemos encontrar multitud de casos en los que el varón tiene por esposa a su hermanastra. Esto está íntimamente relacionado con la Ley de herencia de los Anunnaki, que convierte en herederos legítimos a los hijos de la hermanastra, antes que al primogénito, si éste ha sido concebido por una mujer de otra clase social. Esta ley Anunnaki marcó el destino de toda la Misión de la Tierra multitud de veces. Enki tuvo otro hijo más con otra terrestre, al que llaman Ziusudra (Noé).

Antes del gran Diluvio que se produciría, tal y como describe una de las tablillas, por la cercanía de Nibiru y las inestabilidades creadas en la atmósfera de la Tierra (el brusco derretimiento de los hielos del Polo Sur), Enlil decreta el final de la Misión en la Tierra y se niega a salvar a la humanidad; nunca había visto con buenos ojos el proyecto de creación humana y aprovecha el momento para obligar a todos por juramento a que ningún humano sea salvado de la catástrofe.

Sin embargo, Enki, su hermano y creador intelectual del “trabajador primitivo” tiene una visión o sueño que le dice que debe salvar a Ziusudra, su hijo, dándole entonces instrucciones claras sobre cómo construir una barcaza cerrada y sellada con pez, donde se colocan algunos pequeños animales (las esencias de otros mamíferos y plantas ya habían sido extraídas y conservadas por Enki para evitar el fin de la vida de la Tierra y poder reconstruir la vida tras el Diluvio).



De esta forma, Ziusudra, así como algunos descendientes de Kain en otra parte del mundo, ya que habían sido desterrados del Edin tras el asesinato de Abael a manos de su hermano, se salvan del Diluvio.

Un ejemplo de mala interpretación que ha dado origen a muchos problemas es que la Biblia Hebrea recoge la palabra “Elohim” o “Dioses” (es una palabra plural) indistintamente para los actos y decisiones de los principales Anunnaki, fusión que modifica completamente el sentido original.

¿Quiere todo esto decir que Dios o Creador de Todo no existe?.

En absoluto, quiere decir lo que quiere decir, que nosotros no somos fruto de la evolución homínida, sino de una inteligencia superior, superior a la nuestra, no a la de Dios Creador del Universo. Eso lo tenían claro, y así lo reflejan las propias tablillas, hasta los propios protagonistas de esta historia, los Anunnaki, que en muchas ocasiones se plantean si sus acciones serán del agrado del “Dios Creador de Todo”.

Si tenemos en cuenta que pocos sobrevivieron al Diluvio Universal y que sólo Ziusudra y su prole (Noé, hijo de Enki con una terrestre que a su vez se había creado de Anunnaki y bípeda homínida) entre muy pocos y contados pudo hacerlo, nos viene a decir, que el Padre Genético de toda la Humanidad es Enki, un ser Anunnaki de una inteligencia y capacidades extraordinarias, y que nuestro componente de “mamífero bípedo” es menor desde el punto de vista de la composición genética. La mitad de nuestra genética, a tenor de todo esto, es cien por cien Anunnaki y la otra mitad es Anunnaki en un porcentaje superior al cincuenta por ciento.

Sin embargo, es cierto que no somos ni el pálido reflejo de lo que fueron los primeros humanos creados que, si bien no habían heredado la longevidad Anunnaki, vivían, como bien
atestigua el Antiguo Testamento cientos de años, y que en cada generación el número de años hasta llegar a nuestros días fue disminuyendo.



El Libro Perdido de Enki termina en sus últimas páginas con esta crónica:
“Babili, donde Marduk declaró la supremacía, se libró del “Viento Maligno”. Todas las tierras al sur de Babili fueron devoradas por el Viento Maligno; también alcanzó al corazón de la segunda región. Enki le hizo considerar a Enlil el libramiento de Babili como un augurio divino”.
Babili es por supuesto Babilonia, y la tablilla marca el final de la crónica que comienza con la era de la supremacía de Marduk, que no era el heredero designado inicialmente para la Tierra en Babilonia y en la Tierra, sino Ninurta, hijo de Enlil, pero que el destino (¿Hado o Destino?, se preguntaban los propios protagonistas) quiso que fuera finalmente el Heredero de la Misión.

El Viento Maligno es la traducción sumeria de las también llamadas “armas del terror” que fueron empleadas hace miles de años, como resultado de las disputas entre dos bandos y las múltiples ambiciones de unos y otros; armas nucleares, ni más, ni menos.

Muy probablemente la esposa de Lot no fue convertida en sal por el castigo de “Dios” al desobedecer su orden, sino que fue convertida en polvo como consecuencia de una explosión nuclear (la palabra que se traduce habitualmente por sal tiene el sentido de columna de vapor. El Libro de Enki refleja que más bien los “dioses” se lamentaron amargamente de la suerte que habían corrido las ciudades de la Tierra civilizada por las deflagraciones nucleares que nunca tuvieron que haber ocurrido.

De hecho, no fueron resultado de una decisión consciente o meditada, sino que se produjo un error de cálculo con unas armas que nunca debieron haberse encontrado en la Tierra y que estaban aquí como consecuencia del mismo origen de la Misión en la Tierra.  
Durante cientos de miles de años estuvieron escondidas para que no fueran usadas, y como puede imaginarse, quien lo hizo finalmente no era plenamente consciente de los efectos que aquello iba a acarrear.



Si la datación y el origen sumerio de las tablillas es incontestable; si ninguna autoridad científica, versada en idiomas de la antigüedad ha contradicho jamás una coma de las traducciones de Sitchin; si jamás se ha negado el origen milenario de las tablillas sumerias, que hoy están expuestas en algunos prestigiosos museos del mundo; dado que multitud de hechos que narran las tablillas han sido posteriormente verificados y encontrados correctos por nuestros conocimientos científicos… ¿Acaso no estamos obligados a considerar esta visión sobre nuestro origen y el pasado de la Tierra?

La dificultad para asumirlo en su totalidad ciertamente es inmensa, en particular el hecho de que podríamos ser producto de la manipulación genética por parte de seres más inteligentes, y diseñados “a imagen y semejanza” de seres superiores en inteligencia, desarrollo tecnológico y civilización y con conocimiento profundo de la genética y la naturaleza.

¿Resulta todo esto más difícil de asumir que el hecho de que somos producto de una evolución de seres homínidos con los que aun compartimos espacio en la Tierra?

Pero estamos en el momento exacto en que merece la pena que consideremos todo esto para nuestro bien ya que el conocimiento ha sido desvelado y está a nuestro alcance. No podemos seguir ignorándolo. Incluso si asumimos todo esto, parece que tampoco esta verdad refleja Toda la Verdad, sino que estos hechos históricos se enmarcan en otra Verdad de una dimensión aun superior.

Como dice B. Marciniak en “Mensajeros del Alba”:
“Los planificadores originales de la Tierra pertenecían a la Familia de la Luz (que es información) y decidieron que la Tierra fuese una biblioteca cósmica. Civilizaciones nacieron en la Tierra hace 500.000 años y yacen bajos los hielos de la Antártica.

Ciertos dioses creadores (en clara referencia a los Anunnaki) llegaron para apoderarse de esta biblioteca viviente hace 300.000 años, hubo lucha y ganaron.

Estos nuevos dueños no querían que la especie humana tuviera acceso a la información. La humanidad es un experimento.

Fue diseñada como casi todo lo que existe en la Creación. El Creador hizo brotar de sí energías, a quienes dotó de los mismos dones que poseía. Estas energías, que llamaremos ‘dioses’, empezaron a probar sus dones.

Estos nuevos dueños eran conocedores de la ingeniería genética, y sabían que la conciencia existe en todas las cosas, así que ajustaron las energías electromagnéticas de la conciencia para que vibrara a cierta frecuencia. Los nuevos dueños se nutrían del temor y del caos.

Reestructuraron el ADN para que el hombre funcionara dentro de una escala limitada; el ser humano original tenía doce filamentos, contribución de doce civilizaciones; estos nuevos dueños lo redujeron a dos.

Se rodeó al planeta de un cerco desde el cual se controlaba la frecuencia de los humanos para ser modificados. Este cerco impedía que la Luz llegara como antes.

Y cuando lograban pasar la barrera no había respuesta en la Tierra, pues los humanos estaban desconectados. La mayor tiranía en una sociedad no es el control por la ley marcial, sino la manipulación psicológica de la conciencia, de manera que los que viven dentro de esa realidad ni se dan cuenta que están prisioneros.

Ni saben que existe otra cosa fuera de ellos.


Ustedes han estado controlados como ovejas en el redil por quienes se sienten vuestros dueños, desde el gobierno y el establecimiento de los que están en el espacio.”


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