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lunes, 22 de febrero de 2016

Asertividad, para una sociedad igualitaria (M. Lluïsa Fabra)




Asertividad es la capacidad e autoafirmarse, de expresar lo que sentimos y pensamos aunque las circunstancias no sean muy favorables, de no enmudecer por miedo a no gustar, de decir SÍ y de decir NO de acuerdo con nuestras convicciones y deseos. Es una conducta activa, directa y clara, tan respetuosa con las demás personas como con nosotros mismos. Las personas asertivas, cuando discuten, se orientan hacia soluciones que suponen la satisfacción de todas las personas implicadas en un problema, hacia un resultado, sin perdedores ni ganadores. Tiene una dimensión social que ni la autoestima ni la seguridad tienen, porque no se trata solo de autopercepción sino de conducta, de lo que decimos o hacemos en público.

El problema de la falta de asertividad se refiere a una gran cantidad de personan, mujeres en gran parte, pero también a algunos hombres, a aquellos que han sido educados para obedecer, para aceptar como buenas las ideas y valores que les han transmitido los padres, la escuela y los medios de comunicación, es decir, a aquellos que dan por hecho que no es necesario que se calienten la cabeza pensando porque ya hay quien piensa por ellos, o a aquellos que con facilidad adoptan posiciones conformistas.


Si lo analizamos bien, los hombres son tan poco asertivos como las mujeres, pero a diferencia de la mayoría de las mujeres, que no los son por falta de asertividad, ellos no lo son porque tienden a la agresividad. Ahora bien, como en muchos casos estas conductas les han servido para alcanzar algunos éxitos, no se reconocen como agresivos y tienden a creerse asertivos. Tanto las personas agresivas como las que no son suficientemente asertivas sufren falta de libertad: no son libres de expresarse como querrían. Por eso, llevadas por una corriente que no pueden controlar, repiten indefinidamente conductas que, en el fondo, saben que les convendría modificar.

Las personas, si queremos serlo plenamente, debemos tener la suficiente libertad como para decidir qué queremos ser, o mejor dicho, qué clase de personas queremos ser, pero la sociedad nos conduce y nos modula de tal manera que buena parte de nosotros adopta una actitud poco crítica y, a menudo, no muy responsable, y eso es así tanto para las personas que se comportan sumisamente como para las que van por el mundo pasando por encima de quienes se les pongan por delante.
   Si aceptamos la idea de que cambiando nosotros, cambiamos nuestras conductas, colaboraremos a generar cambios sociales de más alcance, veremos que tenemos, individual y colectivamente, más peso y más poder del que podríamos soñar y que, en definitiva, si nos esforzamos, nuestro paso por el mundo puede no ser del todo irrelevante.


 
La verdadera democracia va unida a la libertad y, por lo tanto, a la asertividad. La mejor manera de proteger los propios derechos es ejercitarlos. Tener confianza en nuestro juicio e intentar influir en la sociedad para conseguir que las cosas vayan en la dirección que creemos que deben ir. La democracia requiere participación en los distintos ámbitos de la vida social. A veces dudamos de nuestras capacidades y es normal, pero tengamos claro que nuestra sociedad es también responsabilidad nuestra y que, cuando callamos, “otorgamos”, cada uno tiene que proceder según sus capacidades y habilidades, pero nadie puede quedarse al margen, porque los regímenes democráticos implican participación activa en el desarrollo humano.

La asertividad es una decisión personal, y esta decisión nadie puede decir que sea fácil, ni que no comporte ningún riesgo, porque implica responsabilizarse de uno mismo y, por tanto, renunciar a buscar excusas en los otros o en las circunstancias, para justificar comportamientos nuestros de los que no podemos sentirnos satisfechos. Los comportamientos asertivos pueden ser objeto de aprendizaje y, si tenemos clara la teoría y practicamos mucho, llegaremos a conseguir que las conductas asertivas surjan sin esfuerzo.



Lo más importante es tomar la decisión de que de ahora en adelante haremos un esfuerzo para conseguir ser asertivos. La asertividad proporciona muchas satisfacciones e incrementa nuestra autoestima, nos ayuda a establecer límites, evitar malentendidos y fomentar las relaciones igualitarias.
   La sociedad actual ya no valora solo las formas ni considera que la hipocresía sea una cualidad; por eso, también puede acabar con la situaciones de subordinación de las mujeres y fomentar una modificación real de las relaciones entre hombres y mujeres, lo cual, además, puede promover un cambio cultural. Esta nueva cultura comportará una revolución de los valores dominantes, y una forma de hacer distinta, menos burocrática y más cercana a las personas.
   En esta nueva cultura, nos constituiremos en el elemento generador de nuevos vínculos interpersonales y de resolución de los problemas sociales que, hoy por hoy, nuestra sociedad es incapaz de resolver.


Dado que se trata de nuestro futuro, del futuro de nuestros hijos e hijas y de la preservación de la belleza que aún habita en nuestro mundo, debemos trabajar codo con codo mujeres y hombres, pero en un futuro muy cercano será decisiva la participación de las mujeres, demasiado tiempo ausentes de lo público, y que pueden aportar una forma de hacer más suave, más conciliadora, más atenta, más inclusiva. Las mujeres ya no pueden seguir más tiempo actuando de espectadoras: deben trabajar conjuntamente con los hombres e incluso imponerse, si hace falta, porque la humanidad y la naturaleza las necesitan y porque una realidad diferente aún es posible.


Maria Lluïsa Fabra y Sales – Asertividad

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