Páginas

sábado, 23 de julio de 2016

Entronizar el alma, el individuo psíquico en lugar del ego (Sri Aurobindo)




Entiendo por ser psíquico el alma íntima del ser y la naturaleza. Ése no es el sentido que se le da en el lenguaje ordinario. El ser psíquico es el núcleo divino que se mantiene detrás de la mente, la vida y el cuerpo, pero que nosotros no percibimos más que débilmente. Es una parcela del Divino que se perpetúa de vida en vida, recogiendo la experiencia de la vida por medio de sus instrumentos exteriores.

Es una personalidad espiritual formada por el alma en su evolución. Al principio está velado por las mente, el ser vital y el cuerpo, limitado en su autoexpresión. Pero a medida que crece se torna capaz de salir a la superficie y dominar mente, vida y cuerpo. Nosotros tenemos, en efecto, dos mentes; una la mente superficial de nuestro ego que se expresa en la evolución, la mente superficial que creamos emergiendo de la Materia; la otra, una mente subliminal que no está obstaculizada por nuestra vida mental actual y sus rigurosas limitaciones, y que es grande, poderosa y luminosa, el ser mental verdadero, detrás de esta forma superficial de la personalidad mental que nosotros tomamos por nosotros mismos erróneamente.
    Tenemos paralelamente dos vidas, una exterior, tejida en el cuerpo físico, ligada por su evolución pasada en la Materia, que vive, que ha nacido y que morirá; la otra, una fuerza subliminal de vida que no está encerrada entre las estrechas fronteras de nuestro nacimiento y nuestra muerte físicas, pero que es nuestro ser vital verdadero. Está abierta al conocimiento universal de la Mente cósmica.



La verdadera alma secreta en nosotros es la llama del Divino siempre encendida. Habitante luminoso de la Ignorancia, crece en ella hasta el momento en que puede volverla hacia el Conocimiento. Es lo que subsiste, lo que es imperecedero en nosotros de nacimiento en nacimiento, inalcanzable por la muerte. Teniendo por misión conducir al hombre desde la Ignorancia hasta la luz de la Conciencia divina, absorbe la esencia de todo lo que es vivido en la Ignorancia para formar el núcleo del crecimiento del alma en la naturaleza. Es esta entidad psíquica secreta la que es la verdadera Consciencia original en nosotros. Ésta es la función del Ser Psíquico: actuar en cada plano para que uno despierte a la auténtica verdad y a la Realidad divina.

Si no existiese un Ser Psíquico en la Materia, no podría haber contacto directo con el Divino, y es gracias a esta presencia que el contacto puede ser directo entre la Materia y el Divino. Y se puede decir de todos los seres humanos: vosotros lleváis el Divino dentro y lo encontraréis. Es una infusión directa, especial y redentora en la Materia más inconsciente y oscura, para que ella pueda despertar de nuevo, por etapas, a la Consciencia divina, a la presencia divina y, finalmente, al Divino mismo.




Es la presencia del Ser Psíquico la que hace del hombre un ser excepcional. Y, a decir verdad, no saca gran provecho de ello. No parece que considere su virtud como algo muy deseable, por la forma con que trata esta presencia. Prefiere sus ideas de la mente, prefiere sus deseos del vital y prefiere sus hábitos del físico. En el hombre es posible y, de hecho, inevitable, como la evolución debe y puede efectuarse. Existe el renacimiento, el progreso del alma elevándose de escalón en escalón en la existencia que evoluciona. En el curso de esta progresión, la entidad psíquica esta todavía velada pos sus instrumentos, por la mente, la vida y el cuerpo; ella no puede manifestarse plenamente y es impedida de ponerse al frente donde podía revelarse como dominadora de su naturaleza. Pero en el hombre, la parte psíquica de la personalidad puede desarrollarse mucho más rápidamente que en la creación inferior, y puede ocurrir sin duda que llegue un momento en el que la entidad del alma alcanzará el punto en que, emergiendo desde detrás del velo, se manifestará abiertamente y tomará las riendas de sus instrumentos en la Naturaleza.
    Pero eso significaría que el espíritu interior secreto, el Divino interior, ha llegado a su punto de emergencia; y no se puede apenas dudar, de que en el momento de esta emergencia, él exigirá una existencia más divina y espiritual, como ya es el caso para la Mente misma cuando está bajo la influencia interior del Ser Psíquico.
    En la naturaleza de la vida terrestre, donde la mente es un instrumento de la Ignorancia, eso no puede efectuarse más que por un cambio de Consciencia, el paso de una fundación en la Ignorancia a una fundación en el Conocimiento, de la consciencia mental a una Consciencia supramental, una instrumentación supramental de la Naturaleza.




En el conocimiento espiritual del ser, existen tres etapas que llevan a la autorrealización y que son al mismo tiempo tres partes del conocimiento único.  La primera es el descubrimiento del alma, no del alma exterior atada a los pensamientos, a las emociones y a los deseos, sino de la secreta entidad psíquica, del elemento divino en nosotros. Cuando esta entidad consigue dominar la naturaleza, cuando nosotros somos conscientemente el alma y la mente, la vida y el cuerpo ocupan su verdadero lugar, que es el de sus instrumentos, somos conscientes de un guía interior que conoce la verdad, el bien, el verdadero deleite, la verdadera belleza de la existencia, somete el corazón y el intelecto a su luz luminosa y conduce nuestra vida y nuestro ser hacia la plenitud espiritual. Incluso en las oscuras operaciones de la Ignorancia tenemos entonces un testigo que discierne, una luz viva que ilumina, una voluntad que rehúsa dejarse extraviar y separa la verdad mental del error mental. Tal es la primera etapa de la autorrealización: entronizar el alma, el individuo psíquico en lugar del ego.

La etapa siguiente consiste en tomar consciencia de un ser racional eterno en nosotros, no nacido y uno con el ser de todos los seres. Esta realización libera y universaliza, incluso si nuestra acción sigue todavía la dinámica de la Ignorancia, ella no se encadena ni se extravía porque nuestro ser interior está instalado en la luz del conocimiento del ser-en-sí.


La tercera etapa consiste en conocer al Ser divino que es a la vez nuestro Yo supremo trascendente, el ser cósmico, asiento de nuestra universalidad, y la Divinidad interior, de la que nuestro ser psíquico, el individuo evolutivo verdadero es nuestra naturaleza, es una porción, una chispa, una llama que llega a ser el Fuego eterno, del cual ella ha sido encendida y del que es el testigo siempre vivo en nosotros, siendo el instrumento consciente de su luz, de su poder, de su gozo y de su belleza.


Sri Aurobindo – El Ser Psíquico

No hay comentarios:

Publicar un comentario