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miércoles, 24 de agosto de 2016

Tu Yo Sagrado (Wayne Dyer)



La libertad es la capacidad para abandonar la única habitación de la conciencia en la que uno nació. En esa habitación se aprende cuáles son los límites de la vida. Fuera de esa habitación se aprende que la vida cuenta con posibilidades ilimitadas. El precio de la libertad es muy alto. La libertad solo puede alcanzarse cuando se sueña sin esperanza, cuando se está dispuesto a perderlo todo, incluso los sueños.
    Para algunos de nosotros el soñar sin esperanza, el luchar sin ninguna meta en la mente es la única manera de mantenernos a la altura de la libertad. La libertad, si se la define como ausencia de cadenas, existe para muchos. Pero si la libertad significa librarse de aquello que nos constriñe la conciencia diaria, si la libertad significa tener visiones ilimitadas y vivir en una dimensión espiritual radicalmente nueva, entonces la libertad existe para muy pocos.
    Cuando no se tiene nada que perder, se es libre por completo, y cuando no preocupa la propia importancia se tiene libertad total. Se tiene un propósito, se vive en júbilo, y uno espera que el mundo sea un lugar divino donde amar a los otros. En realidad está creando de nuevo su mundo con su recién hallada libertad.

Verse a sí mismo como un ser espiritual sin etiquetas es una manera de transformar el mundo y alcanzar un lugar sagrado. Comencemos por tomar la decisión de ser libres despojándonos del pasado. Cuando uno se deshace de su historia sabe que no es ni su nombre, ni su cuerpo, ni su mente, ni su ocupación, ni sus relaciones, ni su identidad étnico-cultural. Así pues, ¿quién somos? Lo que queda es lo invisible, lo intangible.



Cundo uno descubre su yo más sublime, experimenta esa energía interior y permite que le guíe en su vida. El adjetivo más corriente para describir esa fuerza interna es “espiritual”. Cuando hablo de espiritualidad y de ser espiritual describo, una actitud hacia Dios, un viaje interior de iluminación. Hablo de desarrollar las cualidades divinas de amor, perdón, bondad, y éxtasis que tenemos dentro. La espiritualidad no es cuestión de dogmas ni de ideas. Es luz, júbilo y concentración en la experiencia del amor y el éxtasis internos, y transmitir esas cualidades al exterior.
    Al viaje destinado a descubrir su yo más sublime lo llamo “búsqueda sagrada”. Verás que la totalidad del universo está contenido en nosotros mismos. Sabrás que todo no son más que emanaciones de nuestra existencia. Te darás cuenta de que somos quien se refleja en todas partes y que es el propio reflejo el que pasa ante nuestros ojos.

Tienes dentro de sí este poder de trascendencia sobre la vida dominada por el ego. Puedes darte la vuelta y mirar hacia el interior, descubrir nuestra naturaleza espiritual. Entonces podrás vivir cada uno de los días con la sensación de éxtasis que se deriva de hallarte en el sendero de la búsqueda sagrada. Hacer explotar la luz implica entender quién es uno y qué está haciendo aquí, en esta cosa llamada cuerpo, en este lugar llamado mundo, en este momento de nuestra vida. Pero nuestra alma interior sabe que eres eterno. En esa faceta del yo careces de forma, no tienes límites. Sin límites no hay nacimiento ni muerte. ¡Nuestro yo espiritual nunca nació, nunca morirá!
    El saber esto de una forma que no deje lugar para la duda te capacitará en gran manera para la búsqueda sagrada. Cuando llegues a ese estado sabiendo que quien somos es el yo inmutable, tendrás un propósito en la vida.



Cuando cultivamos la condición de testigos comprensivos, adquirimos la conciencia de que somos algo más que nuestros pensamientos, sentimientos y sensaciones. Más que unos cautivos del conjunto de creencias y comportamientos adquiridos practicados a lo largo de la vida. Adquiriremos una visión más amplia de quién somos, y esta nueva percepción conducirá y a niveles de vida más elevados, nos pondrá en contacto con nuestra alma eterna. Al conocer ese yo espiritual, seremos capaces de elevarnos a alturas que creencias anteriores nos impedían ver.

Cuando cultivamos la condición de espectador comprensivo, nos acercamos a la verdadera experimentación de otra dimensión, no estorbada por las limitaciones del mundo material, en la que se ve el cuerpo y los pensamientos sin identificarse con ellos. Hay una realidad espiritual disponible cuando nos separamos del yo material. La conexión con el plano superior la establecemos solo desde esa posición; la energía divina que hay en nuestro interior nos envuelve en amor y paz mientras observamos los pensamientos, sentimientos y sensaciones del cuerpo.

Cuando se produce una profunda revelación se ha de adoptar una actitud muy seria respecto de la propia vida. En el instante en que reconocemos que estamos viviendo la verdad tal cual es, tenemos que darnos cuenta de la trascendencia de lo que nos está siendo revelado.

    Dentro de nosotros existe la dimensión eterna e inmutable de nuestro yo espiritual. Éste es el yo invisible que le habla al yo físico. Es el pensador de los pensamientos. Cuando uno es realmente capaz de creer en el dominio espiritual del espectador, entonces nada va mal, porque el mal carece de sentido para el observador. Todo tiene su orden. Es como vivir en el paraíso, donde está la eternidad y el alma, al tiempo que uno se encuentra en el cuerpo físico. Pero en este espacio, el cuerpo no es el centro de la existencia.


Wayne Dyer – Tu Yo Sagrado

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