Si pudiéramos renovar la
mente a cada instante, libres del pasado y del futuro, sin extraviarnos en
preocupaciones ni ocupaciones varias, disfrutaríamos de la paz interior.
La mente engendra sus propias creaciones y
la persona se las cree.
Los conceptos son una
limitación. Los pensamientos y palabras no pueden pensar ni hablar sobre lo que
está más allá de ellos.
Evita los extremos; son trampas peligrosas.
Mantén la mente en equilibrio, sin reacciones desorbitadas. La ecuanimidad es
la orquídea más preciosa.
Sé diligente, aplícate sin
descanso al autodesarrollo, pues nadie puede liberar por ti las trabas de la
mente y hallar la mente iluminada que en ti reside.
Cuando eliminemos los densos nubarrones de
ignorancia de la mente, en el vacío original de la misma surge el revelador
sonido de la iluminación.
Según la mente, con su
capacidad para amplificar y atenuar, el mismo hecho engendra en unos regresión
y en otros evolución.
Cuando la motivación y el anhelo espiritual
son genuinos y van acompañados de la acción diestra, se desencadena la
sabiduría reveladora.
Aplícate al cultivo
metódico de la mente, porque la mente puede ser una aliada, pero también una
implacable enemiga.
El ego es una carga tan pesada que te
sumerge en las aguas de la ignorancia. A lo que hay que renunciar es a la
ofuscación de la mente y al ego.
A menudo el ser humano,
por falta de visión penetrativa, se estrella contra la apariencia de los
fenómenos.
El hombre debe aprender a navegar
hábilmente en dos océanos: el del espíritu y el de lo cotidiano.
¡Qué implacables para los demás! ¡Qué
indulgentes para nosotros! En tanto la mente está empañada no sabremos ver ni
vernos.
No hay pérdida que
perderte a ti mismo, ni recuperación más fecunda y maravillosa que volverte a
ganar.
No hay peor apego que el apego a las
opiniones y estrechos puntos de vista.
La imaginación
descontrolada se vuelve contra uno como un peligroso boomerang.
Convierte la vida en un ejercitamiento
espiritual y no te pierdas solo en mezquindades, porque la muerte no espera en
cualquier recodo del camino.
Hay una lección
incomparable que aprender en el curso natural de los acontecimientos, sin necesidad
de esforzarse inadecuadamente.
Mediante la observación atenta de
desencadena la visión clara; la visión clara conduce al entendimiento correcto;
el entendimiento correcto permite tomar las cosa como son.
Duda para seguir
investigando espiritualmente, pero no para cerrarte a ti mismo la senda. Confía
en la enseñanza, pero no te arriesgues a la obediencia ciega ni a la necesidad
de creer a cualquier precio.
Larga y sinuosa es la marcha hacia la
autorrealización, pero a tanto esfuerzo sigue una recompensa ilimitada.
Todo fluye, todo cambia,
todo está sometido a la implacable ley de la transitoriedad.
La senda falsa es aquella que conduce a
apuntalar el ego en lugar de debilitarlo.
La perversa inteligencia
humana siempre puede encontrar el modo hábil de engañar o autoengañarse.
Hasta que no probamos el sabor de nuestro
ser interno, vivimos de espaldas a nuestra propia identidad, identificados con
lo que creemos ser y no somos.
Los maestros dicen:
imagina una sola tortuga en un inmenso océano y que ésta solo saca la cabeza a
la superficie una vez cada millón de años. Sigue imaginando. Imagina un aro
flotando a la deriva sobre las aguas del descomunal océano. Escucha bien. Más
difícil aún que la tortuga introduzca la cabeza en el aro cuando sale a
respirar a la superficie, es haber obtenido una forma humana.
Haber nacido humano es un don inapreciable.
No lo desaproveches. Concede a tu vida un sentido profundo de lucidez y
compasión.
Ramiro Calle – Cuentos espirituales del Tíbet
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