Páginas

lunes, 11 de junio de 2018

Somos almas espirituales, partes del Supremo (Swami Prabhupada)




Esta forma humana de vida no se nos ha dado solo para trabajar arduamente sino para lograr la perfección más alta de la vida. Si no queremos esa perfección, entonces habremos de trabajar muy arduamente, pues seremos forzados a ello por las leyes de la naturaleza. En los últimos días de Kali-Yuga (la época actual), los hombres tendrán que trabajar tan arduamente como los asnos por tan solo una migaja de pan. Este proceso ya ha comenzado, y cada año aumentará la necesidad de trabajar más arduamente por salarios menores. Sin embargo, los seres humanos no están destinados a eso, y si un hombre no desempeña sus deberes como ser humano, es forzado por las leyes de la naturaleza a transmigrar hacia las especies más inferiores de vida.

Aquellos que intentan seguir el sendero que conduce a Dios, pero que no lo completan, reciben la oportunidad de aparecer en las familias de personas adelantadas espiritualmente o en familias de buena posición económica para continuar progresando desde el punto en que se detuvo en su nacimiento previo. Pero por desgracia, debido a la influencia de la actual era de hierro (que está llena de máquinas y de gente mecanizada), son descarriados hacia el goce de los sentidos, y se olvidan de la buena oportunidad que tienen de alcanzar la iluminación espiritual. Nuestra función es la de resolver los problemas fundamentales de la vida, que surgen debido a las leyes de la naturaleza. La civilización se encontrará estática a menos que haya movimiento espiritual. El alma mueve al cuerpo, y el cuerpo viviente mueve al mundo. Nos preocupamos por el cuerpo, pero no tenemos conocimiento alguno sobre el espíritu que está moviendo a ese cuerpo. Sin el espíritu, el cuerpo queda inmóvil, o muerto.



El cuerpo  humano es un excelente vehículo con el que podemos alcanzar la vida eterna. Es un barco muy difícil de conseguir, y muy importante para cruzar ese océano de la ignorancia que es la existencia material. En este barco presta servicio un barquero experto, el maestro espiritual. Por gracia divina, el barco navega por el agua con un viento favorable. Con todos estos factores auspiciosos, ¿quién no aprovecharía la oportunidad de cruzar el océano de la ignorancia? Si alguien desperdicia esta buena oportunidad, ha de entenderse que simplemente está suicidándose, nadie tiene información sobre el verdadero destino de la vida, que consiste en regresar a Dios, en recobrar nuestra identidad espiritual perdida. El barco de la vida humana está construido de manera tal que debe moverse hacia un destino espiritual.

Desgraciadamente, este cuerpo está anclado a la conciencia mundana por medio de cinco fuertes cadenas, que son: el apego de la entidad viviente al cuerpo material; el apego a los parientes debido a las relaciones corporales, el apego a la tierra natal y a las posesiones materiales; el apego a la ciencia material, la cual siempre permanece como un misterio por falta de conocimiento espiritual, y el apego a las formas religiosas y ritos sagrados sin conocer a la Personalidad de Dios.
    La Personalidad de Dios, quien está plenamente consciente de todo lo que hay en su creación, nos informa que, para nuestro propio bien, debemos desear salir de esta existencia desoladora. Debemos desapegarnos de todo lo material. Para darle el mejor uso a una mala compra, debemos espiritualizar ciento por ciento nuestra existencia material. La actividad espiritual es la activación de nuestra verdadera vida. Debemos ansiar encontrar la vida eterna, o sea, la existencia espiritual en el Absoluto, ese país eterno del que nadie regresa.



A Dios puede regresar alguien que está convencido de su identidad espiritual y que está libre del concepto material de la existencia, que está libre de la ilusión y es trascendente a las modalidades de la naturaleza material, y que se ha apartado completamente del goce de los sentidos. En la existencia espiritual hay una vida espiritual incesante de eternidad, bienaventuranza y conocimiento, siempre podemos saborear el feliz contacto trascendental con la Personalidad de Dios.

Sin duda alguna, el alma está presente en el corazón de la entidad viviente, y es la fuente de todas las energías que mantienen el cuerpo. La energía del alma se difunde por todo el cuerpo, y ello se denomina conciencia. Como esta conciencia difunde la energía del alma por todo el cuerpo, uno puede sentir placeres y dolores en cualquier parte del cuerpo. El alma es individual, y está transmigrando de cuerpo en cuerpo. Luego ocurre el cambio llamado muerte, cuando nos mudamos a un cuerpo nuevo. Cuando el alma quiere disfrutar de este mundo material, olvidándose de su verdadero hogar del mundo espiritual, acepta esta vida de ardua lucha por la existencia. Su vida antinatural de repetidos nacimientos, muertes, enfermedades y vejez, puede detenerse cuando su conciencia se acopla con la Conciencia Suprema de Dios.





La verdadera educación consiste en preguntar por qué llega la muerte a pesar de que no queremos morir. Cuando limpiemos nuestro corazón nos daremos cuenta de que no pertenecemos a este cuerpo material ni a este mundo material. Somos almas espirituales, partes del Supremo. Estamos relacionados eternamente con Él. Esto se denomina liberación, conocimiento. Entonces podremos salir del ciclo del nacimiento y la muerte en diferentes forma de vida, e ir de vuelta al hogar, de vuelta a Dios.


Swami Prabhupada – La Ciencia de la Autorrealización