Esta forma humana de vida
no se nos ha dado solo para trabajar arduamente sino para lograr la perfección
más alta de la vida. Si no queremos esa perfección, entonces habremos de
trabajar muy arduamente, pues seremos forzados a ello por las leyes de la
naturaleza. En los últimos días de Kali-Yuga (la época actual), los hombres
tendrán que trabajar tan arduamente como los asnos por tan solo una migaja de
pan. Este proceso ya ha comenzado, y cada año aumentará la necesidad de
trabajar más arduamente por salarios menores. Sin embargo, los seres humanos no
están destinados a eso, y si un hombre no desempeña sus deberes como ser
humano, es forzado por las leyes de la naturaleza a transmigrar hacia las
especies más inferiores de vida.
Aquellos que intentan
seguir el sendero que conduce a Dios, pero que no lo completan, reciben la
oportunidad de aparecer en las familias de personas adelantadas espiritualmente
o en familias de buena posición económica para continuar progresando desde el
punto en que se detuvo en su nacimiento previo. Pero por desgracia, debido a la
influencia de la actual era de hierro (que está llena de máquinas y de gente
mecanizada), son descarriados hacia el goce de los sentidos, y se olvidan de la
buena oportunidad que tienen de alcanzar la iluminación espiritual. Nuestra
función es la de resolver los problemas fundamentales de la vida, que surgen
debido a las leyes de la naturaleza. La civilización se encontrará estática a
menos que haya movimiento espiritual. El alma mueve al cuerpo, y el cuerpo
viviente mueve al mundo. Nos preocupamos por el cuerpo, pero no tenemos
conocimiento alguno sobre el espíritu que está moviendo a ese cuerpo. Sin el
espíritu, el cuerpo queda inmóvil, o muerto.
El cuerpo humano es un excelente vehículo con el que
podemos alcanzar la vida eterna. Es un barco muy difícil de conseguir, y muy
importante para cruzar ese océano de la ignorancia que es la existencia
material. En este barco presta servicio un barquero experto, el maestro
espiritual. Por gracia divina, el barco navega por el agua con un viento
favorable. Con todos estos factores auspiciosos, ¿quién no aprovecharía la
oportunidad de cruzar el océano de la ignorancia? Si alguien desperdicia esta
buena oportunidad, ha de entenderse que simplemente está suicidándose, nadie
tiene información sobre el verdadero destino de la vida, que consiste en
regresar a Dios, en recobrar nuestra identidad espiritual perdida. El barco de
la vida humana está construido de manera tal que debe moverse hacia un destino
espiritual.
Desgraciadamente, este
cuerpo está anclado a la conciencia mundana por medio de cinco fuertes cadenas,
que son: el apego de la entidad viviente al cuerpo material; el apego a los
parientes debido a las relaciones corporales, el apego a la tierra natal y a
las posesiones materiales; el apego a la ciencia material, la cual siempre
permanece como un misterio por falta de conocimiento espiritual, y el apego a
las formas religiosas y ritos sagrados sin conocer a la Personalidad de Dios.
A Dios puede regresar
alguien que está convencido de su identidad espiritual y que está libre del
concepto material de la existencia, que está libre de la ilusión y es
trascendente a las modalidades de la naturaleza material, y que se ha apartado
completamente del goce de los sentidos. En la existencia espiritual hay una
vida espiritual incesante de eternidad, bienaventuranza y conocimiento, siempre
podemos saborear el feliz contacto trascendental con la Personalidad de Dios.
Sin duda alguna, el alma
está presente en el corazón de la entidad viviente, y es la fuente de todas las
energías que mantienen el cuerpo. La energía del alma se difunde por todo el
cuerpo, y ello se denomina conciencia. Como esta conciencia difunde la energía
del alma por todo el cuerpo, uno puede sentir placeres y dolores en cualquier
parte del cuerpo. El alma es individual, y está transmigrando de cuerpo en
cuerpo. Luego ocurre el cambio llamado muerte, cuando nos mudamos a un cuerpo
nuevo. Cuando el alma quiere disfrutar de este mundo material, olvidándose de
su verdadero hogar del mundo espiritual, acepta esta vida de ardua lucha por la
existencia. Su vida antinatural de repetidos nacimientos, muertes, enfermedades
y vejez, puede detenerse cuando su conciencia se acopla con la Conciencia Suprema
de Dios.
La verdadera educación
consiste en preguntar por qué llega la muerte a pesar de que no queremos morir.
Cuando limpiemos nuestro corazón nos daremos cuenta de que no pertenecemos a
este cuerpo material ni a este mundo material. Somos almas espirituales, partes
del Supremo. Estamos relacionados eternamente con Él. Esto se denomina
liberación, conocimiento. Entonces podremos salir del ciclo del nacimiento y la
muerte en diferentes forma de vida, e ir de vuelta al hogar, de vuelta a Dios.
Swami Prabhupada – La Ciencia de la Autorrealización