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miércoles, 29 de febrero de 2012

Tartessos... herederos del Edén

Recogiendo aquí y allá diversos datos y documentos, principalmente los que aportó José Maluquer de Motes, exploro un poco el mayor enigma histórico de la civilización occidental. Nuevas investigaciones se están realizando con tecnología moderna, en el Golfo de Cadíz, en el Parque de Doñana y aledaños. Una interesante teoría nos la emplaza en la desembocadura del río Tinto o del Odiel, o bajo la antigua Onuba (Huelva). Con el anhelo de encontrar esta mítica ciudad perdida, heredera de la Atlántida o del Paraíso perdido, el esfuerzo tendría su premio. Un descubrimiento que pondría patas arriba el tradicional concepto de la herencia oriental de nuestra cultura.



En principio contamos con la obra de Avieno “Ora Maritima”, en la que describe la costa española y sus pobladores. Para él, el río de raíces argénteas formaba un lago interior… “El río Tartessos, que fluye del lago ligustino por abiertos campos, ciñe por todas partes con su corriente la isla, pero no corre por un solo cauce, ni surca de una sola vez el suelo subyacente, ya que la parte oriental trae tres bocas a los campos...”. La vagueza de los datos contrasta con la referencia continua del autor de que se valió de textos antiquísimos y desconocidos.

El tenaz y romántico investigador Adolfo Schulten la situó en una isla entre dos brazos del  Guadalquivir, aunque la búsqueda no tuvo éxito hasta la aparición cerca de Sevilla del tesoro del Carambolo. Llegó a excavar un poblado tardo romano situado en el Cerro del Trigo, del Coto Doñana, pero no encontró restos anteriores. Igualmente excavó en Mesas de Asta, cerca de Jerez, colonia romana sobre el solar de la Astapa turdetana, que mostró la presencia de un núcleo urbano ininterrumpido desde la Edad de Bronce, y que al menos fue contemporáneo del momento de apogeo de Tartessos.



No falta quien como Rodrigo Caro admite la desaparición del solar de Tartessos debido a la invasión del mar, como causa de que no se hallen sus ruinas. Estrabón, por su parte, tomando datos de escritores más antiguos, dice que los turdetanos, descendientes de los tartesios, tenían poemas y leyes en verso de más de 6.000 años de antigüedad. Estesidoro de Himena (única ciudad que se hallaba en relación directa con el mundo tartésico) asegura su apogeo ya a comienzos del II milenio y nombra a Geryón como el primer rey tartésico conocido. Resulta que, según la mitología, Geryón es hijo de Chrisaor, el caballero de la falcata de oro, que surgió junto al corcel alado Pegaso de la cabeza de la Medusa, cuando fue cercenada por la hoz de Perseo. Su madre fue Callirhoe, hija del titán Océano. Su hija sería Erytheia, y su nieto Nórax fue rey de Tartessos y emprendió una expedidicón colonizadora a Cerdeña. Otros historiadores vinculan como pueblos surgidos de la misma raíz a tartésicos y cretenses. Otros los vinculan a los míticos pelasgos, "los pueblos del mar" que colonizaron las orillas del Mediterráneo. Uno de los mitos que vertebran y pueden arrojar luz sobre su localización es el de Hércules, entendido como pueblo invasor codicioso de sus riquezas.



Sin duda, no deja de ser sintomático que no se describan fortificaciones, murallas, templos o palacios, frente a la minuciosa referencia a Gades… ¿Interés estratégico en mantenerse segura e ignota ante la codicia de los pueblos orientales por su riqueza, o también podemos entender que su desaparición es muy anterior, y que el resto de ciudades de su territorio intentaron mantener el nombre del estado, dada su reputación? Quizá los mismos fenicios tuvieron allí su origen, o quizá del otro lado del Océano, dado que el término griego phoeniké alude a "los rojos", o de piel roja, como los nativos de América del Norte.

En este antiguo mapa se puede vislumbrar una hipótesis de localización, atendiendo a las informaciones de Avieno y Estrabón, en la zona del río al sur de Sevilla, donde se aprecian “tres bocas de río”, actualmente zona marismeña inundada rica por sus arrozales, aproximadamente encuadrada entre Lebrija y Villafranco del Guadalquivir. Practicamente sería imposible encontrarla en este lugar inhóspito y amplísimo, si es que está alli debajo.






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