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lunes, 31 de agosto de 2015

Tecnología, droga del siglo (Aldous Huxley)



Parece muy improbable que la humanidad en libertad pueda alguna vez dispensarse de los Paraísos Artificiales. La mayoría de los hombres y mujeres llevan vidas tan penosas en el peor de los casos y tan monótonas, pobres y limitadas en el mejor, que el afán de escapar, el ansia de trascender de sí mismo aunque solo sea por breves momentos es y ha sido siempre uno de los principales apetitos del alma.
    El arte y la religión, los  carnavales y los saturnales, el baile…, son cosas que han servido de Puertas en el Muro. Y para el uso privado y cotidiano, siempre ha habido los tóxicos químicos. Los sedantes y narcóticos vegetales, los eufóricos que crecen en los árboles y los alucinógenos que maduran en las bayas o pueden ser exprimidos de las raíces, han sido conocidos y utilizados sistemáticamente desde tiempo inmemorial. Y a estos modificadores naturales de conciencia, la ciencia ha añadido su cuota de sintéticos.

El afán universal y permanente de autotrascendencia no puede ser abolido cerrando de golpe las más populares Puertas del Muro. La única acción razonable es abrir puertas mejores, con la esperanza de que hombres y mujeres cambien sus viejas y malas costumbres por hábitos nuevos y menos dañinos.



Algunas de estas puertas podrán ser de naturaleza social y tecnológica, otras religiosas o psicológicas, y otras más dietéticas, educativas o atléticas. Pero subsistirá indudablemente la necesidad de tomarse frecuentes vacaciones químicas del intolerable sí mismo y del repulsivo ambiente. Lo que hace falta es una nueva droga, que alivie y consuele a nuestra doliente especie sin hacer a la larga más daño del bien que hace a la corta. Debe producir cambios en la conciencia que sean más interesantes e intrínsecamente valiosos que el mero alivio o la mera ensoñación, que ilusiones de omnipotencia o escapes a la inhibición.

El razonamiento sistemático es algo de lo que tal vez no podamos prescindir ni como especie ni como individuos. Pero tampoco podemos prescindir, si hemos de permanecer sanos, de la percepción directa de los mundos interior y exterior en lo que hemos nacido. Esta realidad es un infinito que está más allá de toda comprensión y, sin embargo, puede ser percibida directamente de modo total.
   Es una trascendencia que pertenece a un orden distinto al humano y que, sin embargo, puede estar presente en nosotros como una inmanencia sentida, como una participación experimentada. Saber es darse cuenta, siempre, de la realidad total en su diferenciación inmanente; darse cuenta de ello y, aún así, permanecer en condiciones de sobrevivir como animal, de pensar y sentir como ser humano. Nuestra finalidad es descubrir que siempre hemos estado donde deberíamos estar.




El hombre que regresa por la Puerta en el Muro ya no será nunca el mismo que salió por ella. Será más instruido y menos engreído, estará más contento y menos satisfecho de sí mismo, y reconocerá su ignorancia más humildemente pero, al mismo tiempo, equipado para comprender la relación de las palabras con las cosas, del razonamiento sistemático con el insondable Misterio que trata, por siempre jamás, vanamente, de comprender.


Aldous Huxley – Las puertas de la percepción

domingo, 23 de agosto de 2015

Salvación mediante mutación provocada (Paul Misraki)


La ley natural, instaurada sobre la Tierra con la aparición del hombre, es una ley dura. Toda evolución se halla ligada a ella por una lucha sin contemplaciones. Toda vida se alimenta a expensas de otras vidas. El más fuerte o el más hábil, devora al más débil, o el menos astuto. El equilibrio de la economía terrestre encuentra unas bases paradójicas en la fertilidad de la podredumbre.
   Y no obstante, incluso comprobando a nuestro alrededor un orden semejante de cosas, jamás hemos llegado a resignarnos a ello. La idea de que la Tierra no es sino un gigantesco matadero choca frecuentemente con nuestra sensibilidad y preferimos no pensar en ello. Por lo demás, la crueldad de la vida nos deja con frecuencia amargados y rencorosos. Los males que nos asaltan no son considerados por nosotros como una servidumbre fatal, sino como una injusticia.




El animal acepta su suerte y perpetúa de generación en generación los mismos gestos, leyes inherentes a unas condiciones ontológicas, obedecidas sin vanas tentativas de huir de ellas. El hombre, en esto, es del todo diferente. Prisionero de un sistema que juzga inaceptable, pone todos sus recursos en movimiento para desprenderse de él. De este modo, todo gesto que tienda a modificar, dominar, vencer esta Naturaleza tiránica contra la cual nos hallamos en abierta rebeldía, constituye una actividad específica del hombre. El hombre es, ante todo, un rebelde.
   ¿Por qué? Sin duda porque, efectivamente, no nos hallamos en nuestro lugar y porque, en lo más hondo de nuestra alma, lo sabemos. Somos, según la expresión bíblica, unos “extranjeros”, unos “viajeros sobre la Tierra”. Tal vez deberíamos, como afirman las tradiciones, inaugurar sobre nuestro planeta un nuevo orden de cosas. No aptos para el sufrimiento, teníamos el encargo de cultivar nuestro jardín, es decir, administrar nuestro dominio siguiendo nuestras preferencias y nuestros gustos.

Camino de convertirnos en unos soberanos, hemos dejado escapar aquella primacía, después del mal uso que nuestros antepasados hicieron de su libre albedrío –tal vez también bajo la influencia de quienes tenían interés en despojarnos de nuestros privilegios, con el fin de eliminar una eventual competencia-. La famosa “revuelta de los ángeles”, de la que nuestros padres decían que abarcó a los cielos, tenía al hombre como objetivo, pues una parte de los extraterrestres se rebelaron ante la perspectiva de llegar un día a tener que hincarse de rodillas ante la descendencia de Adán.
    Caída, la humanidad se encontró sometida a las leyes de la antigua naturaleza, aquellas que reinaban en nuestro globo antes de la era del hombre. Nuestra raza quedó sujeta a la misma, a la enfermedad, a la muerte… ¿Venganza? ¿Castigo? En absoluto; sino simple consecuencia, ineludible, de un remozamiento del reino animal.



Desde entonces, todo sucede como si las fuerzas “luciferianas” poseyeran el completo dominio de nuestro globo, en el que se aplican a perpetuar el reino de la antigua “naturaleza”. ¿No ha sido llamado Lucifer el príncipe del mundo? Si es el príncipe, es decir, el jefe nombrado, si es él –y no como pensamos frecuentemente el “buen” Dios- quien impone sus órdenes sobre este desgraciado planeta, nada de sorprendente tiene que nuestra suerte nos reserve tantas penas al tiempo que algunas “alegrías” acordes con la “naturaleza”. Satán está aquí, en su casa.
    Por el contrario, las potencias a quienes hemos dado en llamar “yávicas” (únicamente por razones de comodidad –entendidas en este caso como benéficas-) están en lucha abierta contra esa forma de naturaleza; parecen, en todo caso, animadas a la preocupación de sustraer a la humanidad a dicha “naturaleza”. Pero es preciso decir que la Tierra no es su dominio; su acción se ejerce desde el exterior, a la manera de comandos, en operaciones discontinuas, limitadas, como si nuestra esfera constituyera para ellos un territorio enemigo, y celosamente defendido, pues la Tierra sigue bajo un régimen de “ocupación”.

Limitadas… ¿pero también por la obligación de no minar la libertad del hombre, puesto que sería una raza “salvada” si esa salvación le era impuesta, únicamente, desde fuera? Libertado a pesar suyo, ¿estaría el hombre verdaderamente “salvado”? de donde la obligación de contar con una resistencia organizada por los propios hombres o, mejor aún, por aquellos de entre los que no aceptan la “naturaleza” tal como es.




Se correrá el peligro de pasar por alto muchos descubrimientos si no se tiene bien presente el hecho de que nuestro mundo recibe sus leyes de un príncipe que no es Dios, sino uno de sus adversarios –mientras que el ejército de los emisarios yávicos intenta “ayudarnos”, forzando para ello un orden establecido.
   Pero se sabe que una de las astucias más perniciosas del diablo consiste en hacernos olvidar incluso su existencia, olvido que alcanza incluso a los espíritus más sinceramente piadosos, y las confusiones que resultan son inimaginables. La táctica del clan “yavista”, que busca nuestra liberación, es notable por su longanimidad, pues la operación salvación” comienza alrededor del 1950 a.C.


La apuesta es la siguiente: desposeer a los luciferianos de su dominio sobre “este mundo”, librar al hombre de las leyes naturales por medio de una mutación provocada.


Paul Misraki – Los Extraterrestres  (Título original: Des signes dans le ciel. Les extraterrestres, 1968)

lunes, 17 de agosto de 2015

Estar atentos a la Sincronicidad (James Redfield)



Nuestro desafío personal consiste en superar el condicionamiento cultural que nos lleva a reducir la vida a lo ordinario, al lugar común y a lo carente de misterio. La mayoría de nosotros hemos aprendido a ir por la vida solo con nuestro ego y pensar que debemos tener un control total sobre nuestra vida. Creamos listas mentales inflexibles de proyectos que pensamos llevar a cabo y perseguimos esos fines con una especie de visión de túnel. Sin embargo, el misterio sigue estando, bailando en las orillas de nuestra vida, dándonos visiones fugaces de posibilidades. Debemos tomar la decisión de desacelerarnos y modificar nuestro punto de atención, y empezar a actuar de acuerdo con las oportunidades que se presentan en nuestro camino.

Es casi imposible que, al mirar hacia atrás no veamos un esquema de sincronicidad en los hechos misteriosos que pasaron para hacernos llegar a lo que ahora tenemos. Mucho más difícil es la percepción de esos hechos tan importantes en la vida del presente, cuando ocurren. Las coincidencias pueden ser impactantes, pero también muy sutiles y fugaces y por lo tanto fácilmente pasadas por alto, como si fueran obra del azar o simple casualidad.




Cómo llega la información es siempre un misterio, pero siempre es la perspectiva, la investigación o la idea de un ser humano sobre el mundo que nos llega justo en el momento indicado para ampliar nuestra conciencia. Nuestra sensación de que la información nos está llegando quizá derive de que estamos integrando todos los pasos de crecimiento necesarios para establecer nuestra aptitud al siguiente capítulo en la historia de nuestra vida. La sincronicidad, al igual que la nueva conciencia espiritual que estamos construyendo, es apenas la concientización de la forma en que lo divino obra en nuestras vidas, la percepción o la experiencia de nuestra conexión con esta fuerza divina.

Tal vez el mayor desafío para los que empezamos a vivir la nueva conciencia espiritual sea relacionarnos con los escépticos. Debemos recordar que un grado de escepticismo es, de hecho, importante. No hay que tomar una idea de moda al pie de la letra, y todos debemos contemplar con ojo crítico cualquier afirmación sobre la naturaleza de la realidad, sin olvidar mantener la mente lo bastante abierta.

Hemos llegado por fin a un punto en que la idea de una experiencia personal trascendente forma parte de nuestra nueva conciencia espiritual. Lo importante es la percepción mística aumentada que expande nuestra conciencia y nos baña en una sensación de seguridad, bienestar  y claridad nunca antes soñada. Cuando la sincronicidad nos lleva a dar el siguiente paso a la experiencia mística directa, todos superamos la tentación de simplemente intelectualizar este pasaje. Todos debemos encontrar esa experiencia espiritual que expande nuestro sentido del yo desde el interior, que transforma nuestra comprensión respecto de quiénes somos y nos abre a la inteligencia que hay detrás del universo.



Al alcanzar lo trascendente nos sentimos más vigorosos, como si un canal de energía espiritual hubiera empezado a inflarnos desde adentro; experimentamos una sensación de unidad con todas las cosas. Al mirar nuestro medio mientras estamos en este nivel de conciencia, todo lo que percibimos nos parece parte de nosotros mismos, sentir que todo lo que nos rodea es parte de nuestro yo cósmico más amplio que ahora está viendo a través de nuestros ojos.

Al abrirnos a la energía interior divina, tenemos la certeza de que la vida es eterna y espiritual, formamos parte de l gran orden del universo. No solo somos eternos sino que estamos protegidos, incluidos, colaboramos incluso en el gran pan que es la vida en la Tierra. Y, si estamos atentos al sentido de bienestar y seguridad que penetra en nosotros, podemos ver que nos sentimos a salvo, porque estamos llenos de una fuerte emoción que impulsa todas las otras emociones: estamos imbuidos de un gran sentido de amor, que existe sin un punto de atención pensado y en una constante penetrante que mantiene a todas las demás emociones en su contexto. La constancia del amor evita que las emociones negativas invadan nuestra mente, quedan dentro de un contexto razonable en el cual podemos sentirlas y dejarlas ir, concentrándonos en el amor penetrante que energiza nuestro ser.


Podemos descubrir quiénes somos en realidad, y cuando la sincronicidad continúe y la inspiración aumente, nuestros cuerpos alcanzarán niveles de energía cada vez más altos hasta convertirnos en seres espirituales de luz.


James Redfield – La Nueva Visión Espiritual

jueves, 6 de agosto de 2015

En España, todos los gobiernos han ido a destruir…




Lo más grave que ha ocurrido en España es que después de muchos años en los que tuvimos un progreso social lento pero continuo hayan aumentado las diferencias sociales. Estas cosas, aparte de ser terriblemente injustas, son muy peligrosas, porque es muy difícil mantener el sistema democrático saludable y funcionando con niveles de desigualdad tan graves como los que se están imponiendo.

Parece que el único camino que había era ese: el camino de la rebaja de impuestos a los más ricos, el de debilitar la situación de los trabajadores… Parecía que no había otra alternativa, que el mundo tenía que ser así. Igual que cuando se hace la globalización de una manera que siempre perjudica a los más débiles y siempre beneficia a los más poderosos. Generalmente los que mandan quieren convencernos de que las cosas son como son porque es la única manera que tiene de ser, porque es lo natural. Pero eso no es lo natural, eso es algo que se ha hecho para beneficio de algunos.

Una cosa que me ha llamado la atención durante estos años es que la izquierda estaba dejando de poner el acento en los problemas de clase y se estaba concentrando caso exclusivamente en los problemas de identidad colectiva. Es decir, en vez de hablar de ricos y pobres, la izquierda hablaba de grupos nacionales, de la identidad colectiva de los catalanes, de las mujeres, de los gays… Y una cosa son los derechos civiles y otra cosa es dividir a la gente en este tipo de identidades. Y esto ha ocurrido mientras se ampliaban cada vez más las diferencias sociales, las diferencias entre los que tienen y los que no tienen. La izquierda, que es la que se supone que tenía que ocuparse de esas cosas, estaba distraída con otras, se ha quedado en muchos casos muy perdida, sin estrategia, sin saber qué era lo que tenía que defender.



Mientras tanto se estaban acentuando más las diferencias sociales, con gran alegría de los que estaban beneficiándose. Hace 15 años, la diferencia de la media de los mejor pagados y la media de los trabajadores normales era de 1 a 30. Ahora es de 1 a 400 y, claro, ¿cómo mantienes un sistema democrático o un estado del bienestar con esas diferencias sociales, cuando además los que más tienen se las arreglan para no pagar impuestos, cuando los que pagan los impuestos son la clase media y la clase trabajadora? ¿Cómo mantienes así el estado del bienestar? El mundo está hecho para el beneficio del que más tiene de una manera cada vez más escandalosa y grosera. Ya que, por una parte, están los ejecutivos que ganan más que nunca y, por debajo, cada vez más becarios y gente que está siendo superexplotada. Ese progreso de la desigualdad, de la injusticia y de la falta de salidas es una de las cosas más graves que ha pasado.

En una democracia, lo normal sería que una persona cualquiera pudiera tener la posibilidad de estar un tiempo ejerciendo un cargo y luego retirarse a su profesión. La profesionalización de la política es uno de los grandes males del sistema español. Igual que la politización de ciertas profesiones públicas. El hecho de que tantos cargos que tendrían que ser exclusivamente técnicos sean políticos. Eso es una sociedad cautiva de la política.



Estos gobiernos brutales de los últimos años se han dedicado sobre todo a hacer todo el daño que han podido; creo que con una perspectiva ideológica, que es pensar que todo lo que tiene que ver con la cultura o la educación es cosa de izquierdistas y hay que dañarlo. Todos los gobiernos han ido a destruir: el Gobierno del PSOE por falta de coraje y por demagogia; y el Gobierno del PP por pura brutalidad. Lo que se ha hecho con el cine o con el teatro es una cosa destructiva, cuando la cultura en un país como el nuestro es un eje fundamental de la prosperidad, porque la cultura crea muchos puestos de trabajo. La industria de la cultura ha sido abandonada a conciencia para destruirla.

En España hay mucho odio al conocimiento. La derecha española es brutal y ha sido siempre enemiga del saber, siempre, entre otras cosas porque ha sido esclava de la Iglesia Católica, y la Iglesia Católica ha sido el peor enemigo que ha tenido la educación y el conocimiento en nuestro país.




Antonio Muñoz Molina (Extracto de entrevista para 20 Minutos)