jueves, 31 de agosto de 2017

No hace falta dinero para comprar lo que el alma necesita (Henry David Thoreau)



Los hombres trabajan desde una perspectiva errónea. La mejor parte del hombre es arada muy pronto y convertida en abono para la tierra. Guiados por un destino aparente, comúnmente llamado necesidad, acumulan tesoros que corromperán la polilla y la herrumbre y acabarán robando los ladrones. Es una vida de tonto. Y todo por obedecer ciegamente a un oráculo desatinado, que lanza piedras a sus espaldas sin ver ni siquiera dónde caen.

La mayoría de los hombres, por mera ignorancia y error, está tan preocupada por los cuidados ficticios y las tareas rudas pero superfluas de la vida que no puede recoger sus mejores frutos. En realidad, el hombre trabajador y esforzado carece de tiempo libre para desarrollar una vida íntegra y propia. No tiene tiempo de ser otra cosa que una máquina. ¿Cómo podría acordarse de su ignorancia –lo cual requiere de un crecimiento- quien tiene que usar sus conocimientos tan a menudo? Las mejores cualidades de nuestra naturaleza solo pueden conservarse mediante una manipulación delicada. Y, sin embargo, ni a los demás, ni a nosotros mismos, nos tratamos con esa dulzura. En realidad, la opinión pública es un débil tirano si la comparamos con nuestra propia opinión. El destino de cada hombre está determinado por lo que éste piensa de sí mismo.

La mayoría de los hombres vive vidas de tranquila desesperación. Lo que llamamos resignación no es más que una confirmación de la desesperanza. Incluso tras los llamados juegos y diversiones de la humanidad se encuentra una desesperación tan estereotípica como inconsciente. No suponen un verdadero esparcimiento, pues éste tan solo llega después del trabajo. Una característica de la sabiduría es no hacer cosas desesperadas.



Cuando consideramos cuál es la finalidad principal del hombre, y cuáles son sus auténticas necesidades y medios de vida, parecería que los hombres han elegido deliberadamente esta forma de vivir porque la prefieren a cualquier otra. Sin embargo, ellos piensan sinceramente que no existe elección. Solo las naturalezas activas y saludables recuerdan que el sol se alza con claridad. Nunca es demasiado tarde para renunciar a nuestros prejuicios. No se puede creer sin pruebas en ningún modelo de pensamiento, o de acción, por antiguo que éste sea. Lo que hoy todo el mundo repite o acepta como verdadero puede convertirse mañana en mentira, en una opinión hecha de humo que algunos pensaron que era una nube que traería agua fertilizadora para los campos.

Nos vemos obligados a vivir siempre concienzudamente nuestra vida y negando la posibilidad de todo cambio. Decidimos que éste es el único camino, pero hay tantos caminos como radios pueden trazarse desde un centro. Cualquier cambio es un milagro digno de ser tenido en cuenta; pero es también un milagro que ocurre a cada instante. Cuando un hombre determina un hecho de la imaginación como un hecho para su entendimiento, todos los hombres, a la larga, establecerán sus vidas sobre esta base.

Estoy hablando sobre todo para esa gran parte de los hombres que está disconforme, y se queja perezosamente de la dureza de su destino, o de los tiempos que les ha tocado vivir, cuando podría mejorarlos. También tengo en mente a aquellos que, en apariencia, son ricos, pero que en realidad pertenecen a una clase terriblemente empobrecida, que han acumulado basura, y no saben cómo hacer uso o deshacerse de ella, y que de esta forma han construido sus prisiones de plata y oro.



Quien avance confiado en la dirección de sus sueños y acometa la vida tal como la ha imaginado recibirá a cambio una gratificación que no le otorgará el tiempo ordinario. Dejará atrás algunas cosas, cruzará una frontera invisible, lugares nuevos, universales y más tolerantes comenzarán a regir en su interior y a su alrededor o se modificarán las antiguas, interpretadas en su beneficio, en un sentido más generoso, y vivirá con la libertad de la que gozan seres más elevados. Conforme simplifique su vida, las leyes del universo parecerán menos complicadas y la soledad ya no será soledad, ni la pobreza tal pobreza, ni la debilidad tal debilidad. Si construye castillos en el aire, su obra no se perderá. Ahí están bien edificados. Que tan solo ponga ahora los cimientos bajo esos castillos.

En relación al futuro y a lo posible, deberíamos vivir sin inquietud y sin imágenes preconcebidas, conservando nuestros contornos vagos y brumosos. La inestable verdad de nuestras palabras debería traicionar y revelar continuamente la inadecuación del resto del enunciado. Las palabras que expresan nuestra fe y nuestra piedad no están definidas, y aun así resultan significativas y desprenden su aroma, como el incienso, para las naturalezas superiores. ¿Por qué establecernos en el nivel más bajo de nuestra percepción y alabarlo como el lugar del sentido común? ¿Por qué hemos de apresurarnos desesperadamente por triunfar en empresas desesperadas? Si un hombre no marcha al mismo paso que sus camaradas, probablemente esté escuchando otro tambor. Que camine al ritmo de esa música, aunque sea más comedida y lejana. No debemos encallar en una realidad hueca. ¿Construiríamos con gran esfuerzo un cielo de cristal azul sobre nuestras cabezas si supiéramos con certeza que, una vez terminado, seguiríamos contemplando el verdadero y etéreo cielo más allá, como si el primero nunca hubiera existido?



No busquéis con tanta ansia vuestro desarrollo, ni os sometáis a demasiadas influencias; solo conseguiréis disiparos. Como la oscuridad, la humildad revela las luces celestes. Las sombras de la pobreza y de la mediocridad se acumulan a nuestro alrededor “y mirad, la creación se ensancha ante nuestros ojos”. La vida más dulce es aquella que se acerca a los huesos. No podrás ser frívolo. Nada se pierde en un nivel inferior por la grandeza expresada en uno superior. La riqueza superflua solo adquiere lo superfluo. No hace falta dinero para comprar lo que el alma necesita.


La luz que nos ciega es nuestra oscuridad. Solo amanece el día para el que estamos despiertos. El amanecer sigue aún su curso. El sol no es sino una estrella de la mañana.


Henry David Thoreau – Walden (Vida en los bosques)