jueves, 31 de marzo de 2011

Dalai Lama: La felicidad, camino y meta



Creo que el propósito fundamental de nuestra vida es buscar la felicidad. Tanto si se tienen creencias religiosas como si no, si se cree en talo cual religión, todos buscamos algo mejor en la vida. Así pues, creo que el movimiento primordial de nuestra vida nos encamina en pos de la felicidad.
Pero ¿acaso una vida basada en la búsqueda de la felicidad personal no es, por naturaleza, egoísta e incluso poco juiciosa? No necesariamente. De hecho, muchas investigaciones han demostrado que son las personas desdichadas las que tienden a estar más centradas en sí mismas; son a menudo retraídas, melancólicas e incluso propensas a la enemistad. Las personas felices, por el contrario, son generalmente más sociables, flexibles y creativas, más capaces de tolerar las frustraciones cotidianas y, lo que es más importante, son más cariñosas y compasivas que las personas desdichadas.

Los investigadores han realizado algunos experimentos interesantes que demuestran que las personas felices poseen una voluntad de acercamiento y ayuda con respecto a los demás. Han podido, por ejemplo, inducir un estado de ánimo alegre en un individuo organizando una situación por la que éste encontraba dinero en una cabina telefónica. Uno de los experimentadores, totalmente desconocido para el sujeto, pasaba al lado de él y simulaba un pequeño accidente dejando caer los periódicos que llevaba. Los investigadores deseaban saber si el sujeto se detendría para ayudar al extraño. En otra situación, se elevaba el estado de ánimo de los sujetos mediante la audición de una comedia musical y luego se les acercaba alguien para pedirles dinero. Los investigadores descubrieron que las personas que se sentían felices eran más amables, en contraste con un «grupo de control» de individuos a los que se les presentaba la misma oportunidad de ayudar pero cuyo estado de ánimo no había sido estimulado.

Empezamos, pues, con la premisa básica de que el propósito de nuestra vida consiste en buscar la felicidad. Es una visión de ella como un objetivo real, hacia cuya consecución podemos dar pasos positivos. Al empezar a identificar los factores que conducen a una vida más feliz, aprenderemos que la búsqueda de la felicidad produce beneficiosos, no sólo para el individuo, sino también para la familia de éste y para el conjunto de la sociedad.
Aunque es posible alcanzar la felicidad, ésta no es algo simple. Existen muchos niveles. En el budismo, por ejemplo, se hace referencia a los cuatro factores de la realización o felicidad: riqueza, satisfacción mundana, espiritualidad e iluminación. Juntos, abarcan la totalidad de las expectativas de felicidad de un individuo. Dejemos de lado por un momento las más altas aspiraciones religiosas o espirituales, como la perfección y la iluminación, y abordemos la alegría y la felicidad tal como las entendemos desde una perspectiva mundana. Dentro de este contexto, hay ciertos elementos clave que contribuyen a la alegría y la felicidad. La buena salud, por ejemplo, se considera un elemento necesario de una vida feliz. Otra fuente de felicidad son nuestras posesiones materiales o el grado de riqueza que acumulamos. Y también tener amistades o compañeros. Todos reconocemos que, para disfrutar de una vida plena, necesitamos de un círculo de amigos con los que podamos relacionarnos emocionalmente y en los que podamos confiar.

Todos estos factores son, de hecho, fuentes de felicidad. Pero para que un individuo pueda utilizarlos plenamente con el propósito de disfrutar de una vida feliz y realizada, la clave se encuentra en el estado de ánimo. Es lo esencial.
Si utilizamos de forma positiva nuestras circunstancias favorables, como la riqueza o la buena salud, éstas pueden transformarse en factores que contribuyan a alcanzar una vida mas feliz. Y, naturalmente, disfrutamos de nuestras posesiones materiales, éxito, etcétera. Pero sin la actitud mental correcta, sin atención a ese factor, esas cosas tienen muy poco impacto sobre nuestros sentimientos a largo plazo. Si, por ejemplo, se abrigan sentimientos de odio o de intensa cólera se quebranta la salud, destruyendo así una de las circunstancias favorables. Cuando uno se siente infeliz o frustrado, el bienestar físico no sirve de mucha ayuda. Por otro lado, si se logra mantener un estado mental sereno y pacífico, se puede ser una persona feliz aunque se tenga una salud deficiente. Aun teniendo posesiones maravillosas, en un momento intenso de cólera o de odio nos gustaría tirarlo todo por la borda, romperlo todo. En ese momento, las posesiones no significan nada. En la actualidad hay sociedades materialmente muy desarrolladas en las que mucha gente no se siente feliz.

El primer paso en la búsqueda de la felicidad es aprender. Primero tenemos que aprender cómo las emociones y los comportamientos negativos son nocivos y cómo son útiles las emociones positivas. Tenemos que darnos cuenta de que dichas emociones no sólo son malas para cada uno de nosotros, personalmente, sino también para la sociedad y el futuro del mundo. Saberlo fortalece nuestra determinación de afrontarlas y superarlas. Por otra parte, debemos ser conscientes de los efectos beneficiosos de las emociones y comportamientos positivos; ello nos llevará a cultivar, desarrollar y aumentar esas emociones, por difícil que sea: tenemos una fuerza interior espontánea. A través de este proceso de aprendizaje, del análisis de pensamientos y emociones, desarrollamos gradualmente la firme determinación de cambiar, con la certidumbre de que tenemos en nuestras manos el secreto de nuestra felicidad, de nuestro futuro, y de que no debemos desperdiciarlo.

Es posible que no tengamos una inclinación natural a realizar actos sanos, que tengamos que ser conscientemente entrenados para realizarlos. Esto es así, particularmente en la sociedad moderna, porque hay una tendencia a aceptar que todo lo referido a actos sanos e insanos (qué debemos y qué no debemos hacer) pertenece al ámbito de la religión. Tradicionalmente, se ha considerado responsabilidad de la religión el prescribir qué comportamientos son sanos y cuáles no. En la sociedad actual, sin embargo, la religión ha perdido mucho de su prestigio e influencia. Y, al mismo tiempo, no ha surgido algo que pueda sustituirla, algo como por ejemplo una ética laica. Así pues, parece que se presta menos atención a la necesidad de llevar una vida saludable. Debido a ello, creo que necesitamos realizar un esfuerzo para tener acceso a esa clase de conocimiento. Por ejemplo, aunque creo que nuestra naturaleza es fundamentalmente apacible y compasiva, no es suficiente: tenemos que desarrollar una aguda conciencia de esa condición. Cambiar nuestra forma de percibirnos, a través del aprendizaje y la comprensión, puede ejercer una influencia poderosa en nuestra relación con los demás y en la conducción de nuestras vidas.

Estamos hechos para buscar la felicidad. Y está claro que los sentimientos de amor, afecto, intimidad y compasión traen consigo la felicidad. Estoy convencido de que todos poseemos la base para ser felices, para acceder a esos estados cálidos y compasivos de la mente que aportan felicidad. De hecho, una de mis convicciones fundamentales es que no sólo poseemos el potencial necesario para la compasión, sino que la naturaleza básica o fundamental de los seres humanos es la benevolencia.
En cuanto estimulas la actitud compasiva en tu mente, en cuanto se hace activa, tu actitud hacia los demás cambia automáticamente. Si te acercas a los demás con disposición compasiva, reducirás tus temores, lo que te permitirá una mayor apertura. Creas un ambiente positivo y amistoso. Con esa actitud abres la posibilidad de recibir afecto o de obtener una respuesta positiva de la otra persona. Y, aunque el otro no se muestre afable o no responda de una forma positiva, al menos te habrás aproximado a él con una actitud abierta, que te proporciona flexibilidad y libertad para cambiar tu enfoque cuando sea necesario. Esa clase de apertura facilita al menos la posibilidad de tener una conversación significativa con el otro. Pero sin esa actitud de compasión, si estás cerrado, irritado o indiferente, te sentirás incómodo aunque seas abordado por tu mejor amigo.

Hablé sobre los factores necesarios para disfrutar de una vida feliz y gozosa, como la buena salud, los bienes materiales, los amigos, etcétera. Y todos ellos dependen de nuestros semejantes. Para mantener una buena salud se necesitan los medicamentos fabricados por otros y servicios de atención sanitaria ofrecidos por otros. Si examinan todas las cosas que les proporcionan bienestar, descubrirán que no existe ningún objeto que no tenga conexión con otras personas. Si lo piensan cuidadosamente, verán que en la fabricación de esos objetos intervienen muchas personas, ya sea directa o indirectamente. No hace falta decir que cuando hablamos de buenos amigos y compañeros como otro factor necesario para llevar una vida feliz, hablamos de interacción con otros seres sensibles, con otros seres humanos.

Como pueden ver, todos esos factores se hallan inextricablemente unidos con los esfuerzos y la cooperación de otras personas. Los otros seres son indispensables. Así que, a pesar de que el proceso de relacionarse con los demás suponga a veces momentos difíciles, disputas, debemos intentar mantener una actitud de amistad y cordialidad, de modo que la interacción con ellos nos proporcione una vida feliz.

Creo que la empatía es importante, no sólo como medio para aumentar la compasión, sino que en términos generales, al tratar con los demás cuando están en dificultades, resulta extremadamente útil para situarse en el lugar del otro y ver cómo reaccionaría uno ante la situación. Aunque no se tengan experiencias comunes con la otra persona o su estilo de vida sea muy diferente, siempre puede intentarse con la imaginación. Quizá haya que ser algo creativo. Esta técnica supone la capacidad para suspender temporalmente el propio punto de vista y buscar la perspectiva de la otra persona, imaginar cuál sería la situación si uno estuviera en su lugar, y cómo la afrontaría. Eso ayuda a desarrollar una conciencia de los sentimientos del otro y a respetar dichos sentimientos, algo importante para reducir los conflictos y problemas con los demás.

Conviene dejar claro que también se puede tener una relación buena y saludable que incluya la atracción sexual. Parece ser, por tanto, que existen dos clases de relación basadas en la atracción sexual. Una de ellas obedece al puro deseo sexual. En ese caso, la motivación o el impulso que hay tras el vínculo es realmente la satisfacción temporal, la gratificación inmediata. Los individuos se relacionan entre si no tanto como personas, sino más bien como objetos. Ese vínculo no es muy sano, porque sin ningún componente de respeto mutuo termina por convertirse casi en prostitución, como una casa construida sobre cimientos de hielo: el edificio se desploma en cuanto se funde el hielo.
No obstante, hay relaciones en que la atracción sexual, si bien es poderosa, no es fundamental. Existe un aprecio de valores relacionados con la cordialidad. Estas relaciones son, por lo general, más duraderas y fiables. y para establecer una relación semejante es preciso dedicar tiempo suficiente a conocer las características del otro.

La compasión puede definirse como un estado mental que no es violento, no causa daño y no es agresivo. Se trata de una actitud mental basada en el deseo de que los demás se liberen de su sufrimiento, y está asociada con un sentido del compromiso, la responsabilidad y el respeto a los demás. En la definición de compasión, la palabra denota también un estado mental que implica el deseo de cosas buenas para uno mismo. Para desarrollar el sentimiento de compasión, puede empezarse por el deseo de liberarse uno mismo del sufrimiento, para luego cultivarlo, incrementarlo y dirigirlo hacia los demás.

Existe una compasión libre de tal apego. Ésa es la verdadera compasión. No obedece tanto a que tal o cual persona me sea querida como al reconocimiento de que todos los seres humanos desean, como yo, ser felices y superar el sufrimiento, y también tienen el derecho natural de satisfacer esta aspiración fundamental. Sobre la base del reconocimiento de esta igualdad, se desarrolla un sentido de afinidad. Tomando eso como fundamento, se puede sentir compasión por el otro, al margen de considerarlo amigo o enemigo. Tal compasión se basa en los derechos fundamentales del otro y no en nuestra proyección mental. De ese modo, se genera amor y compasión, la verdadera compasión.
Al generar compasión, se empieza por reconocer que no se desea el sufrimiento y que se tiene el derecho a alcanzar la felicidad. Eso es algo que puede verificarse con facilidad. Se reconoce luego que las demás personas, como uno mismo, no desean sufrir y tienen derecho a alcanzar la felicidad. Eso se convierte en la base para empezar a generar compasión.

Al aceptar que el sufrimiento forma parte de nuestra existencia se pueden empezar a examinar los factores que normalmente dan lugar a sentimientos de insatisfacción e infelicidad. En términos generales, por ejemplo, te sientes feliz si tú o personas cercanas a ti reciben alabanzas, consiguen fama, fortuna y otras cosas agradables. Y uno se siente desdichado y descontento si no se tienen esas cosas o si las alcanza un enemigo. Sin embargo, al considerar tu vida cotidiana, descubres a menudo que son muchos los factores que causan dolor, sufrimiento y sentimientos de insatisfacción, mientras que las situaciones que dan lugar a la alegría y la felicidad son comparativamente raras. Eso es algo por lo que tenemos que pasar, tanto si nos gusta como si no, y puesto que ésta es la realidad de nuestra existencia, es posible que haya que modificar nuestra actitud hacia el sufrimiento. Esa actitud es muy importante porque determinará nuestra forma de afrontar el sufrimiento cuando llegue. Ahora bien, la actitud habitual consiste en una aversión e intolerancia intensas hacia nuestro dolor. Sin embargo, si pudiéramos adoptar una actitud que nos permitiera una mayor tolerancia, eso contribuiría mucho a contrarrestar los sentimientos de infelicidad, de insatisfacción y de descontento.

Existe la posibilidad de liberarnos del sufrimiento. Al eliminar sus causas, es posible liberarse de él. Según el pensamiento budista, las causas profundas del sufrimiento son la ignorancia, el anhelo y el odio, a las que se llama "los tres venenos de la mente". Estos términos tienen connotaciones específicas utilizados en un contexto budista. "Ignorancia", por ejemplo, no se refiere a la falta de información, sino más bien a una falsa percepción de la verdadera naturaleza del ser y de todos los fenómenos. Al generar una percepción de la verdadera naturaleza de la realidad y eliminar los estados negativos de la mente como el anhelo y el odio, se puede alcanzar un estado completamente purificado de la mente, libre del sufrimiento. En un contexto budista, al reflexionar sobre el hecho de que el sufrimiento caracteriza la existencia cotidiana, nos estimulamos a realizar prácticas que eliminarán sus causas profundas. De otro modo, si no hubiera esperanza o posibilidad de liberarnos del sufrimiento, la simple reflexión sobre el mismo sería enfermiza y, por tanto, bastante negativa.

A menudo también incrementamos nuestro dolor con una sensibilidad excesiva, al reaccionar con exageración ante cosas nimias. Tendemos a tomarnos las cosas pequeñas demasiado seriamente, a sacarlas de quicio mientras por otro lado seguimos indiferentes a cosas realmente importantes, a aquellas que tienen efectos profundas sobre nuestras vidas y consecuencias sobre ellas a largo plazo. »Así pues, creo que en buena medida el sufrimiento depende de cómo se responda ante una situación dada. Por ejemplo, descubrimos que alguien habla mal de nosotros a nuestras espaldas. Si se reacciona ante este conocimiento, ante esta negatividad, con un sentimiento de cólera o de dolor, es uno mismo el que destruye su propia paz mental. El dolor no es sino una creación personal. Por otro lado, si uno se contiene y evita reaccionar de manera negativa y deja pasar la difamación como un viento silencioso al que no se hace caso, se está protegiendo de sentirse herido, de esa sensación de agonía. Así pues, y aunque no siempre se puedan evitar las situaciones difíciles, sí se pue¬de modificar la extensión del propio sufrimiento.

A menudo, cuando surgen los problemas, nuestra perspectiva se estrecha. Quizá tengamos concentrada toda nuestra atención en preocuparnos por el problema y abriguemos la sensación de que únicamente nosotros pasamos por tales dificultades. Eso puede conducir a una especie de ensimismamiento que hace que el problema parezca muy grave. Cuando sucede eso, creo que puede ayudar mucho el ver las cosas desde una perspectiva más amplia, dándonos cuenta, por ejemplo, de que hay muchas personas que han pasado por experiencias similares e incluso peores. Este cambio de perspectiva puede ser muy útil incluso en ciertas enfermedades o cuando se sufre. Claro que cuando aparece el dolor resulta muy difícil practicar la meditación para serenar la mente. Pero si se hacen comparaciones, si se ve la situación desde una perspectiva diferente, algo ocurre. Si sólo se observa el acontecimiento, en cambio, éste parece cada vez más y más importante. Si se fija la atención intensamente en un problema, éste termina por parecer incontrolable. Pero si se compara con otro de mayor envergadura, entonces parece más pequeño y menos abrumador.
el enemigo es el elemento necesario para practicar la paciencia. Sin su oposición no pueden surgir la paciencia o la tolerancia. Normalmente, nuestros amigos no nos ponen a prueba ni nos ofrecen la oportunidad de cultivar la paciencia; eso es algo que sólo hacen nuestros enemigos.

Así que, desde este punto de vista, podemos considerar a nuestro enemigo un gran maestro, y reverenciado incluso por habernos proporcionado esa preciosa oportunidad.
Es ahora cuando deberíamos fortalecer la paz. La verdadera paz, no sólo la simple ausencia de guerra. Porque una simple ausencia de guerra no es una verdadera paz mundial. La paz tiene que basarse en la confianza mutua. Y puesto que las armas constituyen el mayor obstáculo para el desarrollo de la confianza mutua, creo que ha llegado el momento de pensar cómo podríamos librarnos de ellas. Es muy importante. Claro que no se puede Conseguir de la noche a la mañana. Lo más realista sería avanzar paso a paso. Pero, en todo caso, deberíamos tener muy claro cuál es nues¬tro objetivo final: que todo el mundo quede desmilitarizado. Por tanto debemos trabajar para desarrollar paz interior y al mismo tiempo trabajar por el desarme externo y la paz tanto como podamos. Ésa es nuestra responsabilidad.


Creo que hay una muy estrecha conexión entre humildad y paciencia. La humildad supone que, teniendo capacidad para adoptar una postura de mayor enfrentamiento, de tomar represalias si se desea, se decida deliberadamente no hacerlo. Eso es lo que consideraría verdadera humildad. Creo que la verdadera tolerancia o paciencia tiene un componente de autodisciplina y control; darse cuenta de que se podría haber actuado de otro modo, de que se podría haber adoptado una actitud más agresiva, pero se decidió no hacerlo. Por otro lado, verse obligado a una respuesta pasiva porque se tiene un sentimiento de impotencia o incapacidad, no puede ser considerado una verdadera humildad; en todo caso, una cierta mansedumbre, pero no es ver¬dadera tolerancia.
»Al decir que debemos aprender tolerancia hacia quienes nos hacen daño, no hay que malinterpretarlo como que deberíamos aceptar mansamente lo que hayan hecho contra nosotros.

Uno de los métodos que personalmente me parecen útiles para reducir esa clase de preocupación consiste en cultivar el siguiente pensamiento: si la situación o problema puede remediarse, no hay necesidad de preocuparse. En otras palabras, si existe una solución o una forma de salir de la dificultad, no habría necesidad de sentirse abrumado por ella. La acción apropiada, por tanto, es la de buscar su solución. Es más sensato dedicar la energía a concentrarse en la solución que preocuparse por el problema. Por otro lado, si no hay forma de encontrar una solución, si no hay posibilidad de resolverla, tampoco sirve de nada preocuparnos por ella, puesto que, de todos modos, tampoco podemos hacer nada. En tal caso, cuanto antes se acepte ese hecho, tanto más fáciles serán las cosas. Esta fórmula, claro está, supone abordar directamente el problema. De otro modo, no podremos descubrir si hay una solución o no.

La motivación adecuada es una especie de protectora contra estos sentimientos de temor y ansiedad. Por eso es tan importante la motivación. De hecho, todas las acciones humanas pueden verse en términos de movimiento y lo que se mueve por detrás de todas las acciones es lo que las impulsa. Si se desarrolla una motivación pura y sincera, si se está motivado por el deseo de ayudar, sobre la base de la amabilidad, la compasión y el respeto, se puede desarrollar cualquier trabajo en cualquier ámbito y funcionar con mayor efectividad, con menor miedo o preocupación, sin temor a lo que digan los demás o si al final se tiene éxito y se puede alcanzar el objetivo. Aunque no logres alcanzar tu objetivo, puedes sentirte bien con el simple hecho de haber realizado el esfuerzo.
Pero si tienes una mala motivación, aunque la gente te alabe o alcances los objetivos que te habías propuesto, no te sentirás feliz.
Al establecer la distinción entre engreimiento y seguridad en uno mismo, cabría pensar en términos de las consecuencias de la propia actitud; generalmente, el engreimiento y la arrogancia tienen consecuencias negativas, mientras que una sana seguridad en uno mismo tiene consecuencias positivas. Así pues, cuando hablamos de "seguridad en sí mismo", tenemos que examinar el sentido subyacente del "sí mismo". Creo que se pueden establecer dos tipos. Un sentido del yo mismo o "ego" se preocupa únicamente por la realización del propio interés, de los deseos egoístas, con un completo desinterés hacia el bienestar de los demás. El otro tipo de ego o sentido de uno mismo se basa en una verdadera preocupación por los demás y el deseo de rendirles un servicio. Para realizar ese deseo de servir hay que tener un fuerte sentido y una gran seguridad en uno mismo. Esa clase de seguridad es la que tiene consecuencias positivas.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Santísima Teresa de Calcuta

La oración que procede de la mente y el corazón se llama oración mental. Nunca olvidemos que vamos rumbo a la perfección y que debemos aspirar a ella incesantemente. Para alcanzar ese objetivo, es necesario practicar cada día la oración mental. Dado que la oración es el aliento de vida para nuestra alma, la santidad es imposible sin ella.


El silencio interior es muy difícil de conseguir, pero hay que hacer el esfuerzo. En silencio encontramos nueva energía y una unión verdadera. Tendremos la energía de Dios para hacer bien todas las cosas, así como la unidad de nuestros pensamientos con sus pensamientos, de nuestras oraciones con sus oraciones, la unidad de nuestros actos con sus actos, de nuestra vida con su vida. La unidad es el fruto de la oración, de la humildad, del amor.


Esto es lo que hemos aprendido desde el principio: a escuchar su voz en nuestro corazón y a que en el silencio del corazón Él nos hable. Así, de la plenitud del corazón tendrá que hablar nuestra boca. Esa es la conexión. Dios habla en el silencio del corazón y uno ha de escucharlo. Después, de la plenitud del corazón, que está lleno de Dios, lleno de amor, lleno de compasión, lleno de fe, hablará la boca.


Conocerse es también una protección contra el orgullo, sobre todo cuando se presentan tentaciones en la vida. El mayor error es pensar que uno es demasiado fuerte para caer en tentación. Pon la mano en el fuego y te quemarás. Así tenemos que pasar por el fuego. Las tentaciones son permitidas por Dios. Lo único que tenemos que hacer es negarnos a ceder.


Lo que necesitamos es amar sin cansarnos. ¿Cómo arde una lámpara? Gracias al continuo alimento de pequeñas gotas de aceite. ¿Qué son esas gotas de aceite en nuestras lámparas? Son las pequeñas cosas de la vida cotidiana: Fe, palabras de amabilidad, pensar en los demás, nuestra manera de estar en silencio, de mirar, de hablar y de actuar. No busquéis a Jesús fuera de vosotros. Él no está fuera, está dentro de cada uno. Mantened la llama de vuestra lámpara encendida y lo reconoceréis.


Creo que con demasiada frecuencia sólo nos fijamos en el aspecto negativo de la vida, en lo que está mal. Si estuviéramos más dispuestos a ver lo bueno y las cosas hermosas que nos rodean podríamos transformar a nuestras familias, y a partir de ahí cambiar a nuestros vecinos, y después a quienes viven en nuestro barrio o ciudad. Podríamos traer la paz y el amor a nuestro mundo, que está hambriento de esas cosas.
Si en realidad queremos conquistar el mundo no podemos hacerlo con bombas ni otras armas de destrucción. Conquistémoslo con nuestro amor. Entretejamos nuestras vidas con vínculos de sacrificio y amor y así nos será posible conquistar el mundo.


Es fácil amar a aquellos que viven muy lejos; pero no siempre es fácil amar a los que tenemos cerca. Es más fácil ofrecer un plato de arroz para saciar el hambre de una persona necesitada que consolar la soledad y angustia de una persona de nuestra misma casa que no se siente amada.


De la abundancia del corazón habla la boca. Si tienes el corazón rebosante de amor, hablarás de amor. Quiero que llenéis vuestros corazones de inmenso amor. No penséis que para que el amor sea verdadero y ardiente debe ser extraordinario. No, lo que necesitamos en el amor es el deseo continuo de amar a aquel que amamos.


¿Alguna vez has experimentado la alegría de dar? No quiero que me des lo que te sobra. Jamás permito que se recojan fondos para mí. No es eso lo que quiero, sino que me deis de vosotros mismos. El amor que se pone en el regalo es lo más importante.


Cada uno de nosotros es sencillamente un pequeño instrumento. Cuando miramos en el interior de un aparato eléctrico vemos muchos cables ordenados, cables pequeños y grandes, cables nuevos y viejos, cables baratos y caros. Pero mientras no pase por ellos la corriente no habrá luz. Esos cables somos todos nosotros y la corriente es Dios.


En occidente tenéis más personas espiritualmente pobres que físicamente pobres. Entre los ricos suele haber personas muy pobres espiritualmente. Es fácil dar un plato de arroz a alguien que está hambriento u ofrecerle una cama a una persona que no tiene donde dormir, pero consolar o quitar la amargura, la rabia, la soledad, consecuencias de la privación espiritual, eso lleva muchísimo tiempo.


Los pobres son personas maravillosas. Tienen su dignidad, la que podemos ver fácilmente. Por lo general no se los conoce y por lo tanto no se puede descubrir su dignidad. Pero tienen por encima de todo el gran valor de vivir la vida que viven. Están obligados a vivir así; se les ha impuesto la pobreza. Nosotras elegimos la pobreza; ellos están obligados a aceptarla.


Tal vez sea esto lo que nos falta. El examen de conciencia es el espejo con que enfocamos la naturaleza: una prueba humana, sin duda, pero una prueba que necesita de un espejo para reflejar fielmente sus faltas. Si emprendemos esta tarea con mayor entusiasmo, quizá comprendamos que lo que a veces consideramos un obstáculo es en realidad una piedra que nos sirve de peldaño para subir.


Creo que en la actualidad el mundo está al revés. El sufrimiento ha aumentado porque hay muy poco amor en el hogar y en la vida familiar. No tenemos tiempo para nuestros hijos. No tenemos tiempo para estar los unos con los otros, ni para disfrutarnos, y esa falta de amor causa mucho sufrimiento e infelicidad en el mundo.


La indiferencia de las personas que pasan junto a aquellos que nosotros recogemos es una confirmación de su ignorancia y falta de fe. Si estuvieran convencidas de que esa persona que está en el suelo es su hermano o hermana, creo que indudablemente harían algo por ella. Pero por desgracia, no saben lo que es la compasión y no conocen a esos seres. Si los comprendieran, inmediatamente se darían cuenta de la grandeza de esas personas que están tiradas en las aceras. Las amarían naturalmente, y amarlas los conduciría a servirlas.


A menudo la gente es irrazonable, ilógica y egocéntrica. Perdónalos de todas formas.
Si eres amable, la gente puede acusarte de egoísta o de tener segundas intenciones. Sé amable de todas formas.
Si eres exitoso, ganarás algunos falsos amigos y algunos verdaderos enemigos.
Ten éxito de todas formas.
Si eres honesto y franco, la gente puede engañarte. Sé honesto y franco de todas formas.
Lo que tardas años en construir, alguien puede destruirlo en un instante. Construye de todas formas.
Si encuentras serenidad y felicidad, la gente puede sentir celos de ti.
Sé feliz de todas formas.
El bien que haces hoy, la gente posiblemente lo olvidará mañana. Haz el bien de todas formas.
Das al mundo lo mejor que tienes y puede que jamás sea suficiente. Da al mundo lo mejor que tengas, de todas formas.

Verás, el análisis final, se trata de algo entre tú y Dios; nunca será entre tú y ellos, de todas formas.


¿El dia mas bello? Hoy

¿El obstaculo mas grande? El miedo

¿La raiz de todos los males? El egoismo

¿La peor derrota? El desaliento

¿La primera necesidad? Comunicarse

¿El misterio mas grande? La muerte

¿La persona mas peligrosa? La mentirosa

¿El regalo mas bello? El perdon

¿La ruta mas rapida? El camino correcto

¿El resguardo mas eficaz? La sonrisa

¿La mayor satisfaccion? El deber cumplido

¿Las personas mas necesitadas? Los padres

¿La cosa mas facil? Equivocarse

¿El error mayor? Abandonarse

¿La distraccion mas bella? El trabajo

¿Los mejores profesores? Los niños

¿Lo que mas hace feliz? Ser util a los demas

¿El peor defecto? El malhumor

¿El sentimiento mas ruin? El rencor

¿Lo mas impresindible? El hogar

¿La sensacion mas grata? La paz interior

¿El mejor remedio? El optimismo

¿La fuerza mas potente del mundo? La fe

¿La cosa mas bellas de todo? El Amor

martes, 29 de marzo de 2011

Palabras de Gandhi

Religión

Ningún hombre puede vivir sin religión. Hay algunos
que en el egotismo de su razón declaran que
no tienen nada que ver con la religión. Esto es como
si un hombre dijera que respira pero que no tiene nariz.
Sea por la razón, por el instinto o por la
superstición, los hombres establecen alguna - suerte
de rela-ción con lo divino. Incluso el agnóstico o
ateo más acabado admite la necesidad de un principio
moral y asocia algo bueno al hecho de observarlo
y algo malo con su no-observancia.


Las religiones son caminos diferentes que convergen
al mismo punto. ¿Qué importa que tomemos
vías diversas en tanto lleguemos a la misma meta?
En realidad, hay tantas religiones como individuos.


Si logramos la visión total
de la Verdad, ya no seremos meros buscadores
de la Verdad sino que nos uniremos a Dios porque
la Verdad es Dios. Pero como aún solo somos gente
que ansía la Verdad debemos proseguir nuestra
búsqueda, conscientes de nuestra imperfección. No
hemos aprehendido la religión en su máxima perfección
así como no hemos aprehendido a Dios. La
religión que concebimos, al ser imperfecta, estará
siempre sujeta a un proceso de evolución y reinterpretación.
El progreso hacia la Verdad, hacia
Dios, se hace posible sólo a través de esa evolución.
Y si todas las creencias que los hombres delinean
son imperfectas, no cabe el problema de los méritos
comparativos. Todas las creencias constituyen una
revelación de la Verdad, pero todas son imperfectas
y están sujetas a error. La reverencia que nos merecen
las religiones no debe cegarnos a sus defectos.
Asimismo, debemos ser agudamente sensibles a los
errores de nuestra fe, no para dejarlos tal como están
sino para tratar de superarlos. Observando las
religiones con ojo imparcial no sólo no debemos
vacilar en incorporar a nuestra fe los rasgos aceptables
de las otras creencias sino, por el contrario,
pensar que ése es nuestro deber.


Tal como un árbol tiene un sólo tronco y muchas
ramas y hojas, existe una sola religión perfecta
y verdadera que se multiplica en una diversidad al
pasar a través de la mediación humana. Esa Religión
única está más allá de las palabras. Hombres imperfectos
la pusieron en el lenguaje que manejaban y
sus palabras son interpretadas por otros hombres
igualmente imperfectos. ¿Cuál de las interpretaciones
habremos de sostener que es la correcta? Cada
uno está en lo cierto desde su punto de vista pero
no es imposible que todos estén equivocados. Tal es
la razón de que sea necesaria la tolerancia, que no
significa indiferencia por la propia religión sino un
amor más puro e inteligente por ella. La tolerancia
nos brinda la percepción espiritual que está tan lejos
del fanatismo como el polo norte lo está del sur. El
conocimiento verdadero de la religión quiebra las
barreras que se alzan entre las creencias.


Existe un Poder indefinible y misterioso que todo
lo penetra. Lo siento aunque no lo vea. Este Poder
oculto que se hace sentir desafía, sin embargo,
todas las pruebas porque es completamente distinto
a todo lo que percibo a través de mis sentidos. Es
un Poder que trasciende los sentidos.
No obstante es posible demostrar, hasta cierto
punto, la existencia de Dios. Aun en los asuntos
cotidianos sabemos que la gente en general no sabe
quién gobierna ni por qué y tampoco cómo gobierna.
Sin embargo saben que, sin duda, hay un poder
que gobierna.


Amor y No-Violencia

He sugerido en estas columnas que la mujer es
la encarnación del ahimsa. El ahimsa entraña un
amor infinito, que a su vez implica una infinita capacidad
de sufrimiento. ¿Quién sino la mujer, la
madre del hombre, es capaz de demostrar esta capacidad
en su más alta expresión? La demuestra
cuando lleva en sí al niño y lo alimenta durante nueve
meses, extrayendo alegría del sufrimiento que eso
implica. ¿Qué puede sobrepasar al sufrimiento causado
por los dolores del parto? Sin embargo la mujer
los olvida en la alegría de la creación. ¿Quién, de
nuevo, sufre cotidianamente para que el bebé crezca
día a día? Hagamos que transfiera ese amor a la humanidad
entera, hagamos que olvide que siempre
fue y continúa siendo objeto de la lujuria del hombre,
y ocupará un orgulloso lugar junto al varón
como madre suya, su artífice y conductora silenciosa.
A ella se le ha dado el don de enseñar el arte de
la paz a un mundo en guerra, sediento de ese néctar.


No es verdadera la no-violencia si amamos meramente
a quienes nos aman. Es realmente no-violencia
cuando amamos a quienes nos odian.

La no-violencia es un estado perfecto. Es una
meta hacia la que se dirige la humanidad de manera
natural pero inconsciente. El hombre no se vuelve
divino por personificar la inocencia: solo entonces
se convierte realmente en hombre. En nuestro estado
presente somos en parte hombres y en parte
bestias; en nuestra ignorancia, que llega incluso a la
soberbia, afirmamos que cumplimos acabadamente
el fin de nuestra especie cuando devolvemos golpe
por golpe y desarrollamos la ira que ese propósito
requiere. Pretendemos que la represalia es la ley de
nuestro ser, siendo que en ninguna escritura encontramos
que la venganza es obligatoria sino que solo
es permisible. Lo obligatorio es la restricción. La
represalia es una lenidad que requiere una regulación
elaborada. La sujeción es la ley de nuestro ser,
dado que la perfección más elevada es inalcanzable
sin el más grande freno. El sufrimiento es, entonces,
lo distintivo del grupo humano. La meta se aleja
siempre de nosotros. Cuanto más se avanza, más
reconocemos nuestra indignidad. La satisfacción
reside en el esfuerzo, no en el logro. El esfuerzo
acabado es la victoria completa.

La no-violencia no es "la renuncia a toda lucha
real contra la maldad". Por el contrario, la no-violencia
que concibo es una lucha más real y activa
contra la maldad que la represalia, que por naturaleza
incrementa el mal. Lo que pretendo es una oposición
mental, y por la tanto moral, a las
inmoralidades. Lo que procuro con todo afán es
mellar el filo de la espada del tirano, no levantando
contra ella un arma más afilada, sino defraudando
su expectativa de que voy a ofrecerle resistencia física.
La resistencia del alma que voy a ofrecerle ha de
esquivar la espada del tirano. Al principio eso lo
ofuscará pero en definitiva lo ha de constreñir al
reconocimiento, reconocimiento que no lo humillará
sino que ha de elevarlo.