lunes, 24 de julio de 2017

Un Mundo Infeliz (Aldous Huxley)



En la actualidad (finales de los años 50) nos hallamos en la primera fase de lo que quizá sea la penúltima revolución. Su próxima fase puede ser la bomba atómica, en cuyo caso no vale la pena de que nos preocupemos por las profecías sobre el futuro. Pero cabe en lo posible que tengamos la cordura suficiente, si no para dejar de luchar unos contra otros, al menos para comportarnos tan racionalmente como lo hicieron nuestros antepasados del Siglo XVIII. Suponiendo que seamos capaces de aprender, podemos esperar un periodo, no de paz, ciertamente, pero sí de guerra limitada y solo parcialmente ruinosa. Durante este periodo cabe suponer que la energía nuclear estará sujeta al yugo de los usos industriales.

El resultado de ello será, evidentísimamente, una serie de cambios económicos y sociales sin precedentes en cuanto a su rapidez y radicalismo. Todas las formas de vida humana actuales estarán periclitadas, y será preciso improvisar otras nuevas formas adecuadas al hecho –no humano– de la energía atómica. El científico nuclear preparará el lecho en el cual deberá yacer la Humanidad, y si la Humanidad no se adapta al mismo…, bueno, será una pena para la Humanidad. Habrá que forcejear un poco y practicar alguna amputación, la misma clase de forcejeos y amputaciones que se están produciendo desde que la ciencia aplicada se lanzó a la carrera; solo que esta vez serán mucho más drásticas que en el pasado.
    Estas operaciones, lejos de ser indoloras, serán dirigidas por gobiernos totalitarios sumamente centralizados; porque el futuro inmediato es probable que se parezca al pasado inmediato, y en el pasado inmediato los rápidos cambios tecnológicos, que se produjeron en una economía de producción masiva y entre una población predominantemente no propietaria, han tendido siempre a producir un confusionismo social y económico. Para luchar contra la confusión el poder ha sido centralizado y se han incrementado las prerrogativas del gobierno. Es probable que todos los gobiernos del mundo sean más o menos enteramente totalitarios, aun antes de que se logre domesticar la energía atómica; y parece casi seguro que lo serán durante el proceso de domesticación de dicha energía y después del mismo.



Desde luego, no hay razón alguna para que el nuevo totalitarismo se parezca al antiguo, que se ha comprobado que es ineficaz. Un estado totalitario realmente eficaz sería aquel en el cual los jefes políticos todopoderosos y su ejército de colaboradores pudieran gobernar una población de esclavos sobre los cuales no fuera necesario ejercer coerción alguna por cuanto amarían su servidumbre. Inducidos a amarla es la tarea asignada en los actuales estados totalitarios a los Ministerios de Propaganda, los directores de los periódicos y los maestros de escuela. Pero sus métodos todavía son toscos y acientíficos. Los mayores triunfos  de la propaganda se han logrado, no haciendo algo, sino impidiendo que algo se haga. Grande es la verdad, pero más grande todavía, desde un punto de vista práctico, el silencio sobre la verdad. Por el simple procedimiento de no mencionar ciertos temas, la propaganda totalitarista ha influido en la opinión de manera mucho más eficaz de lo que hubiese conseguido mediante las más elocuentes denuncias y las más convincentes refutaciones lógicas. Pero el silencio no basta. Si se quiere evitar la persecución, la liquidación y otros síntomas de fricción social, es preciso que los aspectos positivos de la propaganda sean tan eficaces como los negativos.



Los más importantes Proyectos Manhattan del futuro serán vastas encuestas, patrocinadas por los gobiernos, sobre lo que los políticos y los científicos llamarán el problema de la felicidad; en otras palabras, el problema de lograr que la gente ame su servidumbre. Sin seguridad económica, el amor a la servidumbre no puede llegar a existir. Pero la seguridad tiende muy rápidamente a darse por sentada. Para llevar a cabo esta revolución, necesitamos, entre otras cosas, los siguientes descubrimientos e inventos.

En primer lugar, una técnica mucho más avanzada de la sugestión, mediante el condicionamiento de los infantes y, más adelante, con la ayuda de drogas como la escopolamina. En segundo lugar, una ciencia, plenamente desarrollada de las diferencias humanas que permita a los dirigentes gubernamentales destinar a cada individuo dado a su adecuado lugar en la jerarquía social y económica. En tercer lugar (puesto que la realidad, por utópica que sea, es algo de lo cual la gente siente la necesidad de tomarse frecuentes vacaciones) un sustitutivo para el alcohol y los demás narcóticos, algo que sea al mismo tiempo menos dañino y más placentero que la ginebra o la heroína. Y finalmente (aunque este será un proyecto a largo plazo, que exigiría generaciones de dominio totalitario para llegar a una conclusión satisfactoria) un sistema de eugenesia a prueba de tontos, destinada a estandarizar el producto humano y a facilitar así la tarea de los dirigentes.

En colaboración con la libertad de soñar despiertos bajo la influencia de los narcóticos, del cine y de la radio, la libertad sexual ayudará a reconciliar a sus súbditos con la servidumbre que es su destino.




Ciertamente, a menos que nos decidamos a descentralizar y emplear la ciencia aplicada, no como un fin para el cual los seres humanos deben ser tenidos como medios, sino como el medio para producir una raza de individuos libres, solo podemos elegir entre dos alternativas: o cierto número de totalitarismos nacionales, militarizados, que tendrán sus raíces en el temor que suscita la bomba atómica y, en consecuencia, la destrucción de la civilización, o bien un solo totalitarismo supranacional cuya existencia sería provocada por el caos social que resultara del rápido progreso tecnológico en general y la revolución atómica en particular, que se desarrollaría, a causa de la necesidad de eficiencia y estabilidad, hasta convertirse en la benéfica tiranía de la utopía. Usted es quien paga con su dinero, y puede elegir a su gusto.


Aldous Huxley – Un Mundo Feliz (Brave New World)

miércoles, 19 de julio de 2017

Evolución de la Consciencia (José María Doria)


En los tiempos actuales, la vida está complicada. La variopinta e hipnótica oferta consumista y el ansia de dinero se han convertido en fuente de tensiones que generan aflicción y diversidad de contracturas físicas y psíquicas. La familia y las relaciones afectivas están sufriendo una vertiginosa transformación y el ser humano de nuestro tiempo no sabe cómo “reciclarse” y actualizar los mecanismos emocionales que el nuevo “patrón de relación” demanda. En este sentido, no van a ser loas grandes discursos de los políticos los que van a iluminar la senda, sino, más bien, la voz de seres humanos con sensibilidad y profundidad que hayan decidido abrir las puertas del alma y, con ellas, la medicina del amor consciente como elemento transformador y curativo de la existencia.



Venimos de una cultura judeocristiana que ha primado obsesivamente la Unidad y se ha defendido violentamente de la diversidad. Entre otras cosas y gracias a ello, podemos considerar que nuestra civilización occidental ha dado un “tirón” único en la historia de la Humanidad hacia el sentimiento de transcendencia, pero, desgraciadamente, parece que nos hemos empeñado en recorrer la estructura superficial convirtiendo la unidad en uniformidad.

Con el formidable desarrollo de la conciencia experimentado por la mayor parte de esta Humanidad en los últimos veinticinco años, el ser humano puede ya poner mil y un máscaras a sus propios yoes, ya que todos ellos son conscientes y observables desde un nuevo punto de atestiguación desimplicada que está emergiendo. Actualmente la diversidad es considerada como un valor que favorece la vida; diversidad en las formas para acceder a la realidad de un “darse cuenta” que las unifica.

Sin duda, el sentimiento de confianza es la mejor opción de nuestra mente y es el gran rasgo de la inteligencia del alma. La confianza es complicidad y comunión con una sintonía más amplia. La confianza es sintonía con ese poder tan grande que mueve los átomos y las galaxias. Vivir en la confianza es sentir que, llegado el momento de las encrucijadas, uno sabrá hallar las claves y decidirá lo que entonces haga más falta. La confianza es saber que el tiempo va a favor y que, cada día, nuestra mente es más competente y sabia. Y de la misma forma que el Universo se expande a velocidades infinitas, nosotros también nos abrimos a lo que, en realidad, somos: observadores del gran regalo de la consciencia.



Cuando la vida está orientada hacia el desarrollo interior, capacita a hacer remitir tanto el sufrimiento propio como el ajeno, convirtiendo a los individuos conscientes en anónimos maestros y terapeutas. Un mundo en el que la riqueza consiste en experimentar el supremo gozo de ser útil a la liberación del sufrimiento humano mediante la evolución de la consciencia.

Cuando el ser humano se encuentra en su estado natural, es decir, en un estado en el que fluye por la vida, tiende a expresar su verdadera naturaleza. Se trata de una actitud abierta a ofrecer y compartir que precisa de dos ingredientes, que a su vez dan sentido a su verdadera condición humana. Esos ingredientes claves son la Inteligencia y la Consciencia.

Cuando el nivel de imaginar está fuertemente anclado al deseo de servir a su propósito esencial, se ponen en marcha energías transpersonales que pueden brotar hasta del propio futuro. Merece la pena utilizar nuestras increíbles facultades de imaginar y crear sutilezas utópicas. ¿Qué mejor utopía que la expansión de la consciencia al plano de lo infinito?, ¿aprender a hacer cesar el sufrimiento?, ¿sentir certeza de que uno no está en el Universo, sino que es el Universo el que está dentro de uno?, ¿saberse Luz que ocupa todos los espacios en tiempo cero?, ¿vivir en la espaciosidad de la paz profunda?, ¿amor que abraza todo lo existente en ternura y compasión profunda?



Para construirse un buen yo-persona, lo primero que conviene hacer es proceder a visualizar a éste como una “obra acabada”. La creación del yo es una obra mágica que tan solo está coartada por algo tan virtual y efímero como lo pueden ser las creencias limitadoras de lo que es o no posible.


Llega un momento en que el sujeto auto-consciente comienza a aportar a la sociedad la verdadera música que lleva dentro. Tras las primeras notas de melodía verdadera, la vida le devuelve multiplicada toda la energía puesta en juego y le proporciona aquellas oportunidades que su supervivencia y desarrollo evolutivo precisan. Son instantes especiales en los que se percibe la llegada de algo parecido a un milagro. Momentos en los que se siente que todo encaja fluyendo por sí solo, sin casi intervención ni esfuerzo.


José María Doria – Inteligencia del Alma

lunes, 10 de julio de 2017

El trabajo se hizo para el hombre, no él para el trabajo (Coomaraswamy)



El mundo moderno puede ser descrito como un mundo “de realidad empobrecida”, desprovisto de significado, “inane y autodestructivo”, “interesado en la moda más que en la belleza”, en las noticias más que en la verdad.; y listo para todo tipo de catástrofes. Como dijo el físico John Scott Haldane: “La civilización occidental, con todas las ventajas superficiales que le confiere el provechoso estudio de la ciencia física, a llegado a representar a los ojos de muchas gentes en los países orientales poco más que un materialismo. Pero el materialismo no forma ninguna base para la honestidad, ni para la caridad, ni para la consideración de la verdad, la lealtad, o el arte, y sin éstos, la civilización real no existe, y toda civilización solo de apariencia es completamente inestable”.

Las condiciones del mundo han cambiado, en términos comunicativos, todas sus partes están hoy en contacto casi inmediato unas con otras, y se habla de  un “único mundo” y de la necesidad de “comprenderse unos a otros”. Pero apenas se ha hecho previsión alguna para que una tal comprensión tenga lugar. El concepto mismo de progreso requiere investigación y definición, particularmente en lo que concierne a las preguntas, ¿progreso en qué? y ¿progreso hacia qué? todo concuerda en una civilización que se basa en un concepto de la “conquista de la naturaleza” y que se ha descrito como una “barbarie organizada”. Como dice Van Straelen, “nosotros hemos devenido meros engranajes de las grandes máquinas; veo a esas masas agitadas y las compadezco como pobres esclavos, que no conocen otro reposo que ese tipo de entretenimiento enlatado puestos ante ellos por las gentes de inclinación aprovechada en ambientes polucionados e insalubres”. Y es a esto a lo que nosotros llamamos progreso, desarrollo y civilización, y despreciamos a las áreas sin industrializar de la superficie de la tierra como si fueran países atrasados habitados por razas inferiores… estancadas y que no cambian –como si debiera admirarse cualquier cambio, sin que importe si es para mejor o para peor-.



Ciertamente, la ciencia ha dominado a la naturaleza, pero en el occidente el hombre ha olvidado lo más difícil: de dominar ala naturaleza humana.
     El mayor problema inmediato, cuya solución es indispensable para hacer un mundo mejor y más feliz, es el de la relación entre las vidas de los hombres y su vida de trabajo. En esta cuestión están implícitos el problema de las nociones contrastadas de una manufactura para el lucro y de una manufactura para el uso, y el problema del “modelo” de vida, de si sea cuantitativo y cualitativo.

Es cierto que cuando el trabajo y la cultura están divorciados, y cuando ya no queda nada excepto la mano de obra, las horas de ocio, por muchas que sean, no salvarán lo que se ha perdido en las horas de trabajo ininteligente a lo que el industrialismo condena a la mayoría. Precisamente en este punto, es esencial para el bienestar de toda la humanidad, que permanezcamos en los terrenos vocacionales sobre los que han crecido las sociedades tradicionales y verdaderamente civilizadas, así como las formas de arte más elevadas.

Estamos hablando de devenir ciudadanos del mundo. Nadie puede aspirar a esto si no tiene nada suyo propio, con lo que contribuir a la constitución de una sociedad cosmopolita y si no pone un ladrillo de su estructura, sino que, en lugar de esto, solo quiere vivir en ella. Aquellos que no toman parte en la obra de construcción no tienen derecho a participar de su vida, de otro modo que con alguna capacidad servil. Nosotros no podemos mantenernos al margen; aceptar meramente las bendiciones reales y supuestas del industrialismo y de la democracia sería hacer justamente eso. La noción misma de “un mundo mejor” proclama que nadie está satisfecho con el mundo tal como está, y que hay mucho trabajo que hacer.



En el caso de las sociedades vocacionales, la teoría pone al hombre en primer lugar, el trabajo se hizo para él, no él para el trabajo; el fin principal que se tiene en vista es proporcionar los medios para el desarrollo y la fruición de las potencialidades propias del trabajador y, al mismo tiempo, proveer a las necesidades de la sociedad. El perfeccionamiento de la obra a la que un hombre se entrega, y que quiere hacer más que cualquier otra cosa en el mundo, eso y su propio proceso de crecimiento y de autoperfeccionamiento están inseparablemente unidos.
     Bajo estas condiciones, cada ocupación es una profesión con su ética profesional apropiada; y esto es su justicia o “igualdad”, es decir, que cada hombre haga este trabajo para el que está dotado naturalmente. Buscad primero esta justicia y las necesidades de la sociedad se verán satisfechas, más fácilmente y mejor que de cualquier otra manera; por muy iguales que sean los hombres desde algunos puntos de vista, no están dotados idénticamente, y la diversidad de los talentos corresponde a la de las cosa que los hombres requieren para su buen uso.

En nuestra filosofía, el propósito último, el fin último del hombre es liberarse; si es posible aquí y ahora, o si no es ahora, entonces por un proceso de maduración progresivo que se completará en algún otro estado del ser y antes del fin del tiempo.


La libertad que se tiene en vista trasciende todo tipo de libertad específica; todas las demás libertades, por deseables que sean, son solo aspectos parciales de una libertad absoluta de ser, no solo cómo, sino también cuando y donde uno quiera; y sostenemos que esta libertad solo puede alcanzarse con el conocimiento y la práctica de una verdad no menos absoluta. Por consiguiente, cualquier logro de libertades menores puede alcanzarse también por medio de una adhesión estricta a la verdad.


Ananda Kentish Coomaraswamy – La doctrina India del fin último del hombre

miércoles, 5 de julio de 2017

El reciente incendio de Moguer y el Parque Natural de Doñana. Una catástrofe provocada



¿Podrían buscarse las causas del incendio en el interés de ciertas industrias especializadas en biomasa de disponer de ingentes cantidades de madera de pino?

Al día de hoy quedan pocas dudas de que todo obedece a un complot cuidadosamente diseñado para que el incendio afectara el mayor número de hectáreas posible. Se espera a un día propicio con altas temperaturas, con fuerte viento de componente Norte que empujara sin piedad las llamas desde la zona de Moguer hacia todo el Parque Natural. Un sábado por la tarde, cuando hay muchos efectivos de descanso, alrededor de las ocho y media, para que cuando cobre intensidad inunde la noche y las avionetas no puedan actuar. A un buen número de bomberos preocupados por la situación y dispuestos a actuar se les asegura que “no hace falta”, que “ya se les llamará”. No se les dejó actuar:






Yo estaba entonces en la playa, a la altura del camping de Mazagón, y observé atónito la columna de humo cómo se iba extendiendo. Lo primero que pensé es que era tan evidente que no tardarían en ponerse en marcha todos los medios disponibles: estaba en peligro el Parque Natural; ni me imaginé el alcance que tendría después. Cuando la nube de humo, a eso de las 10 de la tarde-noche, empezaba a inundar toda la playa, observé una avioneta que pasaba muy bajo, pero no me pareció dirigirse hacia el fuego, sino más bien hacia Huelva. Un poco más tarde, unos vecinos comentaban que en solo tres horas el frente del incendio había avanzado siete kilómetros. ¿Cómo podía ser?

A eso de las doce intentaba dormir, pero el humo se hacía cada vez más insoportable. Entonces, empezamos a escuchar gritos de socorro, madres llamando a sus hijos presas del pánico, un revuelo generalizado, todo el mundo bajando precipitadamente a la playa… la montaña ardía como el mismo infierno.

Tras este incendio tan devastador que ha afectado a unas 8.500, has. de pino y matorral, uno se pregunta sobre todo quién puede salir beneficiado de todo ello. Inmediatamente varias posibles causas se transmitieron a la opinión pública. En primer lugar, la mano de un pirómano, cómoda opción que hace recaer las culpas en un loco anónimo. Después, se sospecha en una negligencia, como la que pudo resultar de un descuido de una empresa de carbón vegetal. También se habló del interés de Gas Natural en lograr la recalificación del suelo necesario para llevar a cabo sin trabas su proyecto “Marismas” para almacenar gas en el subsuelo; varias objeciones legales lo dificultan, aparte de que el emplazamiento previsto no ha sido dañado por el fuego. Pero resulta que, por algunos medios y testigos, se filtra el dato de que el incendio comienza en tres focos distintos; un dato revelador.

Puede que esas “causas” solo hayan servido para desviar la atención de los verdaderos responsables y que obedezcan a intereses económicos de alto nivel. Ya sabemos que, desgraciadamente, nuestro materialismo económico desprecia generalmente la riqueza medioambiental y el medio natural, aunque sus actuaciones suelen enmascararse con un falso halo benéfico de proteccionismo.

Tras el cierre hace algunos años de la fábrica de celulosa de San Juan del Puerto, con la consiguiente pérdida de 2.500 puestos de trabajo, originada por su falta de competitividad y la legislación que impide la siembra de eucaliptos, ciertas empresas se han orientado a la producción de biomasa, un combustible cuya fabricación es poco o nada contaminante y deja un pequeño nivel de residuos. La obtención de biomasa a gran escala tiene un futuro muy halagüeño, pues puede contrarrestar nuestra dependencia del petróleo y el carbón. Su conversión en pellets la convierte en el combustible ideal para todo tipo de calderas, pero el interés principal se centra en su poder para generar energía eléctrica. Un negocio redondo, si se dispone de la cantidad necesaria de la materia base. Este vídeo es muy ilustrativo:





Ya lo vemos, ¿cuál es la materia prima ideal para producir la biomasa? Precisamente, entre otras, la madera de pino que, “casualmente”, tras este incendio, estará disponible en grandes cantidades a un precio casi nulo, apenas la tala de los árboles afectados y su transporte a factorías cercanas. No obstante y, paralelamente, como para darle un apoyo científico al asunto, se están realizando estudios con ciertas especies vegetales que den el máximo rendimiento posible. La ardua tarea está en reconocerlas, disponer de cientos o miles de has. para su cultivo y la paciencia necesaria para esperar su crecimiento. No es la paciencia la principal virtud del liberalismo económico que nos envuelve. Todo ello puede haberse superado de un plumazo.

La hipótesis de una catástrofe provocada para la obtención de biomasa parece tan razonable que uno se pregunta cómo los responsables políticos y los medios de comunicación no la han barajado desde el principio. A menos, claro está, que compartan múltiples intereses. A poco que uno investigue y busque, las coincidencias son demasiado sospechosas y las piezas del puzzle encajan demasiado bien. Y si ello es así, no sabremos qué pensar del papel que juega en todo ello tanto el Ministerio de Agricultura, La Junta de Andalucía como los propios Ayuntamientos afectados. No en vano, hace pocos meses se adjudicó una importante subvención para acelerar los trabajos de una nueva planta de biomasa en el entorno de Huelva. Con las tres plantas en funcionamiento se espera generar unos 140 Mw.

Espero que esta posibilidad aquí esbozada sirva para que otros con más medios y conocimientos la profundicen. Espero estar equivocado, pero si dentro de unos meses observamos un trasiego constante de camiones transportando troncos de pino chamuscados, fijémonos adónde van.
Si se confirmase rotundamente (no lo creo) que el incendio ha devenido por causas habituales, como la negligencia, ya no podemos hacer nada sino exigir la mejora de los planes de prevención, la limpieza de montes y el marco legal. Si ha sido obra de un pirómano menos aún, porque el número de trastornados parece que va en aumento. Pero si la causa se asemeja a lo descrito o a otros oscuros intereses políticos y económicos, la cara que se nos va a quedar es la de haber sido engañados una vez más por los titiriteros del poder, los que deciden a nuestras espaldas.



Entonces, otra vez, deberíamos cuestionarnos muy en serio la validez global de nuestro sistema social, de la democracia y del canibalismo del modelo económico, como incapaces de ofrecer una ética saludable y sí un negro futuro.

lunes, 3 de julio de 2017

La Compañía del Hombre (Pío Baroja)





Uno tiene la angustia, la desesperación de no saber qué hacer con la vida, de no tener un plan, de encontrarse perdido, sin brújula, sin luz adonde dirigirse. ¿Qué se hace con la vida? ¿Qué dirección se le da? Si la vida fuera tan fuerte que le arrastrara a uno, el pensar sería una maravilla, algo como para el caminante detenerse y sentarse a la sombra de un árbol, algo como penetrar en un oasis de paz; pero la vida es estúpida, y el pensamiento se llena de terrores como compensación a la esterilidad emocional de la existencia.

Antes para mí era una gran pena considerar el infinito del espacio, creer el mundo inacabable me producía una gran impresión; pensar que al día siguiente de mi muerte el espacio y el tiempo seguirían existiendo, me entristecía, y eso que consideraba que mi vida no es una cosa envidiable, pero cuando llegué a comprender que la idea del espacio y el tiempo son necesidades de nuestro espíritu, pero que no tienen realidad, cuando me convencí que el espacio y el tiempo no significan nada; por lo menos que la idea que tenemos de ellos puede no existir fuera de nosotros, me tranquilicé.

Para mí es un consuelo pensar que, así como nuestra retina produce los colores, nuestro cerebro produce las ideas de tiempo, de espacio y de causalidad. Acabado nuestro cerebro, se acabó el mundo. Ya no sigue el tiempo, ya no sigue el espacio, ya no hay encadenamiento de causas. Se acabó la comedia, pero definitivamente. Podemos suponer que un tiempo y un espacio sigan para los demás. Pero, ¿eso qué importa, si no es nuestro, que es el único real?



¿Qué duda cabe que el mundo que conocemos es el resultado del reflejo de la parte de cosmos del horizonte visible en nuestro cerebro? Este reflejo unido, contrastado, con las imágenes reflejadas en los cerebros de los demás hombres que han vivido y que viven, es nuestro conocimiento del mundo. ¿Es así, en realidad, fuera de nosotros? No lo sabemos, no lo podemos saber jamás.

En el fondo estoy convencido de que la verdad en bloque es mala para la vida. Esa anomalía de la Naturaleza que se llama la vida necesita estar basada en el capricho, en la mentira. La voluntad, el deseo de vivir, es tan fuerte en el animal como en el hombre. En el hombre es mayor la comprensión. A más comprender corresponde menos desear. La apetencia por conocer se despierta en los individuos que aparecen al final de una evolución, cuando el instinto de vivir languidece. El hombre, cuya necesidad es conocer, es como la mariposa que rompe la crisálida para morir. El individuo sano, fuerte, no ve las cosas como son porque no le conviene. Está dentro de una alucinación. El individuo o el pueblo que quiere vivir se envuelve en nubes como los antiguos dioses cuando se aparecían a los mortales. El instinto vital necesita de la ficción para afirmarse. La ciencia entonces, el instinto de crítica, el instinto de averiguación, debe encontrar una verdad: la cantidad de mentira que se necesita para la vida.



En el Génesis, Dios le dijo a Adán: “Puedes comer todos los frutos del jardín; pero cuidado con el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, porque el día que te comas ese fruto morirás”. Y Dios, seguramente añadió: “Comed del árbol de la vida, sed bestias, sed cerdos, sed egoístas, revolcaos por el suelo alegremente, pero no comáis del árbol de la ciencia, porque ese fruto agrio os dará una tendencia a mejorar que os destruirá”. Hoy, después de siglos de dominación semítica, el mundo vuelve a la cordura, y la verdad aparece como una aurora pálida de los temores de la noche.

En la ciencia, en la filosofía, Kant ha sido el gran destructor de la mentira greco-semítica. Él se encontró con esos dos árboles bíblicos y fue apartando las ramas del árbol de la vida que ahogaban el árbol de la ciencia. Tras él no queda nada en el mundo de las ideas más que un camino estrecho y penoso: la ciencia. Detrás de él viene otro destructor, Schopenhauer, que no quiso dejar en pie los subterfugios que el maestro sostuvo amorosamente por falta de valor. Kant pide por misericordia que esa gruesa rama del árbol de la vida que se llama libertad, responsabilidad, derecho, descanse junto a las ramas del árbol de la ciencia para dar perspectivas a la mirada del hombre. Schopenhauer aparta esa rama, y la vida aparece como una cosa oscura y ciega, potente y jugosa, sin justicia, sin bondad, sin fin; una corriente llevada por una fuerza X, que él llama voluntad y que, de cuando en cuando, en medio de la materia organizada, produce un fenómeno secundario, una fosforescencia cerebral, un reflejo, que es la inteligencia. En estas circunstancias, el instinto vital, todo actividad y confianza, se siente herido, y tiene que reaccionar. Y reacciona: vida y verdad, voluntad e inteligencia.



Esa destrucción no es sistemática ni vengativa; es llevar el análisis a todo; es ir disociando las ideas tradicionales para ver qué nuevos aspectos toman. Los semitas inventaron un paraíso materialista en el principio del hombre; el cristianismo colocó el paraíso al final y fuera de la vida del hombre, y los anarquistas ponen su paraíso en la vida y en la tierra. En todas partes y en todas épocas los conductores de hombres son prometedores de paraísos. Pero alguna vez tenemos que dejar de ser niños; alguna vez tenemos que mirar a nuestro alrededor con serenidad. ¡Cuántos temores no nos ha quitado de encima el análisis! Ya no hay monstruos en el seno de la noche, ya nadie nos acecha. Con nuestras fuerzas vamos siendo dueños del mundo.


Para llegar a dar a los hombre una regla común, una disciplina, una organización, se necesita una fe, una ilusión, algo que, aunque sea una mentira salida de nosotros mismos, parezca una verdad llegada de fuera. Si yo me sintiera con energía haría una milicia: la Compañía del Hombre. Esta Compañía tendría la misión de enseñar el valor, la serenidad, el reposo; de arrancar toda tendencia a la humildad, a la renunciación, a la tristeza, al engaño, a la rapacidad, al sentimentalismo…


Pío Baroja – El Árbol de la Ciencia