miércoles, 28 de diciembre de 2011

Telepatía: nuestro sexto sentido

Nos acercamos en una serie de episodios al fascinante mundo de la Telepatía, que en todos yace dormida y puede ser despertada. Encuentros y coincidencias mentales, sueños premonitorios, visiones místicas, precognición... todos somos o podemos volver a ser telépatas, aunque no siempre lo queramos. Ello depende en parte de los que llamamos PSI positivo o negativo, que radica en nuestra actitud favorable o desfavorable hacia las percepciones extra-sensoriales.









1) Telepatía y el Vehículo Etérico, por el Maestro tibetano Djwhal Khul


El Campo del Intercambio Telepático

Al considerar el tema de la telepatía debe tenerse en cuenta que el cuerpo etérico de todas las formas de la naturaleza es parte integrante de la forma sustancial de Dios Mismo -no la forma física densa- sino aquello que los esotéricos consideran la sustancia de la cual está hecha la forma. Empleamos la palabra Dios para significar la expresión de la Vida Una que anima a todas las formas en el plano objetivo externo. El cuerpo etérico o de energía de todo ser humano es parte integrante del cuerpo etérico del planeta mismo y, en consecuencia, del sistema solar. Por este medio, el ser huma­no se relaciona con toda expresión de Vida divina, grande o di­minuta. La función del cuerpo etérico consiste en recibir impulsos de energía o corrientes de fuerza que lo ponen en actividad. Y emanan de alguna fuente originaria. El cuerpo etérico, en realidad, sólo es energía. Está compuesto de miríadas de filamentos de fuer­za o diminutas corrientes de energía, mantenidas en relación, por su efecto coordinador, con los cuerpos emocional y mental y el alma. Estas corrientes de energía a su vez producen un efecto sobre el cuerpo físico, induciéndolo a emprender alguna actividad, según la naturaleza y poder del tipo de energía que rige al cuerpo etérico en determinado momento.


A través del cuerpo etérico circula energía que emana de al­guna mente. La masa humana responde inconscientemente a las decisiones de la Mente universal; esto en la actualidad se complica por la creciente respuesta al conjunto de ideas -denominado opi­nión pública‑ que proviene de la mentalidad humana, la cual evoluciona rápidamente. En la familia humana se encuentran tam­bién quienes responden a ese grupo interno de Pensadores que trabajan con materia mental, controlando, desde el aspecto subje­tivo de la vida, el surgimiento del gran Plan y la manifestación del Propósito divino.


Estos Pensadores se agrupan en siete divisiones principales, siendo presididos por tres grandes Vidas o Entidades supercons­cientes: el Manu, el Cristo y el Mahachohan, que trabajan em­pleando principalmente el método de influir las mentes de los adeptos y de los iniciados. Éstos a su vez influyen a los discípulos del mundo, los cuales, cada uno en su lugar y bajo su propia responsabilidad, elaboran su propio concepto del plan, tratando de expresarlo de acuerdo a sus posibilidades. Por lo tanto, como pue­den suponer, este proceso aminora el grado de vibración, hasta que llega a ser tan densa que afecta la materia del plano físico, facilitando así la producción de efectos organizados en dicho plano. Hasta ahora tales discípulos han trabajado en forma aislada, excep­to cuando, debido a las relaciones kármicas, se han puesto en contacto entre sí, y la intercomunicación telepática ha sido limitada fundamentalmente a la Jerarquía de adeptos e iniciados, tanto en encarnación como fuera de ella, y al trabajo individual que realizan con Sus discípulos.


Sin embargo, se cree que es posible establecer ahora una con­dición similar y una relación telepática entre los discípulos del plano físico. Donde se encuentre este grupo de místicos y conoce­dores, oportunamente hallarán que es factible comunicarse entre sí, y en la actualidad lo hacen con frecuencia. Una idea mística fundamental o alguna nueva revelación de la verdad es súbita­mente reconocida por una mayoría, hallando expresión simul­tánea en numerosas mentes. Nadie puede pretender el derecho individual a la verdad o principio enunciado. Numerosas mentes lo han registrado. Por lo general se afirma que dichas personas se han conectado con las corrientes mentales internas o han res­pondido a la acción de la Mente universal. Literal y técnicamente esto no es así. Un miembro de la Jerarquía planetaria extrae la idea de la Mente universal de acuerdo a Su tendencia y equipo mental, y las necesidades inmediatas son sentidas por los adeptos activos; entonces presenta la nueva idea, el nuevo descubrimiento o la nueva revelación al grupo de adeptos -lógicamente en forma telepática‑ y cuando ha sido considerado por el grupo, lo presenta a Su grupo de discípulos. Entre ellos hallará quien responda con más facilidad e inteligencia y éste, mediante su claro pensar y el poder de las formas mentales formuladas, puede entonces influir sobre otras mentes, las cuales a su vez captan el concepto como propio, se apoderan de él y lo llevan a la manifestación. Cada uno considera como privilegio especial hacerlo así y, debido a esta facultad especializada y a la responsabilidad automáticamente ge­nerada, pone en ello toda su energía; entonces trabaja y lucha en pro de sus formas mentales.

En la unión está la fuerza. Ésta es la segunda ley que rige la comunicación telepática.

La primera ley es:

El poder de comunicación se halla en la naturaleza misma de la propia sustancia; reside potencialmente en el éter, y el significado de la telepatía se encontrará en la palabra omni­potencia.

La segunda ley es:

El intercambio entre muchas mentes produce una unidad de pensamientos suficientemente poderosa como para ser re­conocida por el cerebro.


Tenemos aquí una ley que rige la actividad subjetiva y otra que rige la manifestación objetiva. Explicaremos estas leyes en la forma más sencilla posible. Cuando cada miembro del grupo puede actuar en la conciencia mental, sin el entorpecimiento del cerebro o de la naturaleza emocional, descubrirá la universalidad del principio mental, el cual constituye la primera expresión exo­térica de la conciencia del alma. Luego penetrará en el mundo de las ideas, llegando a ser consciente de ellas por medio de la placa sensitiva y receptora de la mente. Entonces buscará a quienes, respondan al mismo tipo de ideas y reaccionen simultáneamente al mismo impulso mental. Al unirse a ellos descubre que está en comunicación con ellos.


La comprensión de la primera ley produce su efecto en la mente o cuerpo mental; la comprensión de la segunda produce resultados en una estación receptora inferior, el cerebro, lo cual es posible mediante el fortalecimiento de la reacción mental del hombre por la reacción mental de otros, similarmente receptivos. Se observará que este proceso de comunicación, regido por ambas leyes, siempre ha actuado entre los adeptos, iniciados y discípulos avanzados que tienen cuerpos en el plano físico. Este proceso debe ser ahora divulgado y desarrollado constantemente por el grupo de místicos y servidores del mundo que emerge, y es, en potencia, el Salvador del mundo.


Sólo quienes conocen algo de lo que significa concentración y meditación, y pueden mantener la mente firme en la luz, serán capaces de comprender la primera ley y ese intercambio de ener­gías dirigidas por la mente, que tiene un punto de expresión en la mente de algún pensador inspirado y otro en la mente del atento servidor mundial, que trata de sintonizarse con esos proce­sos mentales que contienen la clave para la salvación final del mundo. La energía que dirige el pensamiento tiene su origen en un Pensador que puede penetrar en la Mente divina, debido a que ha trascendido Sus limitaciones humanas; el receptor dirigido por el pensamiento es el hombre que, exotéricamente hablando, ha ali­neado su cerebro, su mente y su alma.


En realidad la omnipresencia, ley de la naturaleza basada en el hecho de que los cuerpos etéricos de todas las formas constitu­yen el cuerpo etérico del mundo, hace posible la omniciencia. El cuerpo etérico del Logos planetario es impelido a la actividad por Su voluntad dirigida; la energía es el resultado de Su forma men­tal que opera en Su cuerpo de energía y a través del mismo. Esta forma mental corporifica y expresa Su propósito mundial. Todas las formas de vida subhumanas y las formas humanas, hasta la etapa del hombre avanzado, están regidas por el pensamiento divino, por intermedio de los cuerpos de energía que son parte integrante del todo. Sin embargo reaccionan inconsciente e igno­rantemente. La humanidad evolucionada, los místicos y conoce­dores, son cada vez más conscientes de que la mente dirige el proceso evolutivo. Cuando esta conciencia sea cultivada y la mente individual establezca conscientemente contacto con la mente de Dios, a medida que se expresa por medio de la mente iluminada de la Jerarquía de adeptos, tendremos el constante desarrollo de la omniciencia. Ésta es la descripción del verdadero sentido del intercambio telepático, pues describe el crecimiento de esa oli­garquía de almas selectas que oportunamente regirán al mundo, las cuales serán seleccionadas para gobernar y reconocidas por las masas como capacitadas para desempeñar tan alto cargo, gracias a la coordinación que han establecido entre:

1. La mente universal.

2. Su mente individual iluminada por la conciencia del alma.

3. El cerebro, reaccionando a la mente individual.

4. El grupo de aquellos cuyas mentes y cerebros están simi­larmente sintonizados y relacionados telepáticamente.

... se presu­me que sus mentes, están, en cierta medida, sintonizadas con el alma y también alineados en tal forma, que el alma, la mente y e1 cerebro se han coordinado, comenzando ya a actuar como una unidad. Tal es la responsabilidad del individuo. Ahora viene la tarea en que se ha de aprender a responder al grupo y tratar de ponerse en contacto con esas mentes que están energetizadas por corrientes de pensamientos similares, lo cual debe cultivarse.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Moon Temple - Karunesh

Mayas y Egipcios, descendientes de Atlantes: la Profecía de Orión 2012 (Patrick Geryl)






























Vamos a detenernos ahora en el libro de Patrick Geryl  “La Profecía de Orión” (2004), seleccionando de las primeras páginas parte del proceso de cómo avanzó en su investigación. (Para el que quiera profundizar en detalle, este libro lo tengo disponible al completo en formato Word).




    “La motivación que me impulsó a escribir este libro fue el enojo, la deses­peranza y la frustración. El sueño de mi vida se destruyó con una serie de descubrimientos que apuntan a una inminente catástrofe mundial, de hecho, la más grande de la historia de la humanidad. Nunca antes estuvo la Tierra tan densamente poblada, por lo tanto, este será un desastre sin parangón. 

    Cuando me enteré, quedé destrozado y profundamente conmovido, sin poder conciliar el sueño durante noches enteras y esto comenzó a regir y dominar mi vida entera. Allí, toda mi certidumbre en la vida, al igual que todos mis sueños, colapsaron, entonces decidí investigar. Si este desastre en verdad va a ocurrir, yo tenía que comprobarlo con una sólida evidencia, pues se trata de la super­vivencia de la humanidad.

    Naturalmente, investigué y tuve éxito en develar este inminente desastre global. Prepárese para leer los descubrimientos más sorprendentes de nuestra moderna civilización. El desastre natural que nos golpeará excederá la com­prensión de todos. Sus pensiones ya no tendrán valor; de hecho, ya cancelé las mías. No hay un solo gobierno que tome medidas para tratar de sobrevivir a la catástrofe y nadie lo creerá hasta que sea demasiado tarde. Por eso usted tendrá que controlarse y diseñar su propia estrategia de supervivencia. Yo actuaré como un banco de datos. Sobrevivir a tal inmenso desastre será suma­mente difícil, si nada se ha preparado. Se destruirán los suministros de ali­mentos, no habrá atención médica y los profesionales que trabajan en los res­cates, ellos mismos también habrán muerto. En resumen, sin un cuidadoso planeamiento no lo lograremos. Por lo tanto, debemos formar grupos urgente­mente, para empezar a trabajar en esta enorme tarea. Será necesario construir "Arcas de Noé" para que nos transporten cuando lleguen las marejadas, y tam­bién procurarnos suministros de alimentos y energía. Habrá que hacer innu­merables cosas y sólo nos quedan unos pocos años antes de la fecha fatal. Espero que se acerquen muchos voluntarios para poner en práctica la estrate­gia de supervivencia que detallaré en este libro.

    Cuando tiene lugar un deslizamiento de la corteza, algunos continentes se mueven hacia los Polos y otros se alejan de ellos, y una ola gigantesca cruza toda la Tierra. Los sobrevivientes no pudieron hacer otra cosa más que huir de su tierra condenada, el día en que la Atlántida se movió hacia el Polo Sur; y en este libro demostraremos con claridad que tales cosas sucedieron. Inmediatamente después de los acontecimientos, la agricultura prosperó en distintas partes del planeta. Esto, sin dudas, relaciona la muerte de un mundo con la fundación de nuevas culturas en los lejanos continentes. Así, los atlantes estuvieron presen­tes no sólo en el origen de la cultura maya, sino también en el de la india, china y egipcia. Casi todos están familiarizados con la leyenda de la Atlántida, la tierra que desapareció en terribles terremotos de desconocida intensidad. El filósofo griego Platón tuvo noticias de ello, en el antiguo Egipto. Si todo esto es verdad, entonces tiene que haber una conexión entre las profecías maya y egipcia.

    Revisé varias obras sobre cultura egipcia y sus grandes logros me impre­sionaron cada vez más. Un caleidoscopio de templos, pirámides, obras de arte, esfinges, etc., des­filaron ante mis ojos, pero no hallé la conexión; eso fue frustrante. Les conté a varias personas amigas sobre mis malogrados intentos, hasta que uno de ellos me preguntó: 
_¿No has leído aún "La serpiente en el cielo"?
_No, ¿quién lo escribió?
_John Anthony West. Muestra evidencia de que la Esfinge es miles de años más antigua de lo que siempre se ha pensado y que el secreto conocimiento de la Atlántida tal vez esté oculto justo debajo de ella.

    ¡Ahí está! pensé, si los atlantes manejaban esta importante información, entonces tenían que estar interconectados con el mundo egipcio. Empecé a leer el libro y me sorprendió que yo hubiera subestimado su inteligencia. Sus matemáticas tenían un nivel sumamente alto y el libro contiene ejemplos de ello; en verdad, me asombró sobremanera. También me enteré de que nadie logró traducir aún una parte importante de los jeroglíficos. "¡Qué mal!", pensé, "si debo empezar aquí, esto será una tarea imposible". Leí casi el noventa por ciento del libro, aprendí muchísimo, pero no lograba avanzar, hasta que co­mencé el capítulo denominado Egipto: Heredero de la Atlántida. En él, West comenzó a investigar la edad de la Esfinge, siguiendo una sugerencia del filósofo francés R. A. Schwaller de Lubicz, quien dijo que los patrones de erosión sobre la Esfinge apuntan a ser más antiguos de lo que siempre se ha asumido. Demostrar esto se convirtió en el motivo de su vida. De ser cierto, testimoniaría que la civilización egipcia es miles de años más anti­gua de lo que comúnmente se creyó y que provendría de la Atlántida.

    Estaba por terminar el libro, pero aún no hallaba nada que resultase de utilidad para mi investigación y estuve a punto de abandonarlo, cuando en la anteúltima página, algo llamó mi atención. Allí vi fotos y dibujos del zodíaco de Dendera; se lo veía radiante y misterioso al mismo tiempo. Yo nunca había sido un creyente de las predicciones de un zodíaco y su existencia casi me hacía reír. Pero entonces, en una décima de segundo, mi manera de razonar y también mi vida, cambiaron profundamente. Cada vez más perplejo miré las antiguas escrituras; eran una sublime obra de arte, algo especial y único en la ciencia arqueológica. Más aún, eran mágicas, inspiradoras y tenían cierto en­canto. Supe que Cotterell halló muchos más códigos en la tumba de Palenque, de los que alguien podría imaginar a primera vista y aquí también, tuve la sensación de que este sería el caso. Pero ¿cómo descifrar el código? Los jeroglí­ficos superaban con largueza mi comprensión, y los dibujos, aunque mucho más claros, contenían un código terriblemente difícil. Esta obra de arte no fue realizada para reírse de ella y luego dejarla de lado. Muchas personas creen en las predicciones del zodíaco, por lo tanto, asumamos que está basada en la realidad. Aceptemos también que los autores del zodíaco querían compartir parte de su sabiduría, por ejemplo, el día del fin de la Atlántida y el día del próximo cataclismo. ¡Eso debe ser! ¡No puede tratar­se de ninguna otra cosa!



    ¡El zodíaco predijo la fecha exacta del próximo fin de la Tierra!, y fue mi intuición la que me condujo a esta conclusión. Más adelante, claramente, lo intuido resultó ser cierto. Sentí que con gusto estaba dispuesto a dar parte de mi vida para resolver estos acertijos, aunque por supuesto no podía hacerlo solo. Necesitaba con urgencia la ayuda de un egiptólogo, pues esta era la única manera de revelar los antiguos misterios…

    "Lo que usted me está diciendo aquí podría ser cierto y si se publicara, podría provocar bastante consternación. Pero está bien, hay algo que debemos hacer primero: descifrar el código Dendera".
Gino Ratinckx tomó un libro de un estante: "Pienso que tengo precisamente lo que necesita. Aquí está la decodificación de El libro egipcio de los muertos. Hasta la fecha de publicación de este libro, nadie ha­bía logrado decodificar las veneradas escrituras. Este autor, Albert Slosman, lo hizo, y ¡quedará sorprendido por su contenido!"
Con respeto, tomé el libro en mis manos y, de inmediato, me di cuenta de que había generado en mí un intenso sentimiento. ¡Este era el indicado! Y aquí yo iba a hallar códigos de suma importancia. Esa misma noche empecé a leer la obra y hallé claves de una catástrofe.

    Afortunadamente, mi intuición no me abandonó y no pasó mucho tiempo antes de que yo comprendiera la importancia de algunos de los códigos. Todo el resto era menos importante para mi investigación. Lo que había leído era suficiente para poner el mundo de la egiptología patas para arriba. Las traduc­ciones del Libro Egipcio de los Muertos eran desastrosas, estaban tan llenas de flagrantes errores e interpretaciones equivocadas, que no quedaba nada de su significado original. Sólo Albert Slosman logró traducir las venerables escri­turas correctamente y yo pude distinguir con claridad sus asombrosas conclu­siones. En primer lugar, el título del libro era una versión errónea, pues debe­ría llamarse El libro de la luz y no El libro de los muertos. ¿Por qué este título? Porque describe con precisión los acontecimientos celestiales que se produje­ron durante la caída de la Atlántida. Más aún, describe cómo los sobrevivien­tes fueron guiados por el Sol en su huida a Egipto. Pero lo más importante fue lo sucedido en el Sol mismo. Como el tema central de las escrituras es, en especial, el hecho de que el Sol irradiaba la luz de la luz —en otras palabras, una luz increíblemente intensa—; el nombre correspondiente es El libro de la luz.

“Soy el más Elevado, el Primero, el Creador del Cielo y la Tierra, soy el Moldeador de los cuerpos humanos, y el proveedor de las partes espirituales. He colocado al Sol sobre un nuevo horizonte, como un signo de benevolencia y como prueba de la Alianza”.

    El día de la destrucción: "He colocado al Sol sobre un nuevo horizonte". Más adelante, en el libro se dice que el Sol "da vueltas" en el zodíaco (= cordón), lo cual significa que el Sol se mueve por los signos del zodíaco. La única interpretación correcta para esto es que no es el Sol sino la Tierra la que giraba sobre su eje. Este girar sobre el eje hizo que el Sol se elevara a un nuevo horizonte. En otras palabras, la corteza terrestre se había movido, tal como yo lo había leído en otros libros. Los egipcios hablan en sus textos en carácter de testigos de esos notables acontecimientos. Quedé sin aliento cuan­do empecé a darme cuenta de esto. En otra nota, hallé que este evento, "el gran cataclismo", sucedió el 27 de julio de 9792 a.C. Por otro lado las posiciones de Orion y Aldebarán coinciden de manera precisa con ambas informaciones. Yo lo había calculado manualmente y ocu­rre tres veces en doce mil años. La otra fecha es 3114 a.C. Eso podría ser correcto porque varios pueblos, entre ellos los mayas, comienzan su era desde este punto.

    Entonces, algo me sucedió: "Espere un minuto", dije, "los códigos del pa­sado tienen que coincidir exactamente con los códigos del 21 / 22 de diciembre de 2012. ¡Tienen que hacerlo! Si las estrellas y planetas durante la desapari­ción de la Atlántida tuvieron cierta posición, esto apunta a una similitud con ese acontecimiento; esa era su manera de describirlo".

    ¡Allí estaba! Me sentía como si estuviera dando saltos mortales. Con esta prueba quedaba irrefutablemente demostrado que la fecha de la destrucción del mundo en el año 2012 provenía de los atlantes. Más aún, los egipcios tenían que conocer esta fecha también. Pero esto era para más adelante. Nadie podía negarlo: la fecha de la destrucción de la Atlántida era ciento por ciento correcta. Esto hizo del trabajo de Slosman algo incontestable de un solo golpe. El mundo egiptólogo entero podrá hacer lo que le plazca, ¡pero la Atlántida era un hecho! Y con él, también la desaparición futura de nuestro mundo. 

    El he­cho de que yo hubiese resuelto esto tan rápidamente me dejó sin habla. Algu­nos meses después, Gino me dijo que sus cálculos no eran una prueba real, pero para entonces ya habíamos descifrado los verdaderos códigos de la des­trucción, contenidos en las venerables escrituras egipcias. Con esto teníamos la prueba definitiva de la exactitud de nuestra teoría. Media hora más tarde me encontraba observando, junto a Gino, el cielo del año 2012…"


(A continuación, detallamos la bibliografía seleccionada. Todos los datos tomados como referencia pueden hallarse en estos libros. Dada la excepcional importancia de esta obra, sólo se mencionan los libros relevantes, para que los lectores y los investigadores no pierdan su tiempo inútilmente).

Bauval, Robery Graham Hancock, Keeper ofGénesis, Heinemann, 1997.
Berlitz, Charles, Atlantis, G.P. Putnam & Sons, Nueva York, 1984.
Cotterell, Maurice M. y Gilbert Adrián, The Mayan Prophecies, Element Books, 1995.
Félix, W. Robert, Not by Fire but by Ice, Sugarhouse Publishing, 2000.
Flem-Ath, Rand y Rose, When the Sky Fell, Weidenfeld, 1995.
Hancock, Graham, Fingerprints ofthe Gods, Heinemann, 1995.
Hapgood, Charles, Maps ofthe Ancient SeaKings, Adventures Unlimited Press, 1995.
Hapgood, Charles, The Path ofthe Pole, Adventures Unlimited Press, 1999.
Hoffer, Frank, Lost Americans, Nueva York, 1961.
Moore, Patrick, The Atlas ofthe Universe, Mitchell Bearly Ltd., 1970.
Morton Chris y Ceri Louise Thomas, The Mystery ofthe Crystal Skulls, Thorsons, 1979.
Poechan, Andre, L'Enigme de la Grande Pyramide, Laffont, 1971.
Sagan, Carl, Cosmos, Carl Sagan Producciones, 1980.
Slosman, Albert, Le grand cataclysme, Laffont, 1976.
Slosman, Albert, Le livre de l'au-delá-de la vie, Baudouin, 1979.
West, John Anthony, Serpent in the Sky, Wildwood House, 1979.
Wilson. Colin, From Atlantis to the Sphinx, Virgin, 1996.



martes, 20 de diciembre de 2011

La Rueda del Tiempo (Carlos Castaneda)


Este libro de citas de Carlos Castaneda recoge la línea de pensamiento más sutil y profunda del brujo chamán Juan Matus en el proceso de adiestramiento del mismo Castaneda a una nueva realidad. De por sí arduo entender su significado aún habiendo leído y reflexionado durante años sus enseñanzas, aún más si cabe redactar y ordenar de forma congruente una selección de citas de citas que pueda hacerlas accesibles y útiles, ya que muestran el cambio a un mundo cognitivo desconocido, provocando progresivamente en el autor ciertas experiencias, mientras que nosotros solo disponemos de su lectura y nuestro entendimiento. Animo a sumergirse en el fabuloso mundo de sus libros a aquel que aún no lo haya hecho, nunca es tarde; si somos capaces de identificarnos un poco con el Castaneda aprendiz, el mundo para nosotros puede que ya no sea el mismo.





De la Introducción

La línea de acción de don Juan Matus consistía en un intento deliberado de empujarme hacia un “sistema cognitivo” diferente, que los chamanes del antiguo México poseían. Por ejemplo, percibían la energía tal como fluye libremente en el universo, libre de las ataduras de la socialización y de la sintaxis, como pura energía vibratoria. A este acto lo llamaban “ver”, como primer paso necesario para adquirir una visión más global. Previamente a poder “ver” se necesitaba la “recapitulación”, que consistía en el escrutinio sistemático de la propia vida contemplándola con desapego.

“Ver” la energía tal como fluye en el universo significa tener la capacidad de percibir al ser humano como un “huevo luminoso” o como una “bola luminosa” de energía, y distinguir en esa bola un punto brillante, que llamaban “punto de encaje”, donde la percepción se encajaba o ensamblaba. Nuestra cognición del mundo se realizaba en ese punto.

En este otro mundo cognitivo la unidad más importante es el concepto de “intento”, que es una fuerza que los chamanes podían visualizar cuando “veían” la energía tal como fluye en el universo, una fuerza omnipresente que intervenía en todos los aspectos del tiempo y del espacio e íntimamente ligada al hombre, quien podía manipularla. Para ello se necesitaba un comportamiento impecable, como el de un “guerrero”, camino que cualquiera podía tomar después de abandonar su “historia personal”.

Para ellos, el tiempo es algo así como un pensamiento pensado por una fuerza inconcebible. Por su parte, el espacio es un ámbito abstracto de actividad, la suma total de los esfuerzos de todas las criaturas. Ambos, tiempo y espacio, forman parte integral del hombre.

Otra unidad cognitiva de los chamanes es la “rueda del tiempo”, algo asi como que el tiempo es como un túnel de longitud y anchura infinitas, un túnel con surcos reflectantes. Cada uno de los surcos es infinito y hay un número infinito de ellos. Los seres vivos están compelidos, por la fuerza de la vida, a fijar sus miradas en uno de los surcos. Mirar solo uno de ellos implica ser atrapado por él.

La meta final de un “guerrero” es la de enfocar, mediante un acto de profunda disciplina, su atención inquebrantable en la “rueda del tiempo” con el fin de hacerla girar. Una vez que se consigue es capaz de mirar en el interior de otro surco y extraer de él lo que desee en cualquiera de las dos direcciones: la llegada o la partida del tiempo.




Algunas citas ordenadas a mi criterio desde "Las enseñanzas de Don Juan" hasta "El segundo anillo de poder"


Los ojos del hombre pueden realizar dos funciones: una es “ver” la energía general tal como fluye en el universo y la otra es “mirar las cosas de este mundo”. Ninguna de ellas es mejor que la otra, sin embargo, educar los ojos solo para mirar es un lamentable e innecesario desperdicio.

Cuando un hombre no se preocupa por ver, las cosas le parecen más o menos las mismas cada vez que mira al mundo. En cambio, cuando aprende a ver ninguna cosa es igual cada vez que la ve y sin embargo es la misma. Cada vez que un “vidente” ve un hombre, ve un huevo luminoso, pero no es el mismo huevo luminoso.


Cuando los seres humanos se ven como campos de energía, parecen fibras de luz, como telarañas blancas, como hebras muy finas que circulan desde la cabeza hasta la punta de los pies. De ese modo, ante el ojo del vidente, un hombre aparece como un huevo de fibras que circulan, y sus brazos y piernas son como cerdas luminosas que brotan en todas direcciones y le ponen en contacto con todo lo que le rodea.


Nos hablamos incesantemente a nosotros mismos acerca de nuestro mundo, mantenemos nuestro mundo con nuestro diálogo interno, lo renovamos, lo encendemos de vida, lo sostenemos, escogemos nuestros caminos al hablarnos a nosotros mismos, repitiéndolo una y otra vez hasta el preciso momento de la muerte. Un “guerrero” es consciente de ello y lucha por detener su diálogo interno, ya que es lo que ata a la gente al mundo cotidiano. El mundo es de tal y cual manera solo porque nos contamos que es de tal y cual manera; el pasaje al mundo de los chamanes se abre cuando el guerrero ha aprendido a pararlo. Después, todo es posible, hasta los proyectos descabellados se vuelven factibles. El arte del guerrero consiste en equilibrar el temor de ser un hombre con la maravilla de ser un hombre.


Casi nunca nos damos cuenta de que podemos suprimir cualquier cosa de nuestras vidas en cualquier momento y en un abrir y cerrar de ojos. Un guerrero no necesita historia personal, un día descubre que ya no le es necesaria, y la abandona. La técnica para ayudarle a abandonarla consiste en perder su propia importancia, asumir la responsabilidad de los propios actos y utilizar a la muerte como consejera.


Sentirse importante le hace a uno pesado, torpe y banal. Para ser un guerrero se necesita ser liviano y fluido. Un guerrero no tiene honor, ni dignidad, ni familia, ni nombre, ni patria, solo tiene vida por vivir y, en tales circunstancias, su único vínculo con sus semejantes es su desatino controlado. Acepta la responsabilidad de sus actos, hasta del más trivial de ellos. Sabe que espera y sabe lo que espera, y mientras espera no desea nada, y así, cualquier cosa que reciba, por pequeña que sea, es más de lo que puede tomar. Para el hombre corriente el mundo es extraño porque cuando no se aburre de él, está enemistado con él. Para un guerrero, el mundo es extraño porque es estupendo, pavoroso, misterioso, insondable… debe asumir la responsabilidad de estar aquí en este mundo maravilloso, en este tiempo maravilloso. Debe aprender a hacer que cada acto cuente, pues va a estar aquí, en este mundo, tan solo un tiempo breve, demasiado breve para ser testigo de todas las maravillas que existen.


¿Puedes desviarte de la senda que tus semejantes han trazado para ti? Mientras permaneces con ellos, tus acciones y pensamientos permanecen por siempre fijados en sus términos: eso es esclavitud. El guerrero en cambio está libre de todo eso. La libertad es cara, pero el precio no es imposible de pagar… !no desperdicies tu tiempo y tu poder en temer la libertad!. No importa cómo le hayan criado a uno, lo que determina el modo en que uno hace cualquier cosa es el poder personal, un hombre no es más que la suma de su poder personal, y esa suma determina cómo vive y cómo muere. El poder personal es un sentimiento, algo así como tener suerte, un talante, un ánimo, algo que se adquiere a través de toda una vida de lucha.


Hay montones de cosas que un guerrero puede hacer en un determinado momento y que no habría podido hacer años antes. Estas cosas no cambiaron, lo que cambió fue su idea de sí mismo. Los actos tienen poder, especialmente cuando el guerrero que actúa sabe que esos actos son su última batalla. Hay una extraña felicidad ardiente en actuar, con pleno conocimiento, de que lo que uno está haciendo puede muy bien ser su último acto sobre la tierra; es natural para un guerrero lograr que su último acto sea lo mejor de sí mismo. Él no consigue victorias golpeándose la cabeza contra los muros, sino rebasándolos; salta sobre los muros, no los derriba.


La razón hace que los seres humanos olviden que la descripción del mundo, es tan solo una descripción, y antes de que se den cuenta, han atrapado la totalidad de sí mismos en un círculo vicioso del cual raramente escapan en toda su vida. Siempre que el diálogo interno cesa, el mundo se desploma y afloran extraordinarias facetas nuestras, como si hubieran estado celosamente guardadas por nuestras palabras. Lo malo de las palabras es que nos hacen sentirnos iluminados, pero cuando nos damos la vuelta para enfrentarnos al mundo, siempre nos fallan y terminamos enfrentándonos al mundo como siempre: sin iluminación. Por esta razón, un guerrero busca actuar en vez de hablar y para ello obtiene una nueva descripción del mundo.


Siempre que un guerrero se implica con alguna creencia, lo hace porque ésta es su elección. Un guerrero no cree, tiene que creer. La muerte es el ingrediente indispensable para el tener que creer. Solo porque la muerte lo acecha es por lo que un guerrero tiene que creer que el mundo es misterioso e insondable. Cuando toma la decisión de pasar a la acción, debería estar dispuesto a morir, no habrá tropiezos, ni sorpresas desagradables, ni actos innecesarios. Todo encajará suavemente en su sitio porque no espera nada. Solo la idea de la muerte da al hombre el desapego suficiente para ser capaz de no abandonarse a nada. Un hombre así sabe que su muerte lo está acechando y que no le dará tiempo para aferrarse a nada, así que prueba, sin ansias, todo de todo. El poder pone siempre al alcance del guerrero un centímetro cúbico de suerte, su arte consiste en ser permanentemente fluido para poderlo atrapar… “la muerte es un remolino; la muerte es una nube brillante en el horizonte; la muerte soy yo hablándote, la muerte no es nada. ¡Nada! Está aquí, pero no está aquí en absoluto”.


Los seres humanos no son objetos, no tienen solidez, son seres redondos, luminosos; no tienen límites. El mundo de los objetos y la solidez no es más que una descripción que fue creada para ayudarlos, para facilitar su paso por la tierra. La ventaja oculta de los seres luminosos es que tienen algo que nunca utilizan: el “intento”. El hombre corriente sostiene la descripción del mundo con su razón, el chamán, con su intento. Ambas descripciones tienen sus reglas, pero la ventaja del chamán es que el intento abarca más que la razón. El intento es lo que puede hacer triunfar a un hombre cuando sus pensamientos le dicen que está derrotado, es lo que le hace invulnerable. Es lo que envía a un chamán a través de una pared, a través del espacio, al infinito.


El conocimiento llega a un guerrero flotando como motas de polvo de oro, el mismo polvo que cubre las alas de las polillas. Es como darse una ducha o recibir una lluvia de motas de polvo de oro oscuro.

La forma humana es un conglomerado de campos de energía que existe en el universo y que está exclusivamente relacionado con los seres humanos. Los chamanes lo llaman forma humana porque esos campos de energía han sido retorcidos y deformados por toda una vida de hábitos y maltratos. Los guerreros deben ser impecables en su esfuerzo por cambiar con el fin de asustar a la forma humana y deshacerse de ella. Al cabo de años de impecabilidad, llegará un momento en que la forma humana no soportará más y se irá. Es decir, llegará un momento en que los campos de energía, retorcidos por toda una vida de hábitos, se enderezarán. Este enderezamiento afecta profundamente al guerrero, que puede incluso morir… pero un guerrero impecable siempre sobrevive.


jueves, 15 de diciembre de 2011

Camino a la sabiduría (Jorge Bucay)

Un libro de enorme interés que, sin embargo, tenía en la estantería hace algunos años pendiente de su lectura. Por alguna razón ha sido ahora cuando lo he tomado, puede que porque estaba en el momento propicio para digerirlo, reflexionar sobre su mensaje... y comunicar a los demás estas valiosas citas, aún en contra del criterio que el propio autor expresa de que "las citas son inútiles". Es "Shimriti", de Jorge Bucay.






En este nuevo recorrido hacia la sabiduría, mi propuesta es revisar nuestras creencias e ideas para tratar de cambiar el mapa que hasta hoy nos limitaba: explorar las costumbres heredadas y atreverse a cambiarlas si de verdad ya no nos sirven.

Nuestra sociedad funciona muchas veces como un grupo de represión-exclusión, dejando de lado a aquellos que no asumen determinadas normas. A través del “tú debes" la sociedad se vuelve represiva, fija límites a la acción del individuo, vedándole casi en forma total la libertad creativa, generando un tipo de saber “obediente” que vuelve al individuo mecánico y manejable.

¿Será útil la sabiduría? Algo es útil cuando se constituye en un medio para lograr un fin, en cambio la sabiduría tiene una utilidad “intrínseca”, es un fin en sí misma, donde lo útil se refiere al ser, como contemplar la belleza, jugar, conocer, amar, crear, imaginar… la inclinación al saber es un impulso acorde con nuestra naturaleza humana e indisociable de ésta: toda persona ansía profundamente ver y comprender, tiene necesidad de “sentido de la vida”.

El auténtico lugar de la sabiduría es precisamente el arte de sumar 5 cosas:

Vivencia a través de la experiencia.
Información y conocimiento.
Transformación personal.
Aceptación incondicional de la realidad.
Liberación interior.

La “obediencia” como normal social es una traba que hay que superar. Este “deber ser”  que trae consigo la obediencia a lo establecido desarrolla estos “defectos” en el individuo: el veneno de comparar, la intoxicación de discriminar, la enfermedad de competir y la adicción en la obsesión por ganar. Como consecuencia reflexionamos sobre los defectos de los demás, interferimos en su vida, y... no es asunto nuestro. Sin embargo, hay grandes moralistas cuya única dedicación parece ser ver y denunciar quién está obrando mal o de manera censurable.

La única obediencia que me parece compatible con la salud es la obediencia inteligente: la del que obedece solo cuando le conviene. El desarrollo de la humanidad solo fue posible porque hubo hombres y mujeres que se atrevieron a decir que no. Pero si un “buscador” se atreve a decir “no” a las normas del poder, y además se atreve a crear sus propias normas, no solo tenemos un desobediente, sino que, como sociedad, “corremos el riesgo” de que esas normas o esa libertad para cuestionarlas sean elegidas también por otros.

El “buscador” es capaz de saber que no sabe y puede desde allí trabajar para saber, y saber para ser libre y hacerse libre para formular un rotundo y sano “no”. 

Porque la verdad no es amenazadora, solo desestructurante, no es peligrosa, es diferente; no hay que inventarla, hay que descubrirla; no hay que esperar que llegue a nosotros, ya está aquí; no se puede ver estando encima de ella, requiere perspectiva; no necesitas tu mente para incorporarla, sino prescindir de ella; ninguna otra cosa te impide el acceso a la verdad, solo tu propia mente.

Si realmente sabes algo que los demás no saben, asegúrate de encontrar en ti el punto mayor de humildad antes de atreverte a enseñarlo. A lo largo de la historia, el gran daño lo han hecho los que dijeron “esta es la verdad” y no los que sostenían no saber.


En las filosofías orientales el verdadero conocimiento se considera un “despertar”, sugiriendo que da acceso a la comprensión definitiva y profunda de algún aspecto de la realidad. Es un “darse cuenta”, una percepción fresca de un mundo nuevo o un nuevo nivel de conciencia de un mundo real. El conocimiento verdadero incluye una tranformación, tras la cual ni el que conoce ni el mundo que es conocido serán los mismos.

Vivir auténticamente, nos enseña la sabiduría, no es planificar lo que vamos a ser, sino descubrir, a cada instante, lo que somos.

Ser coherente es, en sentido estricto, un estúpido esfuerzo por ser fiel a todo lo adquirido en el pasado, es ser como ya se ha sido, decir lo que ya se dijo, hacer hoy lo que se hizo ayer, responder a las expectativas que nuestro comportamiento ha ido creando en los demás. Ser coherente es una mezcla de lo que creo que soy, mis rígidas costumbres y tradiciones, mis hábitos dañinos, los mandatos aceptados, los condicionamientos incorporados, la totalidad de los introyectos mas el hueco de lo negado.

Un “conocedor” vive la vida de acuerdo con su propia naturaleza y no de acuerdo con los valores de los demás. No solo tiene su propia visión del universo sino que también posee el coraje de vivir de acuerdo con ella. Es alguien que sabe quién es, pero admite sin avergonzarse que no puede prever sus futuras acciones ni posee criterio para valorar adecuadamente qué le sucederá, ni cómo reaccionará frente a los hechos. 

Un “conocedor” descubre que lo que importa es ser congruente, ser libre de ser quien es en cada momento, libre de encontrar la conducta que satisfaga su momento presente, libre de volverse impredecible para los demás sin sentirse culpable de la decepción de los otros. Ser congruente es estar vivo y cambiante hoy, aquí y ahora; se trata de una armonía diferente, la de la belleza del “ser siendo”.

Durante la guerra, Churchill dijo a los ingleses: “Con la misma convicción y certeza con la que os dije hace unos meses que las cosas eran así como eran y que nunca podría ser de otra manera, os digo hoy, sin ninguna duda, que las cosas son totalmente diferentes y que nunca fueron ni podrían llegar a ser como os dije entonces”.

Según Epicteto, "si queremos saber si alguien es un verdadero sabio, no nos vale que nos muestre lo que ha aprendido, su arsenal de erudición, su tener o haber intelectual, sino lo que ha visto por sí mismo, lo que irradia su propio ser, la manera como vive y actúa". Hay señales que denotan estar en el camino hacia la verdad y la sabiduría:

Descubrimiento de una absoluta paz interior.
Transformación profunda y permanente de nuestro nivel de conciencia.
Certeza de unidad que trasciende a la persona.
Marcado aumento de la alegría.

El comportamiento simple y directo es tan poco habitual que cualquier persona honesta puede parecer muy poco fiable a quienes han hecho del disimulo y de la especulación una actitud cotidiana y por lo tanto esperable. Ser auténtico y directo nos lleva algunas veces a ser malinterpretados, y otras muchas a resultar previsiblemente molestos.

 
No te enamores de las palabras, ni dependas de las ideas, son solo herramientas, espinas que pueden usarse para extraer otras espinas, antes de deshacerse de ambas.

Bruce Becvar Shaktipat

lunes, 12 de diciembre de 2011

Ley Moral Ocultista: la Reencarnación (Papus)



Esa idea fue expresada por Papus en su libro "El Ocultismo", una síntesis de la tradición hermética que supo describir con claridad; de esta fuente ha bebido el ocultismo hasta la actualidad. 



Algo sobre su vida
Gérard Anaclet Vincent Encausse, más conocido como Papus (13 de julio de 1865, La Coruña - 25 de octubre de 1916, París), fue un médico y ocultista francés de origen español, gran divulgador del ocultismo, y fundador de la moderna Orden Martinista.
Nacido de padre francés (Louis Encausse, químico) y madre española, a la edad de cuatro años Gérard  y su familia se trasladaron a París, donde fue educado.
De joven, Encausse pasaba gran parte de su tiempo en la Bibliothèque Nationale estudiando Cábala, Tarot, las ciencias de la magia y la alquimia, y los escritos de Eliphas Lévi. Se inscribió en la Sociedad Teosófica francesa poco después de que fuera fundada por Madame Blavatsky en 1884 - 1885, pero se dio de baja pronto porque no le gustaba el énfasis que la Sociedad ponía en el ocultismo oriental. En 1888, cofundó su propio grupo, la Orden cabalística de la Rosacruz.
Encausse también fue miembro de la Fraternidad Hermética de la Luz y de la Orden Hermética del Alba Dorada de París, además de la Memphis-Mizraím y probablemente de otras organizaciones esotéricas o paramasónicas, y también escribió muchos libros sobre ocultismo. Aparte de sus actividades paramasónicas y martinistas, fue también discípulo espiritual del sanador espiritualista francés Anthelme Nizier Philippe, "Maître Philippe de Lyon".
Las primeras lecturas de tarot de Encausse y la tradición popular de la Cábala fueron inspiradas por los escritos ocultistas de Eliphas Lévi, cuya traducción del Nuctameron de Apolonio de Tiana impreso como suplemento de Dogme et Rituel de la Haute Magie (1855) le proporcionó su seudónimo ("Papus" significa "médico").





Según nos dice Papus, para el ocultista la base de la ley moral se encuentra ligada casi exclusivamente al estudio de las reencarnaciones. La reencarnación consiste, desde el punto de vista del espíritu, en regresar una y otra vez en el plano físico, sin que para ello existan constantes de tiempo o lugar. Esto significa que su retorno puede darse diez años o cien después de la muerte física y tener lugar sobre distintos planetas, en muchos sistemas planetarios que albergan vida material.

No confundir con la metempsícosis, que viene a representar su aspecto alegórico y exotérico y que solo se aplica a las células materiales del cuerpo físico. En efecto, después de la muerte las células materiales retornan a la tierra de donde el espíritu las había tomado prestadas para su existencia en una vida humana, y luego cada una de estas células puede integrarse al cuerpo de una planta o un animal que se alimente con esta planta, o con las sustancias minerales de la tierra.

La reencarnación de que hablamos se aplica tanto a la transformación evolutiva del ser astral como a la reencarnación propiamente dicha del espíritu. Por nuestras acciones, toda sobrecarga natural y toda involución deberán ser compensadas por medio del sufrimiento y el dolor moral, que son los verdaderos fuegos purificadores del plano invisible. Y toda acción errónea, que retarde la evolución del espíritu, provocará una reacción de dolor reparador, que puede ser inmediata o no.

El recuerdo y revisión de todos los actos anteriores se nos presenta luego de cada muerte física y se borra después de cada nacimiento, para evitar la depresión y el suicidio, que llegan a ser posibles por el libre albedrío del hombre en lo relativo al cuerpo físico.
La vida presente es otorgada al hombre para que éste pueda preparar su futuro rectificando los defectos de su pasado. El hombre es ayudado en este cometido por los seres del plano divino, que tienen el poder de borrar los clichés erróneos del pasado. Durante la vida en el cuerpo físico, cada pensamiento, cada sentimiento y cada acto genera, en los otros planos del Universo, cadenas de fuerzas que repercuten sobre la evolución del ser que las ha producido. El cuerpo físico actúa sobre el plano material para generar el futuro receptáculo del espíritu después de la muerte, o sea, lo que llamamos “cuerpo espiritual”. Este cuerpo espiritual será tanto más activo en cuanto el espíritu encarnado se prodigue más en forma moral y física hacia los demás. A su vez irá generando el cuerpo astral de la futura vida, siendo un indicador de la proyección de la existencia actual hacia el porvenir.

Sobra casi decir que las reencarnaciones terminan en el momento en que un ser humano, sin despojarse de su individualidad, llega a reintegrarse en el estado adámico primordial. Esta ley moral ocultista es de las más rigurosas y elevadas, pues se fundamenta en la sumisión a todas las cargas impuestas, bien sea en función de la condición social de cada ser, o de las pruebas de su vida, cuya aceptación se hará indispensable en tanto que ellas representen la consecuencia de errores anteriores. Entre una y otra reencarnación el alma rinde cuentas de todas las existencias anteriores y de sus consecuencias desde el punto de vista de su propia evolución.

El hecho de la existencia, no como realidad metafísica, sino como entidad fisiológica, de un principio de acción intermediario entre los órganos del cuerpo físico y las facultades intelectuales, permite resolver en una forma má o menos sencilla el problema de la constitución humana. El fin de la vida, para el ocultista, es que cada cual fabrique por sí mismo su destino futuro, puesto que el hombre es libre dentro de su radio de acción asignado. Todo cuanto existe merece respeto: el cuerpo físico tanto como el espíritu. Nosotros mismos creamos la sanción de nuestros actos. Con la muerte, el hombre cambia de estado, no de lugar. Realiza el ideal que se ha forjado en su última existencia, y si ha sido concebido con gran intensidad, este ideal subsiste durante un tiempo mayor. El sistema entero va evolucionando hacia la reintegración final; como decía Plotino: “no es el alma la que sufre y muere, es el personaje”.

Veamos en detalle el viaje del espíritu, que comienza desde el mismo trance de la agonía. En ese instante, el cordón o lazo que une el cuerpo físico y el espíritu se corta, y el cuerpo astral comienza a dividirse en dos partes: una inferior, que permanecerá en el plano físico, y otra superior, que evolucionará hasta el plano astral superior. La parte astral que acompañará al espíritu será proporcional a las aspiraciones elevadas del ser humano durante su encarnación y al momento de su partida. El espíritu buscará llevar la mayor parte que le sea posible del cuerpo astral. En este intento es ayudado por los ancestros, término que viene a incluir a todos los seres invisibles que asisten al espíritu en su partida. Así, la muerte terrestre viene a ser un nacimiento astral, y viceversa.

Los ancestros descienden para darle la bienvenida al alma que retorna, en forma análoga a como los padres reciben al niño que nace en la tierra. El espíritu atraviesa una etapa difícil donde la conciencia intenta penosamente superar la falta de órganos físicos que ya están desconectados. Esta etapa crítica tendrá mayor o menor duración según la ayuda que reciba el espíritu, bien sea desde aquí o desde el otro lado, para su tránsito. Al sobrepasar el trauma, el espíritu advierte que se encuentra en realidad más vivo que en su anterior estado terrenal, puesto que adquiere nuevos órganos, dotados también de nuevas facultades, y que la comunicación física con el plano material se presenta cada vez más lejana y difícil, ya que solo subsiste el sentimiento como lazo de unión entre ese plano y su nuevo estado. 

Entonces el espíritu toma consciencia de que, al no estar aún en su verdadero centro, deberá tender hacia una segunda muerte, la del plano astral, para acelerar su evolución. Aquí entra en juego el grado de evolución moral del espíritu, viéndose obligado a sostener verdaderas luchas con seres del plano astral que intentan arrancarle hacia su astralidad inferior. Poco a poco se va despojando de su cuerpo astral superior, que va siendo reeemplazado por el cuerpo espiritual o glorioso, en un proceso lento y prosigue su evolución hacia el plano divino.

Tales son algunas de las afirmaciones del ocultismo en cuanto a lo que les llega a través de la doble autoridad de la tradición y la visión directa del plano invisible. Se comprenderá ahora la respuesta de un brahmán, interrogado por un jesuita sobre el origen de sus ideas acerca de las transformaciones del alma después de la muerte, que se expresaba así: “he visto lo que ocurre tras la muerte, y ninguna revelación vale lo que esta certeza personal, sobre todo si la hemos verificado en más de una ocasión para darnos perfecta cuenta de sus detalles”.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Mis "Omisilicifids"

Versiones para el juego del mismo nombre  en el fallecido todoslosforos, cada palabra lleva como mínimo una "a".



Cuentan las leyendas, relacionadas a lugares alejados tras las Montañas Heladas, más allá tras las Ciudades Cristalinas, habita la Emperatriz aquel deslumbrante palacio, grandísimo, cuyas almenas más altas rozan las nubladas alturas, tan frágil cuanto parece creado utilizando solamente gotas celestiales.



Así enunciado, la inspiración será parecida a la fuerza, nunca a actuar: la lucha domina al pensar. Así había escuchado opinar a una virtuosa guitarrista: “La inspiración para nada está asociada a la garganta; la inspiración asciende internamente abajo a arriba.” Digámoslo más claro, tampoco parece una facultad, sería más una auténtica forma vital, más semejante a la sangre; entendámoslo, similar a una viejísima cultura, creación hecha acto.



Las primeras cartas eran alegres, desenfadadas, pletóricas exclamaciones a la nueva vida, orillando muchas referencias a la amistad hacia ella, aunque mostrándola a cada párrafo, a cada confidencia. Para las demás, comenzaba  a deslizar una ligera tristeza  a las palabras escritas, modificando la tonalidad a esas cartas. Una pena construía la nueva imagen a una Alma entristecida, desubicada, desorientada,



Aunque parezca realmente extraordinario, jamás había ojeado algún anuncio farmacéutico salvo para llegar inevitablemente a esta consecuencia: padezco la enfermedad allí descrita , la variedad  más virulenta. La diagnosis parece concordar, bajo nada excepcional: igual a todas las sensaciones sentidas alguna ocasión durante nuestra vida.



Llamé a Pura, al preguntarle: ¿has notado algo? asintió, decía haber llegado a escuchar a las cuatro una tremenda batahola cercana a nuestra vivienda, aunque había juzgado más sensato evitar indagaciones, tampoco avisar a la policía. Agradecí esa acción, asegurándole haber actuado fenomenal para todas, claro está, también para ambos.



Cuando iba a levantarse, volvía a marearse. Aún estando disgustado, Stanley avanzó hacia ella  brindándole la mano, aunque Natalie realizó una ligera agitación liberándose, una mueca para apartarle. Avanzó hacia adelante, cuando al instante contrajo la cara lanzando una sorda vibración, casi animal… Stanley nunca había escuchado antes una cosa así para alguien humano.



Dedicaría a esta obra toda la imaginación, logrando aquel ambiente ideado: una iluminación blanca, evitando sombras, parecida a trabajar bajo grandes lámparas; también necesitaba calma. Tenía toda la claridad esperada, mas la paz silenciosa ante las tumbas. Ahora conseguiría pintar Las meninas, para confirmar así la capacidad creadora. Desafío insoportable. A ratos invadió gran condicionamiento; para empezar llegaría a inutilizarme la pasada campaña.



Más tarde, habladme para recordar a Francisco Real.  Ya conocía al llamado “Real”, aunque nunca frecuentaba la zona baja, prefería trabajar principalmente las tierras altas, esas estepas hasta las lagunas llamadas Guadalupe, la Batería…Hasta cuatro ocasiones una velada realizamos tratos; esa velada nunca la olvidaré; en ella apareció la Lujanera a pasarla aquí, además Rosenda Juárez abandonó Arroyo para jamás regresar.



Figuraos una vieja desmirriada, raquítica, vestida mediante ropas similares a felpa negra, la cintura sujeta mediante una recia trencilla sedosa; cubríale la cabeza una gorra cuya tela parecía lana renegrida, bajo la cual escapaban largas trenzas blancas, ajustando rígidamente la ropa a la cara. La túnica la envolvía completamente, igual al santo sudario, para asomar nada más la cara pálidamente enjuta.



Parecía una locura salir dadas las circunstancias, aunque más valía fallecer luchando a esperar al maldito animal delatándose, hasta llegarían a apresarle bajo aquella nauseabunda buhardilla. Deseaba también derrotar a esta bestia, tanto estaba obsesionándole, apenas dormía, tampoco descansaba tranquilo, había llegado a transformarse cual pesadilla dispuesta a acosarle hasta cualquier lugar: la dejaría seca a disparos.



Nicholas Allen había intentado varias ocasiones lanzar la mirada, aunque nada conseguía. Desconocía la estancia circundante, la audición congestionada, habíanse disipado sensaciones, estabilidad, la inmensa cicatriz hacía palpitar violentamente la cara. Quería explicar la postura actual, hubiera asegurado notarse colgado boca abajo, aunque nada más pensar así parecía una idea absurda.



Claro está, cuando Isabel llamó para invitarnos a la gran fiesta, contestamos afirmativamente. Más tarde, cuando añadió: “realmente será una fiesta para disfrazarnos”, ya habíamos confirmado nuestra asistencia. Nada más cortar la comunicación, la Negra estaba mirándome, ambas sorprendidas, casi estupefactas. ¿Disfrazarnos?... vacilaba. ¿Encontraremos a esta hora algún disfraz, cuál?



Cuando era jovencita abandoné las primeras imágenes explicando la divinidad, aunque ignoraba realmente estar preguntando las normas para rezar. Así, la gran pregunta era: “¿cuál sería nuestra vida?” Quizás también: “¿cuándo comenzaría la existencia?”. Desconocía esa seguridad futura para dejar atrás las imágenes infantiles hacia las cosas divinas. Actualmente indago las consecuencias, cuando aquel pastor protestante, contrariamente a escuchar esta turbación, esta declaración, hubiera contestado agradablemente: “abandonar toda creencia era una gran dicha, era normal, hasta ideal… una buena razón para alegrarse”.




Nuestra tía Enriqueta vendría a representar la pata más derechosa para toda la familia. La familia… usando la acepción más amplia. Realmente la tía Enriqueta sería una parienta lejana, francamente ignoramos esta herencia, entendida a la manera elegante. La verdad, habita nuestra casa, ocupando la habitación sobrante durante incontables años. Traga, dilapida igual a las demás, aunque aporta una miseria: exclusivamente la jubilación, la mínima cantidad imaginable.



Anduvo nuevamente varios pasos hasta la llave, iluminándose las bombillas. Cuando ahora giraba mirándome, la faz parecía haberle cambiado; quizás la claridad deslumbrante hacía resaltar las facciones, aunque era la primera ocasión para contemplar las profundas arrugas, la cara estriada, hasta la actitud estaba marchita, marcaban a aquella señora cansada, agotada. Continuamente ha dado la vida para otras personas, imaginé. Súbitamente admití mezquina la determinación para fugarme ante la primera contrariedad; la admiré agradecido, emocionado.



Así, fatigado al pensar tanto, abrevió la escueta cena, la cual acabada llamó al posadero, para encerrarse ambos tras la caballeriza, hincando las rodillas cerca suya, jurándole: jamás movería las piernas a otra parte, valeroso caballero, mientras vuestra cortesía decida otorgarme la gracia cual quisiera rogarle, ésta otorgará muchas alabanzas para vuestra persona, también será provechosa para la humanidad.



Labios granas, granas cual la granada.
Granas cual la sangre grana,
mas al grana, grana pasión.
Labios granas, granas, cual brilla la faca,
van volando clavaítos al corazón.
Ya nunca habrá estrellas, astros, lunas,
cuando antes había labios, había pasión.
Labios granas, granas cual la granada.
Granas cual la sangre grana,
mas al grana, grana pasión.




Aquella.
Jamás esa,
tampoco,
 _para nada_ ésta.

Aquella,
la esperada al umbral
internamente azarosa.
Nunca llamada, nunca
esperada siquiera;
cual presencia vaporosa,
sombra cautiva, llama leal al final estaba,
tenaz ante huracanes, sólida agua perdurable,
las estrellas nunca la marchitan,
la oscuridad quisiera apagarla.

Frágil estela aérea,
atáme a la vida suavemente.
Aquella,
quizá intentando realizarse,
hacerse probable,
sería probable todavía,
ahora, mañana,
dudando fuera una quimera.