martes, 30 de diciembre de 2014

La vida es Dios jugando al escondite (Alan Watts)


Cuando los niños me formulan esas preguntas metafísicas, fundamentales, que con tanta frecuencia aparecen en sus mentes: ¿de dónde vine al mundo? ¿cuándo lo hizo Dios? ¿dónde estaba yo antes de nacer? ¿Adónde va la gente cuando muere?... me parece que quedan satisfechos con una historia muy vieja y simple de los vedas, que cuenta que…




“No hubo nunca un momento en que el tiempo comenzara, pues éste va en redondo como un círculo, y en el círculo no existe el lugar donde la línea comienza. Gira, y asimismo gira el mundo, repitiéndose una y otra vez. Del mismo modo, hay veces en que el mundo es, y otras en que no es, pues si el mundo fuera, sin descanso, por siempre jamás, se cansaría horriblemente de sí mismo. Viene y va. Ahora lo ves; ahora no lo ves. De ese modo no se cansa de sí mismo, y regresa siempre después de desaparecer”.

“Es también parecido al juego del escondite, porque resulta siempre divertido buscar a alguien que no se esconde cada vez en el mismo lugar. A Dios le gusta jugar al escondite, pero como no hay nada fuera de Dios, no se tiene más que a sí mismo para jugar. Esta dificultad la supera simulando que él no es él. Esta es su manera de esconderse de sí mismo: simula que es tú, y yo, y toda la gente en el mundo, y todos los animales y plantas, las piedras y todas las estrellas. De este modo, le ocurren aventuras extrañas y maravillosas, algunas de las cuales son terroríficas. Pero éstas últimas son simplemente como malos sueños, que desaparecen cuando él se despierta”.

“Ahora bien: cuando Dios juega al escondite y pretende ser tú y yo, lo hace tan bien que le lleva mucho tiempo recordar cuándo y cómo se inventó a sí mismo. Pero ésa es justamente la gracia del juego, eso es lo que él quería conseguir. No quiere encontrarse a sí mismo demasiado pronto, pues eso estropearía el juego. Por eso es tan difícil para ti y para mí darnos cuenta de que somos Dios disfrazado y oculto. Pero cuando el tiempo se ha prolongado el tiempo suficiente, todos nosotros despertamos, o dejamos de simular, y recordamos que no somos más que el único Sí mismo, el Dios que es todo lo que es y que vive por siempre jamás”.


“Por supuesto, debes recordar que Dios no tiene forma de persona, ni hombre ni mujer, no tiene piel ni forma, porque no hay nada fuera de Él. Dios es el yo-mismo del mundo, pero no puedes ver a Dios por la misma razón que no puedes ver tus propios ojos sin un espejo. Tu yo-mismo está muy bien escondido, porque es Dios quien se esconde”.

“Puedes preguntarte por qué Dios, a veces, se oculta bajo la forma de gente horrible, o simula ser personas que sufren enfermedades y dolores. Primero recuerda que él no hace esto sino a sí mismo. Y que también que en todos los cuentos que te gustan debe de haber gente mala tanto como buena, pues la emoción de la historia consiste en enterarse de cómo los buenos salen con bien de su encuentro con los malos. Es como cuando jugamos a los naipes. Al principio de la partida los revolvemos todos en un montón, lo cual es similar a la forma en que se dan las cosas malas en este mundo; pero el objeto del juego es poner la mezcla en orden, y el que mejor lo hace es el ganador. Luego volvemos a mezclar, y a jugar, y así también ocurre con el mundo”.







Esta historia, obviamente mítica en su forma, no presume de describir científicamente el proceso de las cosas. Basándose en analogías con el juego y el drama, y recurriendo a la gastada palabra “Dios” en el papel de Jugador, este cuento solo intenta parecerse a la existencia. Los hindúes sofisticados no piensan en Dios como en un superpersona separada que rige el mundo desde arriba, como un Monarca. Su Dios se encuentra más “abajo” de “arriba”, y él (o ello) juega al mundo desde dentro.
   Ningún hindú puede advertir que es Dios disfrazado sin ver al mismo tiempo que esto es verdad para todos y todo lo demás. En la filosofía Vedanta nada existe, salvo Dios. Parecen existir otras cosas además de Él, pero solo porque Él está soñándolas y usándolas como disfraz para jugar al escondite consigo mismo. Por lo tanto, el universo de cosas aparentemente separadas es real solo por un momento, no eternamente, pues viene y va cuando el Yo-mismo se oculta y se encuentra a sí mismo.

Pero el Vedanta es mucho más que la idea o la creencia de que esto es así. Es, centralmente y sobre todo, la experiencia, el conocimiento inmediato de todo esto, y por eso constituye una subversión completa de nuestro modo ordinario de ver las cosas. Pone el mundo patas arriba… es el empujón que necesitamos para proyectarnos fuera de nuestra solitaria sensación de yo-mismo.

   Además, cuando se ve más allá de la ilusión del ego es imposible pensar en uno mismo como mejor o superior a los demás. En todas las direcciones, solo existe el único Sí-mismo jugando sus miríadas de juegos de escondite.


Alan Watts – El Libro del Tabú

viernes, 26 de diciembre de 2014

La Palabra es Poder (Paulo Coelho)




De todas las poderosas armas de destrucción
que el hombre ha sido capaz de inventar,
la más terrible, y la más cobarde, es la palabra.
Los puñales y las armas de fuego dejan
vestigios de sangre. Las bombas hacen temblar
edificios y calles. Los venenos acaban siendo
detectados.
Dice el maestro:
La palabra consigue destruir sin dejar pistas. Niños
condicionados durante años por los padres,
hombres criticados sin piedad, mujeres
sistemáticamente humilladas por comentarios de
sus maridos. Fieles alejados de la religión por
aquellos que se juzgan capaces de interpretar la voz de Dios.
Intenta ver si tú estás utilizando esta arma.
Intenta ver si estás utilizando esta arma contra ti
mismo. Y no permitas ninguna de las dos cosas…

La palabra es poder. Las palabras
transforman al mundo y al hombre.
Todos hemos oído decir alguna vez:”No se debe
hablar de las cosas buenas que nos ocurren, pues
la envidia ajena destruirá nuestra alegría.”
Nada de eso: los vencedores hablan con orgullo
de los milagros de sus vidas. Si pones energía
positiva en el aire, atrae más energía positiva, y
alegra a aquellos que realmente te quieren bien.
En cuanto a los envidiosos, a los derrotados,
solo podrán causarte algún daño si les das ese
poder.
No temas. Habla de las cosas buenas de tu vida
para quien quiera oírlas. El Alma del Mundo
tiene una gran necesidad de tu alegría.




Partimos por el mundo en busca de nuestros
sueños e ideales. Muchas veces ponemos en
lugares inaccesibles lo que está al alcance de la
mano. Cuando descubrimos el error, sentimos
que hemos perdido el tiempo, buscando lejos lo
que estaba cerca. Nos culpamos por los
pasos equivocados, por la búsqueda inútil, por los
disgustos que causamos.
Dice el maestro:
Aunque el tesoro esté enterrado en tu casa,
solo lo descubrirás cuando te alejes.
Hay ciertas cosas en nuestra vida que tienen
un sello que dice: “Solo te darás cuenta de mi
valor cuando me pierdas y luego me recuperes.”
No sirve de nada querer acortar el camino.




Dice el maestro:
Todos necesitamos amor.
El amor forma parte de la naturaleza humana,
tanto como comer, beber y dormir. Muchas
veces nos sentamos ante un bonito atardecer,
completamente solos, y pensamos: “Nada de
esto tiene importancia, porque no puedo
compartir todas esta belleza con nadie.”
En estos momentos, vale la pena preguntar:
¿cuántas veces nos han pedido amor, y nosotros
simplemente giramos la cara para otro lado?
¿Cuántas veces hemos tenido miedo de
acercarnos a alguien, y decirle, con todas las
letras, que estábamos enamorados?
Cuidado con la soledad. Es tan viciosa como las
drogas más peligrosas. Si el atardecer ya no tiene
sentido para ti, sé humilde y parte en busca de
amor. Piensa que, así como otros bienes
espirituales, cuanto más estés dispuesto a dar,
más recibirás a cambio.




“Vamos a imaginar que la vida es perfecta.
Estás en un mundo perfecto, con personas
perfectas, que tienen todo lo que quieren, en el
que todo el mundo lo hace todo correctamente,
en el momento oportuno. En este mundo tienes
todo lo que deseas, solo lo que deseas,
exactamente como lo soñaste. Y puedes vivir
cuantos años quieras.
Imagina que, después de cien o doscientos
años, te sientas en un banco inmaculadamente
limpio, ante un paisaje magnífico, y piensas:
¡Qué aburrido! ¡Falta emoción!
En ese momento, ves un botón rojo delante
de ti, que dice: ¡SORPRESA!
Después de considerar todo lo que esta palabra
significa, ¿pulsas el botón? ¡Claro! Entonces
entras por un túnel negro, y sales al mundo en

el que estás viviendo en este momento.”



Paulo Coelho – Maktub


jueves, 18 de diciembre de 2014

El Ego es una máscara; somos la Energía Cósmica danzando (Alan Watts)



Vivimos en una cultura enteramente hipnotizada por la ilusión del tiempo, en que lo que llamamos presente se siente como una infinitesimal parte entre un todopoderoso pasado causal y un absorbentemente importante futuro. No tenemos presente. Nuestra conciencia está casi por completo preocupada con la memoria y la expectación. No nos damos cuenta que nunca hubo, hay ni habrá ninguna otra experiencia que la presente. Por lo tanto, estamos fuera de contacto con la realidad. Confundimos el mundo tal como algo de lo que hablamos, describimos y medimos, con el mundo que en realidad es.
   En el desarrollo de la autoconciencia y la habilidad para reflexionar sobre el propio conocimiento reside la gran dificultad de la humanidad; es una bendición y una maldición a la vez. Uno puede ver cómo una persona, al estar demasiado consciente de sí misma, puede ser un obstáculo a su propia existencia.
  
Todo es una cuestión de dónde se traza la línea al definir quién y qué somos. ¿Qué se traza justo en eso de lo que somos conscientes de nosotros mismos, de lo que la propia consciencia puede discernir? Eso es lo que normalmente llamamos nuestro ego. La cuestión es ¿cuánto de nosotros mismos podemos percibir y quién lo percibe? Ese aspecto nuestro es no nacido, en el sentido de que nadie puede nunca aprehenderlo, ni definirlo, ni darle un nombre, y nadie puede configurarlo.
   Pero ése es el aspecto verdaderamente importante de cada uno de nosotros; casi nada está a la vista, solo un poco de atención consciente con la que inspeccionamos al mundo. Así pues, lo que no sabemos de nosotros mismos, que nunca podemos controlar en la manera en que pensamos que controlamos las cosas voluntariamente, es la parte central y más grande de nosotros.


  
La idea es que el alma no es algo que esté en el cuerpo, sino que más bien el cuerpo es algo en el alma. El alma no es un espectro personal, es toda la red de relaciones que se entretejen entre todo lo que es. El “aquí y ahora” es como un nudo en un sistema de cuerdas que conforman una red de pesca, siendo el alma la red entera. Cada uno posee el mismo alma, pero la experimentamos desde puntos de vista, lugares y tiempos diferentes.
   Este alma que compartimos es la totalidad de todo el proceso en marcha. Cada individuo en particular es una función de la energía como “todo”. No existe un ego separado que se integre en el proceso. La sensación de ser un ego es este proceso, y eso significa que el ego no es realmente un ego. Es un montaje, es una máscara con la que se manifiesta.

 En la psicología del taoísmo no existe diferencia entre “tú” como observador y cualquier cosa observada. Lo único que somos es la observación de la vida desde un cierto punto de vista. Creamos una oposición entre el pensador y el pensamiento, entre el que experimenta y la experiencia, el conocedor y lo conocido. No existe un conocedor frente a lo conocido. Sería más bien como decir que si hay algún conocedor es porque contiene lo conocido. Nuestra mente no está en nuestra cabeza, nuestra cabeza está en nuestra mente. Nuestra mente, entendida desde el punto de vista de visión, es espacio. Cuando se entiende esto, puede verse que el sentido de ser “yo” es exactamente la misma sensación que ser uno con el cosmos. No necesitamos acudir a ninguna otra extraña, diferente o misteriosa experiencia para sentirnos en total unión con todo. Una vez se comprende se ve que el sentido de unidad es inseparable del sentido de diferencia. El secreto es que lo que es “otro” finalmente acaba siendo también nosotros. Y cuando sabemos eso, sabemos que nunca morimos.




En el fondo y fundamentalmente, somos lo no nacido. Nunca tuvimos un principio y nunca tendremos un final. No empezamos a ser y nunca dejaremos de ser. Lo que llamamos movimientos individuales son pulsiones en el orden general; van y vienen. Nacen y mueren, y están en marcha siempre. Pero el todo, más allá de estos ciclos de nacimiento y muerte, siempre está ahí, y eso es lo no nacido. Ya somos esa cosa funcionando: la energía cósmica danzando.


Alan Watts – La vida como juego

martes, 9 de diciembre de 2014

El verdadero conocimiento de Dios es no conocerlo (Alan Watts)



En el mundo moderno, para la mayoría de nosotros, la antigua idea de Dios se ha vuelto increíble o inverosímil. En la iglesia o en la sinagoga es como si nos dirigiéramos a un personaje regio. Nuestras oraciones y peticiones se dirigen al ser representado como si fuera un rey que estuviera causando este universo en su regia, omnipotente y omnisciente sabiduría.
    El estilo del Dios a quien se venera parece diferir completamente del estilo del universo natural. A mucha gente también se le ha hecho inverosímil que la raíz del universo, el “fundamento del ser” pueda ser una persona que se preocupa por nosotros. A nuestra imaginación le desconcierta que pueda haber una “persona” que tiene total conciencia de cada una de las cosas que somos y hacemos, y que –en virtud de ese tener conciencia– nos crea.

Una de las dificultades que presenta la idea es que nos resulta enojosa. No nos sentimos cómodos si continuamente somos observados por un juez infinitamente inteligente. Pero lo que se le exige a un santo –un santo perdona siempre– no es lo que se requiere de Dios. Dios no nos perdonará a menos que nos disculpemos, uno ha de acercarse a Dios en estado de suma penitencia, porque si no puede verse recluido en las mazmorras de la corte del cielo –conocidas generalmente como infierno– para siempre jamás. A un Dios así, uno no lo invitaría a cenar. Cuando Dios mirara, uno se sentiría como traspasado de lado a lado, sentiríamos que todo el horror de nuestro pasado, todas nuestras falsedades son completamente perceptibles para él. Y, por más que él lo entendiera y lo perdonara, de todas maneras haría que uno se sintiese espantosamente mal.

Los modernos teólogos protestantes, e incluso algunos católicos, han venido hablando últimamente de la muerte de Dios y de la posibilidad de una religión irreligiosa, de una religión que no implique la creencia en Dios. Creo que sería una religión bastante diluida. Yo quisiera considerar la “teología de la muerte de Dios” de una manera totalmente diferente. Lo que ha muerto no es Dios, sino una idea de Dios, una concepción particular de Dios que ha muerto en el sentido de que se ha hecho inverosímil.



Las imágenes tangibles de Dios no son, en realidad, muy peligrosas. Las peligrosas son las imágenes de Dios que hacemos de ideas y conceptos. Tomás de Aquino, por ejemplo, definía a Dios como un ser necesario, el que es necesariamente. Éste es un concepto filosófico; pero tal concepto es un ídolo porque confunde a Dios con una idea. Cualquier cosa que pongamos, como imagen o idea, en lugar de Dios, falsifica necesariamente a Dios.

Creencia significa, en realidad, un deseo intenso. Cuando decimos “ Creo en Dios Padre Todopoderoso, creador del Cielo y de la Tierra…”, lo que estamos diciendo realmente es: “Deseo fervientemente que exista Dios Padre Todopoderoso, creador del Cielo y de la Tierra…”. Porque si verdaderamente tenemos fe no necesitamos de la creencia, pues la fe es una actitud totalmente diferente de la creencia. La fe es un estado de apertura o de confianza, una actitud radicalmente opuesta a aferrarse. En otras palabras, una persona que sea fanática en religión, que necesite creer sin más ni más en ciertas proposiciones referentes a la naturaleza de Dios y del universo, es una persona que en modo alguno tiene fe; está aferrándose.

El diseño de muchas iglesias se asemeja al de las cortes reales o a un tribunal. Pero ¿necesita Dios de todo eso? ¿Dios es alguien que asume la actitud agresiva del rey en su corte, donde todos deben postrarse, o bien la del juez que golpea con su mazo e interpreta la ley? ¡Qué ridiculez! Un Dios de tal manera concebido es un ídolo que manifiesta la ausencia de fe de todos aquellos que le adoran, desde el momento en que no demuestran una actitud de confianza. Se aferran a esas reglas, a esas concepciones, sin tener ninguna adaptabilidad fundamental a la vida.



Podríamos decir que un buen científico tiene más fe que una persona religiosa, porque el buen científico dice: “Resulte la verdad lo que resultare, mi mente está abierta a la verdad. No tengo ideas preconcebidas, pero mi mente alberga algunas hipótesis referentes a lo que puede ser la verdad y mi intención es ponerlas a prueba”. Y la prueba consiste en abrir todos los sentidos a la realidad y descubrir qué es esa realidad. Tiene que tener fe en su propio cerebro, en sí mismo; en que su organismo es fidedigno y capaz de determinar la realidad, la verdad… lo que es.

Tenemos que creer en nuestra razón, en nuestra lógica, en nuestra inteligencia, aunque no podamos efectuar sobre nosotros mismos una verificación definitiva que nos asegure que operamos de manera adecuada. Por consiguiente, se podría decir que la suprema imagen de Dios es lo invisible que hay detrás de los ojos, el espacio vacío, lo desconocido, lo que no se puede tocar ni ver. ¡Eso es Dios! Y de eso no tenemos imagen. No sabemos lo que es, pero es algo en lo que tenemos que confiar.

Esa confianza en un Dios a quien no se puede concebir en modo alguno es una forma de fe muy superior al fervoroso aferrarse a un Dios de quien tenemos una concepción definida. No te aferres a nada espiritual. No te aferres al agua, porque con cuanto más empeño la cojas, con tanta mayor rapidez se te escurrirá entre los dedos. Hay que dejar salir el aliento. Ése es el acto de fe, exhalar y saber que la respiración volverá. La palabra budista “nirvana” significa exhalar; dejarse ir es la actitud fundamental de la fe.

Uno de los libros más fundamentales de la espiritualidad cristiana, la “Theología Mística” de Dionisio el Areopagita, explica que el supremo conocimiento de Dios se logra a través de lo que él llama agnostos, que significa desconocer. Quizá se pueda alcanzar y mantener por medio del amor, pero nunca por medio del pensamiento. El conocimiento positivo, del Tao, de Dios o de la realidad eterna, implica una experiencia inmediata y momentánea. Nunca puede expresarse en palabras, y cualquier intento de hacerlo se convierte, sencillamente, en otro aspecto de la trampa.


Se conoce a Dios de la manera más profunda, de la más verdadera, no conociendo a Dios.


Alan Watts – Nueve Meditaciones

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Paz del alma, una conciencia moral impuesta (F. Niezstche)




Solo se es fecundo al precio de ser rico en antítesis, solo se permanece joven a condición de que el alma no se relaje, no anhele la paz… Nada se nos ha vuelto más extraño que aquella aspiración de otro tiempo, la aspiración a la “paz del alma”, la aspiración cristiana. En muchos casos la “paz del alma” no es más que un malentendido, otra cosa, que únicamente no sabe darse un nombre más honorable.

“Paz del alma” puede ser, por ejemplo, la plácida irradiación de una animalidad rica en el terreno moral, o el comienzo de la fatiga, la primera sombra que arroja el atardecer, toda especie de atardecer. O el sosiego del convaleciente, para el que todo tiene un sabor nuevo y que está a la espera… o el estado que sigue a una intensa satisfacción de nuestra pasión dominante, el sentimiento de bienestar propio de una saciedad infrecuente. O la debilidad senil de nuestra voluntad, de nuestros apetitos, de nuestros vicios. O la pereza, persuadida por la vanidad a ataviarse con adornos morales, o la llegada de una certeza, incluso de una certeza terrible, tras una tensión y una tortura prolongadas, debidas a la incertidumbre. O la expresión de la madurez y la maestría en medio del hacer, crear, obrar, querer, la respiración tranquila, la alcanzada “libertad de la voluntad”… Crepúsculo de los ídolos, ¿quién sabe?, acaso también únicamente una especie de “paz del alma”…

Toda moral sana está regida por un instinto de la vida –un mandamiento cualquiera de la vida es cumplido con un cierto canon de “debes” y “no debes”, un obstáculo y una enemistad cualquiera en el camino de la vida quedan con ello eliminados–. La moral contranatural, es decir, casi toda moral hasta ahora enseñada, venerada y predicada, se dirige, por el contrario, precisamente contra los instintos de la vida –es una condena, a veces encubierta, a veces ruidosa e insolente, de esos instintos–. Al decir “Dios ve el corazón”, la moral dice no a los apetitos más bajos y más altos de la vida y considera a Dios enemigo de la vida… El santo en el que Dios tiene su complacencia es el castrado ideal… La vida acaba donde comienza el “reino de Dios”.



De ahí que también aquella contranaturaleza consistente en una moral que concibe a Dios como concepto antitético y como condena de la vida es tan solo un juicio de valor de la vida -¿de qué vida? ¿de qué especie de vida? –. De la vida decadente, debilitada, cansada, condenada. La moral, tal como ha sido entendida hasta ahora, es el instinto de decadencia misma, que hace de sí un imperativo; esa moral dice: “!perece!” –es el juicio de los condenados–.
    La moral, en la medida en que condena, en sí, es un error específico con el que no debe tenerse compasión alguna, ¡una idiosincrasia de degenerados que ha producido un daño indecible!... Nosotros, los inmoralistas, hemos abierto, por el contrario, nuestro corazón a toda especie de intelección, comprensión, intelección. No nos resulta fácil negar, buscamos nuestro honor en ser afirmadores.

¿Cuál puede ser nuestra única doctrina? Que al ser humano nadie le de sus propiedades, ni Dios, ni la sociedad, ni sus padres y antepasados, ni él mismo. Nadie es responsable de existir, de estar hecho de éste o aquel modo, de encontrarse en estas circunstancias, en este ambiente. La fatalidad de su ser no puede ser desligada de la fatalidad de todo lo que fue y será. Él no es la consecuencia de una intención propia, de una voluntad, de una finalidad, con él no se hace el ensayo de alcanzar un “ideal de hombre” o un “ideal de felicidad” o un “ideal de moralidad”, es absurdo echar a rodar su ser hacia una finalidad cualquiera.
    Nosotros hemos inventado el concepto “finalidad”: en la realidad falta la finalidad… Se es necesario, se es un fragmento de fatalidad, se forma parte del todo, se es en el todo –no hay nada que pueda juzgar, medir, comparar, condenar nuestro ser, pues esto significaría juzgar, medir, comparar, condenar el todo…–. ¡Pero no hay nada fuera del todo! Que no se haga ya responsable a nadie, que no sea lícito atribuir el modo de ser a una causa prima, que el mundo no sea una unidad ni como sensación ni como “espíritu”.

Solo esto es la gran liberación, solo con esto queda restablecida otra vez la inocencia del devenir… El concepto de Dios ha sido hasta ahora la gran objeción contra la existencia. Nosotros negamos a Dios, negamos la responsabilidad en Dios: solo así redimimos al mundo…



¿Cómo? ¿Es el hombre solo un desacierto de Dios? ¿O Dios solo un desacierto del hombre?

Ayúdate a ti mismo: entonces te ayudarán además todos. Principio del amor al prójimo.

¡No cometamos una cobardía con nuestras acciones!, ¡no las dejemos en la estacada después de hechas! El remordimiento de conciencia es indecoroso.

¿Cómo?, ¿vosotros habéis elegido la verdad y el pecho alzado y a la vez miráis de reojo hacia las ventajas de los hombres sin escrúpulos?
Yo desconfío de todos los sistemáticos y me aparto de su camino. La voluntad de sistema es una falta de honestidad.

¿Vas corriendo delante? ¿Lo haces como pastor?, ¿o como excepción? Un tercer caso sería el que corre huyendo… Primer caso de conciencia.
¿Eres auténtico?, ¿o solo un comediante? ¿Un representante?, ¿o la cosa misma representada? En última instancia no eres más que un comediante simulado… Segundo caso de conciencia.
¿Eres tú uno que se queda mirando?, ¿o que echa una mano?, ¿o que aparta la vista, se margina?... Tercer caso de conciencia
¿Quieres ir junto a los demás?, ¿o precederlos?, ¿o caminar solo?... Hay que saber qué se quiere y que se quiere… Cuarto caso de conciencia.


Habla el desengañado: yo buscaba hombres grandes, nunca encontré más que monos de su ideal.


Friedrich Nietzsche – Crepúsculo de los dioses (o cómo se filosofa con el martillo)


lunes, 24 de noviembre de 2014

Cambios Planetarios (Josemaría Garzón)



Querida familia:

He recibido varias llamadas y correos donde amigos y amigas me expresan la inquietud por la que están pasando en estos momentos, incluso una persona muy querida me llegó a preguntar que había oído, otra vez, que venían los impopulares tres días de oscuridad.
Mi respuesta fue que NO, en absoluto puedo interpretar como literal esa cita. La realidad tiene que ver con nuestra conciencia y con lo que está pasando actualmente en el mundo y, sobre todo, en España (o Iberia). Lo que ocurre es que tenemos una dimensión colectiva de la que nunca se habla porque a menudo estamos enfocados en el trabajo individual-espiritual. Se nos olvidó que también formamos parte de un ser colectivo. Perdón, ¡somos seres colectivos!
Existe un Inconsciente Colectivo al que estamos conectados y que nos transmite toda su energía-emocional-miedo. Debemos ser conscientes de que los codazos energéticos que se están produciendo en el país nos afectan tanto que ni podemos imaginarlo. No hay más que mirar por la ventana de la televisión para comprender el enfado generalizado, la desilusión y la desorientación por la que atraviesa ese ser colectivo al que llamamos España, Cataluña, Portugal, Escocia, Inglaterra. Esto lo acusamos incluso por las noches, aunque no seamos conscientes de la verdadera causa.

Por otra parte, el nivel de altas energías de trasformación que se están activando tanto desde la Madre Tierra como las que llegan del Cosmos crea una mezcla realmente convulsa. ¿Cómo cristalizan estas fuerzas? Como siempre, a través de la percepción de que están portando mal con nosotros las personas cercanas, los familiares, amigos o amigas, en el trabajo o proyectando una sensación de injusticia social. Sí, he dicho percepción porque es una realidad que solo creamos nosotros.

Estamos pasando de un ser individual a un ser colectivo, algo que aún no podemos entender, pero llegará. Cientos de miles de personas a lo largo y ancho del planeta hemos pedido durante años Unidad, Armonía, ser ciudadanos de la Tierra. Entonces, ¿por qué ha de extrañarnos que las fronteras se tambaleen? Cualquier patriotismo o nacionalismo marca unos límites que bloquea nuestra expansión. Nos hemos identificado tanto con la idea de que somos algo cultural que nos cuesta la propia vida deshacernos de ello; esto representa un apego, una enorme traba para poder volar como seres holísticos y multidimensionales. Quizá los seres elevados que nos visitan rompieron esas barreras para proyectarse en el Universo y traernos su amor.
Aún tenemos más identificaciones culturales, una muy fuerte es la afinidad con ideologías que ya convivieron o que intentan resucitarse. Lo que ha de venir no se parece a nada existente, pero si te aferras a alguna creencia, política, hasta deportiva, por un equipo de fútbol... te será más difícil activar lo que ya tienes en tus espaldas, las hermosas alas de la conciencia universal.



¿Qué podemos hacer? Lo primero es no sentirnos culpables por no entender o por no afiliarnos a una tendencia. Trabaja la neutralidad -no la confundas con pasividad-. Es muy simple, cuando medites pide ayuda a tus guías para despejar las energías erráticas que llegan hasta tu corazón, de tal manera que no te afecten emocionalmente. De esta manera tampoco devolverás energías de enfado, rabia o miedo al ser colectivo del país al cual estamos ligados. Toma conciencia de que desde tu habitación eres una hermosa y potente fuente desde la cual puedes transmitir amor a ese ser colectivo que también está en su proceso de transformación, lo mismo que tu ser individual.

Por otro lado, solicita con ternura -en meditación u oración- que se te asigne ayuda para modular la entrada de las potentes energías que durante este otoño están penetrando en el planeta. Noviembre va a ser especialmente intenso. En nuestro caso estamos recibiendo una frecuencia muy concreta de transmutación para la que aún no tenemos nombre.
Por lo demás, ánimo. Si habíamos pedido un cambio planetario, debemos tener presente que nosotros somos parte del proceso, debemos pasar por esta transformación recíproca entre ser humano y planeta. Decía San Juan de la Cruz (espero que la cita sea suya) que para ir a donde no sabes no puedes hacer un camino que ya sabes. O sea, que si te apetece repetir un camino, llegarás a un sitio ya conocido, algo que no te produjo la dicha y felicidad que mereces. Así que confía y acepta cómo el flujo de la vida te lleva al océano de tu felicidad, en este caso la felicidad de las colectividades, una expansión de la conciencia mayor que la individual.

Desde hace años nos llegan... y nos llegarán oleadas de energía. Aprenderemos a convivir con ellas, mientras poco a poco todo nuestro entorno se va desmoronando, mientras poco a poco una nueva civilización renace de sus propias cenizas, con la forma de la convivencia, la aceptación, la armonía, el respeto, la igualdad y el Amor, paisajes de ese cielo que añoramos sin saber por qué, es curioso que se añore algo que no recordamos, pero ahí está la fuerza centrípeta que nos impele a buscarlo.
¿Tres días de oscuridad? No, no lo creo. ¿Tres períodos de confusión? Es posible. Aunque, ¿te has parado a pensar que cuando por la noche apagas la luz para dormirte permaneces unos instantes contigo mismo, en tu interior? Quizá la oscuridad sea un mensaje, un regalo para que ahondes más en tu interior y descubras lo maravillosamente grandes que somos.



Con amor,
Josemaría Garzón

jueves, 20 de noviembre de 2014

La elaboración de un duelo es aprender a soltar lo anterior (Jorge Bucay)




Perder es dejar algo “que era” para entrar en otro lugar donde hay otra cosa “que es”. Y este cambio conlleva una adaptación a lo nuevo. Este proceso se conoce como de “elaboración del duelo". Cuando creemos y confiamos en que se puede seguir adelante, nuestras posibilidades de avanzar se multiplican.

Perdemos no solo a través de la muerte sino también cambiando, siguiendo adelante. Nuestras pérdidas incluyen también las renuncias conscientes e inconscientes de nuestros sueños románticos, la cancelación de nuestras esperanzas irrealizables, nuestras ilusiones de libertad, de poder y de seguridad, así como la pérdida de nuestra juventud, aquella irreverente individualidad que se creía para siempre ajena a las arrugas, invulnerable e inmortal.

Estas pérdidas forman parte de nuestra vida, son constantes universales e insoslayables. Y son pérdidas necesarias porque crecemos a través de ellas. De hecho, somos quienes somos gracias a todo lo perdido y a cómo nos hemos conducido frente a esas pérdidas. Este camino, el de las lágrimas, señala que debemos renunciar a lo que ya no está, y que eso es madurar… solo a través de las pérdidas nos convertimos en seres humanos plenamente desarrollados. La elaboración del duelo es un trabajo. El trabajo de aceptar la nueva realidad. La elaboración de un duelo es aprender a soltar lo anterior. Si me quedo centrado en las cosas que tengo porque no me animo a vivir lo que sigue, si voy a aferrarme a todo lo anterior, entonces no podré conocer, ni disfrutar, ni vivir lo que sigue.



¿Hace falta sufrir para poder crecer? La herramienta para no sufrir no debería ser el no compromiso, sino el desapego. Cuanto mayor sea el apego que siento a lo que estoy dejando atrás mayor será el daño que se produzca a la hora de la separación, a la hora de la pérdida. Cuanto más amo más tiendo a apegarme. Si uno no ama no sufre, porque el que ama se arriesga a sufrir. Pero este compromiso es la única manera de vivir plenamente.

En la medida en que yo aprenda a soltar, más fácil va a ser que el crecimiento se produzca; cuanto más haya crecido menor será el desgarro ante lo perdido; cuanto menos me desgarre por aquello que se fue, mejor voy a poder recorrer el camino que sigue. Madurando seguramente descubra que por propia decisión dejo algo dolorosamente para dar lugar a lo nuevo que deseo. Hay que vaciarse para poder llenarse.

Vivir vale la pena. Esta pena es la que de alguna manera abre la puerta de una nueva dimensión, es el dolor inevitable para conseguir una sola cosa imprescindible: mi propio crecimiento. Nadie crece desde otro lugar que no sea haber pasado por un dolor asociado a una frustración, a una pérdida. Nadie crece sin tener conciencia de algo que ya no es.

Madurar siempre implica dejar atrás algo perdido, aunque sea un espacio imaginario, y elaborar un duelo es abandonar uno de esos espacios anteriores que siempre nos suena más seguro, más protegido, más previsible. Dejarlo para ir a lo diferente. Pasar de lo conocido a lo desconocido. Esto irremediablemente nos obliga a crecer. Que yo sepa que pueda soportar los duelos, y sepa que puedo salirme si lo decido, me permite quedarme haciendo lo que hago, si esa es mi decisión. La vivencia normal de una pérdida tiene que ver justamente con animarse a vivir los duelos, con permitirse padecer el dolor como parte del camino. El dolor y no el sufrimiento, porque sufrir es más bien resignarse a quedarse amorosamente apegado a la pena.



Quiero poder abrir la mano y soltar lo que hoy ya no está, lo que hoy ya no sirve, lo que hoy no es para mí, lo que hoy no me pertenece. Cada día que empieza es en realidad la historia de la pérdida de mi día anterior, porque no soy el que era ayer. Haber dejado de ser aquel que era es causa y efecto de ser este que soy. Y este que soy es aquel más éste, hay una ganancia en el camino.

Todos los que atraviesan un cambio importante están obligados, a pesar de sus turbulentas emociones, a adaptarse en varios niveles, reorganizando los sistemas de comunicación con el mundo, ajustando las reglas al funcionamiento del sistema y redistribuyendo los roles que antes estaban asignados de una manera ahora impracticable, como condición para entrar en algún momento a la nueva realidad.

El único camino para terminar con las lágrimas es a través de ellas.
Nadie puede recorrer el camino por uno mismo.
Es la idea de que el dolor de la pérdida es insoportable, lo que hace pesado el recorrido.
Los duelos efectivos difícilmente se recorren en soledad.

El paso por el camino nos dejará más resueltos, maduros y crecidos, más allá de lo difícil que nos haya resultado el recorrido. La manifestación de la elaboración es la resignificación de lo perdido o la transformación del dolor en fecundidad.

El final del camino de las lágrimas es éste:

Miramos hacia atrás y nos damos cuenta de las dificultades soportadas hasta aquí.


Miramos hacia delante y sabemos que estamos en mejores condiciones de enfrentarnos con el más importante de los caminos, el que conduce a la felicidad, el camino del propósito.


Jorge Bucay – El Camino de las Lágrimas

miércoles, 29 de octubre de 2014

Mensajes en los campos de cereales



Permanece en el misterio el sentido de las figuras geométricas aparecidas en los últimos decenios sobre campos de cereales en cualquier parte del mundo, especialmente en Inglaterra. Algunas emulaciones realizadas con técnicas sencillas, intentando desacreditar el profundo mensaje de estas figuras, no consiguieron más que un burdo y tosco resultado, muy alejadas de la perfección mostrada por la gran mayoría. ¿Son mensajes encriptados de civilizaciones extraterrestres o un juego sutil de expertos en esoterismo geométrico? Las imágenes parecen estar diseñadas para ser vistas desde arriba y muestran una intensa sensación de volumen. ¿Existe alguna tecnología humana capaz de realizarlas en unas pocas horas de la noche? ¿Quién las ha diseñado? En muchos casos vemos representaciones del sistema solar, de constelaciones, estructuras moleculares, códigos binarios, animales simbólicos, entramados geométricos complejos… Tanto fuera su origen terrestre o no es difícil intuir a quién van dirigidas, ya que la mayoría de la población no las entiende. Si corresponden a un grupo selecto de científicos, ingenieros, políticos, geómetras… ¿Quién los financia? ¿Es un mero pasatiempo de un ricachón aburrido? Hasta ahora no se ha identificado su autor, permanece en el anonimato como los grandes arquitectos y escultores de las catedrales góticas, donde lo que importaba era el símbolo puro en clave de iniciación, rescatado de la antigua tradición hermética. La diferencia principal es su enorme transitoriedad, no han sido elaborados para permanecer en el tiempo; el punto de encuentro es su sentido oculto, su belleza inexplicable que trasciende al método y al origen.


Sin más, nos topamos con el mayor enigma de nuestra época…





martes, 21 de octubre de 2014

El Aprendiz de Sabio (Bernabé Tierno)



Para convertirse en un aventajado aprendiz de sabio el primer objetivo es averiguar cuales son los vacíos, las necesidades ocultas, que ponen al descubierto defectos, actitudes y creencias que debemos cambiar por otras cualidades más saludables, centradas y equilibradoras.

Necesidad de buscar ansiosamente…

Ser importante a cualquier precio
Tener siempre razón a toda costa
Amar y ser amado de forma captativa e insaciable
Expulsar, descargar y proyectar la rabia y la ira
Preocuparse por todo, de ver por todas partes dificultades y problemas
Culpar a los demás, buscar un chivo expiatorio
Sentirse superior a los otros, orgullo y arrogancia
Buscar compasión, ir de mártir por la vida
Que otros se responsabilicen, decidan y tomen el mando
Criticarlo todo y a todos, encontrar defectos
Atesorar riquezas y propiedades y que los demás se enteren
Que todo esté y sea perfecto, ordenado y maravilloso. Tener éxito en cuanto se proponga.


El segundo objetivo es pasar a la acción y cambiar lo que deba cambiarse. ¿Dónde encontrar el verdadero sentido, las columnas sólidas en las que apoyarse?: en los principios o leyes universales que deben sustentar una vida llena de sabiduría…

-Principio de la unidad y potencialidad pura, que se cumple si se dan las circunstancias de paz, quietud, silencio interior y renuncia a la crítica. El Aprendiz de Sabio es consciente de que en la medida en que sintonice su mente con la mente infinita, sin límites y todopoderosa de la naturaleza, mayores serán sus posibilidades de creatividad, eficacia y de plenitud.

-Principio de la interacción dinámica del universo. Ley del dar y del recibir. El Aprendiz de Sabio nunca olvida que es él el primer responsable y causante de su felicidad o su desgracia, por eso no deja de generar acciones nobles y saludables, que producen un gran bien en sus semejantes y se convierten en un bien mayor para sí mismo.

-Principio de la causalidad: toda acción engendra una fuerza de energía que vuelve a nosotros. El Aprendiz de Sabio siempre elabora sus respuestas y opta por las soluciones pertinentes desde la calma y el sosiego interior y exterior. Hace caso a la corazonada inteligente que le habla desde la coherencia y la plenitud del espíritu.

-Principio de la armonía y del equilibrio, del mínimo esfuerzo, de lo natural. Conviértete en mero espectador, disfruta de la aceptación de la realidad, vívela sin lucha, sin queja, y deja que todo suceda con la serenidad y el equilibrio silencioso de que nos da ejemplo la naturaleza. Saborea cada instante, siéntete vivamente en paz, plenitud y armonía físicas y psíquica.

-Principio de la atención-intención consciente. La maravilla de las maravillas es que el sistema nervioso humano no solo es capaz de ser consciente de la información y de la energía de su propio campo cuántico, sino que también puede modificar de manera consciente el contenido informativo y energético que da origen a nuestro cuerpo, ampliando nuestro mundo y haciendo que se modifiquen cosa en él.

-Principio de la no-dependencia, del desapego, de la sabiduría de la incertidumbre. Sin la inseguridad permanente que debemos saber disfrutar seríamos víctimas de nuestro pasado. La sabiduría de lo desconocido nos rescata de la tristeza, del adocenamiento, de la involución y de la desesperanza, pues se convierte en abanico de infinitas posibilidades.

-Principio del propósito de la vida, del “porqué” y “para qué” de la existencia. Todo tiene su porqué y para qué en la vida. Nada es al azar. Cada ser, cada persona es singular, pieza única, ser irrepetible con un proyecto, con un propósito existencial, que debe llevar a cabo en beneficio de los demás y para hacer posible el bien, el orden y la armonía universal.




El tercer objetivo es saber llevar a la vida de cada día esa sabiduría esencial, desgranada en formas concretas de pensar, sentir y obrar, incorporándolas a la personalidad hasta que se conviertan en actitudes, en hábitos…

.Hacerse bien y no daño a sí mismo, e impedir que otros nos hagan daño. Hacer el mayor bien posible a los demás.
.Hacer siempre aquello que teme, tomar sus propias decisiones. Perdonarse y tratarse con ternura, activar todas sus potencialidades.
.No perder nunca el sentido del humor, reírse don frecuencia de sí mismo. Vencer el miedo al qué dirán.
.Cuidar, cultivar y potenciar su mente, la parcela del espíritu, los buenos y nobles sentimientos.
.Responsabilizarse de sus pensamientos, sentimientos y acciones. Saber decir: ¡No! Sin sentirse culpable.
.Tender puentes y establecer lazos, cultivar y potenciar la parcela social y de relaciones familiares.
.Planificar el futuro, pero sin permitir que la inquietud o el estrés anticipatorio nos afecten. Correr riesgos razonables siempre que sea necesario.
.Valorar y disfrutar las cosas más cotidianas, normales y sencillas que le depara el día a día, porque ésas son, en verdad, las grandes y maravillosas cosas de este mundo.
.Pensar y meditar cada día con plena convicción, que la manera más segura y cierta de vivir para sí mismo y ser feliz, no es otra que vivir para los demás y dejar tras de sí una estela de acciones nobles y generosas, contribuyendo a que este mundo sea un poco mejor, más humano y acogedor.
.Convertir el respeto, la empatía, la comprensión, el perdón, el buen entendimiento y la alegría de vivir en sus mejores aliados para una convivencia madura y pacífica con sus seres queridos y con los demás.
.Llegar a entender que la felicidad y la desdicha, la suerte y la desgracia, la riqueza y la miseria, están latentes en el espíritu, en la mente de cada individuo. Pero cada cual tiene en sus manos la posibilidad de despertar, activar y potenciar unas u otras. El Aprendiz de Sabio tiene muy claro que él y solamente él es el dueño de su propio destino.




En definitiva, todas las actitudes y ocupaciones enumeradas, el Aprendiz de Sabio consigue sintetizarlas en algo tan simple y a la vez tan complicado como vivir plenamente la propia vida y dejar que cada cual viva la suya. ¡Nada más y nada menos!


Bernabé Tierno – Aprendiz de sabio

miércoles, 15 de octubre de 2014

¿Su licencia de enseñar, señor maestro? (Edmond Gilliard)



Si la escuela fuera verdaderamente el lugar de donde surge el hombre, no habría más insurrecciones tumultuosamente populares. El “insurgido” por naturaleza sería el iniciador del orden. Solo son buenos profesores aquellos en los que subsiste la revuelta del alumno. Se trata de adivinar el ardor en la recalcitrancia. En la indocilidad se encuentra el fermento de toda disciplina viva. El maestro que recurre al reglamento para hacer respetar el orden, reconoce su incapacidad para hacerse respetar por sí mismo. No está íntegramente consagrado a su tarea. No se atreve a jugarse el pellejo.

Por el momento, la escuela, imperturbable, continúa sus disertaciones sobre momias. Su propia satisfacción la hace totalmente indiferente a la naturaleza del objeto que sirve de pretexto para su charlatanería. La escuela es, por excelencia, un taller de esterilización. Se le dan niños normales, y ella se esfuerza por convertirlos en hombres retrasados. Con el niño no hay que aplicar fórmulas preestablecidas; hay que inventarlo todo. El niño es el que “ve las cosas por primera vez”. El niño deber ser mantenido en estado de admiración; debe permanecer constantemente asombrado. Debe vivir en el mundo de la revelación, estar continuamente en estado de alerta, expuesto siempre a la “sorpresa de ser”.

La escuela le cierra la boca al que valientemente dijera las cosas; hace abrir la boca al que babea las lecciones. Indignada, cierra la boca que bosteza; engrasa, encantada, la boca que grazna. Es escandaloso decir: “Me aburro”. Lo que el niño sí sabe es que se aburre. Esa es su ciencia al respecto. Desgraciadamente, se produce el aburrimiento desde que ya no hay amor. El verdadero amor crea la irresistible evidencia del placer. El amor deja de ser legítimo en cuanto se hace aburrido.



El aburrimiento es más perjudicial, más inmoral que cualquier otra cosa. Arruina cualquier educación debilitando la naturaleza al mismo tiempo, enerva toda disciplina, empobrece toda doctrina, le quita todo sabor a la conciencia, diluye el alma. Los aburridos son inmutablemente parecidos a sí mismos, incurablemente inoperantes, irremediablemente “desocupados”. Así es como la escuela, mediante el fastidio, intenta suprimir todos los asombros de la vida, todas las sorpresas del entendimiento; así es como intenta matar todos los gérmenes de la fermentación que contienen los jugos del lenguaje, enseña a hablar para no decir nada.

En la amabilidad es donde se reconoce al maestro “obligado”, al maestro creador. Los niños no se equivocan en esto. Sienten inmediatamente a los que hay que amar, a los que hay que amar por ley natural: los verdaderos productos del placer vital, los iluminadores de la razón de vivir. Los intérpretes del amor. Existe amor a partir del momento en que “agrada”, y no existe pena, ni sufrimiento que no pueda convertirse en placer de amor. No se hace nada útil sino por placer. Nada leal, nada abnegado, nada desinteresado, nada noble sino por placer. Nunca se aceptaría ni se “cumpliría” verdaderamente un deber si no se encontrara en él una materia de amor, una sustancia de placer.

Porque la escuela no le proporciona placer es por lo que el alumno se escapa en la distracción. Pero no, la lección nunca se encadena con la distracción, y se penaliza a los distraídos. No existen niños naturalmente perezosos. Solo hay niños a los que la “inautenticidad” ha hecho perezosos. Se podrá obtener la obediencia por la fuerza, pero no se habrá vencido a la pereza, solo se habrá impuesto la esclavitud. Únicamente el placer puede vencer radicalmente a la pereza. Los dóciles no son sino perezosos “mecanizados”.



La enseñanza es obra masculina; la educación, obra femenina. El que enseña, anuncia, expone los signos y los propone (o impone). El –la- que educa, se remite al hombre, remueve en lo más profundo de él y, desde lo más profundo de él, por una atracción exultante, seduce, promueve la manifestación de los potenciales e individuales facultades del Espíritu-Alma, según las capacidades y las expresivas aptitudes del cuerpo. La instrucción es la edificación del yo por desarrollo de la iniciativa, de la “voluntad de sí”; es el establecimiento de un orden íntimo por justa autoridad de la “propiedad de sí”. Nunca he aceptado tener discípulos. Mi fe no puede engendrar sino hijos que sabrán prescindir de mí.

Es demasiado fácil callar a un niño.
Es demasiado fácil disponer, en contra del niño, de argumentos de fuerza, del puño de los reglamentos y de la maza de los preceptos.
Es demasiado fácil deshacer con trucos de régimen policíaco las inocentes empresas de su “indisciplina”.
Es, en verdad, demasiado fácil, cometer abusos de poder contra el niño, arrastrarlo al terreno de lo arbitrario en nombre del orden y de los artificios en nombre de la virtud.
Es demasiado fácil imponerle respetos imbéciles.
Es demasiado fácil tenderle todas las trampas de la impostura y la hipocresía social.
Es demasiado fácil el que, so pretexto de autoridad escolar, unos hombres débiles puedan jugar al déspota, el que hombres sin juicio puedan juzgar las razones, el que unos marrulleros falseen valores, el que unos ineptos contraríen las aptitudes, el que unos decepcionados se venguen, que unos maníacos se regodeen.



No se derribará la escuela si no se derriba y se le da la vuelta al mundo. Únicamente una sacudida universal arrancaría sus manos grasientas de la piel de los niños; únicamente el desencadenamiento del huracán cósmico de las resurrecciones podrá luchar contra el viento del estupor que, desde hace siglos, mantienen tantas alas de vampiros sobre la frente de alumnos comatosos.


Lo que quiero no es una reforma. Es una revuelta lo que quiero. No se trata de discutir en los despachos; es en las escuelas donde hay que hacer estallar el tumulto de la naturaleza viva; hay que hacer surgir, desde el abismo de la infancia submarina, en el estanque de las lecciones, una ola de fondo que eche a pique la mugrienta flotilla de barcos de papel. Hay que entregar de nuevo al maestro al peligro real de la tempestad de los orígenes. Es preciso restaurar el juego franco de las fuerzas libres entre el maestro y el alumno; es preciso restablecer la “pureza” del riesgo, la única que puede garantizar la honestidad de los compromisos. Se debería de dejar libre a la clase para “ejecutar” al maestro incapaz o indigno. Reclamo el derecho de la clase al follón. ¿Su licencia de enseñar, señor maestro? Pero, ¿y la verdadera libertad de enseñar? Solo están realmente autorizados para concedérsela los alumnos.


Edmond Gilliard – La Escuela contra la Vida

jueves, 18 de septiembre de 2014

Solo la compasión conduce a la felicidad (Dalai Lama)



Estamos hechos para buscar la felicidad. Todos posemos la base para ser felices, para acceder a los estados cálidos y compasivos de la mente que aportan felicidad. Aunque nuestra naturaleza es fundamentalmente apacible y comprensiva, no es suficiente, tenemos que desarrollar una aguda conciencia de esa condición, cambiar la forma de percibirnos.
   Todos buscamos algo mejor en la vida; así pues, el movimiento primordial de nuestra vida nos encamina en pos de la felicidad. Ésta se puede alcanzar mediante el entrenamiento de nuestra mente, que incluye intelecto y sentimiento, corazón y cerebro. Al imponer una cierta disciplina interna podemos experimentar una transformación de nuestra actitud, perspectiva y enfoque de la vida.

Hablar de esta disciplina interna supone identificar aquellos factores que conducen a la felicidad y los que conducen al sufrimiento. La clave se encuentra en el estado de ánimo. Si utilizamos de forma positiva nuestras circunstancias favorables, éstas pueden transformarse en estados que contribuyen a alcanzar una vida más feliz. Cuanto mayor sea el nivel de calma de nuestra mente, tanto mayor será nuestra capacidad para disfrutar de una vida feliz.
   Cuando se carece de disciplina interna que produce la serenidad mental no importan las posesiones o condiciones externas, ya que éstas nunca proporcionarán a la persona la sensación de alegría y felicidad que busca. Pero si se posee esta cualidad interna es posible tener una vida gozosa, aunque falten las posesiones materiales que uno consideraría normalmente necesarias para alcanzar la felicidad.

Primero tenemos que aprender cómo las emociones y comportamientos negativos son nocivos y cómo son útiles las emociones positivas. Si se desea buscar la felicidad, se deberían buscar las causas que en otras ocasiones la han producido, y si no se desea el sufrimiento, debería procurarse que no vuelvan a presentarse las causas y condiciones que dieron lugar al mismo. Saberlo fortalece nuestra determinación de afrontarlas y superarlas, así como ser conscientes de los efectos beneficiosos de las emociones y comportamientos positivos.



Nuestra siguiente tarea consiste en identificar los estados mentales que experimentamos, identificarlos con claridad en función de que nos conduzcan o no a la felicidad. Por ejemplo, el odio, los celos, la cólera, son nocivos, los consideramos estados negativos de la mente porque destruyen nuestro bienestar mental. Cuando los experimentamos, todo nos parece hostil, hay más temor, una mayor inhibición e indecisión: una sensación de inseguridad.
   Por otro lado, los estados mentales como la afabilidad y la compasión son definitivamente muy positivos, muy útiles. Si tienes sentimientos de compasión y deseas ser amable, hay algo que abre automáticamente tu puerta interior, ese sentimiento de cordialidad  ayuda a abrirse a los demás.

Se descubre entonces que todos los seres humanos son como uno mismo, que podemos relacionarnos más fácilmente con ellos. Eso genera un espíritu de amistad, hay menos necesidad de ocultar las cosas y, como resultado, desaparecen los sentimientos de temor, las dudas sobre uno mismo y la inseguridad.

Alcanzar la verdadera felicidad exige producir una transformación en las perspectivas, en la forma de pensar, y eso no es tan sencillo, no podrá conseguirse rápidamente. El cambio requiere tiempo: se trata de un proceso de aprendizaje. Cada día, al levantarse, se puede desarrollar una sincera motivación positiva al pensar: “Utilizaré este día de una forma más positiva. No lo desperdiciaré”. Luego, por la noche, antes de acostarse, analizar lo que se ha hecho y preguntarse: “¿Utilicé este día como lo tenía previsto?”. Si todo se desarrolló tal como se había deseado, deberíamos alegrarnos por ello. Si alguna cosa salió mal, lamentar lo que se hizo y examinarlo críticamente.



No obstante, pueden surgir ciertos sentimientos, como cólera o apego debido a la costumbre o a muchas vidas anteriores. Al principio, la utilización de las prácticas positivas es muy débil, porque las influencias negativas siguen siendo muy poderosas. Finalmente, a medida que se intensifican las prácticas positivas, disminuyen los comportamientos negativos. Así que, en realidad, es una batalla constante dentro de nosotros.
   La práctica repetida nos permite llegar a un punto en el que los efectos negativos de una perturbación no pasan más allá del nivel superficial de nuestra mente, como las olas que agitan la superficie del océano, pero que no tienen gran efecto en las profundidades. Eso es lo que se logra mediante la práctica gradual.

Aunque puede haber agresividad, no proviene del sustrato humano fundamental, sino que es más bien el resultado del intelecto, de la inteligencia desequilibrada, del mal uso de ella, o de nuestra imaginación. En cierto modo brota cuando nos sentimos frustrados en nuestros esfuerzos por lograr amor y afecto.
  Así que, por mucha violencia que exista y a pesar de las penalidades por las que tengamos que pasar, la solución definitiva de nuestros conflictos consiste en volver a nuestra naturaleza humana básica, que es bondadosa y compasiva.

La compasión es una actitud mental basada en el deseo de que los demás se liberen de su sufrimiento. No obedece tanto a que tal o cual persona me sea querida como al reconocimiento de que todos los seres humanos desean, como yo, ser felices y superar el sufrimiento.

   Sobre la base del reconocimiento de esta igualdad, se desarrolla un sentido de afinidad, al margen de considerarlo amigo o enemigo. Tal compasión se basa en los derechos fundamentales del otro y no en nuestra proyección mental. De ese modo se genera amor y compasión, la verdadera compasión, que conduce a la felicidad.


Dalai Lama – El Arte de la Felicidad