jueves, 10 de diciembre de 2015

Camino de Sanación (Keith Willcock)



La verdadera sanación se produce cuando la persona ha iniciado el camino hacia el descubrimiento de su propia alma. La evolución de nuestras almas es la razón principal por la que estamos en este plano terrenal. Entre nuestra preocupación por aliviar los síntomas y nuestro apuro por “seguir viviendo”, fácilmente lo olvidamos.
    Existen dos niveles de sanación. El primero está dirigido a brindar alivio a cualquier síntoma que hayamos descubierto. El segundo está reservado a aquellos de nosotros que estamos dispuestos a entrar en las aguas tan frecuentemente inexploradas de nuestra propia mente, y seguir esa corriente cada vez más profunda hasta que comprendamos el por qué y el para qué de nuestra existencia. A medida que realizamos ese viaje, cambiamos interna y externamente. Nuestros valores cambiarán. Aprenderemos a ser más abiertos y a tener compasión. Seremos capaces de vivir de forma menos egoísta y, al hacerlo, seremos también más felices.

¿Qué es la fe y cómo se aplica a la sanación? Creo que, como dicen los budistas, ante todo es la creencia en nuestra bondad básica. Si creemos en nuestra propia bondad, borramos nuestros errores pasados, porque en la bondad no caben la vergüenza ni la culpa. Somos quienes somos, con nuestras propias experiencias, alegrías y tristezas, nuestros fracasos y éxitos pero, sobre todo, todos somos básicamente buena gente. Si nutrimos ese sentimiento de bondad nos puede ayudar mucho cuando buscamos cómo sanarnos. Entonces podremos descansar. Lo que suceda, sucederá, y sea lo que fuere, estaremos en armonía con nuestro propio ser y con los que nos rodean.



Nuestro camino personal hacia la sanación a menudo es difícil, y nos lleva a nuestra propia oscuridad psicológica y espiritual. Para alcanzar el cielo, primero debemos entender nuestro propio infierno. Debemos visitar los monstruos de nuestro mundo interior y abrazarlos. Al hacerlo, los objetos de temor se transforman en energía creativa dinámica que trabaja a favor y no en contra de nosotros. Cuando abrazamos la parte más oscura de nosotros mismos, aprendemos a tener compasión hacia nosotros y hacia los demás, y acumulamos sabiduría. Solo en la medida en que dejemos salir a la luz las semillas que viven dentro de nuestra propia oscuridad, podremos vivir plenamente en libertad y sin temor. De lo contrario, estos aspectos reprimidos de nuestro ser nos detendrán y nos comerán vivos mientras nos llaman a abrir los ojos y el corazón a la necesidad de nuestra propia transformación.

Saber realmente quiénes somos, es decir, estar en contacto con nuestro ser interior nos da una especie de hogar emocional y mental del que podemos salir y volver sin perdernos en este mundo. El problema se presenta cuando nos perdemos en una situación y no podemos hacer la transición a la próxima, y la vida se convierte en un tiovivo sin sentido. Tal vez estemos sonriendo, pero en realidad estamos fuera de control. La conexión con nuestro ser interior impide que esto suceda. Día a día nos provee de una especie de estado ejecutivo a partir del que podemos tomar decisiones y realizar acciones. Esto nos da una especie de cordura interna. El ser nos regula el tiempo y asigna recursos de forma que podamos darle el mejor uso a los diversos aspectos de nuestra personalidad.



Cuando dedicamos una cantidad desproporcionada de nuestro tiempo definiendo y manteniendo nuestra imagen exterior, nuestro ser interior, de puro descuido, se retrae y atrofia igual que lo haría una parte de nuestro cuerpo si la fuente que lo nutre le fuera cortada. Esto es lo que significa realmente la expresión “olvidarse de uno mismo”. Mientras hemos estado tan ocupados en lucir bien, la parte más importante de nosotros se ha estado muriendo de hambre.

La verdadera autoestima proviene de este profundo lugar interior. Si nunca hemos tenido la oportunidad de desarrollar este ser interior, entonces nos hemos jugado una mala pasada. Nos hemos engañado pensando que sabemos quiénes somos, cuando no sabemos nada. Puede que hayamos construido una vida entera, muy agradable tal vez, pero construida sobre los cimientos defectuosos de necesidades no resueltas.

Una cosa maravillosa de nuestro verdadero ser es que no sufre daños permanentes por el descuido al que lo sometemos frecuentemente; hemos logrado mantenerlo protegido a pesar de todos los traumas de nuestra vida. Es como si estuviera esperando la oportunidad de salir al aire de manera segura. Otra cosa maravillosa de nuestro ser es que conoce el camino. Si tan solo le damos las condiciones adecuadas, crecerá hacia la perfección. Por supuesto, esas condiciones incluyen un entorno amoroso donde podamos confiar en el proceso de nuestra propia revelación y la de los que nos rodean, donde podamos desarrollar la fe en algo más grande que nosotros y donde podamos deleitarnos en la maravilla que somos.



No podemos desestimar la mente. Si la mente está llena de pensamientos negativos y destructivos, puede decidir no mejorar. Puede impedirle al cuerpo beneficiarse de las medicinas y los agentes curativos. Por otro lado, si tiene una perspectiva positiva, puede sanar a la persona aun cuando haya indicios claros de que la persona no vaya a recuperarse. Hay que dar un gran salto para ver esos obstáculos como amigos, como una especie de compañero que se ha presentado para enseñarnos algo nuevo. Si despertamos y asumimos la responsabilidad de lo que está pasando, normalmente la vida cambia para bien, a pesar de nuestros miedos y resistencias.


Sanar requiere nuestra participación activa si queremos llegar al fondo de las cosas. Si nos conformamos con un alivio sintomático, nada cambiará mucho. Apenas estaremos remendando el vaso roto y seguiremos adelante. Cuando empezamos a mirar las causas más profundas y relacionamos todo esto con preguntas más importantes sobre lo que en realidad es la vida, entonces experimentamos una evolución en nosotros mucho más rápida. Aún tendremos problemas, pero cada vez tendrán menos control sobre nosotros, no ocuparemos de ellos de una forma más relajada, estaremos mucho más en línea con el camino de nuestra alma.


Keith Willcock – Tu Camino Personal. La magia de la Sanación

jueves, 3 de diciembre de 2015

El infortunio de la virtud (Marqués de Sade)

La obra maestra de la filosofía sería desarrollar los medios de que se sirve la Providencia para alcanzar los fines que se propone sobre el hombre, y trazar, a partir de ahí, unos planes de conducta que puedan hacer conocer a ese desdichado individuo bípedo el modo en que debe avanzar en la espinosa carrera de la vida a fin de prevenir los caprichos extravagantes de esta fatalidad a la que se dan veinte nombres diferentes, sin haber llegado todavía a conocerla ni a definirla.




Si, llenos de respeto por nuestras convenciones sociales, y sin apartarnos jamás de los diques que nos imponen, ocurre, aun así, que sólo encontramos zarzas cuando los malvados sólo recogen rosas, personas carentes de un fondo de virtudes lo bastante probado como para superar tales observaciones ¿no considerarán entonces que es preferible abandonarse al torrente que resistirlo? ¿No dirán que la virtud, por hermosa que sea, se vuelve sin embargo el peor partido que pueda tomarse, si resulta demasiado débil para luchar contra el  vacío, y que, en un siglo totalmente corrompido, lo más seguro es actuar como los demás?

Algo más instruidos, si se quiere, y abusando de las luces que han adquirido, ¿no dirán que no hay mal que por bien no venga, y que pueden, a partir de ahí, entregarse al mal, ya que de hecho sólo es una de las maneras de producir el bien? ¿No añadirán que es indiferente al plan general que tal o cual sea preferentemente bueno o malo; que si el infortunio persigue a la virtud y la prosperidad acompaña al crimen, siendo ambas cosas iguales para los proyectos de la naturaleza, es infinitamente mejor tomar partido entre los malvados, que prosperan, que entre los virtuosos, que fracasan?

Es cierto, por tanto, que la prosperidad puede acompañar la peor conducta, y que en el mismo centro del desorden y de la corrupción, cuanto los hombres denominan la felicidad puede esparcirse sobre la vida; pero que no nos alarme esta cruel y fatal verdad; que el ejemplo de la desdicha, persiguiendo por doquier a la virtud, no atormente más a las personas honradas. Esta felicidad del crimen es engañosa, sólo aparente; además del castigo reservado sin duda por la Providencia a quienes han seducido sus éxitos, ¿no alimentan en el fondo de sus almas un gusano que, royéndolos incesantemente, les impide regocijarse con estos falsos fulgores, y sólo deja en sus almas, en lugar de delicias, el recuerdo desgarrador de los crímenes que les han llevado donde están? En cambio, el infortunado al que la suerte persigue, tiene su corazón como consuelo, y los goces interiores que le procuran sus virtudes le compensan muy pronto de la injusticia de los hombres.



La dureza de los ricos legitima el mal comportamiento de los pobres: que sus bolsas se abran a nuestras necesidades, que la humanidad reine en su corazón, y las virtudes podrán establecerse en el nuestro; pero en tanto que nuestro infortunio, nuestra paciencia para soportarlo, nuestra buena fe, nuestra servidumbre, sólo sirvan para aumentar nuestros grilletes, nuestros crímenes son obra suya, y seríamos muy tontos en negárnoslos cuando pueden aliviar el yugo con que su crueldad nos sobrecarga. La naturaleza nos ha hecho nacer a todos iguales; si la suerte se complace en estorbar este primer plan de las leyes generales, a nosotros nos corresponde corregir sus caprichos y reparar, mediante nuestra habilidad, las usurpaciones del más fuerte.
   
Me gusta oír a la gente rica, a la gente con título, a los magistrados, a los curas, ¡me gusta verles predicarnos la virtud! Es muy difícil asegurarse contra el robo cuando se tiene tres veces más de lo que hace falta para vivir; muy incómodo no concebir jamás el asesinato, cuando se está rodeado de aduladores o de esclavos para quienes nuestras voluntades son leyes; muy penoso, a decir verdad, ser moderado y sobrio, cuando a cada hora se está rodeado de los manjares más suculentos; les cuesta mucho ser sinceros, ¡cuando no tienen ningún interés en mentir!... Pero nosotros, nosotros a quienes esta Providencia bárbara, con la que cometes la locura de convertirla en tu ídolo, ha condenado a arrastrarnos por la humillación como la serpiente por la hierba; nosotros, a los que se nos mira sólo con menosprecio, porque somos pobres; a los que se tiraniza, porque somos débiles; nosotros, cuyos labios sólo prueban la hiel, y cuyos pasos sólo encuentran abrojos, ¡quieres que nos privemos del crimen cuando sólo su mano nos abre la puerta de la vida, nos mantiene en ella, nos conserva en ella, y nos impide perderla! ¡Quieres que perpetuamente sometidos y degradados, mientras la clase que nos domina tiene para sí todos los favores de la Fortuna, nos reservemos sólo la pena, el abatimiento y el dolor, la necesidad y las lágrimas, la deshonra y el cadalso! No, o esta Providencia que tú reverencias sólo merece nuestro desprecio, o no son éstas en absoluto sus voluntades.  
    Convéncete de que si nos pone en situaciones en las que el mal nos resulta necesario, y nos deja al mismo tiempo la posibilidad de ejercerlo, es porque ese mal sirve tanto a sus leyes como el bien, y gana tanto con uno como con el otro. Si nos ha creado a todos en el estado de la igualdad, quien la altera no es más culpable que quien procura restablecerla. Ambos actúan de acuerdo con los impulsos recibidos, ambos deben seguirlos y disfrutar.




¿Acaso la sociedad no está autorizada a no soportar jamás en su seno al que se manifiesta en contra de ella? Y el individuo que se aísla, ¿puede luchar contra todos?, ¿puede vanagloriarse de vivir feliz y tranquilo si, por no aceptar el pacto social, no consiente en ceder una pequeña parte de su felicidad para garantizar la restante? La sociedad sólo se sostiene mediante intercambios perpetuos de favores, que son los vínculos que la cimentan; aquel que, en lugar de esos favores, sólo ofrezca crímenes, deberá ser temido a partir de entonces, y será necesariamente atacado, si es el más fuerte, y sacrificado por el primero al que ofenda, si es el más débil; pero destruido en cualquier caso por la poderosa razón que obliga al hombre a asegurar su reposo y a dañar a los que quieren turbarlo.   

    Esta es la razón que hace casi imposible la duración de las asociaciones criminales: al oponer únicamente unas puntas aceradas a los intereses de los demás, todos deben reunirse sin demora para mellar su aguijón. Lo que llamamos interés de la sociedad no es otra cosa que la suma de los intereses particulares reunidos, pero sólo cediendo este interés particular se puede coincidir y colaborar con los intereses generales. Ahora bien, ¿qué quieres que ceda el que no tiene nada? Si lo hace, no me negarás que su error ha sido mucho mayor al dar infinitamente más de lo que recibe, y en tal caso la desigualdad de la transacción debe impedir que la cumpla. Atrapado en esta situación, lo mejor que puede hacer ese hombre ¿no es alejarse de esta sociedad injusta para conceder los derechos a una sociedad diferente que, situada en la misma posición que él, tenga interés en combatir, con la reunión de sus pequeños poderes, el poder más amplio que quería obligar al desdichado a ceder lo poco que tenía para no recibir nada de los demás?


   
Pero de ahí nacerá, me dirás, un estado de guerra perpetuo. ¡De acuerdo! ¿Acaso no es el de la naturaleza? ¿El único que nos conviene realmente? Todos los hombres nacieron aislados, envidiosos, crueles y déspotas, deseosos de tenerlo todo y no ceder nada, y luchando incesantemente por mantener tanto su ambición como sus derechos. Llegó el legislador y dijo: «Dejad de enfrentaros así; al ceder un poco de uno y otro lado, renacerá la tranquilidad». Yo no censuro en absoluto la existencia de este pacto, pero sostengo que hay dos tipos de individuos que jamás debieron someterse a él: aquellos que, sintiéndose más fuertes, no tenían necesidad de ceder nada para ser felices, y aquellos que, siendo los más débiles, tenían que ceder infinitamente más de lo que se les otorgaba. Y el caso es que la sociedad sólo está compuesta de seres débiles y de seres fuertes. Ahora bien, si el pacto tuvo que disgustar a los fuertes y a los débiles, estaba claro que no convenía a la sociedad, y el estado de guerra, que existía antes, debía resultar infinitamente preferible, ya que dejaba a cada cual el libre ejercicio de sus fuerzas y de su ingenio, de los que se veían privados por el pacto injusto de una sociedad, que siempre quitaba demasiado a uno y jamás concedía suficiente a otro.
  
Así que el ser realmente sensato es aquel que, con el riesgo de reanudar el estado de guerra que reinaba antes del pacto, se revuelve irrevocablemente contra él, lo viola cuanto puede, convencido de que lo que obtendrá de estas lesiones siempre será superior a lo que podrá perder, si es el más débil, pues también lo era respetando el pacto: puede convertirse en el más fuerte violándolo y, si las leyes lo devuelven a la clase de la que ha querido escapar, el mal menor es perder la vida, que representa una desdicha infinitamente menor que la de vivir en el oprobio y la miseria.



Marqués de Sade - Justine o El infortunio de la virtud

sábado, 28 de noviembre de 2015

Dando la cara...

Dicen que en casa del herrero cuchillo de palo. Esto se me puede aplicar en lo que respecta a la fotografía: normalmente me he negado a posar, al igual que no era lo mío el retrato ajeno. Mi afición a la fotografía se concreta principalmente en naturalezas muertas, detalles raros, objetos en fuga, reportajes espontáneos, etc., como podéis ver en las etiquetas Mis mejores fotos, Diapositivas, y en las animaciones musicales de temas concretos. Así que, después de varios años de bloggero, doy la cara con la mayoría de las escasas diapositivas que me retratan entre los 80 y los 90.





































jueves, 19 de noviembre de 2015

Conexión con la Realidad Divina (Tom Youngholm)



La realidad Divina se manifiesta de muchas maneras en todo el universo. Una de ellas, a través del universo físico, pero tales manifestaciones solo son reflejos. ¿Y qué tiene que ver la realidad Divina con mi realidad? Imagina una Realidad Divina que lo abarca todo, representada por una estrella inmensa y radiante. Desde la estrella parten innumerables rayos de luz hacia el espacio ilimitado. Cada rayo de luz consta de más innumerables partículas de luz. Cada partícula de luz representa un alma. Cuanto más se alejan esas partículas de la estrella, más olvidan su relación con la Fuente. Debido a su desorientación, empiezan a moverse en busca de la Fuente. Ésa es la fuerza matriz que sustenta toda la vida.

Cuanto más tiempo y más intensamente se centre un alma en sus propios reflejos físicos, emocionales e intelectuales, más reales se mostrarán esos reflejos. Es un desafío. El componente perdido es la espiritualidad. La espiritualidad es la esencia de tu ser en espíritu y alma, tu conexión con la Fuente. Lo que tú llamas realidad es en verdad tu centro, o tu conocimiento o tu conciencia, de los reflejos de la Realidad Divina. Y aquellos reflejos solo son reales en la medida en que son parte integrante de la Realidad Divina. Pero sin ella, tu realidad no podría existir.



Toda energía se mueve hacia el equilibrio. El equilibrio es el estado natural del universo. Con equilibrio existe perfección o unidad con la Energía Universal. Todo es energía y toda energía está interconectada. La desconexión es imposible. Entonces, todo es uno, y cada parte debe contener el todo. La dualidad es una parte del concepto de equilibrio. La vida nunca es “esto o lo otro”, sino siempre “esto y lo otro”. El desafío es cambiar tu centro de interés y encontrar, poner en práctica y sentir el equilibrio.

El cuerpo humano es como una radio que puede recibir todas las ondas de radio a la vez. Una de las funciones de la mente es actuar como el sintonizador que decide qué ondas recibirá. El alma es una combinación de todos los aspectos de los cuatro sistemas de energía: física, emocional, intelectual o espiritual.
    Toda energía tiene una frecuencia vibracional. Cuando las células u órganos se desequilibran, la frecuencia vibracional empieza a bajar, la energía se mueve más lentamente y se hace más densa. Esa frecuencia vibracional más baja indica un “estado no saludable”. Como la energía está interconectada, todas las células y órganos distintos dependen unos de otros para conseguir el equilibrio.
   Cuando la mente está completamente en paz, también el cuerpo estará en paz consigo mismo. Cuando el corazón conozca el amor en todas las cosas, también lo harán el espíritu, la mente y el cuerpo. Cuando el cuerpo está en equilibrio, los demás se alegran con él. Los humanos son uno de los ejemplos más aptos de toda la creación de sinergía en funcionamiento. Más pronto o más tarde, la conciencia de masa de los humanos descubrirá las frecuencias vibracionales y, cuando lo hagan, revolucionará el cuidado de la salud en la Tierra.



El propósito de tu existencia es avanzar hacia el equilibrio. Tu vida consiste en la conciencia y el aprendizaje; el aprendizaje y el conocimiento favorecen el equilibrio. Toda vida aspira de manera natural al equilibrio perfecto: el equilibrio perfecto en la Realidad Divina, y eso es lo que motiva toda vida. La vida es energía, únicamente diseñada por cada alma para el propósito del conocimiento. El fin de esa vida, la muerte, es sencillamente el fin de una experiencia de conocimiento y el principio de otra.

El alma es una partícula de luz que dentro de sí tiene una conciencia externa de la conexión con la Unidad; es el depositario de todas nuestras experiencias cognoscitivas en nuestra continua búsqueda del equilibrio perfecto durante el diseño de una vida tras otra, en dirección hacia una reunificación con la Unidad: la Realidad Divina.



El amor es la esencia de todo. Es el combustible que activa el movimiento dentro de nosotros y de todas las demás criaturas vivas y conscientes. Es la sangre vital de todo lo que existe; el amor es armonía y equilibrio. El intento de descubrir el amor en la Tierra implica la convicción de los humanos de que están conectados con la Realidad Divina, la cual en definitiva es el Amor Perfecto. Con esa convicción se consigue una paz interior y una alegría que permite que todos los demás aspectos de la noción del amor fluyan de modo natural. Sin eso, sentir amor en la Tierra es un ejercicio casi imposible.


El amor es una elección y está en todas partes. El amor es para notarlo, intuirlo, cuidarlo y compartirlo. Es al compartir lo que hace que arda con más brillo. El amor es la esencia de toda energía; siéntelo en todo lo que hagas. La energía, sencillamente, es. Libérate de todos los juicios y las expectativas: tú eres perfecto en este momento. Deja que el movimiento te lleve; conoce que tú eres espíritu reflejado. Tu labor es estar en armonía contigo mismo, con los demás, con tu planeta y con la Unidad.


Tom Youngholm – El Bar Celestial

lunes, 16 de noviembre de 2015

Nuestros genes extraterrestres (Zecharia Sitchin)

¿A imagen de quién fue creado Adán (el prototipo de los humanos modernos, homo sapiens)?



El principal hallazgo (en el año 2001) es que el genoma humano no contiene los anticipados 140.000 genes, son solo 30.000, algo más del doble que posee una mosca de la fruta, y apenas un 50% más que la lombriz intestinal. Más aún, es un 70% igual al de un ratón, y un 99% al de un chimpancé. Se encontraron genes humanos, con las mismas funciones en invertebrados, plantas, hongos y levadura.

Los hallazgos no solo confirman eso, sino que habría una fuente de ADN para toda la vida en la Tierra. Rascándose la cabeza estaba el consorcio científico debido a este descubrimiento: el genoma humano contiene 223 genes que no tienen predecesores en el árbol evolutivo. ¿Cómo y de dónde pudo el ser humano adquirirlos? En la progresión evolutiva de las bacterias a los invertebrados, los vertebrados y los humanos finalmente modernos, estos 223 genes son completamente extraños. Por consiguiente, los científicos solo pueden explicar su presencia en el genoma humano como algo que se incorporó muy recientemente, no a través de la evolución gradual, sino que se adquirieron horizontalmente (“agregados” de una manera independiente a la evolución humana) por una infección bacteriana.




¿Cómo están seguros los científicos de que estos genes tan importantes y complejos, que significan una inmensa ventaja para la humanidad, fueron obtenidos a través de la cortesía de una infección bacterial? Es un salto que no sigue las teorías evolutivas actuales. No está claro tampoco si el traslado fue de las bacterias al humano o del humano a las bacterias, pero no se encuentra una fuente bacteriana que los tenga horizontalmente transferidos. ¿Pero si el hombre dio esos genes a las bacterias, dónde los adquirió?





El genoma humano está compuesto de aproximadamente 3 millones de nucleótidos; de ellos, solo un poco más del 1% se agrupa en función de genes (cada gen consiste en miles de letras). La diferencia entre una persona y otra suman aproximadamente 1.000 letras en el alfabeto del ADN. La diferencia entre el hombre y el chimpancé está en menos del 1%, y un 1% en 30.000 genes es 300. Entonces ¡223 son más de dos tercios de diferencia entre yo, usted y un chimpancé!
    Estos genes no solo incluyen proteínas sino que también involucran funciones fisiológicas y psíquicas. Es más, enzimas neurológicas importantes solo provienen de la porción mitocondrial del ADN –el llamado EVA mitocondrial–, ese  ADN que la humanidad solo pudo heredar por línea materna.

Los versículos de la Biblia que tratan el tema de la formación de Adán están muy resumidos, existiendo información con mayor detalle en las tablillas de arcilla de sumerios y acadios, donde está muy detallado el papel de los “Elohim”, que habría sido realizado por los Anunnaki (literalmente “Aquellos que del cielo a la Tierra vinieron”).
    Los Anunnaki llegaron hace unos 450.000 años a la Tierra provenientes del planeta Nibiru, un miembro de nuestro propio sistema solar, cuya gran órbita le trae a nuestra parte de los cielos cada 3.600 años. Vinieron con la necesidad de oro para proteger su atmósfera que se desvanecía. Tras miles de años de duro trabajo, su científico Enki sugirió que podrían usar sus conocimientos genéticos para crear los obreros que necesitaban. Cuando los líderes Anunnaki preguntaron: ¿Cómo puedes crear un nuevo ser? Enki contestó. “El ser que necesitamos ya existe, solo tenemos que poner nuestra marca en él” (la doble hélice representativa del ADN “adquirido” figura como símbolo universal en pinturas y relieves, en forma de dos serpientes entrelazadas, como “el Caduceo de Hermes”; o bien la serpiente enroscada en una vara, distintivo de Asclepio, “Padre de la Medicina).




La idea era modificar genéticamente los homínidos (más desarrollados de esa época: los Neandertales) agregándoles genes Anunnaki más avanzados. Cuando los líderes Anunnaki aprobaron el proyecto, Enki, con la ayuda de Ninhursag, la funcionaria médica principal Anunnaki, se embarcaron en el proceso de ingeniería genética, agregando y combinando genes del Anunnaki con aquellos homínidos. Cuando, después de muchos ensayos y errores se logró “el modelo perfecto”, dijo Ninhursag: “!Mis manos lo han hecho!”

Esa es la causa por la que nosotros tenemos esos genes extra… estaban en los Anunnaki.



Más allá de lo que la investigación científica pueda establecer, más allá de cualquier duda, la única fuente posible de estos genes extra, y a menos que se determine que la infección (el traslado horizontal antes comentado) fue de la bacteria al hombre y no al revés, la única solución posible será la ofrecida hace milenios por los escritos sumerios.

   Hasta entonces, los 223 genes extraños y enigmáticos permanecerán como una alternativa y una prueba de las modificaciones genéticas hechas por los Anunnaki.


Zecharia Sitchin – El Genoma Humano