Recuerdo
ahora mis primeras lecturas de Hesse. Era un tomo que contenía Siddharta, obra
cumbre de la espiritualidad, sobre la historia del Buda en forma alegórica y
libre. A continuación aparecía Demian, un niño de carácter enigmático y
sobrecogedor que lleva al adolescente Emil Sinclair del mundo del ensueño al
autorrazonamiento, con matices gnósticos y del psicoanálisis. En tercer lugar,
mi obra preferida: El Lobo Estepario, cuya verdadera significación no alcancé
hasta años después. El tormento psicológico de su personaje es el suyo propio,
cercano al suicidio, que se irá transformando tras conocer a Pablo “que parece ser
exactamente lo contrario de lo que Harry considera un hombre serio y pensativo.
Después de asistir a un fastuoso baile de máscaras, Pablo lleva a Harry a su
metafórico "teatro mágico", donde las preocupaciones y nociones que
plagaron su alma se desintegran mientras participa en lo etéreo y
fantasmagórico, al tiempo que experimenta las fantasías que existen en su
mente.”
Herman Hesse
Del gran Carl Jung
lo primero que leí fue Los complejos y el
inconsciente, que me reveló nuestra psique poderosa y oculta, y más tarde
el fantástico El Secreto de la Flor de
Oro, Psicología y Alquimia, El hombre y sus Símbolos…, obras que cautivan y
que nos anonadan por la altura expositiva del autor.
Carl G. Jung
No leí hasta hace poco Un Mundo Feliz del genial visionario Huxley aparte de algunas
referencias, primero me adentré en Las
Puertas de la Percepción. Y creo que nadie debería dejar para más tarde
ambas lecturas, ya que describen con mucha antelación el final sometimiento del
individuo por la sociedad mediante una droga que se llama “tecnología”: “Un estado totalitario realmente eficaz
sería aquel en el cual los jefes políticos todopoderosos y su ejército de
colaboradores pudieran gobernar una población de esclavos sobre los cuales no
fuera necesario ejercer coerción alguna por cuanto amarían su servidumbre. Para llevar a cabo
esta revolución, necesitamos, entre otras cosas, los siguientes descubrimientos
e inventos.
En primer lugar, una técnica mucho más avanzada de la sugestión, mediante
el condicionamiento de los infantes y, más adelante, con la ayuda de drogas
como la escopolamina. En segundo lugar, una ciencia, plenamente desarrollada de
las diferencias humanas que permita a los dirigentes gubernamentales destinar a
cada individuo dado a su adecuado lugar en la jerarquía social y económica. En
tercer lugar (puesto que la realidad, por utópica que sea, es algo de lo cual
la gente siente la necesidad de tomarse frecuentes vacaciones) un sustitutivo
para el alcohol y los demás narcóticos, algo que sea al mismo tiempo menos
dañino y más placentero que la ginebra o la heroína. Y finalmente (aunque este
será un proyecto a largo plazo, que exigiría generaciones de dominio
totalitario para llegar a una conclusión satisfactoria) un sistema de eugenesia
a prueba de tontos, destinada a estandarizar el producto humano y a facilitar
así la tarea de los dirigentes.
En colaboración con la libertad de soñar despiertos bajo la influencia de
los narcóticos, del cine y de la radio, la libertad sexual ayudará a
reconciliar a sus súbditos con la servidumbre que es su destino. Ciertamente, a
menos que nos decidamos a descentralizar y emplear la ciencia aplicada, no como
un fin para el cual los seres humanos deben ser tenidos como medios, sino como
el medio para producir una raza de individuos libres, solo podemos elegir entre
dos alternativas: o cierto número de totalitarismos nacionales, militarizados,
que tendrán sus raíces en el temor que suscita la bomba atómica y, en
consecuencia, la destrucción de la civilización, o bien un solo totalitarismo
supranacional cuya existencia sería provocada por el caos social que resultara
del rápido progreso tecnológico en general y la revolución atómica en
particular, que se desarrollaría, a causa de la necesidad de eficiencia y
estabilidad, hasta convertirse en la benéfica tiranía de la utopía. Usted es
quien paga con su dinero, y puede elegir a su gusto.”
Aldous Huxley
De Viktor Frankl conocí El Hombre
en busca de sentido por el grupo de lectura, un alegato contra cualquier
tipo de desesperación vital gratuita, porque nuestro instinto de supervivencia puede
vencer todas las dificultades y ayudar a encontrarle siempre sentido a la vida:”Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la elección
de la actitud personal que debe adoptar frente al destino para decidir su
propio camino. Y es precisamente esta libertad interior, que nadie nos puede
arrebatar, la que confiere a la existencia una intención y un sentido.
¿Quién es,
en realidad, el hombre?: es el ser que siempre decide lo que es.”
Viktor Frankl