Religión
Ningún hombre puede vivir sin religión. Hay algunos
que en el egotismo de su razón declaran que
no tienen nada que ver con la religión. Esto es como
si un hombre dijera que respira pero que no tiene nariz.
Sea por la razón, por el instinto o por la
superstición, los hombres establecen alguna - suerte
de rela-ción con lo divino. Incluso el agnóstico o
ateo más acabado admite la necesidad de un principio
moral y asocia algo bueno al hecho de observarlo
y algo malo con su no-observancia.
Las religiones son caminos diferentes que convergen
al mismo punto. ¿Qué importa que tomemos
vías diversas en tanto lleguemos a la misma meta?
En realidad, hay tantas religiones como individuos.
Si logramos la visión total
de la Verdad, ya no seremos meros buscadores
de la Verdad sino que nos uniremos a Dios porque
la Verdad es Dios. Pero como aún solo somos gente
que ansía la Verdad debemos proseguir nuestra
búsqueda, conscientes de nuestra imperfección. No
hemos aprehendido la religión en su máxima perfección
así como no hemos aprehendido a Dios. La
religión que concebimos, al ser imperfecta, estará
siempre sujeta a un proceso de evolución y reinterpretación.
El progreso hacia la Verdad, hacia
Dios, se hace posible sólo a través de esa evolución.
Y si todas las creencias que los hombres delinean
son imperfectas, no cabe el problema de los méritos
comparativos. Todas las creencias constituyen una
revelación de la Verdad, pero todas son imperfectas
y están sujetas a error. La reverencia que nos merecen
las religiones no debe cegarnos a sus defectos.
Asimismo, debemos ser agudamente sensibles a los
errores de nuestra fe, no para dejarlos tal como están
sino para tratar de superarlos. Observando las
religiones con ojo imparcial no sólo no debemos
vacilar en incorporar a nuestra fe los rasgos aceptables
de las otras creencias sino, por el contrario,
pensar que ése es nuestro deber.
Tal como un árbol tiene un sólo tronco y muchas
ramas y hojas, existe una sola religión perfecta
y verdadera que se multiplica en una diversidad al
pasar a través de la mediación humana. Esa Religión
única está más allá de las palabras. Hombres imperfectos
la pusieron en el lenguaje que manejaban y
sus palabras son interpretadas por otros hombres
igualmente imperfectos. ¿Cuál de las interpretaciones
habremos de sostener que es la correcta? Cada
uno está en lo cierto desde su punto de vista pero
no es imposible que todos estén equivocados. Tal es
la razón de que sea necesaria la tolerancia, que no
significa indiferencia por la propia religión sino un
amor más puro e inteligente por ella. La tolerancia
nos brinda la percepción espiritual que está tan lejos
del fanatismo como el polo norte lo está del sur. El
conocimiento verdadero de la religión quiebra las
barreras que se alzan entre las creencias.
Existe un Poder indefinible y misterioso que todo
lo penetra. Lo siento aunque no lo vea. Este Poder
oculto que se hace sentir desafía, sin embargo,
todas las pruebas porque es completamente distinto
a todo lo que percibo a través de mis sentidos. Es
un Poder que trasciende los sentidos.
No obstante es posible demostrar, hasta cierto
punto, la existencia de Dios. Aun en los asuntos
cotidianos sabemos que la gente en general no sabe
quién gobierna ni por qué y tampoco cómo gobierna.
Sin embargo saben que, sin duda, hay un poder
que gobierna.
Amor y No-Violencia
He sugerido en estas columnas que la mujer es
la encarnación del ahimsa. El ahimsa entraña un
amor infinito, que a su vez implica una infinita capacidad
de sufrimiento. ¿Quién sino la mujer, la
madre del hombre, es capaz de demostrar esta capacidad
en su más alta expresión? La demuestra
cuando lleva en sí al niño y lo alimenta durante nueve
meses, extrayendo alegría del sufrimiento que eso
implica. ¿Qué puede sobrepasar al sufrimiento causado
por los dolores del parto? Sin embargo la mujer
los olvida en la alegría de la creación. ¿Quién, de
nuevo, sufre cotidianamente para que el bebé crezca
día a día? Hagamos que transfiera ese amor a la humanidad
entera, hagamos que olvide que siempre
fue y continúa siendo objeto de la lujuria del hombre,
y ocupará un orgulloso lugar junto al varón
como madre suya, su artífice y conductora silenciosa.
A ella se le ha dado el don de enseñar el arte de
la paz a un mundo en guerra, sediento de ese néctar.
No es verdadera la no-violencia si amamos meramente
a quienes nos aman. Es realmente no-violencia
cuando amamos a quienes nos odian.
La no-violencia es un estado perfecto. Es una
meta hacia la que se dirige la humanidad de manera
natural pero inconsciente. El hombre no se vuelve
divino por personificar la inocencia: solo entonces
se convierte realmente en hombre. En nuestro estado
presente somos en parte hombres y en parte
bestias; en nuestra ignorancia, que llega incluso a la
soberbia, afirmamos que cumplimos acabadamente
el fin de nuestra especie cuando devolvemos golpe
por golpe y desarrollamos la ira que ese propósito
requiere. Pretendemos que la represalia es la ley de
nuestro ser, siendo que en ninguna escritura encontramos
que la venganza es obligatoria sino que solo
es permisible. Lo obligatorio es la restricción. La
represalia es una lenidad que requiere una regulación
elaborada. La sujeción es la ley de nuestro ser,
dado que la perfección más elevada es inalcanzable
sin el más grande freno. El sufrimiento es, entonces,
lo distintivo del grupo humano. La meta se aleja
siempre de nosotros. Cuanto más se avanza, más
reconocemos nuestra indignidad. La satisfacción
reside en el esfuerzo, no en el logro. El esfuerzo
acabado es la victoria completa.
La no-violencia no es "la renuncia a toda lucha
real contra la maldad". Por el contrario, la no-violencia
que concibo es una lucha más real y activa
contra la maldad que la represalia, que por naturaleza
incrementa el mal. Lo que pretendo es una oposición
mental, y por la tanto moral, a las
inmoralidades. Lo que procuro con todo afán es
mellar el filo de la espada del tirano, no levantando
contra ella un arma más afilada, sino defraudando
su expectativa de que voy a ofrecerle resistencia física.
La resistencia del alma que voy a ofrecerle ha de
esquivar la espada del tirano. Al principio eso lo
ofuscará pero en definitiva lo ha de constreñir al
reconocimiento, reconocimiento que no lo humillará
sino que ha de elevarlo.
Respondo aquí a todas las amigas que me dejaron comentarios: Atlántida, Gloria, Gloriana, y si me olvido de alguien no se enfade conmigo, ya veis que llevaba dos meses sin entrar en el blog, y no sé la razón, puede que no tuviera nada importante que decir. Últimamente había limitado mis palabras al foro, y puede que tenga un vacío de creatividad literaria. Aún quedan relatos antiguos no incluidos y son de una bisoñez que casi me da vergüenza. Entretanto, he optado por reflejar aquellas palabras de los grandes maestros espirituales que me sirven de guía, y espero que también puedan seros útiles a vosotras.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte a todas, ni que decir tiene que leo frecuentemente vuestros blogs.