Las ideologías,
los principios y las creencias no solo separan a los hombres en grupos, sino
que en realidad impiden la cooperación; sin embargo, lo que necesitamos en este
mundo es cooperar, colaborar, actuar juntos. Uno tiene que desechar
completamente estas divisiones nacionalistas y religiosas. Tenemos que
construir un mundo enteramente distinto, que nada tenga que ver con el mundo de
hoy, lleno de manías, conflictos y competencias, un mundo cruel, brutal y
violento.
Solo la
mente religiosa es verdaderamente revolucionaria, porque está más allá de la
izquierda, de la derecha, del centro. Lo que es absolutamente esencial no es
posible lograrlo por medio de una ideología. Lo que está pasando en el mundo
muestra la división y el conflicto que crean las ideologías.
La solidaridad
solo es posible cuando no hay autoridad alguna. Uno asume “autoridad” en nombre
de una ideología o en nombre de Dios o de la Verdad. Y es imposible que
produzcan un orden mundial el individuo o el grupo de personas que han asumido
esa “autoridad”. La autoridad le da mucha satisfacción al hombre que la ejerce –no
importa el nombre en que lo haga-; deriva inmenso placer de ello y por lo tanto
él es el más… Tal autoridad le impide al ser humano ser una luz para sí mismo. Cuando
cada uno es luz para sí mismo, solo entonces puede cooperar, amar; solo
entonces hay un sentido de comunión de unos con otros. Esa autoridad, esa
postura definida, impide una comunicación mutua. Solo una mente realmente
libre es la que puede estar en comunión, la que puede cooperar. Una mente así
es a la vez el maestro y el discípulo. Y esto únicamente es posible cuando hay
un sentido de observación, de ver las cosas en uno mismo tal como son. La mayoría
de nosotros somos inconscientes de nosotros mismos. No sé si habrán observado a
las personas que continuamente están hablando de sí mismas, haciendo la propia
valoración de su posición en la vida. “Primero yo, y en segundo lugar todo lo
demás”.
Si ha de
haber solidaridad entre nosotros, comunicación y comunión entre uno y otro, es
evidente que tiene que desaparecer esa barrera de “primero yo y todo lo demás
en segundo lugar”. El yo asume una importancia enorme, ¡se expresa de tantas
maneras! Por eso llegan a ser un peligro las organizaciones. Los que están a la
cabeza de una organización o que asumen el poder de ella, se convierten poco a
poco en la fuente de la “autoridad”. Y con estas personas uno no puede
cooperar, no puede estar en comunión.
Tenemos que
crear un mundo nuevo, en el que, como seres humanos, no estemos combatiendo
unos con otros, destruyéndonos mutuamente; en que uno no domine al otro con sus
ideas ni con sus conocimientos; en que cada ser humano sea libre en realidad,
no en teoría. Y solo en esta libertad es posible aportar orden al mundo. Responsables
lo somos todos por la división que continúa en el mundo, no solo en lo ideológico,
sino también en lo religioso. Si es posible, vamos a poner en esto nuestra
mente y nuestro corazón.
¿Cuál es,
pues, la respuesta como ser humano que vive en este mundo, con toda la confusión,
los disturbios, las revoluciones; con esta terrible división entre hombre y
hombre; con una sociedad inmoral…? ¿Cuál es la cuestión esencial en la vida? El
reto es nuevo, y al enfrentarnos a él en términos de pensamiento, lo hacemos
partiendo de los recuerdos acumulados y su respuesta vendrá de lo viejo, y lo
viejo no es el camino hacia el descubrimiento. De modo que desecho
completamente el uso del pensamiento para investigar. El pensamiento no trae
claridad, no es el camino para descubrir lo esencial. Hay que hallar una nueva
manera de vivir, de actuar, para poder descubrir lo que significa el amor.
El intelecto,
las emociones, la tradición, el conocimiento acumulado: ésos son los viejos
instrumentos. Los hemos utilizado de manera interminable sin que hayan
producido un mundo diferente, un estado mental distinto; son completamente inútiles.
Tienen su valor en ciertos niveles de la existencia, pero carecen de valor
cuando tratamos de descubrir una manera de vivir que sea del todo nueva. Para decirlo
de otro modo: nuestra crisis no está en el mundo, sino en nuestra conciencia. La
crisis está en la mente misma.
La cuestión
esencial en la vida es crear armonía interior. Tenemos que descubrir si de
alguna manera es posible vivir en este mundo en libertad psicológica. Si no hay
libertad interior, entonces empieza el caos y surgen los innumerables
conflictos psicológicos, las oposiciones e indecisiones, la falta de claridad y
de penetración profunda que se expresan en lo exterior. Uno tiene que acatar
las leyes, pero la decisión de obedecer, de consentir, viene de la libertad
interna.
Estamos fuertemente
condicionados por la cultura en que vivimos, por el ambiente social, la religión,
los intereses creados del ejército o de la política, o por el compromiso ideológico
al que nos hemos entregado. Así condicionados, somos agresivos, convierte a
cada uno en un ser humano egocéntrico, que lucha por “su yo”, por “su familia”,
por “su nación”, por “su creencia”. Además, en ese egocentrismo está el proceso
de aislamiento, de separación, de división, y esto hace que nos sea imposible
cooperar del todo.
¿Es posible
que como seres condicionados vivamos en este mundo completamente libres, no
solo de manera consciente, sino en las raíces mismas de nuestro ser? Ese es el
reto, el único problema. Porque si no se es libre, no hay amor; hay celos,
ansiedad, miedo, predominio. Si no se es libre, no se puede ver claramente y
no hay sentido de la belleza. Si ésa es la cuestión básica, el principal reto
de la vida, entonces hay un completo sentido interno de libertad; entonces no
hay miedo a la muerte, estamos en comunión, podemos comunicarnos, es posible
ser libre. El ser libre da a la vida un sentido totalmente distinto.
Y esta libertad
no está al final, no es una cuestión de liberarse con el tiempo, “llegar a ser”
libre mediante una disciplina, una fórmula. Si uno se da cuenta, sin elección
alguna, de que la mente está totalmente condicionada, entonces conocerá, o
empezará a sentir o captar el aroma o el gusto de ese extraordinario sentido de
libertad. Empezará, pero aún no lo tiene, no se escape con solo el aroma de un
perfume.
Krishnamurti
– La Libertad Interior
Por ser los individuos como somos, condicionados por todo y por todos, con ese asqueroso afán de ser más que el de al lado, de tener más, dudo mucho que llegue el día en que la paz interior y la libertad llegue.
ResponderEliminarNo estamos hechos para eso, no nos lo permitimos ni nosotros mismos. Seremos una máquina perfecta, pero tenemos todas las imperfecciones y esta precisamente es bien gorda.
Sin embargo no hay que dejar de intentar ser mejores personas y no incordiar mucho al prójimo.
Besotes y feliz fin de semana!!!!
Es verdad que le tenemos miedo a la libertad, no sabríamos qué hacer con ella, temeríamos que una humanidad libre de verdad nos aplastara de inmediato. Solo imaginamos posible la libertad si fuéramos el único superviviente; pero entonces ¿para qué nos serviría? Ahí está la clave del mensaje, convertirnos en el propio perfume llamado libertad interior.
ResponderEliminarSaludos!