martes, 30 de diciembre de 2014

La vida es Dios jugando al escondite (Alan Watts)


Cuando los niños me formulan esas preguntas metafísicas, fundamentales, que con tanta frecuencia aparecen en sus mentes: ¿de dónde vine al mundo? ¿cuándo lo hizo Dios? ¿dónde estaba yo antes de nacer? ¿Adónde va la gente cuando muere?... me parece que quedan satisfechos con una historia muy vieja y simple de los vedas, que cuenta que…




“No hubo nunca un momento en que el tiempo comenzara, pues éste va en redondo como un círculo, y en el círculo no existe el lugar donde la línea comienza. Gira, y asimismo gira el mundo, repitiéndose una y otra vez. Del mismo modo, hay veces en que el mundo es, y otras en que no es, pues si el mundo fuera, sin descanso, por siempre jamás, se cansaría horriblemente de sí mismo. Viene y va. Ahora lo ves; ahora no lo ves. De ese modo no se cansa de sí mismo, y regresa siempre después de desaparecer”.

“Es también parecido al juego del escondite, porque resulta siempre divertido buscar a alguien que no se esconde cada vez en el mismo lugar. A Dios le gusta jugar al escondite, pero como no hay nada fuera de Dios, no se tiene más que a sí mismo para jugar. Esta dificultad la supera simulando que él no es él. Esta es su manera de esconderse de sí mismo: simula que es tú, y yo, y toda la gente en el mundo, y todos los animales y plantas, las piedras y todas las estrellas. De este modo, le ocurren aventuras extrañas y maravillosas, algunas de las cuales son terroríficas. Pero éstas últimas son simplemente como malos sueños, que desaparecen cuando él se despierta”.

“Ahora bien: cuando Dios juega al escondite y pretende ser tú y yo, lo hace tan bien que le lleva mucho tiempo recordar cuándo y cómo se inventó a sí mismo. Pero ésa es justamente la gracia del juego, eso es lo que él quería conseguir. No quiere encontrarse a sí mismo demasiado pronto, pues eso estropearía el juego. Por eso es tan difícil para ti y para mí darnos cuenta de que somos Dios disfrazado y oculto. Pero cuando el tiempo se ha prolongado el tiempo suficiente, todos nosotros despertamos, o dejamos de simular, y recordamos que no somos más que el único Sí mismo, el Dios que es todo lo que es y que vive por siempre jamás”.


“Por supuesto, debes recordar que Dios no tiene forma de persona, ni hombre ni mujer, no tiene piel ni forma, porque no hay nada fuera de Él. Dios es el yo-mismo del mundo, pero no puedes ver a Dios por la misma razón que no puedes ver tus propios ojos sin un espejo. Tu yo-mismo está muy bien escondido, porque es Dios quien se esconde”.

“Puedes preguntarte por qué Dios, a veces, se oculta bajo la forma de gente horrible, o simula ser personas que sufren enfermedades y dolores. Primero recuerda que él no hace esto sino a sí mismo. Y que también que en todos los cuentos que te gustan debe de haber gente mala tanto como buena, pues la emoción de la historia consiste en enterarse de cómo los buenos salen con bien de su encuentro con los malos. Es como cuando jugamos a los naipes. Al principio de la partida los revolvemos todos en un montón, lo cual es similar a la forma en que se dan las cosas malas en este mundo; pero el objeto del juego es poner la mezcla en orden, y el que mejor lo hace es el ganador. Luego volvemos a mezclar, y a jugar, y así también ocurre con el mundo”.







Esta historia, obviamente mítica en su forma, no presume de describir científicamente el proceso de las cosas. Basándose en analogías con el juego y el drama, y recurriendo a la gastada palabra “Dios” en el papel de Jugador, este cuento solo intenta parecerse a la existencia. Los hindúes sofisticados no piensan en Dios como en un superpersona separada que rige el mundo desde arriba, como un Monarca. Su Dios se encuentra más “abajo” de “arriba”, y él (o ello) juega al mundo desde dentro.
   Ningún hindú puede advertir que es Dios disfrazado sin ver al mismo tiempo que esto es verdad para todos y todo lo demás. En la filosofía Vedanta nada existe, salvo Dios. Parecen existir otras cosas además de Él, pero solo porque Él está soñándolas y usándolas como disfraz para jugar al escondite consigo mismo. Por lo tanto, el universo de cosas aparentemente separadas es real solo por un momento, no eternamente, pues viene y va cuando el Yo-mismo se oculta y se encuentra a sí mismo.

Pero el Vedanta es mucho más que la idea o la creencia de que esto es así. Es, centralmente y sobre todo, la experiencia, el conocimiento inmediato de todo esto, y por eso constituye una subversión completa de nuestro modo ordinario de ver las cosas. Pone el mundo patas arriba… es el empujón que necesitamos para proyectarnos fuera de nuestra solitaria sensación de yo-mismo.

   Además, cuando se ve más allá de la ilusión del ego es imposible pensar en uno mismo como mejor o superior a los demás. En todas las direcciones, solo existe el único Sí-mismo jugando sus miríadas de juegos de escondite.


Alan Watts – El Libro del Tabú

1 comentario:

  1. Hace un tiempo escribí algo parecido a modo de broma:
    https://espanol.answers.yahoo.com/question/index?qid=20170326172728AAtQRci

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