Toda la existencia es como
una nube blanca: carece de raíces, de causalidad, de causa final, pero igual
existe. Existe como un misterio. Una nube blanca no tiene un camino propio.
Anda a la deriva. No tiene un lugar al cual llegar, un objetivo, un destino que
realizar, un fin. Una nube blanca flota hacia donde el viento la lleve. Un
sendero sin senda, un camino sin rumbo. No se resiste, no lucha; en movimiento,
pero sin intencionalidad alguna. Simplemente existir; ésa es la meta.
La meta es aquí y ahora.
Cuando la mente está en otra parte, la mente inicia su travesía. Entonces,
comienza a pensar y así comienza el proceso. Si el futuro está allí, entonces
la mente puede fluir y tener espacio para moverse. Un objetivo implica futuro,
y el futuro, a su vez, implica tiempo. Pero como la mente no puede existir sin
objetivos, sigue creando objetivos, aspira a encontrar algún sentido. Si los
objetivos mundanos se pierden, la mente crea objetivos religiosos. Si el mundo
de la competencia, del dinero, ya no sirve, entonces adquiere importancia otro
mundo de nueva competencia, de religión, de logros. Pero solo puede ser
religiosa una mente que no tiene objetivos. Pero eso significa que la mente ha
dejado de ser una mente. Piénsate a ti mismo como una nube blanca, sin mente.
Dondequiera que estés, ésa
es la meta. La meta no es algo que termina en algún punto, la meta es el
recorrido. La meta es cada momento. Aquí tú eres un Buda, un ser iluminado.
Aquí has tenido éxito. Aquí eres lo más perfecto que puedes. No hay nada más
que conseguir. En este mismo momento, todo está allí, solo que no estás atento.
Y no estás atento porque tu mente está en el futuro. No estás aquí. No eres
consciente de lo que te está sucediendo en este momento. Y esto es lo que ha
ocurrido siempre. En todo momento has sido un Buda. No ha dejado de ocurrir ni
por un solo momento. Esto no puede dejar de ocurrir; así es la naturaleza
misma, así son las cosas. ¡No te lo puedes perder!
Pero no eres consciente, y
no puedes serlo, a causa de tener una meta en algún lado que conseguir, a causa
de la creación de esa barrera y de la pérdida de lo que eres. Una vez que
descubras esto, una vez que te des cuenta, una vez que tomas conciencia de
ello, se te revela el misterio más grande de la existencia: que todos somos
perfectos. Eso es lo que queremos decir cuando afirmamos que cada uno es
Brahma, que cada uno es el alma, el alma final, divina. Tú eres eso, no es que
debas transformarte en eso. Si no lo fueras ya, ¿cómo podrías transformarte en
eso? Entonces, no es una cuestión de transformación: es una cuestión de
revelación.
No hay que tomarse la vida
como un problema. Cuando entras por esa vía, estás perdido. Una vez que piensas
que la vida es un problema, nunca lo puedes resolver. Así es como se mueve la
filosofía, y así es como la filosofía siempre se mueve erradamente. No hay
filosofías correctas, no puede haberlas, pues la filosofía implica considerar
la vida como un problema. La vida no es un problema, sino un misterio.
Una nube blanca es la cosa
más misteriosa, de repente aparece, de repente desaparece. Ni siquiera por un
momento se conserva la forma. Es cambiante, se transforma, como la corriente de
un río. Es un flujo. Y así es la vida. ¿Has adquirido una forma o estás
cambiando permanentemente? Eres un flujo, una nube, no tienes identidad. Si
tomas conciencia de esto, te transformas en una nube sin forma, sin nombre. Y
entonces te lanzas a la deriva.
Si puedes vivir la vida
como si no vivieras, estás de mi lado. Y cuanto más existas, tanto más enfermo
estarás. Cuanto menos existas, tanto más saludable estarás, tanto más ingrávido
serás, tanto más divino y dichoso serás.
Busca el misterio en la
vida. Dondequiera que mires (en las nubes blancas, en las estrellas de la
noche, en las flores, en un río que corre) busca el misterio. Y cuando
encuentres que allí hay un misterio, medita acerca de ello. Meditación
significa: disuélvete ante ese misterio, aniquílate ante ese misterio,
dispérsate ante ese misterio. Deja de existir y deja que el misterio sea tan
total que te absorba. Y, de repente, una nueva puerta se abre y se obtiene una
nueva percepción. De repente, el mundo terrenal de la división, de la
separación, ha desaparecido, y un mundo diferente, completamente diferente, de
unidad, aparece ante ti. Todo pierde sus límites.
Somos impotentes frente a
un misterio. Esa es la razón por la cual nos pasamos la vida transformando los
misterios en problemas. Porque con los problemas podemos hacer algo, sentirnos
que tenemos el control. Con los misterios, nos enfrentamos a la muerte, y no hay
control posible. Esta es la razón por la cual, mientras más matemático y lógico
se torna el intelecto humano, tanto menos abiertas están las posibilidades de
éxtasis a la mente humana; tanto menos es posible la poesía. Se pierde el
romance; la vida se vuelve fáctica y deja de ser simbólica.
Entonces, cuando digo que
mi camino es El Camino de las Nubes Blancas, se trata de un símbolo poético,
como un indicio de profunda fusión en lo misterioso y en lo milagroso. Si tu yo
desaparece, es porque te has transformado en la nube blanca.
Osho – Mi camino. El camino de las nubes blancas