(Esta narración
resume y comenta los aspectos de la creación humana incluidos en “El Libro
perdido de Enki”, de Zecharia Sitchin, y aparece sin autor expreso en la Biblioteca Pléyades.
Después de leer todos los libros de este autor, me he permitido hacer algunos
retoques y cortes, y añadir a su vez incisos personales)
Zecharia Sitchin fue uno
de los pocos eruditos versados en lenguas antiguas, con conocimiento, hablado y
escrito, del sumerio, lo que le permitió traducir el contenido de textos de
6000 años de antigüedad y llegar a la conclusión de que los pasajes conocidos
del Génesis del Antiguo Testamento, como muchos otros momentos conocidos
de la Biblia Hebrea,
que han sido asimilados en nuestra cultura como mitos o parábolas, son en
realidad pasajes recogidos de los textos sumerios, su fuente original.
Estos textos recogían
sucesos y crónicas de eventos muy anteriores protagonizados por seres inteligentes,
considerados por los sumerios como superiores o dioses, llegados de otro
planeta. También es sabido que fueron los sumerios los primeros en plasmar por
escrito los anales y relatos de dioses y hombres, de los cuales todos los demás
pueblos, incluidos los hebreos, obtuvieron los relatos de la Creación, Adán y Eva,
Caín y Abel, el Diluvio Universal, la
Torre de Babel, etc.
Estos seres tuvieron una
influencia directa en los acontecimientos ocurridos en la Tierra a partir de su misma
llegada, y su propio planeta, Nibiru,
antes incluso de ser habitado, ya había tenido un destino crítico en la
formación del planeta Tierra.
Algunas tablillas
describen la creación de la Tierra
actual a partir de un planeta primitivo, llamado por los habitantes de Nibiru
“Tiamat” (“dadora de vida”), que se
partió en dos a raíz del choque cataclísmico con Nibiru y sus satélites; un
planeta llegado de muy lejos, que por alguna razón desconocida, se vio atraído
por la fuerza gravitatoria del Sol. Uno de los satélites de Tiamat, Kingu,
dio origen a la Luna y
la otra parte del planeta se extendió en lo que hoy se conoce como el cinturón
de asteroides, y los sumerios llamaban “el
brazalete repujado”.
Uno de esos libros
(denominado por Zitchin “El Libro perdido
de Enki”), inscrito en catorce tablillas, afirman que un testigo presencial
de todos los acontecimientos, y quien dictó a un escriba los más importantes de
entre ellos, fue Ea (en sumerio, “Aquel cuyo hogar es agua”),
posteriormente llamado,Enki. Explican la llegada a la Tierra de seres procedentes
de Nibiru, los Anunnaki (literalmente “los
que del cielo a la Tierra
llegaron”) con el objeto de buscar el oro necesario para el
restablecimiento de su atmósfera dañada, planeta que completa un Shar (una vuelta a
nuestro Sol) cada 3600 años y se acerca,
en ocasiones de forma peligrosa, a las inmediaciones de Marte para completar
cada órbita, provocando eventos geológicos y climáticos, tanto en la Tierra como en Nibiru.
Por supuesto, los llegados
pertenecen a la casa real de Nibiru, son nobles, cuyas normas de sucesión y
herencia, y las disputas por el mandato y el lugar en la jerarquía, ocasionan a
lo largo de los cientos de miles de años conflictos enconados y violentos donde
hay asesinatos, destierros, castigos, diferencias de opinión y algunos
conflictos bélicos en la Tierra
con armas nucleares incluidas.
Estos seres privilegiados, que tuvieron la ocasión de conquistar un planeta
aparentemente no habitado hasta entonces por vida inteligente, pero al mismo
tiempo víctimas de un exilio forzoso motivado por el hecho de seguir proveyendo
del oro necesario para la supervivencia de la atmósfera de su planeta, no son
representados como “malos” ni “buenos”. Son capaces de una entrega
extraordinaria, de hazañas increíbles, la culminación de las cuales es la
creación de seres inteligentes, concebidos como “ayudantes” en la dura tarea de
extraer el tan ansiado oro, a riesgo de saltarse algunas normas y leyes
existentes en el Universo y convirtiéndose de esa forma en “creadores”,
pero también conocedores de la envidia, la codicia, la ambición, la
insatisfacción, la venganza, el odio y otros sentimientos considerados por
nosotros como “humanos” y los cuales provocan divisiones entre dos clanes
durante cientos de miles de años, el encabezado por Enki y el
liderado por Enlil, su hermanastro.
Tres hermanos, Ea (luego
llamado Enki), Enlil (señor del Mandato, a quien se asigna la Misión de la Tierra) y Ninmah (luego llamada
Ninhursag), son los protagonistas principales de esta historia, los tres hijos
de Anu, soberano de Nibiru, de entre un total de 600 que fueron
estableciéndose en la Tierra,
mas alrededor de otros 300, denominados Igigi (“los que observan y ven desde arriba”), que orbitaban en naves
sirviendo de enlace para el transporte del oro.
El relato sencillamente narrado resume la historia de cientos de miles de años (aproximadamente
450.000 a.C.)
desde su llegada hasta la entronización de Marduk (alrededor de mediados del
tercer milenio a.C. y coincidiendo con la Era de Aries). Su misión y la de sus
descendientes en la Tierra
comenzó a complicarse seriamente cuando decidieron crear al “Trabajador
Primitivo”, no sin antes sortear muchos obstáculos éticos, políticos y
técnicos.
Lo importante sobre el origen de la humanidad es que es un hecho absolutamente
único. Aparentemente, a juzgar por la crónica de Enki, nunca se había oído
hablar del hecho de crear un ser de la nada ya que “todos los seres descienden de una simiente evolucionada a lo largo de
eones”. Pero la necesidad de forjar un trabajador primitivo motivó que se
diera vía libre a una idea de Enki basada en poner la señal de los
Anunnaki a una simiente ya existente en la Tierra: homínidos que caminaban erectos sobre dos
piernas hace 300.000 años, y que vivían entre los animales de las estepas.
Enki convenció a su hermano Enlil de llevar a cabo semejante idea con un
argumento importante: no se trataba de crear esclavos, ya que la esclavitud
había sido abolida en su propio planeta miles de años atrás, sino de crear “un
ayudante” (¡Creemos un Lulu, un
Trabajador Primitivo, para que se ocupe del trabajo más duro,
que ese ser cargue sobre su espalda el duro trabajo de los Anunnaki!). No
se trataba de crear un ser de la nada, algo en manos únicamente del “Creador de Todo”, sino de favorecer la
evolución poniendo la marca de los Anunnaki en seres homínidos propios de la Tierra. La idea de Enki
no era crear una nueva criatura, sino “hacer
más a su imagen y semejanza a una ya existente”.
No fue una decisión fácil. Se preguntaron si era Hado o Destino llevar a cabo
tal plan y si el Dios Creador de Todo daría el visto bueno a dicho plan para
salvar de la destrucción a Nibiru o no. Pero al final se pusieron manos a la obra
y de esta forma Enki, Ninmah y Ningishzidda, el hijo de Enki, comenzaron el
proyecto. Se trataba de mezclar una hebra de la esencia del ser ya existente en
la Tierra con otra hebra de ADN del Anunnaki.
Los relatos hablan claramente de un proceso de manipulación genética en el que
se planeó el primer bebé probeta de la historia, empleando un óvulo de una
madre homínida y fertilizándolo con material genético propio (medido en
proporciones exactas con objeto de conferirle la imagen, pero no todas las capacidades
ni ciclo vital).
Tal y como se narra en el Libro Perdido de Enki, colocaron un óvulo de la
hembra bípeda en un recipiente de arcilla (de la Tierra, después de varias
pruebas fallidas empleando material de cristal) y se mezcló con “objetos diminutos”, con fórmulas que
contenían la simiente Anunnaki (en una clara referencia al ADN) y
posteriormente, una vez fecundado el óvulo de la hembra bípeda, lo colocaron en
una matriz Anunnaki, concretamente en la matriz de Ninmah, tras lo cual hubo
concepción y ésta dio a luz un varón sano, sin pelo en el cuerpo, con los
sentidos perfectos y capacidad para hablar, al que llamaron “Adamu” (el
Adán del Antiguo Testamento).
Posteriormente Ninmah se reunió con siete sanadoras Anunnaki de la
ciudad y les pidió que aceptaran la tarea de ser “matrices” para otros óvulos
fecundados de la misma forma. Pero esta vez, colocaron óvulos de hembras
bípedas y los fecundaron con la esencia (material genético) de Adamu,
pronunciando una frase de encantamiento, enlazando de esa forma la esencia del
Cielo y de la Tierra
por parentesco sanguíneo. Insertaron los óvulos en sus matrices y las Anunnaki
dieron a luz a siete trabajadores primitivos más.
Viendo que la tarea de
crear un ejército de esta manera era demasiado ardua, decidieron crear a la
contraparte femenina, a la que llamarían “Tiamat” (con el mismo nombre de la Tierra primitiva antes del
cataclismo) y esta vez cambiaron las esencias Anunnaki para ajustarlas a este
fin de creación de una fémina (esta vez en la matriz de Ninki, la esposa de Enki).
De esta forma, crearon más hembras posteriormente para que éstas se
reprodujeran de forma natural con los varones ya creados; sin embargo
observaron que no había procreación entre hombres y mujeres primitivos. Ninguna
de ellas tenía descendencia; volvieron a repasar las “esencias” Anunnaki
empleadas (las hebras y componentes genéticos empleados para el proceso) y
vieron que las esencias estaban dispuestas como 22 ramas en un Árbol de la Vida, pero no incluían
la capacidad de procrear (¡el par de cromosomas X e Y nº 23!).
Se puede inferir, que se
estaba produciendo un rechazo que impedía la procreación. Sin embargo, la
presión por crear a “trabajadores primitivos” para extraer el oro de África era
cada vez mayor.
¿Qué harían en este
momento después de tanto trabajo empleado y de que Enlil aprobara a
regañadientes la operación?.
Ningishzidda, el hijo de Enki, experto en estos temas, tenía la solución; tal y
como se describe en “El Libro Perdido de Enki” durmió a Enki, Ninmah, Adamu y
Tiamat y extrajo de la costilla de Enki (¿o quizá de la médula ósea?) y Ninmah
su esencia vital; en la costilla de Adamu insertó la de Enki y en la de Tiamat
la de Ninmah, añadiendo al Árbol de la Vida dos ramas más con fuerzas procreadoras.
Sin duda, todo ello tiene relación con el relato de la
costilla de Adán y Eva conocido por el Génesis y que muchos
entendíamos como “mito” o “leyenda”.
Parece estar describiendo
algún tipo de implante que permitió que ese rechazo inmunitario que
impidió la original descendencia fuera superado por medio de la inserción de
material genético de dos seres productivos a dos seres sin capacidad de
procreación.
Al igual que en el Antiguo Testamento, el texto sumerio recoge la idea de que a
partir de ese momento, en que Adamu y Tiamat se “encontraron” y tomaron
conciencia de su desnudez y de
su feminidad y virilidad, algo cambió por completo. Todo
ello horrorizó a Enlil que creyó que se les había dado a esos seres creados las
últimas porciones de la “esencia vital” Anunnaki y que quizás se les había
conferido incluso sus ciclos vitales (de miles de años de vida) y la capacidad
de autocuración y auto-regeneración.
Fue entonces cuando el
hermano de Enki, Enlil, inseguro con el proyecto humano desde el principio,
decretó que Adamu y Tiamat se marcharan del Edin, donde hasta entonces estaban
alejados del duro trabajo, pues el objetivo original era que permanecieran como
“moldes” perfectos de la creación humana, sólo dedicados a la procreación.
Enlil ordenó que fueran exiliados allí donde se les necesitaba, al Abzu (África
Sudoriental) dedicados de pleno al trabajo de extraer el oro, como todos los
demás humanos creados.
De esta forma fueron
expulsados del Edin. Las alusiones a una “serpiente” maligna hacen una
clara referencia al símbolo con que se representaba el propio Enki, conocedor
de los secretos de la manipulación genética y director de todo este proyecto de
la creación del Trabajador Primitivo.
Y de esta forma la
humanidad comenzó a proliferar. Pero después de decenas de miles de años, Enki
observó que los seres creados estaban degenerando hacia sus antepasados salvajes. En ese
momento, Enki encuentra en el Edin dos hembras de gran atractivo y ambas
procrean de él dando a luz a Adapa (Adán) y Titi (Eva). Adapa, sumamente
inteligente, se convierte en el primer hombre civilizado. Adapa y su
hermanastra Titi a su vez se emparejan dando a luz
a Kain y Abael (en clara referencia a Caín y Abel).
En el Antiguo Testamento podemos encontrar multitud de casos en los
que el varón tiene por esposa a su hermanastra. Esto está íntimamente
relacionado con la Ley
de herencia de los Anunnaki, que convierte en herederos legítimos a los hijos
de la hermanastra, antes que al primogénito, si éste ha sido concebido por una
mujer de otra clase social. Esta ley Anunnaki marcó el destino de toda
la Misión de la Tierra multitud
de veces. Enki tuvo otro hijo más con otra terrestre, al que llaman Ziusudra (Noé).
Antes del gran Diluvio que
se produciría, tal y como describe una de las tablillas, por la cercanía
de Nibiru y las inestabilidades creadas en la atmósfera
de la Tierra
(el brusco derretimiento de los hielos del Polo Sur), Enlil decreta el final de
la Misión en la Tierra y se niega a salvar
a la humanidad; nunca había visto con buenos ojos el proyecto de creación
humana y aprovecha el momento para obligar a todos por juramento a que ningún
humano sea salvado de la catástrofe.
Sin embargo, Enki, su
hermano y creador intelectual del “trabajador primitivo” tiene una visión o
sueño que le dice que debe salvar a Ziusudra, su hijo, dándole entonces
instrucciones claras sobre cómo construir una barcaza cerrada y sellada con
pez, donde se colocan algunos pequeños animales (las esencias de otros
mamíferos y plantas ya habían sido extraídas y conservadas por Enki para evitar
el fin de la vida de la Tierra
y poder reconstruir la vida tras el Diluvio).
De esta forma, Ziusudra,
así como algunos descendientes de Kain en otra parte del mundo, ya que habían
sido desterrados del Edin tras el asesinato de Abael a manos de su hermano, se
salvan del Diluvio.
Un ejemplo de mala
interpretación que ha dado origen a muchos problemas es que la Biblia Hebrea recoge
la palabra “Elohim” o “Dioses” (es una palabra plural) indistintamente para los
actos y decisiones de los principales Anunnaki, fusión que modifica
completamente el sentido original.
¿Quiere todo esto decir que Dios o Creador de Todo no existe?.
En absoluto, quiere decir lo que quiere decir, que nosotros no somos fruto
de la evolución homínida, sino de una inteligencia superior, superior a la
nuestra, no a la de Dios Creador del Universo. Eso lo tenían claro, y
así lo reflejan las propias tablillas, hasta los propios protagonistas de esta
historia, los Anunnaki, que en muchas ocasiones se plantean si sus acciones
serán del agrado del “Dios Creador de Todo”.
Si tenemos en cuenta que pocos sobrevivieron al Diluvio Universal y que sólo
Ziusudra y su prole (Noé, hijo de Enki con una terrestre que a su vez se había
creado de Anunnaki y bípeda homínida) entre muy pocos y contados pudo hacerlo,
nos viene a decir, que el Padre Genético de toda la Humanidad es Enki,
un ser Anunnaki de una inteligencia y capacidades extraordinarias, y que
nuestro componente de “mamífero bípedo” es menor desde el punto de vista de la
composición genética. La mitad de nuestra genética, a tenor de todo esto, es
cien por cien Anunnaki y la otra mitad es Anunnaki en un porcentaje
superior al cincuenta por ciento.
Sin embargo, es cierto que
no somos ni el pálido reflejo de lo que fueron los primeros humanos creados
que, si bien no habían heredado la longevidad Anunnaki, vivían, como bien
atestigua el Antiguo
Testamento cientos de años, y que en cada generación el número de años hasta llegar
a nuestros días fue disminuyendo.
El Libro Perdido de
Enki termina en sus últimas páginas con esta crónica:
“Babili, donde Marduk
declaró la supremacía, se libró del “Viento
Maligno”. Todas las tierras al sur de Babili fueron devoradas por el Viento
Maligno; también alcanzó al corazón de la segunda región. Enki le hizo
considerar a Enlil el libramiento de Babili como un augurio divino”.
Babili es por
supuesto Babilonia, y la tablilla marca el final de la crónica que comienza con
la era de la supremacía de Marduk, que no era el heredero designado
inicialmente para la Tierra
en Babilonia y en la Tierra,
sino Ninurta, hijo de Enlil, pero que el destino (¿Hado o Destino?, se
preguntaban los propios protagonistas) quiso que fuera finalmente el Heredero
de la Misión.
El Viento Maligno es la traducción sumeria de las también llamadas
“armas del terror” que fueron empleadas hace miles de años, como resultado de
las disputas entre dos bandos y las múltiples ambiciones de unos y otros; armas
nucleares, ni más, ni menos.
Muy probablemente la
esposa de Lot no fue convertida en sal por el castigo de “Dios” al desobedecer
su orden, sino que fue convertida en polvo como consecuencia de una explosión
nuclear (la palabra que se traduce habitualmente por “sal” tiene el sentido de “columna de vapor”. El Libro de Enki refleja que más bien los “dioses” se
lamentaron amargamente de la suerte que habían corrido las ciudades de la Tierra civilizada por las
deflagraciones nucleares que nunca tuvieron que haber ocurrido.
De hecho, no fueron
resultado de una decisión consciente o meditada, sino que se produjo un error
de cálculo con unas armas que nunca debieron haberse encontrado en la Tierra y que estaban aquí
como consecuencia del mismo origen de la Misión en la Tierra.
Durante cientos de miles
de años estuvieron escondidas para que no fueran usadas, y como puede
imaginarse, quien lo hizo finalmente no era plenamente consciente de los
efectos que aquello iba a acarrear.
Si la datación y el origen
sumerio de las tablillas es incontestable; si ninguna autoridad
científica, versada en idiomas de la antigüedad ha contradicho jamás una coma
de las traducciones de Sitchin; si jamás se ha negado el origen milenario de
las tablillas sumerias, que hoy están expuestas en algunos prestigiosos museos
del mundo; dado que multitud de hechos que narran las tablillas han sido
posteriormente verificados y encontrados correctos por nuestros conocimientos
científicos… ¿Acaso no estamos obligados a considerar esta visión sobre nuestro
origen y el pasado de la Tierra?
La dificultad para
asumirlo en su totalidad ciertamente es inmensa, en particular el hecho de que
podríamos ser producto de la manipulación genética por parte de seres más
inteligentes, y diseñados “a imagen y semejanza” de seres superiores en
inteligencia, desarrollo tecnológico y civilización y con conocimiento profundo
de la genética y la naturaleza.
¿Resulta todo esto más difícil de asumir que el hecho de que somos producto de
una evolución de seres homínidos con los que aun compartimos espacio en la Tierra?
Pero estamos en el momento
exacto en que merece la pena que consideremos todo esto para nuestro bien ya
que el conocimiento ha sido desvelado y está a nuestro alcance. No podemos
seguir ignorándolo. Incluso si asumimos todo esto, parece que tampoco esta
verdad refleja Toda la
Verdad, sino que estos hechos históricos se enmarcan en otra
Verdad de una dimensión aun superior.
Como dice B.
Marciniak en “Mensajeros del Alba”:
“Los planificadores originales de la Tierra pertenecían a la Familia de la Luz (que es información) y
decidieron que la Tierra
fuese una biblioteca cósmica. Civilizaciones nacieron en la Tierra hace 500.000 años y
yacen bajos los hielos de la Antártica.
Ciertos dioses creadores (en clara
referencia a los Anunnaki) llegaron para apoderarse de esta biblioteca
viviente hace 300.000 años, hubo lucha y ganaron.
Estos nuevos dueños no querían que la especie
humana tuviera acceso a la información. La humanidad es un
experimento.
Fue diseñada como casi todo lo que existe
en la Creación. El
Creador hizo brotar de sí energías, a quienes dotó de los mismos dones que
poseía. Estas energías, que llamaremos ‘dioses’, empezaron a probar sus dones.
Estos nuevos dueños eran conocedores de la
ingeniería genética, y sabían que la conciencia existe en todas las cosas, así
que ajustaron las energías electromagnéticas de la conciencia para que vibrara
a cierta frecuencia. Los nuevos dueños se nutrían del temor y del caos.
Reestructuraron el ADN para que el hombre
funcionara dentro de una escala limitada; el ser humano original tenía doce
filamentos, contribución de doce civilizaciones; estos nuevos dueños lo
redujeron a dos.
Se rodeó al planeta de un cerco desde el cual se
controlaba la frecuencia de los humanos para ser modificados. Este cerco
impedía que la Luz
llegara como antes.
Y cuando lograban pasar la barrera no había
respuesta en la Tierra,
pues los humanos estaban desconectados. La mayor tiranía en una sociedad no es
el control por la ley marcial, sino la manipulación psicológica de la
conciencia, de manera que los que viven dentro de esa realidad ni se dan
cuenta que están prisioneros.
Ni saben que existe otra cosa fuera de ellos.
Ustedes han estado controlados como ovejas en el
redil por quienes se sienten vuestros dueños, desde el gobierno y el
establecimiento de los que están en el espacio.”