Surjan o no los budas,
sigue siendo un hecho la constitución fija y necesaria de la existencia
condicionada, el que todo sus constituyentes son no permanentes, producen dolor
y están desprovistos de realidad. Pero cuando surge un buda, éste describe,
proclama y enseña este hecho. Ahora, quien conozca y entienda estas tres
características de la existencia infinita –transitoriedad, sufrimiento e
impersonalidad– se vuelve inmune al dolor. Éste es el camino de la pureza, y el
hombre sabio y moral que conoce el significado de estas cosas rápidamente
seguirá el camino que conduce a la bendición del nirvána. Pero tened en cuenta que los Budas solo enseñan el camino:
vosotros mismos tenéis que hacer el esfuerzo. No cometer ofensas morales, hacer
el bien y limpiar el propio corazón: ésa es la enseñanza de todos los Budas.
He obtenido el Dharma que
es profundo, difícil de percibir, trascendente, que está más allá de la esfera
del intelecto, es sutil y comprensible solo para el sabio: pero este mundo de
los hombres sigue con sus ataduras trabado y cegado. Por tanto será difícil
para la humanidad entender el principio de la originación por medio de la
causa. Será una tarea difícil que las gentes comunes comprendan el cese de
todas las cosas compuestas, la renuncia de toda atadura al renacimiento, la
extinción del ansia, la ausencia de pasión, la obtención de la vida eterna del nirvána.
¿Por qué deben sufrir
tanto los seres? Por no entender ni captar las cuatro verdades santas, tenemos
que deambular tanto tiempo en esta fatigosa ronda de reencarnaciones. ¿Y cuáles
son estas cuatro verdades?: la
Verdad sobre el sufrimiento, la verdad sobre las causas del
sufrimiento, la Verdad
sobre el cese del sufrimiento y la verdad sobre el camino que conduce al cese
del sufrimiento.
Hay dos extremos que no
deben ser seguidos por el que ansía la salvación. ¿Cuáles son éstos? Por una
parte, la devoción a los placeres de los sentidos, una costumbre que es baja,
nada santa, vulgar, degradante, ruinosa y sin beneficios. Por otra parte, están
las penalidades y mortificaciones que uno se impone a sí mismo: el dolor y la
tristeza sin beneficio.
Evitando esos dos extremos, he descubierto
ese camino medio que conduce a la perfección y la sabiduría, que conduce a la
tranquilidad, la iluminación suprema, el nirvána.
Ése es el Noble Sendero Óctuple: visión, pensamiento, lenguaje, acción, vida,
esfuerzo, atención y concentración rectos.
¿Hasta qué punto puede
alguien ser llamado un ser? Ese
deseo, ese ansia, ese anhelo que se interesa por el sentimiento, o por la
percepción, o por las formaciones mentales predispuestas, o por la conciencia
discriminativa, atado por todo ello, bien atado por todo ello, se llama ser.
Eso que valiosamente se
llama pensamiento, la mente y la consciencia, es lo mismo que la gente común e
ignorante piensa “éste es mi ser”.
Sería mejor que consideraran el cuerpo, más que la mente, como el ser. El cuerpo se ve como permanente
durante muchos años, pero eso que variadamente se llama pensamiento, mente y
consciencia, por la noche se disuelven como una cosa y por el día reaparecen
como otra. ¿Es el cuerpo permanente o perecedero? Y lo que es perecedero,
¿causa dolor o felicidad permanente? ¿Y es correcto considerar lo que es
perecedero y doloroso como “éste es mi
ego, ésta es mi alma, éste es mi verdadero ser”? El cuerpo no es el ser,
pues si lo fuera no estaría sometido a la enfermedad, y sería exactamente lo
que deseáramos que fuera. Lo mismo sucede con los sentimientos, percepciones y
formaciones mentales predispuestas, y con la consciencia. Si la consciencia
fuera el ser no estaría sometida a la angustia y sería exactamente lo que
deseáramos que fuera. ¿Sería correcto considerar cualquiera de esos elementos,
perecederos y dolorosos como “éste es mi ego, ésta es mi alma, éste es mi
verdadero ser”?
Pues bien, siendo así, el
que sea capaz de ver todas las cosas como realmente son, considerará todos los
cuerpos, sentimientos, percepciones, predisposiciones y consciencia, sean del
pasado, presente o futuro, sean internas o externas, groseras o sutiles,
lejanas o cercanas, como “nada de esto es
mi ego, nada de esto es mi alma, nada de esto es mi auténtico ser”.
Considerando esto, el
discípulo santo y sabio se aparta del cuerpo, los sentimientos, las
percepciones, predisposiciones y consciencia. Y al apartarse, se libera del
ansia, se emancipa, y en aquel que está emancipado surge el conocimiento: “soy
libre, la reencarnación se ha agotado; ya he vivido la vida religiosa, no me
queda nada más por hacer; no quedan más vidas bajo condiciones finitas”.
Esparce tu cuerpo, tu sentimiento, tu
percepción, tus predisposiciones, tu conciencia discriminativa, rompe todo eso,
derríbalo, deja de jugar con ello, aplícate a la destrucción del deseo de esas
cosas. Verdaderamente, la extinción del deseo es el nirvána.
Robert Allen Mitchell – Buda: Su vida contada de nuevo
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