No importa cómo se llamen: pareja, amigo, amante, hermano, tío, prima, padres o sobrinos…, mientras no permitas que las personas de tu alrededor sean libres de pensar, sentir, decidir y actuar sin tu permiso, la relación antes o después… fracasará. No se trata de que tú le des permiso, ni que estés o no de acuerdo con lo que hacen. No es tu misión decidir esto.
Lo cierto es que todas y cada una de las personas que habitan este planeta son libres, completamente libres de hacer con sus vidas lo que crean y estimen más oportuno, sin que tú por eso tengas que sentirte ofendido o enfadado, y esto ocurre más de lo que nos gustaría.
El “permitir” desde nuestra parte que escojan su propio camino nos hace liberarnos de cosas tan amargas como: juzgar, criticar, sentirnos mal, enfadarnos… nadie es igual a nadie. Somos únicos e irrepetibles. En nuestra unidad con el Todo, cono nuestros deseos y propios aprendizajes.
Por lo que mientras más despejemos el camino de los demás dándoles la libertad de que aprendan lo que han venido a experimentar, mejor para ellos y para nosotros, ya que podemos avanzar libres de cargas que no nos corresponden en absoluto. No se trata de estar de acuerdo con sus actuaciones, sino de permitirles que tengan su propio concepto de ver y hacer las cosas.
Mientras más libertad des, con más autonomía amarás a las personas que tienes cerca; mientras más juzgues, critiques, limites…, más solo te sentirás, porque abandonarás la Unidad para convertirte en un ser insociable y retraído, tu corazón sufrirá y tu cuerpo físico también, y estamos en época de unión, de ser un Todo con todos.
Nuestra misión no es más ni menos que ser felices y, aunque parezca extraño, es posible…, aunque pienses que no es el momento adecuado.
María A. Servián – El Aprendizaje
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