Un humanista es alguien
que sitúa a la persona, su vida y sus valores en el centro de su visión del
mundo. El humanismo da gran importancia a la libertad, la razón y las
posibilidades y derechos del individuo; pero la razón es solo una de las
herramientas que empleamos para comprender el mundo. También hemos de usar
nuestra capacidad de cosechar experiencias. Razón y experiencia constituyen la
base de nuestro conocimiento.
El ser humano no puede, ni
basándose en la razón, ni en las experiencias, decir que existe un dios. Pero
tampoco se puede decir con seguridad absoluta que no exista ninguno. Un humanista suele por tanto definirse como agnóstico.
Los humanistas reconocen que las facultades
del ser humano son limitadas. Hay preguntas a las que no sabemos contestar. Hay
enigmas que no sabemos solucionar. Y sin embargo es humano formarse ideas sobre
lo desconocido. Lo que no debemos hacer es convertir esas ideas en principios
religiosos absolutos. En la práctica, los humanistas adoptan por tanto una
postura atea. Viven como si no existiera ningún dios. No aceptan ninguna
realidad sobrenatural, porque carecen de fundamento para creer en alguna;
existe una sola realidad que es relevante para la vida.
Como los humanistas no
cuentan con ningún destino o voluntad divina que dirija la vida de los hombres,
subrayan que el ser humano tiene que fiarse de sí mismo. El hombre es su propio
señor. La visión que tiene el humanismo de los seres humanos es positiva y
optimista. El ser humano tiene gran valor y muchas posibilidades, y es bueno
por naturaleza.
Los humanistas señalan a menudo al hombre
como un ser espiritual, con facultades y posibilidades que superan a las de
todos los demás seres, y también una libertad muy distinta. Posee la facultad
de crear algo mediante el trabajo y la actividad artística.
El ser humano constituye
también una parte de la naturaleza, y como tal está ligado a sus leyes. El alma
humana está totalmente relacionada con las funciones del cerebro. El humanismo
rechaza por ello que el hombre tenga un alma inmortal. El hombre no tiene
ninguna consciencia después de la muerte.
El ser humano es un ser único. Pero, aunque
somos distintos, todos los seres humanos somos igual de valiosos. La tolerancia
mutua ante las cualidades que distinguen a los unos de los otros es uno de sus
ideales principales.
También es muy importante
el que ningún ser humano sea usado como medio para algún otro fin, sea por
“necesidad histórica”, medios políticos superiores u otra cosa parecida. Una
persona a menudo puede encontrar sentido en lo de “sacrificarse” por una causa,
pero jamás debe ser convertido involuntariamente en víctima para los fines de
otros. Cualquier persona es un fin en sí misma, jamás ha de ser tratada como un
mero número en la masa.
El objetivo debe ser que todo el mundo pueda
realizarse personalmente y desarrollar sus aptitudes; la felicidad y la
autorrealización del individuo son por tanto de gran importancia.
Con su énfasis en la
singularidad de cada uno, los humanistas tienen una visión individualista del
ser humano. Pero éste no vive solo para sí y lo suyo. Los humanistas suelen
identificarse con la humanidad en general, y tienen una visión optimista de su
evolución.
Opinan que el ser humano
gracias a su razón conoce la diferencia entre el bien y el mal. No necesita
ningún mensaje o reglas impuestas desde fuera. Sobre una base puramente
racional sabe establecer ciertos valores y normas fundamentales.
El principio ético más importante de los
humanistas es la regla de oro que dice que debes hacer a los demás lo que
quieres que los demás te hagan a ti. Dicho “principio de reciprocidad” se puede
establecer sobre una base humana, como el respeto por la dignidad y la
inviolabilidad del ser humano. Los derechos humanos ocupan, por tanto, un lugar
principal. Como prójimo, estoy obligado a luchar por la libertad, la igualdad y
la justicia entre los hombres en el mundo entero.
Con su énfasis en la vida
en la tierra, en el aquí y ahora, los humanistas también luchan por un mayor
bienestar material. Ahora bien, este objetivo tiene que sopesarse
constantemente con los valores vitales y la calidad de vida en un sentido
amplio. El fin en sí no es un aumento ciego de la eficiencia, ni un materialismo
ávido de placeres. En este sentido, el humanismo se opone al materialismo y al
desarrollo tecnológico unidimensional, sea bajo el auspicio socialista o
capitalista.
Jostein Gaardner, Victor Hellern, Henry Notaker – El Libro de las Religiones
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