Parece que en nuestra
mente el universo entero es la palabra de Dios: algo absoluto e inmutable. Así
nos comportamos. En lo más profundo de nuestra mente existe un mecanismo de
control que nos impide detenernos a analizar que, tal como la aceptamos y
creemos en ella, la palabra de Dios pertenece a un mundo muerto. Por su parte,
el mundo vivo es un flujo constante. Se mueve, cambia, invierte la dirección.
El motivo por el cual los pases mágicos
de los chamanes de mi linaje lo son consiste en que, al ejecutarlos, los
cuerpos de los practicantes se percatan de que, en lugar de ser una cadena
ininterrumpida de objetos afines, todo es una corriente, un flujo. Si todo lo
que existe en el universo es un flujo o una corriente, ésta puede detenerse. Es
posible represarla para detener o desviar el flujo.
Los chamanes del linaje de
Don Juan creían que, en un sentido amplio, la conciencia acrecentada creaba un estado de bienestar. Se dieron
cuenta de que, al entrar en estados de conciencia
acrecentada, sus cuerpos se movían involuntariamente de determinadas maneras
que eran el origen de la peculiar sensación de plenitud física y mental, los
movimientos se producían espontáneamente y una fuerza guiaba los efectos sin la
intervención de la voluntad. Los pases
mágicos producen un efecto que no responde a las explicaciones habituales.
Los movimientos no son ejercicios físicos ni posturas corporales, sino
verdaderos intentos de alcanzar el estado óptimo del Ser. Se denominan pases mágicos ya que, al practicarlos,
en lo que a la percepción de refiere, los chamanes son transportados a otros
estados del ser en los que perciben el mundo de manera indescriptible. El
propósito es redistribuir la energía. Los seres humanos tienden espontáneamente
a apartar la energía de los centros de vitalidad, a través de las
preocupaciones y dejándose arrastrar por el estrés de la vida cotidiana. La
coerción de las actividades diarias pasa factura al cuerpo; se acumula en la
periferia de la bola luminosa y en
ocasiones forma un depósito grueso semejante a la corteza del árbol.
Los pases mágicos se vinculan con el ser humano total en cuanto cuerpo
físico y como conglomerado de campos de energía. Agitan la energía acumulada en
la bola luminosa y la devuelven al
cuerpo físico propiamente dicho. La verdadera magia de los pases mágicos es que permiten que la energía encastrada vuelva a
entrar en los centros de vitalidad.
El objetivo es la
redistribución de la energía y las tres cuestiones que lo acompañan: la interrupción del diálogo interior, la
posibilidad del silencio interior y la fluidez del punto de encaje. Una vez
que el diálogo interior se reduce al mínimo, notas la llegada del silencio interior. Un nuevo flujo de
cosas entra en tu campo de percepción. Estas cuestiones siempre estuvieron en
la periferia de tu conciencia general, pero no disponías de suficiente energía
para ser deliberadamente consciente de su existencia. A medida que desvías el
diálogo interior otros elementos de la conciencia ocupan el espacio vacío. El
nuevo flujo de energía que los pases
mágicos llevan a tus centros de vitalidad da una fluidez a tu punto de encaje, que ya no está
rígidamente vallado. Los miedos ancestrales que nos impiden dar un paso han
dejado de impulsarte.
Mediante la redistribución
de la energía que no se utiliza, los pases
mágicos conducen a los practicantes a un nivel de conciencia en el cual los
parámetros de la percepción normal tradicional quedan anulados porque se
expanden. Así, los practicantes incluso pueden entrar en mundos inimaginables.
Ahora sé que los humanos somos seres de la conciencia, que participamos en el
evolutivo viaje de la conciencia y
que estamos llenos a rebosar de recursos increíbles que jamás aprovechamos.
La recapitulación es la técnica descubierta por los brujos del antiguo
México con el fin de alcanzar dos objetivos trascendentales: en primer lugar,
el fin abstracto de cumplir el código universal que exige renunciar a la
conciencia en el momento de la muerte. Vieron
que en el universo existe una fuerza descomunal, un inmenso conglomerado de
campos de energía al que denominaron águila
o el oscuro mar de la conciencia, que
es la fuerza que da conciencia a todos los seres vivos. En su opinión, los
seres vivos mueren porque están obligados a devolver su conciencia prestada.
Consideraban que la recapitulación
suponía dar al oscuro mar de la
conciencia lo que buscaba: experiencias vitales, es decir, adquirían un
grado de control que les permitía separar las conciencias vitales de la fuerza
vital, que no estaban unidas de manera indisoluble.
Como es imposible explicar estos fenómenos
según la lógica al uso, los chamanes aspiraban a lograr la hazaña de retener la
fuerza vital sin saber cómo lo hacían. Solo se trata del ingreso en un proceso
evolutivo con la ayuda del único medio de que el hombre dispone: la conciencia.
Los chamanes tenían el convencimiento de que, biológicamente, el hombre no
puede seguir evolucionando, por lo que llegaron a la conclusión de que la
conciencia humana era el único modo de evolución. En el momento de la muerte,
los chamanes no son aniquilados, sino que se transforman en seres inorgánicos, seres que tienen
conciencia pero carecen de organismo. Para ellos, la transformación era
evolucionar, y suponía el acceso a una clase de conciencia nueva e
indescriptible, conciencia que realmente duraría millones de años y que algún
día tendrían que devolver.
El segundo objetivo de la recapitulación es el fin pragmático de
adquirir fluidez perceptiva. El fundamento se relaciona con uno de los temas
más esquivos de la brujería: el punto de
anclaje, punto de luminosidad intensa, del tamaño de una pelota de tenis,
perceptible cuando los chamanes ven
al ser humano como un conglomerado de campos de energía. Billones de campos de
energía con forma de filamentos de luz que proceden del universo en general
convergen en el punto de anclaje y
los atraviesan. El ser humano la convierte en datos sensoriales. A
continuación, los interpreta como el mundo de la vida cotidiana, es decir, en
función de la socialización y el potencial humano.
La recapitulación
significa revivir todas o casi todas las experiencias que hemos tenido y, de
este modo, desplazar un poco o mucho el
punto de anclaje y llevarlo a adoptar la posición que ocupaba cuando
aconteció el hecho recapitulado. El acto de desplazarse entre posiciones
anteriores y la presente proporciona la fluidez necesaria para salvar los
obstáculos extraordinarios en sus viajes al
infinito.
Los chamanes están
convencidos de que el misterio de la recapitulación
reside en el acto aspirar y espirar. Como se trata de una función que sustenta
la vida, creen que a través de la respiración también podemos entregar al
oscuro mar de la conciencia el facsímil de las propias experiencias vitales.
Cuestiones como la recapitulación no
se explican, simplemente se experimentan. Al vivirla podemos encontrar la
liberación, y explicarla equivale a consumir energía en esfuerzos inútiles.
Cualquier cambio de comportamiento tendría que realizarse a través de la recapitulación, porque es el único medio
que puede realzar la conciencia y liberarnos de las demandas implícitas de la
socialización.
El silencio interior es el estado natural de la percepción humana en el
que los pensamientos quedan bloqueados y nuestras facultades funcionan con un
nivel de conciencia que no exige la utilización del sistema cognitivo cotidiano.
La percepción humana que funciona en las condiciones de silencio interior puede alcanzar niveles indescriptibles. Algunos
de ellos son universos en sí mismos, son estados inefables e inexplicables.
El
silencio interior es la matriz de un espectacular paso evolutivo: el conocimiento silencioso, es decir, el
nivel de la conciencia humana donde el conocimiento es espontáneo e
instantáneo. A este nivel el conocimiento no es consecuencia de la reflexión
cerebral, la inducción y la deducción lógicas, o las generalizaciones basadas
en las semejanzas y las diferencias. En el nivel de conocimiento silencioso no hay nada apriorístico o que constituya
un caudal de conocimiento, ya que todo ocurre inminentemente ahora. El conocimiento silencioso le fue insinuado
al hombre primitivo pero, en realidad, nunca lo poseyó. A pesar de que hemos
perdido dicha insinuación, a través del silencio interior la humanidad siempre
tendrá abierto el camino que conduce a él.
El silencio interior debe acumularse o almacenarse poco a poco, segundo
a segundo, tenemos que obligarnos a ahorrar silencio y alcanzar el umbral de
tiempo acumulado. Entonces se experimenta parar
el mundo; éste deja de ser lo que era y se es consciente de ver la energía
como fluye por el universo. Lo que se experimenta en el instante de parar el mundo es el resurgimiento del
cuerpo energético, y que esta configuración energética es la que siempre fue
capaz de ver la energía como fluye
por el universo.
Carlos Castaneda – Pases Mágicos
EXCELENTE SÍNTESIS DE ALGO QUE PARECE INCOMPRENSIBLE. SALUDOS DESDE MÉXICO
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