martes, 30 de noviembre de 2010

Pero... ¿qué he dicho este año?



Sobre Dios

A la hora de discernir por qué los dioses parecen demostrar comportamientos que para nuestro sentido ético son como mínimo incomprensibles ó reprobables, deberíamos delimitar claramente de qué dioses hablamos y de su relación con el hombre.

En todas las religiones y mitologías del mundo todo lo que existe se atribuye a un Dios eterno, innombrable, incognoscible, etc. que es el CREADOR del universo. En la mitología griega se le denomina Caos (vaciedad), en la hindú Vishvakarman, en el Popol Vuh maya de le denomina Tzakol, para los sumerios era Anu, en el mito babilónico de la creación es Marduk, en Egipto es Atum el que se libra del caos que le atenazaba y crea lo existente, y para terminar (porque la lista sería larguísima), en la Torah judía es YHVH, en la Biblia cristiana es Dios, y en el Corán Allah.

Bueno, digo esto porque casi exclusivamente en estas tres últimas, se adora al "dios" creador como el UNICO "dios", el mismo que aparece de principio a fin en sus textos oficiales y a él se atribuyen los máximos honores, omnipotente, omnisciente, eterno, suprema bondad y demás, y por todo eso no admite ninguna valoración ética posible por parte del hombre, está completamente fuera de nuestro alcance y lo único que puede hacerse es alabarle, adorarle y amarle sin resquicios, entregándose a él en cuerpo y alma.

En el resto _la mayoría_ de las mitologías, el Dios creador desaparece de escena, no se le adora en absoluto, se desentiende del mundo tras encargar su mantenimiento y desarrollo a otros dioses, y éstos a su vez a otros dioses menores. Por ejemplo, la mitología griega más antigua, Caos crea a Urano -el cielo_ y a Gea _la tierra_, posteriormente a Erebo _las tinieblas_, Tártaro _el oeste del oeste_, Nicta _la noche_ y otros más. Como eran muy promiscuos, de las incesantes relaciones entre ellos nacen los demás: Cronos, Titanes, Atlas, y una larga lista de dioses, que adoran porque controlan el destino humano, son los que arbitrariamente envían epidemias, provocan terremotos, inundaciones, deciden la suerte de las batallas, etc. Se les adora porque se les teme, se les invoca para que desistan de sus actos caprichosos respecto al hombre porque, al parecer, consideraban al ser humano como una creación perfecta y superior.

Pero, ¿en qué podemos ser superiores a esos dioses? ¿No será porque tenemos Moral , sentimientos y la capacidad de amar?

Creo que el Dios que se nos muestra en el AT. parece muy diferente al menos, desde mi visión, al  Dios que nos presentan otras alternativas y el NT., en su comportamiento ético y con unos fines ciertamente oscuros. Para ellos elige a un grupo, en detrimento de los demás coetáneos, y les presenta un nuevo formato de Redención para cuya consecución no tiembla al regalar un código moral y social meticuloso en el que, su cumplimiento, garantiza la salvación, y una tecnología muy superior a la época para llevarlo a cabo al precio necesario.

Pero ese Dios se sirve continuamente de una cohorte de intermediarios y armas letales para conseguir sus fines. ¿O es que los Elohim actúan por su cuenta disfrazados de un falso Dios y abandonan caprichosamente a su pueblo cuando ya no les son necesarios? ¿Quiénes son y qué quieren del ser humano?

No he encontrado equidad entre dioses y hombres, excepto en las sociedades primitivas que han llegado hasta hoy sin apenas contagio de las culturas desarrolladas. Para el hombre religioso de estas culturas, el espacio no es homogéneo, hay un espacio sagrado, el único que es real, que existe desde el momento en que lo sagrado se manifiesta; entonces el mundo viene a la existencia, proyecta un Centro en el Caos y se abre comunicación con lo trascendente. Para este hombre, si el mundo y el hombre existen es porque los seres sobrenaturales han desplegado una actividad creadora en los comienzos; el hombre de hoy es el resultado directo de los acontecimientos míticos; es mortal porque algo ha pasado “in illo tempore”, la humanidad fue creada como un modelo de perfección, pero cayó, es decir, fue propulsada hasta un mundo y un cuerpo cada vez más físicos.

   Entonces, este hombre ancestral, para restaurar la igualdad perdida, reproduce exacta y periódicamente mediante ciertos ritos ese tiempo sagrado. Reintegrar el Tiempo Sagrado del origen significa hacerse contemporáneo de los dioses, y emular sus poderes. Los mitos les enseñan como repetir los gestos creadores y, al hacerlo se ponen a su altura. Por ejemplo, hacer fuego, fabricar un arma de caza o construir una cabaña, son para ellos actos sagrados porque así lo hicieron por vez primera sus dioses y lo enseñaron a sus antepasados. En ese momento, el hombre recupera su esencia original y se hace igual a los dioses.

Generalmente, en estas sociedades primitivas, aunque con diferencia entre ellas, se distingue en primer lugar un Dios creador del universo, todopoderoso, pero que no es quien crea al ser humano. Supuestamente, este Dios delega el mantenimiento y conservación de lo creado en unos demiurgos. Es más fácil de entender este concepto en el induísmo (cuyos textos se remontan a miles de años de antigüedad) y aquí se dividen en tres: Brahma, el que organiza la materia y "duerme", Visnú, el que conserva, enjuicia y salva, y Shiva, encargado de la disolución, éstos son los que crean a otros dioses menores y al hombre.

Muchas de estas sociedades primitivas aseguran que en un momento determinado, bajaron del cielo unos seres que les entregan a sus antecesores su sabiduría y todos los elementos de la civilización, astronomía, escritura, confección de ropas y armas, etc. Para estos hombres no hay historia ni evolución, porque consideran que ya en un principio se les entregó todo lo que había que saber; así, este hombre, no cambia nada de aquello, y la forma de mantener intactos sus poderes y conocimientos es actualizar permanentemente ese momento primordial e idílico mediante sus ritos Es esta línea de actuación la que los hace iguales a sus ascendientes y a los dioses que los enseñaron.




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