El existencialismo ateo
que yo represento declara que si Dios no existe, hay por lo menos un ser en el
que la existencia precede a la esencia, un ser que existe antes de poder ser
definido por ningún concepto, y que este ser es el hombre, la realidad humana.
El hombre, si no es definible, es porque empieza por no ser nada. Solo será
después, y será tal como se haya hecho. Así pues, no hay naturaleza humana,
porque no hay Dios para concebirla. El hombre es el único que no solo es tal
como se concibe, sino tal como él se quiere. El hombre no es otra cosa que lo
que él se hace.
El existencialista suele
declarar que el hombre es angustia. Esto significa que el hombre que se
compromete y que se da cuenta de que es no solo el que elige ser, sino también
un legislador, que elige al mismo tiempo que a sí mismo a la humanidad entera,
no suele escapar al sentimiento de su total y profunda responsabilidad. El
existencialismo se opone decididamente a cierto tipo de moral laica que
quisiera suprimir a Dios con el menor gasto posible. Nada se cambiará aunque
Dios no exista.
El existencialista piensa
que es muy incómodo que Dios no exista, porque con él desaparece toda
posibilidad de encontrar valores en un cielo inteligible; ya no se puede tener
el bien a priori, porque no hay más conciencia infinita y perfecta para
pensarlo; no está escrito en ninguna parte que el bien exista, que haya que ser
honrado, que no haya que mentir, puesto que precisamente estamos en un plano
donde solamente hay hombres.
Este es el punto de partida del
existencialismo: todo está permitido si Dios no existe. Y, en consecuencia, el
hombre está abandonado, porque no encuentra ni en sí ni fuera de sí una
posibilidad de aferrarse. No encuentra ante todo excusas. No hay determinismo,
el hombre es libre, el hombre es libertad.
Si Dios no existe, no encontramos frente a
nosotros valores u órdenes que legitimen nuestra conducta. Así no tenemos
justificaciones o excusas. Estamos solos, sin excusas. El hombre está condenado
a ser libre. Condenado, porque no se ha creado a sí mismo, y sin embargo, por
otro lado, libre, porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo
que hace.
Solo hay realidad en la
acción; el hombre no es nada más que su proyecto, no existe más que en la
medida en que se realiza, no es, por lo tanto, más que el conjunto de sus
actos, nada más que su vida. No hay otro amor que el que se construye, no hay
otra posibilidad de amor que la que se manifiesta en el amor. Un hombre que se compromete en
la vida dibuja su figura, y fuera de esta figura no hay nada. Este pensamiento
dispone a las gentes para comprender que solo cuenta la realidad, que los
sueños, las esperas, las esperanzas, permiten solamente definir a un hombre
como sueño desilusionado, como esperanzas abortadas, como esperas inútiles. Es
decir, que esto lo define negativamente y no positivamente; sin embargo, cuando
se dice: tú no eres otra cosa que tu vida, queremos decir que el hombre no es
más que una serie de empresas, que es la suma, la organización, el conjunto de
las relaciones que constituyen estas empresas.
Para nosotros, el hombre
se encuentra en una situación organizada, donde está él mismo comprometido.
Compromete con su elección a la humanidad entera, y no puede evitar elegir.
Elige sin referirse a valores preestablecidos. El hombre se hace, no está todo
hecho desde el principio, se hace al elegir su moral, y la presión de las
circunstancias es tal, que no puede dejar de elegir una. No definimos al hombre
sino en relación con un compromiso. Si hemos definido la situación del hombre
como una elección libre, sin excusas y sin ayuda, todo hombre que se refugia
detrás de la excusa de sus pasiones, todo hombre que inventa un determinismo, es
un hombre de mala fe.
Los actos de los hombres
de buena fe tienen como última significación la búsqueda de la libertad como
tal, en lo concreto. Queremos la libertad por la libertad y a través de cada
circunstancia particular. Y al querer la libertad descubrimos que depende
enteramente de la libertad de otros. En cuanto hay compromiso, estoy obligado a
querer, al mismo tiempo que mi libertad, la libertad de los otros.
El sentido del humanismo
significa que el hombre está continuamente fuera de sí mismo; es proyectándose
fuera de sí mismo como hace existir al hombre y, por otra parte, es
persiguiendo fines trascendentales como puede existir. No hay otro universo que
este universo humano, el universo de la objetividad humana. Esta unión de la
trascendencia, como constitutiva del hombre, no en el sentido en que Dios es
trascendente, sino en el sentido de rebasamiento y de la subjetividad en el
sentido de que el hombre no está encerrado en sí mismo sino presente siempre en
un universo humano, es lo que llamamos humanismo existencialista. Humanismo
porque recordamos al hombre que no hay otro legislador que él mismo, y que es
en el desamparo donde decidirá de sí mismo, y porque mostramos que no es
volviendo hacia sí mismo sino buscando fuera de sí un fin que es tal o cual
liberación, tal o cual realización particular, como el hombre se realizará
precisamente como humano.
El existencialismo no es
de este modo un ateísmo en el sentido de que se extenuaría en demostrar que
Dios no existe. Más bien declaro: aunque Dios existiera, esto no cambiaría. No
es que creamos que Dios existe, sino que el problema no es el de su existencia;
es necesario que el hombre se encuentre a sí mismo y se convenza de que nada
puede salvarlo de sí mismo, así sea una prueba válida de la existencia de Dios.
En este sentido, el existencialismo es un optimismo, una doctrina de acción, y
solo por mala fe, confundiendo su propia desesperación con la nuestra, es como
los cristianos pueden llamarnos desesperados.
Jean-Paul Sartre – El existencialismo es un humanismo
muy complicado no entiendo
ResponderEliminarExcelente
ResponderEliminarDesde el momento en que nacemos, “somos”. Nacemos “siendo” y empero, nos pasamos las próximas dos o tres décadas siguientes “preparándonos para ser”. El hombre comprometido, lúcido y consciente asume que “es”, y que sólo puede “ser” en este preciso lugar y momento en que está “siendo”. Del mismo modo en que Sísifo pasó su condena empujando eternamente una roca hasta lo alto de una montaña,desde donde la piedra volvía a caer por su propio peso, y sus lágrimas, su sudor y la piel de sus manos quebrándose le recordaban que “es”. Su roca es su casa, su destino le pertenece. Cuando después de ver la roca caer abandona las cimas y se hunde poco a poco hacia la guarida de los dioses, Sísifo es superior a su destino. Es más fuerte que su roca. Lo trágico de este mito es que su héroe es consciente. ¿En qué quedaria su pena si a cada paso lo sostuviera la esperanza de lograrlo? Pero Sísifo enseña la fidelidad superior que niega a los dioses y levanta las rocas. Cada uno de los granos de esa piedra, cada fragmento mineral de esa montaña, forma por sí solo un mundo. Es como aquel chiste de un loco pescando en una bañera, al que un médico que tenía sus ideas sobre tratamientos psiquiátricos le preguntó si picaban y obtuvo una respuesta rigurosa: “claro que no,imbécil, esto es una bañera”. Nos permitimos el torturador lujo de pescar en una bañera, aun sabiendo que no sacaremos nada. Hagamos por lo tanto como nuestro héroe, deshechemos la esperanza y comenzemos a vivir y a ser en la medida en que somos; hay que imaginarse a Sísifo feliz.
ResponderEliminarOpino que el autor tiene unas bases concretas sobre lo que quiere reflekar y menciona que no existe dios y el existencialismo dice que todo esta permitido y que estamos abandonados sin un dios.
ResponderEliminarYo me enganche con esta lectura ya que no creo en dios y creo mas en la ciencia y existencialismo, solo no creo que estamos abandonados, estamos muy bien acompañados de todos los seres vivos del planeta tierra.
Los humanos si estamos condenados a la libertad debido a que en cualquier momento somos libres realmente de hacer lo que queramos, ya si hay consequencias o no, eso varia, pero somos libres de hacer lo que se nos dd la gana.