Por la práctica se puede
encontrar una serenidad interna. Cuando se tienen aspiraciones espirituales,
habiendo comprendido los valores espirituales de nuestra vida, la práctica
significa poder aplicarlos en distintas circunstancias, formando nuestra
actitud más sana y fuerte hacia los desafíos que se presentan. Por ejemplo, con
la restricción de nuestras expectativas excesivas, apegos que sofocan nuestras
relaciones con los demás por la posesividad, deseos exagerados, y también
educando y sublimando nuestro egoísmo, vanidad y prepotencia.
Al fin vivimos para tener
un sentido de vivir, ya que vivir es la manera en que formamos nuestros
valores, cómo los realizamos y experimentamos en nuestra vida cotidiana. Vivir
es realizar al máximo nuestro ser. Vivimos en una familia para sentir una
satisfacción espiritual con sus integrantes, tenemos amigos no solamente porque
nos sirven para entretenernos, sino que debemos satisfacer nuestro corazón compartiendo
valores espirituales con ellos.
Cuando nuestro ego quiere
poner su peso sobre otros egos se necesita restricción, lo cual no quiere decir
represión, sino que debemos respetar el derecho de pensar de otras personas.
Nos podemos comunicar bien con otra persona solamente si respetamos su opinión.
No es correcto querer imponer nuestro ego. Debemos educarlo practicando la
modestia, sabiendo que tenemos mucho por aprender. Es un proceso que se va
dando a medida que hay valores superiores al del beneficio personal.
Cuando actuamos, cuando
hacemos un trabajo, se puede sentir una satisfacción, pero eso no es felicidad.
Cuando nos involucramos en la sensación de posesión, en la sensación del
cuerpo, del éxito, del poder, no sentimos felicidad sino placer. La felicidad
es una plenitud espiritual. Ella se logra en una meditación profunda, en una
unión con nuestro ser espiritual, o sea, con la presencia de Dios en nuestro
interior.
La verdadera paz
espiritual es una nobleza del espíritu, y cuando se logra esa serenidad
interna, se es una persona productiva, se es capaz de concretar los ideales en
el trabajo, en la relación con los demás, se piensa en cómo ser útil y en cómo
compartir esos mismos ideales con todos. Ésta es la meta real de la paz
espiritual. Pero cuando algunos la buscan en grupos de meditación, se aíslan,
no se quieren involucrar en responsabilidades; esto es escapismo.
La meditación es un
proceso de búsqueda de la serenidad interna, pero su valor real es el de hacer
sentir la identidad del yo con su fuente original, es decir, llegar a amar esa
presencia sagrada en el corazón. Meditación no es meramente relajar la mente en
un proceso autohipnótico repitiendo un mantra, unas letras, una palabra o un
grupo de palabras sagradas. La mente es un campo de energía, y cuando existen
varias pulsaciones de energía dispersa en distintas direcciones, se produce un
conflicto en la mente y ésta pierde energía. Cuando capturamos estas
pulsaciones a través de la repetición continua de un mantra, la energía se mueve
en círculo y se produce un equilibrio que sería un pequeño grado de autohipnosis.
La mente siente así calma y serenidad y descarga tensiones*.
Pero esto no es
suficiente. Lo más importante es amar esa “presencia”, sentir el cuerpo como un
templo, la mente como un altar, y sobre este altar sentir la esencia espiritual
de nuestro ser. La meditación es mucho más que repetir un mantra, ya que sobre
todo debe existir un cultivo de los ideales espirituales, una autosugerencia
sobre las cualidades para la formación del carácter, y un llegar a sentir al yo
unido con su fuente espiritual, que es Dios.
La realidad es que el
hombre no ha encontrado la felicidad que busca, y en este proceso de búsqueda
ha creado un Dios, producto de su imaginación. Si la imaginación es primitiva y
dedicada a conseguir protección, los huesos de sus miedos y prejuicios resonarán
en la estrechez de sus escrituras. Si la imaginación del hombre se amplía y
eleva, transformándose en aspiración espiritual, encontrará la realidad de la
paz y de la plenitud, y hará del mundo, dentro de su capacidad, un mejor lugar
para vivir.
Swami Shivapremananda – Cómo comprendo yoga
(*Podemos hacer un ejercicio
de autosugerencia para sembrar en nosotros ideales espirituales, repitiendo,
por ejemplo, las siguientes afirmaciones:
Al inhalar, sintiendo la respiración, se
repite mentalmente de manera lenta y con una profunda convicción: “paz es mi
naturaleza real”, y al exhalar “no el conflicto”, varias veces tratando de
absorber el significado en silencio. Se continúa con: “amor es mi naturaleza
real”, “no el egoísmo”; “la verdad es mi naturaleza real”, “no la falsedad”;
“felicidad es mi naturaleza real”, “no la infelicidad”; “fortaleza es mi
naturaleza real”, “no la debilidad”; “libertad es mi naturaleza real”, “no la
atadura”.)