Hay alrededor de nosotros una vida espiritual, que acecha los menores instantes de esta pobre vida llena de obligaciones absurdas, para llenar el vacío –que es la plenitud, la única vida-, de imájenes que son la absoluta felicidad. ¿No será esto la promesa de una vida del porvenir, pura, clara, ideal, libre, de toda traba, y hacia la cual vamos caminando?
Lo que podemos llamar nuestra vida es una cosa tan circunstancial, tan determinada, tan improbable, que solo es como un vestido que se pusiera el alma a cada instante.
Desgraciados para siempre nosotros los que hemos venido de la paz de la nada al torbellino del todo, los que así nos alejamos más cada vez de nuestro orijen y vamos de la primera a la segunda eternidad.
Mientras nos sintamos
distantes de nosotros mismos, seremos peregrinos entusiastas de nuestro ser.
No es que no podamos
abarcar con la imajinación lo infinitamente grande porque está fuera de nosotros.
Lo infinitamente pequeño está dentro, y tampoco lo podemos contener.
En el amanecer de cada día
no sale solo ese día, sino todo el futuro del mundo. Y no cae solo ese día en
su anochecer, sino todo el pasado.
Vida y muerte son lo
mismo. Vida no es más que muerte dominada, controlada.
La terrible verdad es que
esiste y se sucede, pero que ni ella sabe lo que es, ni nosotros lo que es, ni
encontrarla. Y habrá sido siempre íntima, contemporánea y vecina de nuestra
vida. Y seguirá viva e inédita dentro de nosotros muertos.
Cuando el hombre se separa
en dos, él y su conciencia, es que se encuentra con Dios, quizás con Dios en
contra.
El mayor fracaso del
hombre como conciencia, es no poder darle conciencia de Dios a su dios.
Dentro de nosotros,
concientes de ello, se da una batalla constante de organismos inconcientes de
nosotros y nosotros. Eso es nuestra vida. ¿Por qué no concebir el universo
total como un ser conciente, Dios, dentro del cual nosotros guerreamos sin
poder concebirlo a él?
Lo más grande del todo y
de la nada no han necesitado de nombres más largos que ser, sol, fe, mar, luz,
sí, hoy, Dios, Paz, Voz, sed, más.
Cuántas veces, por
orgullo, por vanidad, no hacemos una confesión, y seguimos pasando en la vida
por espíritus completamente diferentes del que somos.
Si queremos ser felices,
no vayamos nunca detrás de lo que se va, quedémonos siempre con lo que se
queda.
Es preciso soñar la
realidad de mañana.
Procurad que delante de
vuestros anhelos y de vuestras esperanzas se dilate siempre el infinito. No
queráis nunca llegar a los límites, porque desde los límites solo se puede
regresar.
En amor no vale, no es
verdad el recuerdo.
La entrevisión de lo
infinito es sin duda una anticipación de fondo de lo que el hombre ha de ser
algún día.
¡Cómo se agarra el pasado
a los pies del presente para no dejarlo ir sin él al futuro!
No adelantará el mundo
porque se hagan las cosas a conciencia; es necesario ante todo tener conciencia
de por qué se hacen.
El ejemplo ideal.
Consideremos esto. El hombre, la sociedad humana nunca pueden llegar a un fin
absoluto; siempre pueden ser más y deben serlo, ya que cada aumento lleva en sí
nuevas perspectivas; y porque cada espejismo, por irreal que sea, es el espejo
de una realidad; y porque el fin, en el sentido material, sería el término, y
es claro que seguiremos siempre dando vueltas en nuestra órbita, mientras que
una catástrofe cósmica de dentro o de fuera no acabe con nosotros o con lo
nuestro. La sociedad y el hombre son solo y siempre sucesión, provisionalidad,
devenir, presente, y ésta es la gran fuerza del hombre, ser siempre presente y
saber que siempre puede serlo si llega a sentir esa fuerza y a sentirse en
ella. Es como un viaje entusiasta a un lugar que nos espera con hermosura y
destino. Vemos al final del horizonte una luz, un ambiente, como una esplosión,
algo que nos subyuga, así como una verdad reciente. Y llegamos esperanzados y
gozosos, casi sin darnos cuenta; no llegamos a ello, porque no sabemos si
llegamos o no, tampoco; porque ese espejismo siempre lo teñimos nosotros mismos
de color nuevo con nuestra demasía y tal vez nos sobrepasamos fantásticos, de
él. Somos ya más que el lugar de ilusión al que llegamos…
Juan Ramón Jiménez – Aforismos (Río Arriba)