En este nuevo recorrido hacia la sabiduría, mi propuesta es revisar nuestras creencias e ideas para tratar de cambiar el mapa que hasta hoy nos limitaba: explorar las costumbres heredadas y atreverse a cambiarlas si de verdad ya no nos sirven.
Nuestra sociedad funciona muchas veces como un grupo de represión-exclusión, dejando de lado a aquellos que no asumen determinadas normas. A través del “tú debes" la sociedad se vuelve represiva, fija límites a la acción del individuo, vedándole casi en forma total la libertad creativa, generando un tipo de saber “obediente” que vuelve al individuo mecánico y manejable.
¿Será útil la sabiduría? Algo es útil cuando se constituye en un medio para lograr un fin, en cambio la sabiduría tiene una utilidad “intrínseca”, es un fin en sí misma, donde lo útil se refiere al ser, como contemplar la belleza, jugar, conocer, amar, crear, imaginar… la inclinación al saber es un impulso acorde con nuestra naturaleza humana e indisociable de ésta: toda persona ansía profundamente ver y comprender, tiene necesidad de “sentido de la vida”.
El auténtico lugar de la sabiduría es precisamente el arte de sumar 5 cosas:
Vivencia a través de la experiencia.
Información y conocimiento.
Transformación personal.
Aceptación incondicional de la realidad.
Liberación interior.
La “obediencia” como normal social es una traba que hay que superar. Este “deber ser” que trae consigo la obediencia a lo establecido desarrolla estos “defectos” en el individuo: el veneno de comparar, la intoxicación de discriminar, la enfermedad de competir y la adicción en la obsesión por ganar. Como consecuencia reflexionamos sobre los defectos de los demás, interferimos en su vida, y... no es asunto nuestro. Sin embargo, hay grandes moralistas cuya única dedicación parece ser ver y denunciar quién está obrando mal o de manera censurable.
La única obediencia que me parece compatible con la salud es la obediencia inteligente: la del que obedece solo cuando le conviene. El desarrollo de la humanidad solo fue posible porque hubo hombres y mujeres que se atrevieron a decir que no. Pero si un “buscador” se atreve a decir “no” a las normas del poder, y además se atreve a crear sus propias normas, no solo tenemos un desobediente, sino que, como sociedad, “corremos el riesgo” de que esas normas o esa libertad para cuestionarlas sean elegidas también por otros.
El “buscador” es capaz de saber que no sabe y puede desde allí trabajar para saber, y saber para ser libre y hacerse libre para formular un rotundo y sano “no”.
Porque la verdad no es amenazadora, solo desestructurante, no es peligrosa, es diferente; no hay que inventarla, hay que descubrirla; no hay que esperar que llegue a nosotros, ya está aquí; no se puede ver estando encima de ella, requiere perspectiva; no necesitas tu mente para incorporarla, sino prescindir de ella; ninguna otra cosa te impide el acceso a la verdad, solo tu propia mente.
Si realmente sabes algo que los demás no saben, asegúrate de encontrar en ti el punto mayor de humildad antes de atreverte a enseñarlo. A lo largo de la historia, el gran daño lo han hecho los que dijeron “esta es la verdad” y no los que sostenían no saber.
En las filosofías orientales el verdadero conocimiento se considera un “despertar”, sugiriendo que da acceso a la comprensión definitiva y profunda de algún aspecto de la realidad. Es un “darse cuenta”, una percepción fresca de un mundo nuevo o un nuevo nivel de conciencia de un mundo real. El conocimiento verdadero incluye una tranformación, tras la cual ni el que conoce ni el mundo que es conocido serán los mismos.
Vivir auténticamente, nos enseña la sabiduría, no es planificar lo que vamos a ser, sino descubrir, a cada instante, lo que somos.
Ser coherente es, en sentido estricto, un estúpido esfuerzo por ser fiel a todo lo adquirido en el pasado, es ser como ya se ha sido, decir lo que ya se dijo, hacer hoy lo que se hizo ayer, responder a las expectativas que nuestro comportamiento ha ido creando en los demás. Ser coherente es una mezcla de lo que creo que soy, mis rígidas costumbres y tradiciones, mis hábitos dañinos, los mandatos aceptados, los condicionamientos incorporados, la totalidad de los introyectos mas el hueco de lo negado.
Un “conocedor” vive la vida de acuerdo con su propia naturaleza y no de acuerdo con los valores de los demás. No solo tiene su propia visión del universo sino que también posee el coraje de vivir de acuerdo con ella. Es alguien que sabe quién es, pero admite sin avergonzarse que no puede prever sus futuras acciones ni posee criterio para valorar adecuadamente qué le sucederá, ni cómo reaccionará frente a los hechos.
Un “conocedor” descubre que lo que importa es ser congruente, ser libre de ser quien es en cada momento, libre de encontrar la conducta que satisfaga su momento presente, libre de volverse impredecible para los demás sin sentirse culpable de la decepción de los otros. Ser congruente es estar vivo y cambiante hoy, aquí y ahora; se trata de una armonía diferente, la de la belleza del “ser siendo”.
Durante la guerra, Churchill dijo a los ingleses: “Con la misma convicción y certeza con la que os dije hace unos meses que las cosas eran así como eran y que nunca podría ser de otra manera, os digo hoy, sin ninguna duda, que las cosas son totalmente diferentes y que nunca fueron ni podrían llegar a ser como os dije entonces”.
Según Epicteto, "si queremos saber si alguien es un verdadero sabio, no nos vale que nos muestre lo que ha aprendido, su arsenal de erudición, su tener o haber intelectual, sino lo que ha visto por sí mismo, lo que irradia su propio ser, la manera como vive y actúa". Hay señales que denotan estar en el camino hacia la verdad y la sabiduría:
Descubrimiento de una absoluta paz interior.
Transformación profunda y permanente de nuestro nivel de conciencia.
Certeza de unidad que trasciende a la persona.
Marcado aumento de la alegría.
El comportamiento simple y directo es tan poco habitual que cualquier persona honesta puede parecer muy poco fiable a quienes han hecho del disimulo y de la especulación una actitud cotidiana y por lo tanto esperable. Ser auténtico y directo nos lleva algunas veces a ser malinterpretados, y otras muchas a resultar previsiblemente molestos.
No te enamores de las palabras, ni dependas de las ideas, son solo herramientas, espinas que pueden usarse para extraer otras espinas, antes de deshacerse de ambas.
Me ha gustado lo de fomentar la salud obedeciendo sólo cuando nos conviene...sí, la verdad es que da muy buena sensación ser un@ mism@. Muy buen texto, además de útil.
ResponderEliminarSaludos, Manuel!
Sumar cinco o tres. O 10 incluso. Hay tantas vías como personas, ¿no es así?
ResponderEliminarhttp://elfarym.blogspot.com/2009/01/blog-post.html
Saludos, Gloriana, es cierto que si examinamos qué somos encontraríamos pocos aspectos que denotaran ser genuinos nuestros, que no hayan sido generados en el exterior y asumidos. Cuando somos originales, desobedientes, rebeldes e imprevisibles es cuando nos sentimos bien y en paz, entonces asumimos la responsabilidad de nuestros actos.
ResponderEliminarاري Hola! Agradezco tu comentario, aunque no sé bien a qué te refieres con: Sumar cinco o tres. O 10 incluso?
ResponderEliminarCreo que sí, hay tantas vías como personas, el camino se hace al andar y cada uno deja su huella. Realmente nadie nos puede ayudar pero sí acompañarnos un trecho... en tanto coincidan nuestras sendas.