De oca a oca… ¡y tiro porque me toca! ¡Cuántas veces habremos pronunciado esta frase con alegría y regocijo! Acaso sin ser conscientes de ello, nos sentíamos transportados de una a otra eludiendo las dificultades del camino, avanzando más rápidamente, protegidos como por una madre cariñosa de las inclemencias de la vida. Nos llenaba de ilusión llegar los primeros al seno de la Gran Madre Oca del final, la casilla 64, en la que muchas veces no aparece tal cifra, ya que pertenece a otro mundo, el sol naciente en el momento de romper la cáscara del huevo primordial, la misma que convirtieron en jeroglífico los egipcios alusivo a la muerte del faraón y que remontaba el vuelo desde el pecho de las momias: la Oca, símbolo del regreso del alma al mundo primordial de los espíritus.
Pero vayamos por partes y despacio, porque este juego similar al laberinto de la vida no consiste en llegar primero, sino llegar transformado al fin de nuestro camino habiendo superado todas las trabas y peligros, los encuentros, los retrocesos, en fin, después de un aprendizaje completo.
Una de las varias versiones de este juego existentes atribuye sus orígenes a los templarios, los cuales posiblemente lo tomaron de otro juego similar aún más antiguo. Parece ser que era usado para adiestrar, de una forma lúdica, a los peregrinos que se disponían a realizar el Camino de Santiago, y que, por tanto, el tablero representa dicho camino y las reglas del juego informan y avisan de las posibles contrariedades para las que el peregrino debe de estar preparado, y que posiblemente dan al juego ese carácter iniciático que parece tener.
Los celtas consideraban a la Oca o al Cisne animales sagrados portadores del conocimiento divino, los mensajeros del otro mundo. Las conexiones marítimas entre Galicia, el litoral cantábrico, Irlanda, Reino Unido, Bretaña eran un hecho, lugares en los que los druidas ejercían de maestros espirituales e iniciáticos. Si la cuna de los druidas era Galicia, es de suponer la existencia de peregrinaciones en tiempos precristianos, que les permitiera iniciarse y marcara los caminos de las estrellas, o caminos de las ocas, como los símbolos de la pata de oca. Posiblemente, el acoso posterior de los romanos y la necesidad de un símbolo análogo generase la sustitución del símbolo de la pata de oca por otros como la concha o vieira, convirtiéndose más tarde en símbolo cristinano de peregrinación, convirtiéndose el Camino de la Oca en el Camino de Santiago.
La Oca representa también la capacidad operativa del espíritu sobre la materia, la que anuncia la llegada de un maestro. Los compañeros constructores, que tras llegar a Santiago van a morir al cementerio de Santa Mª de Noya o vuelven para continuar su misión, son también los Templarios constructores, son los llamados “jars” u ocas, y la pata de oca o la horquilla de tres brazos era otro de sus símbolos. La espiral aparece en el acceso al claustro de San Juan de la Peña en Huesca, en el laberinto medieval de San Pedro de Siresa también en Huesca, en el laberinto de piedra de Mogor en Marín, Pontevedra, en la concha de caracol que monta un gnomo de la Catedral de León. Algunos de ellos presentan una separación en dos mitades, de forma análoga a los hemisferios cerebrales, formando junto con el símbolo del término final una cruz provista de asa, similar o copiada del Ank egipcio, símbolo de la vida o llave que abre la puerta de la vida eterna. Las 13 ocas son las 13 etapas del camino, ellas nos conducen directamente unas a otra, esquivando las dificultades que representa el camino, tanto en la vida real como en una auténtica iniciación a los misterios del ultramundo, como serían los castillos o encomiendas templarias, donde encontraríamos el descanso, la paz y la seguridad, así como la posibilidad de purificarnos en su quietud y replantearnos continuamente el sentido de la vida, también entendida como una auténtica peregrinación al conocimiento de nosotros mismos.
Es posible que el camino, en su versión más antigua, se iniciara en la localidad de Jaca, lugar de reunión de los Jacques, los artesanos de la construcción, los templarios ó “Pontífices”, artífices de la edificación de los templos góticos. La peregrinación se transformaba en una marcha hacia la Estrella, y la ruta a recorrer era la de la Vía Láctea, al final de la cual se encuentra la constelación del Can Mayor. Por lo que se refiere a la leyenda básica, todos los elementos han sido sopesados y calculados con cuidado para que se hallen en concordancia con otro hechos antiguos, siempre sin perder de vista el camino a la estrellas… y la Loba (Louve), reina mítica de estas tierras, posiblemente emparentada con el dios Lug céltico, de ahí Lugo, Lucerna, la luz de lo divino en definitiva. Muchas culturas antiguas consideran la Oca como la madre primigenia, para los nórdicos era representada por el Cisne, y tanto para los egipcios como para los cátaros su símbolo era el pelícano…!
En el camino de Lug encontramos la Oca por todas partes, tanto en la toponomia preindoeuropea, como Oie, Auch, Ouche, en el grito del vasco para llamar a las ocas: ¡Auk, auk!, como la forma indoeuropea, derivada del sánscrito Hamsa, que dio lugar a Ganso, Ansa y Anso, Goose en inglés. En galo encontramos el término Gwas, además de Gars, que daría lugar a Garçon, primitivamente maestros de la piedra. Por lo demás, también lo vemos reflejado en el país de Oc en el sur de Francia, lugar de residencia de la Reina Pedauque (Pie de Oca). En la región de Jaca encontramos Ansó, en el valle de Ansó, no lejos del lugar estrellado de Lizarra (estrella en vascuence), así como también reflejado en el Río Oja, que primitivamente sería Río Oca (de ahí la Rioja), asimismo encontramos otro Río Oca en los Montes de Oca, donde se encuentra el pico de la Piedraja (Piedra del Jars), no muy lejos de un Ocón.. También en los montes de León nos encontramos con El Ganso, el jars ligur, como también el pueblo de Argozón, donde se halla una asombrosa necrópolis céltica. Más allá de Lalín encontramos EL Paso de la Oca; cerca de Compostela se halla otra Oca, en el río Tambre, que desemboca precisamente en la ría de Noya, revelador nombre del lugar al cual, en tiempos remotos arribaría un tal Noé en su Arca, después del gran diluvio, que difundiría la civilización y la cultura. La peregrinación, vista de este modo, no sería más que la búsqueda del reencuentro con nuestros orígenes, en sentido opuesto a la irrupción primitiva.
Este es el retorno a nuestro origen, o más bien al lugar donde la historia pudo comenzar impulsada por unos civilizadores de origen atlántico, o Atlantes, tras la destrucción y posterior hundimiento de su continente, el Edén bíblico, donde la raza humana fue creada, libre de pecado, de enfermedades en una existencia longeva, cuando aún el ser humano disponía de todas sus potencialidades en estado puro. Un pueblo de marinos, capaces de realizar travesías oceánicas. Como a propósito parece decir Gérard de Sède: “pueblo ánade era el sobrenombre dado por los antiguos a los tartesios, y también a los fenicios, que adoptaron como emblema una pata de palmípeda, símbolo del remo, cerca de Tartessos existía un río llamado con el nombre latino de “pato”: Anas.
A la concha, con estrías similares a la pata de oca, se añadió la estrella; ya no son luces las que indican el lugar, sino una estrella que se había mantenido encima de la tumba, que antes que Santiago pudo pertenercer a Prisciliano y, mucho antes, al legendario Noé. Así se convirtió en “Campus Stellae”, o también “Compositum” (cementerio), fenomenales paralelismos de sustitución de los símbolos primigenios. En el camino y sus dos rutas principales, magistralmente enclavadas entre los paralelos 42º 30’ y 42º 50’, nos encontramos en la parte francesa el Pic D’Estelle, el Puig de L’Estelle, Les Eteilles, el Puig de Tres Estelles… Ya en Navarra nos topamos con Estella (Lizarra=Estrella en vascuence), Astray, cerca de Lizenac, Estillón, otra Lizarra, Liciella, Aster ya cerca de Padrón. La toponimia de estos lugares ha resistido todo intento de transformación por las lenguas posteriores, que hicieron bien en adaptar y transformar su significado sin perder un ápice de su sentido original.
De puente a puente…!y tiro porque me lleva la corriente! Magistral cántico que refleja tanto la necesidad de encontrar un paso apropiado para no desviarnos de la ruta prevista, acortando así el camino, como la sutileza de dejarse llevar, confiado en el instinto, por las aguas de lo más puro dentro de nosotros mismos, a lomos quizá de la Madre Oca que nos protege en todo momento.
En cuanto al Juego de la Oca que nos ha llegado, hay que decir que encontramos múltiples variantes de la misma, aunque todas mantienen el mismo esquema laberíntico en espiral.
Por ejemplo, la casilla 1 suele ser un personaje parecido al loco del tarot y en otros casos un mago guiando ocas. El peregrino, representa la libertad total, el incosciente, el espíritu humano por encima de los valores terrenales, rebelde e inconsciente, que emprende un camino con pruebas diversas que le obligan a madurar.
El Laberinto, casilla 42, significa el extraviado que debe retroceder cuando está a punto de alcanzar a la madre Oca. Se ha representado como la Torre de babel, la confusión de los caminos físicos, idiomas e ideas. El propio juego es un laberinto, que también es análogo al símbolo de la espiral de todas las culturas como imagen arquetípica del universo en formación y continuo movimiento, y por añadidura de nuestra propia galaxia.
En la 6 y 13 encontramos el puente, construido por los pontífices, que unen lo trascendente con lo cotidiano, lo humano con lo divino y nos posibilita dar un salto de calidad.
En la 19 la posada u hospital de caminantes, para curarnos de la enfermedad de lo ilusorio que hemos acumulado durante la vida.
Las casillas 26 y 53 son dados, las piedras cúbicas, angulares, síntesis de las medidas armónicas del universo, y también una prueba de un gran salto iniciático que puede producirse en los que están versados en el dominio de la piedra, o un paso atrás, si dicha evolución no ha sido llevada correctamente. También puede representar que estamos en manos del Destino, y solo enfrentándonos sin temor a él estaremos en condiciones de manejar nuestro camino.
En la 31 el pozo, la vena telúrica, las aguas milagrosas y medicinales que renuevan nuestro vigor y nos sanan y limpian de la mala alimentación y vicios adquiridos.
Encontramos en la 42 el laberinto, representando el trabajo de encontrar la vía correcta para hallar la luz. Aunque todo el tablero representa un laberinto, aquí se especifica que solo con un correcto desenvolvimento y aplicación de lo aprendido podremos hallar la salida de la espiral de la vida ilusoria.
En la 52 la cadena, que representa la cerrazón de la mente a las realidadses ultraterrenas. Debemos abrir el cerrojo a lo trascendente.
En la casilla 58, muy cerca de la meta está la muerte, la prueba de la auténtica transformación, el paso a un mundo superior cuando la atravesamos, saliendo de esa forma del ciclo de las reencarnaciones; hay por ello que superarla para no volver a comenzar y poder llegar al Nirvana, al Absoluto, al jardín de la Oca.
Por fin, en la 63 se encuentra la puerta de ese jardín al que pocos pueden entrar a la primera, hay que esperar que el dado impulsao por nuestra voluntad ( la Fortuna) marque el número clave para participar de la gran verdad que se encuentra en la 64, punto final del trayecto.
En fin, múltiples enseñanzas nos depara este sutil juego, que debió servir primero como guía imprescindible para la iniciación a los misterios de la vida, siguiendo siempre al Sol en su camino hacia el Oeste, la patria de nuestros antepasados, que en tiempos pretéritos desembarcaron y difundieron la civilización, cuyo camino jalonaron con eternas construcciones megalíticas, que resisten el paso inexorable del tiempo
En las trece ocas del camino podemos encontrar reflejos de las más antiguas tradiciones. Para los antiguos egipcios, la muerte era la decimotercera fase del ciclo de la vida, por lo que consideraban que este número representaba la nueva existencia, era el camino hacia la morada de los dioses, un viaje al más allá. Para Pitágoras significaba el número de la evolución y del crecimiento, sirviendo para el buscador de lo místico que, usado adecuadamente, puede abrir las puertas del conocimiento. En la magia simboliza el velo del maestro, que podrá ser levantado una vez que el iniciado haya alcanzado la iluminación perfecta, una vez que el cuerpo, la mente y le espíritu se hayan purificado.